Epifana artstica ll.
Publicado en Feb 26, 2018
Estoy al teléfono escuchando las respiraciones de mi musa inspiradora, mi Mona Lisa de sonrisa traviesa, en un vaivén de sonidos jadeantes y palpitantes como mi pene que sigue el ritmo de su corazón, ambos latidos en sintonía, un frenesí musical que sólo lo sentimos por dentro y al igual que una cajita musical suena cuando nos damos cuerda desde la manivela emocional y retóricamente sexual que nos envuelve. Puedo escuchar desde adentro de ella como se sacuden vibrantes mis respiraciones a través de la transmisión, me pregunto si Antonio Meucci, el primer hombre en hacer un prototipo de teléfono habrá pensado en follarse una mujer a través de una llamada, si para él la comunicación era primordial, ¿por qué no una transmisión en sintonía de las manos de dos personas dándose placer? ¿Qué tal de pintar a la distancia? Mientras pensaba en aquellas interrogantes, sentí como mi pincel comenzó a presionarse en sí para dejar salir toda su pintura de color lechoso, procedido de un relajo en mi cuerpo mientras sentía el quejar de las sábanas al ser apretadas por ella firmemente con ambas manos a sus lados como lo imaginaba mientras me venía. La época artística no termina, el teatro no puede parar, las pinturas si bien pueden ser robadas como en la Segunda Guerra Mundial, también pueden ser recuperadas y devueltas a sus lugares donde pertenecen, aunque quizá el arte pertenece a todos los rincones del mundo, sin embargo, en el fondo sé que pertenece a quién lo aprecia, no a quién sólo lo mira. Tomando un café, luego de aquella noche, luzco bastante pensativo y hay un problema que nos aqueja dentro de nuestra artística historia. Muchos artistas quedan varados por la falta de inspiración, una sensación que mueva sus corazones, pero en mi caso, no me siento oprimido, más bien estoy en una explosión constante, pero no es lo mismo que piensan y sienten los padres de la muchacha de la tiendita 303 de Artes Plásticas. Aquella tarde de lo sucedido, bastante relajados, sobre todo yo en un sillón empolvado disfrutaba de los movimientos de ella, veía como sus caderas se sacudían en tal tonalidad de colores que sentía como mi propia cara iba entonándose y desentonando al mismo tiempo con tanta belleza, con tanto alto arte. Teníamos hartos frascos de pintura al óleo y por cada baile elegía dos colores, uno para cada mano, ella sabía que cuando ya pintaba mis manos completamente, era porque quería que se acercara para palpar su cuerpo y dejarlo pintado o sucio de todas las formas calientes que quería tenerla en mi cuadro. Comencé agarrar su trasero, mientras ella en mi regazo se movía, una que otra nalgada le daba para que se generara contraste en las manchas, para que hubiera otra de nuestras obras en sus nalgas bien paradas. Una vez que pudo apreciar mi erección, se ganó de rodillas en el piso, descendió mi pantalón y desde el boxer lo agarró para dejarlo a su vista, tomó dos frascos empapando sus manos, eligiendo el azul y verde para esta ocasión, suavemente acercó ambas a mi pene, y comenzó a subir , bajar, subir, bajar, era como la tierra en rotación, constante movimiento día y noche, pero sólo que en una constelación interestelar de su manera de masturbar tan fuera de la galaxia, no sé si serían sus manos o mis propios sentimientos, pero siento como mi miel se quiere asomar cada vez que lo pinta, entre un par de sonrisitas comienza en breves a pasar sus labios, quedando ellos y, por consiguiente, su lengua en tonos azules y verdosos, pero qué bien lo chupa mi musa pasaba por mi mente de manera acromática, mientras mi cuerpo se iba en blanco para unirlo al tono de su rostro. Una vez que me retiré de la tiendita 303 aquella tarde ya en casa, comencé a sentir una vibración en mi bolsillo, era mi celular con una llamada proveniente de esos labios con sabor Barroco, sonaba bastante entristecida, me dijo que no sabía si podríamos seguir frecuentándonos porque a sus padres le habían contado que un muchacho con sombrero salía cada cierto días y siempre estaba cerrado el local en esos momentos. Los dueños del local estaban enojados por las pérdidas, porque cada vez eran más frecuentes los cierres, menos ventas, gente alrededor parlando de ello, y un vecino que dice haber escuchado repetidos sonidos de quejidos. Enojada ella asintió que las ventas no habían bajado, porque ella llevaba la cuenta de los clientes por prever la situación y que sus papás estaban equivocados, pero era la vergüenza que sentían ellos, era una familia de bastante renombre por estos lados y que su hija anduviera con un pobre diablo, indecoroso para ellos. La tranquilicé, todo está bien, podemos hacer las cosas fuera de ahí, podemos estar juntos, pero ella estaba en negativa, porque siempre tuvo un pensamiento bastante estructurado por su familia, de no querer fallar, y creo que estaba bastante confundida por los gritos de sus papás, colgó diciendo que necesitaba tiempo. Pasaron varios días, en los cuales no supe nada de ella, sabía que a veces existían conflictos más allá de los sentimientos propios por otra persona, así que seguí esperando todos los días sentado en el sillón de casa, dando un paseo por el parque o tratando de pintar, pero no podía con la ansiedad, no era lo mismo sin ella, y ya cuando habían pasado dos semanas he roto el lienzo que trataba de pintar. En un momento de curiosidad, pasé con una vestimenta que creía pasaría desapercibida y no darían ni cuenta que se trataba de mi presencia, puesto que no usaba ese tipo de ropas e igual era algo conocido, ya fuera de buena o mala manera por ese sector de la ciudad, entré con lentes, mientras ella con un deje de tristeza que noté, me preguntó, ¿qué quiere? Al momento de eso me bajé los lentes y dije a ti, ¿qué es lo que ocurre? Me quedé un momento conversando con ella, mientras ella me explicaba que le debía respeto a su familia y que se sentía mal por todo lo ocurrido, entre mis argumentos estaban que sus ojos aún brillaban por mí, podía notarlo y si tan sólo dejaría que los colores cálidos se esfumaran de entre nosotros, ella apartó la vista, junto a un que me vaya, que ella no era quizá como yo creía. Aquella tarde fue bastante triste, salí en el auto de manera rápida, porque tampoco quería ocasionarle problemas, tan sólo quería una breve platica, poder sentir si realmente ella intentaba olvidarme, de lo que pude sólo pude ver una lucha constante en su mente, junto a su vientre por sus sentimientos que sentí como se movían como los míos. No quiero sentir la situación forzada, no quiero que los cuadros se estropeen por falsas inspiraciones pensaba, mientras sin darme cuenta por toda la presión en mi cabeza, no pude frenar de manera rápida al ver otro auto pasar en rojo del lado derecho, mientras sentía una fuerte presión de un lado de la pierna con el impacto, veía como los cuadros caían en mi cabeza de manera tan poderosa que caí dormido. Cuando desperté estaba en el hospital, sin duda alguna, estaba vivo, un poco muerto de inspiraciones, pero vivo, mientras mi pierna colgaba en alto, aparentemente se me había roto una, sin embargo, observé mi cuerpo y no veía más fallas, todo bien, por lo que respiré tranquilo mientras una enfermera me aclaraba que no había sido mi culpa, las contusiones que tuve, y entre todas esas palabras, sólo quería ir a casa que fue lo pude hacer a los tres días de estar ahí. Habían pasado un par de días en casa cuando sentí el timbre, tomé mi muleta para ir abrir porque aún no estaba muy bien, y mi sorpresa fue grata al ver que era ella, sentí de momento como mi cabeza ya parecía hasta crear un poema. Ella me abrazó y lloró, dijo haber estado asustada, que pasó por el hospital preguntando la situación, pero que no fue capaz de verme, luego de haber sido tan seca, a lo que yo abrazándola fuertemente con mi brazo libre, le susurré en el oído, ¿dónde está mi cuadro? Cuando yo fui tonto aquella vez que me preguntaste qué pintaría este mes y me fui de manera seca, luego te traje un cuadro, a lo que ella sonrió susurrándome, ¿podemos hacerlo? Nos sentamos un rato en el sillón, felices, creo que ambos extrañábamos bastante nuestras esencias artísticas, puesto que nunca estuvimos tanto tiempo separados, incluso aquella vez que salió de paseo con su familia, pudimos mantener contacto por el celular como en el comienzo relataba, pero finalmente estábamos ahí abrazados, sintiendo nuestros cuerpos. Me dijo que cerrara los ojos, mientras sentía como me quitaba la ropa, luego ella comenzó a dejar su liviana falda, junto con aquella blusa que llevaba para tapar su brillante cuerpo, ¿dónde están las pinturas y los pínceles? Le señalé que en un mueble de la cocina, entre sus pasos para ir en busca, gritó recuéstate en el piso. Cuando llegó posicionó las pinturas a mi lado, se ganó encima de mi pecho con una inclinación hacia adelante para dejar más al descubierto su clítoris, mientras ponía el pincel en mi mano, sin más que reaccionar, puesto que ya las ideas fluían de manera inherente cuando estaba con ella, comencé a pasar lentamente los vellos del pincel por su clítoris, suavemente, sentía como si esa punta fuera yo, éramos uno con el arte, somos uno con ella. Sentí como comenzaba a mojarse y no dude de introducir el pincel en esas pinturas para que ella las pasara por mi cara, estábamos compartiendo el pincel que gozoso estaba en mi lengua bañado con sus líquidos, quiero que me pintes toda la cara con tus colores le dije, y ella pasaba como una persona versada en lo suyo, para luego al tener mi cara toda pintada proceder con su lengua, me dejaba todo babeado, en duda de qué pintura me gustaba más si la de entre sus piernas o sus exquisitas babas, y así comenzó a pasar el pincel por todo mi cuerpo con doble capa de pintura, reforzando con sus babas el cuadro que iba creando en mi cuerpo, fui tragado por su inspiración de manera completa, junto al primer verso que mi cabeza creó de ese poema al volver a verla que decía fielmente a su oído no quiero dejar de cogerte amor, no quiero parar de sentir mi latido dentro tuyo. Ordenando los colores desde el más cálido al frío, subo entre las escaleras, mientras ella yace tendida en el piso, se da vueltas junto a la música de un equipo que compramos, hizo descender la diminuta ropa interior que llevaba entre las piernas, un movimiento luego de otra, sus piernas definían armonía en la habitación. Tomamos cuatro pínceles cada uno, el primero era para pintar nuestros rostros, procedemos a sentarnos en el piso mientras cada uno coge la cara del otro y nos pintamos mientras de vez en cuando nos besamos, el segundo era para nuestros cuellos, procuramos besarnos eternamente, suavemente bajan mis cálidos labios para luego darle vida de color cristal, y ella de un color fuego como sus respiraciones en él, ya por el tercer pincel lo salivo, para luego pasarlo por sus pezones, mientras me acaricia apretando mi cuello, bajando también por mis pezones, he puesto pintura sobre sus pechos desnudos y me presioné contra ella para que quedáramos ambos pintados, el cuarto y último pincel correspondía a mi pene y su vagina, no cabe duda que nos conocíamos bastante, porque comenzó acariciar con el pincel de manera tan gustosa y yo con ella, parecíamos niños curiosos, siempre curiosos de nuestros cuerpos como la primera vez, agárramelo susurré, mientras ella lo agarraba quise meter un dedo, y sangre salía de entre sus piernas, así como tantas veces nos encontrábamos sudorosos, jugando con lo natural de nuestros cuerpos y yo por mis piernas pasé sangre de su vagina, mientras ella pasaba mi semen por las suyas. Estamos completamente pintados, por lo que comenzábamos a dar vueltas por un lienzo grande que compramos, girábamos en él, mientras nos besábamos y cogíamos. Se formó un cuadrado precioso de aquella primera follada artística que tuvimos en nuestra propia tienda de artes plásticas con un cuarto especial para los artistas, en el cual muchas formas nacieron, incluso algunas que aún son vanguardistas para muchos.
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