Vivía en una pobla terrible brigida y pobre, con familia tan pobre que trabajaba con el curita de la iglesia, ganaba unos pesitos pa juntar la plata en los diezmos de misa y la llevaba a mi hogar pa echarle a la olla. El curita me hacía jugar unas cosas terrible rara y como era chico no cachaba po, pero después cache que era. Ya no tenía ni pa un pan en casa, así que me volví cogotero hasta el día de hoy diciéndome en la mente, “¡Con lo que me hizo el padresito, no creo que me castigo diosito!”.