Antes de pensar cómo iba explicar a mis lectores en Face la regla gramatical de la palabra “que” con acento y sin acento, leí un comentario de una de las compañeras -que se ha declarado como mi aficionada- a un texto sobre discriminación y racismo: “Esto es un complejo atávico”. “ ¿Qué chingaos es atávico?”, pensé, a pesar de que otro compañero me considere intelectual. En consecuencia, me fui a buscar el significado de esa palabra que leí por primera vez ...en mi vida. Luego de conocer el adjetivo de los complicados temas que me siguen en los aeropuertos cuando muestro mi pasaporte de mexicano a los controladores y salgo libre luego de comprobar mi legalidad en Alemania en donde por ser extranjero puedo sufrir un atentado racista, pues el racismo en ese país es un complejo recurrente casi consanguíneo o “atávico”. Sin la duda y con una palabra más en mi vocabulario personal me puse a recordar mi dificultad con el que o qué, con la cual aprendí también que existen oraciones relativas “que” no llevan el acento así como cuando digo, con todo y conjunción, “que” Carlos Fuentes es más intelectual “que” yo porque no me puedo comparar con él. Además, él escribía de tal forma “que”, en consecuencia, resulta placentero leerlo, pues él podía diferenciar los acentos que de forma exclamativa yo decía: ¡”Qué” difícil me resultaba aprender la diferencia! Por eso me preguntaba: ¿Por “qué” chingaos quería seguir con esto de la escritura?, pues, indirectamente, no sabía “qué” quería ser, es decir, un simple lector o un simple escritor que con el tiempo ha aprendido del porqué se debe escribir correctamente, porque, casualmente, puedes confundir al lector hasta con el por qué de una pregunta.