Mi visin de Mxico 4
Publicado en Apr 23, 2018
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, hizo un llamado a todas las economías del mundo a evitar las políticas proteccionistas. Es un excelente consejo que deben considerar todos los mexicanos que exigen medidas fiscales reaccionarias a las adoptadas por el presidente americano, Donald Trump.
La tasa corporativa en Estados Unidos de 35% era la más alta de todos los miembros de la OCDE. Ahora se redujo a 21%; sin embargo, sigue en la parte alta de la lista: la tasa promedio de los países de la OCDE es de 22.5%. Según el estudio de la Universidad de Calgary, la tasa del Impuesto sobre la Renta (ISR) que pagan las empresas mexicanas es de 30% —una de las más altas dentro de la OCDE—; sin embargo, al descontar los beneficios fiscales, suelen pagar cerca del 17.3 por ciento (tasa efectiva). Actualmente, la planeación fiscal es la estrategia por excelencia para que las empresas logren la máxima eficiencia y cumplan sus obligaciones, apegadas a Derecho. Ante los insultos, la desconfianza y las prácticas proteccionistas de la administración trumpista, no son pocos los analistas y políticos que piden a gritos: “Reducir impuestos corporativos para contrarrestar las medidas de EU; eliminar exenciones; aumentar tasas en tributos existentes como el predial, o aplicar un nuevo impuesto sobre la herencia”. Debemos tener cuidado de no ser viscerales y considerar el gran peso fiscal que ya cargan trabajadores y prestadores de servicios mexicanos. En 2017, fueron los contribuyentes quienes financiaron con sus impuestos el 55 por ciento del gasto público. Es la aportación más alta, desde que la Secretaría de Hacienda lleva registro. Esta carga pesa, sobre un reducido número de contribuyentes cautivos, el cual mantiene al gobierno que menos recursos destina a la inversión social entre los miembros de la OCDE. Históricamente, hemos visto que entre más impuestos exige el gobierno, menor es la capacidad de gasto, ahorro e inversión de los ciudadanos y que entre más gasta un gobierno, mayor es su deseo de aumentar impuestos o adquirir más deuda. La inflación que México ha sufrido resulta escandalosa, ya que presenta los precios más altos de energéticos entre los 35 países que integran la OCDE. Seguir el juego de Donald Trump sería contraproducente, ya que las políticas proteccionistas o vengativas dificultan la reducción de costos y la disminución de la pobreza. Reducir el Impuesto sobre la Renta atrae la inversión y el crecimiento económico, pero no podemos hacer de nuestra política fiscal una serie de ajustes reaccionarios. Resultaría irresponsable en el contexto nacional, caracterizado por bajos niveles de recaudación, en comparación a economías similares. Si bien la recaudación tributaria es muy baja, en proporción del PIB –la más baja de la OCDE–, la tasa de impuestos no es el único factor, ni el principal, para que los inversionistas tomen decisiones. Los costos de compensación laboral en la industria manufacturera son, en promedio, seis veces mayores en Estados Unidos; la depreciación del peso frente al dólar también hace a nuestro país más competitivo. La Inversión Extranjera Directa en nuestro país aún encuentra muchos atractivos. Es deseable una reforma fiscal que disminuya la carga sobre las empresas y la suba al consumo, pero su negociación política debe estar separada del proceso fiscal de Estados Unidos. Hay una tendencia global por disminuir impuestos corporativos. México debe dar cara a esta realidad, como el país con mayor apertura comercial del mundo, pero cuidando a su pueblo, del cual la mitad vive en la pobreza y padece de un grave déficit de servicios básicos. Después de todo, el gasto social no lo ejercen las empresas.
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