Epifana artstica.
Publicado en Feb 25, 2018
Una sensación ácida recorre mi lengua, siento que me come la boca desde adentro hacia fuera, sin embargo lo inconmensurable de lo producido en inefables momentos apacigüa la tormenta, absorbo lo ácido y lo convierto en dulce pasión. En estos momentos esa pasión recorre desde la punta de mis pies, sube lentamente por cada vello de mis piernas, me acaricia la entrepierna despertando suavemente a mi ser, se asoma en mi vientre perdido en muchas sensaciones, revuelto, pasa por mi pecho mientras deja ciertas caricias, no logro percibir mi presencia, porque está envuelta en el aire que recorre mi cuerpo y apretando mi cuello se despide. Eso es lo que queda de las sensaciones de aquellas tardes, y sobretodo el cosquilleo en mi mano izquierda, que es característico de formar una alianza entre mi corazón, junto a mis memorias.
Quiero ser artista, sin embargo, para ser uno se debe apelar a lo que realmente constituye la elocuencia de crear, debo sentirlo, y solamente me he sentido como un ser innato en lo que hago en el cuarto de la tiendita 303, donde fue la primera vez que la vi. Ella atendía el negocio de su mamá, vendían artículos de artes plásticas, de todo tipo, desde pínceles grandes a pequeñitos que nunca antes había visto, papeles de colores que no sabría decir su nombre y un sinfín de artículos graciosos que crean formas graciosas. Existen muchos tipos de artistas, de los que caminan por la calle cabizbajo, de los que observan el mundo de maneras que muchos otros nunca lo harán o en mi caso un artista experimental. Perdón, como iba parlando, ella atendía el negocio de su mamá, en el cual a veces me introducía para comprar mis artículos, siempre evitaba mirarla a los ojos, porque sin duda tenían un color que me interesaría para mis obras, y sabía que el precio sería muy alto, quizá inalcanzable para mí, pero un día como todo, ocurrió lo que tenía que pasar. Ella me miró fijamente preguntando qué es lo que pintaría este mes y por primera vez cruzamos miradas, claramente quedé sorprendido al darme cuenta que ella notó que sólo entraba una vez al mes a buscar muchos materiales para llevar mi proyecto, a lo que no tuve respuesta de los nervios, sólo salí de la tienda mientras le hice un gesto con mi sombrero que había heredado de mi abuelo, del cual muchas personas se mofaban porque comparado con los otros muchachos vestidos con ropas actualizadas, lucía como un chico queriendo ser un viejito soñador. Aquel mes pinté de manera soñadora junto a mi sombrero, pero me sentía un poco molesto por mi actitud poco educada al irme sin contestar, por lo que al finalizar el cuadro e ir a por mis nuevos materiales, entré al auto un poco cargado, quizá la conciencia, no sé. Al llegar saqué el peso de mis cargas y me mostré frente a ella, he aquí le dije, lo hice para ti, perdón por no haber contestado. Sí, mi lienzo de este mes fue dedicado a ella, en un papel laminado, sorprendida y sonrojada me tomó de la mano, creo que debo verme como un sujeto que crea confianza, porque me llevó a la alcoba de aquella casa que rechinaba en cada peldaño de la escalera por sus propios años. Quién atenderá el negocio pregunté, a lo que ella un poco asustada, me dijo espera, ya vengo. Ya sólo en la alcoba, pude ver que había muchos cuadros y algunos lienzos que aún no eran pintados, supuse que quizá ella podría ser la artista detrás de aquellas obras. Sentí rechinar nuevamente la escalera y era ella ofreciendo disculpas por el momento de soledad que me había brindado, a lo que asenté con delicadeza que no había problema. Ella me contó que a veces pintaba, y luego se sinceró que realmente pintaba casi todos los días del mes, que había algo de ella que quería experimentar el pincel entre sus manos, envolverlo y penetrar con su color el lienzo, blanco y virginal. Me sentía un poco mal, porque realmente más que al pendiente de los colores de sus cuadros, estaba apreciando el rosado de sus labios, está bien soy algo retraído, pero en ese momento tan ligero, tan a solas, sólo atiné a llevar mis brazos hacia a ella, mientras la miraba fijamente y ver si aceptaba aquel acendrado momento. Me besó, y entre cada beso, quería ir abriendo los lienzos de sus ropas, pero ella me paró, me dijo que no podía hacer ello, que si bien quería, había algo que le paraba. Con mi boca en su cuello respirando profundo pregunté, ¿por qué? Mientras tocaba sus caderas y la acercaba a mí. Ella me dijo que andaba con su período y por ello no podía, a lo que descaradamente moví mi mano y la puse en sus pantalones mientras tocaba su vagina, al sacar el dedo, le dije no hay de qué avergonzarse, podemos hacerlo así. Ella estaba un poco cohibida, pero mientras agarraba sus muslos con fuerza, parecía ceder. Nos acercamos hacia a la pared y sin querer chocamos con un lienzo sin pintar, me afirmé al tambalear de este con la mano que había probado de sangre, dejando el tono de sus colores en él y fue ahí donde surgió una idea en mi mente. Estábamos cada vez más excitados, le bajé los calzones y le dije, ¿por qué no hacemos un cuadro juntos? Mientras agarraba un lienzo blanco y lo acomodaba en el piso, ¿de qué estás hablando? Un poco tímida contestó, ven, dije. La abracé de nuevo y comencé hacer que descendiera suavemente por el cuadro, quería que ella se sintiera cómoda, ya sin ropa, quise dar un tiempo a sus pechos que caían ricamente, succioné fuertemente y ella comenzó a quejarse, mientras salía de entre sus piernas sangre que cubría el lienzo. Supuse que ella había bajado a poner el cartel de se cierra, para que entendieran que se encontraba cerrado el local, pero no veía ni un cartel entre el abierto de sus piernas, ella me sacó la camisa verde que llevaba aquel día, botón tras botón, sentía como mi espalda desnuda ligeramente se mezclaba con el color piel de ambos, sus labios estaban sedientos, pero a la vez abundantes, sentía mi cuello cubierto de saliva, ya era el momento, agarré mi pene que nunca antes estuvo tan deseoso, tan duro, tan parado, tan artístico. Al posarlo en la entrada, sentí sus líquidos rojos como mojaban la puntita, como bajaban por la grieta, más grato fue aún sentir como las venas quedaban empapadas de sangre, no podía verlo, pero lo sentía. Embísteme con tu pedazo de pincel dijo ella, lo cual me alteró bastante, porque nunca me imaginé oír esas palabras de su boca rosada, y comencé a meter todo el arte posible dentro de esa vagina y a medida que lo sacaba, el lienzo se iba manchando de un arte que era una conjugación del deseo de ambos. Ella corrió su culo un poco más arriba, junto a su cuerpo y supuse que era para que el cuadro no quedara sólo marcado en medio, si no que estuviera todo manchado por el color de nuestros líquidos ya revueltos, aún no me venía, pese a que la fricción era tan fuerte que sentía mi pene a punto de estallar como aquella vez que pisé un acrílico y saltó toda la pintura de su envase. Hice ademán que nos paráramos, la sujeté fuerte, mientras la levantaba ella se agarraba de mi cuello y seguíamos en nuestro momento de colaboración. Sentía como poco a poco mis colores estaban por explotar dentro de ella, sus uñas rasguñando fieramente mi espalda de la cual caía también sangre con la intensidad que lo hacía, se sentía como una obra maestra el poder estar con ella. Al momento de explotar dentro de ella, sentía sus dedos cansados en mi cuello, comencé acariciar su cabello y ella me daba besos que se sentían bastante calientes por la temperatura de sus labios. Eres una verdadera musa le susurré en el oído, ¿puedes tomar otro cuadro en blanco? Ella cogió otro lienzo y me dijo, ¿qué hago? Le hice ademán con los ojos de que lo pusiera en mi espalda y ella entendió que quería mostrar como también hice una colaboración de sangre en mi espalda para crear otra pintura, y fue así como pasó el lienzo por mi espalda, grabando aún más el momento, lo dejó en su pedestal, y comencé a descenderla de entre mis brazos. Ahí estábamos, ambos desnudos, sonriendo de manera siniestra y a la vez enamorados de la vida, de poder entregarnos. En los días continuos a ese, seguí yendo, porque antes de irme me susurró que aún existía tinte entre sus piernas para seguir coloreando y pintando, los mejores días de inspiración sin duda, desde ella lamiendo mi pene, jalándolo, siendo bien pintoresca en sus movimientos y chupadas, hasta cuando explotaba mi semen y ella desde su boca lo hacía caer con babas hacia el lienzo o en aquellos momentos donde ambos dejábamos caer nuestras babas desde nuestras bocas unidas a un lienzo, junto el rojo de nuestros labios mordidos. Momentos de revelación y epifanía artística, no cabe duda alguna. Es gracioso, como antes mi inspiración era vaga, tan sólo hacia un cuadro al mes, pero a partir del momento que cerré la puerta de la tiendita 303 de artes plásticas aquel día, quise volver como de costumbre cada mes en los cuales sabía existía la mejor combinación de colores que podría crearse, puro y natural, un color cálido rojo que creaba obras infinitas mientras nuestros cuerpos denotaban la pasión que debe tener un artista al componer, por eso puedo decir que sólo soy un artista por ella, porque ella es lo que más me inspira.
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