Un día de segundo de secundaria en unos cartones entre unas crías de ratones, me encontré un colección de una revista mensual que compraba mi papá en ese tiempo que yo sabía que, solamente, se vendían los cuches, los caballos, las vacas, los borregos y los pollos. Sin embargo cuando empecé a leer en Selecciones de Reader’s Digest un resumen sobre la historia de un negro africano, me di cuenta que en otra época también se vendía seres humanos parecidos a mi abuela, la Negra Dorotea que, con certeza, sus antepasados fueron unos esclavos traídos desde África, ya sea a Veracruz o directamente a Acapulco.
Seguramente, como el protagonista de esa historia inculcó sus costumbres africanas a su única hija, mis tatarabuelos hicieron lo mismo con mi abuela que cuando le preguntaban su edad, ella contestaba que solamente se acordaba que en su vida ya habían pasado cincuenta temporadas de lluvias en donde en un período vivió con El Papalote el espiritista, agricultor y, además gallero como el nieto de Kunta. Sobre la última profesión de mi abuelo, yo recuerdo que el comentaba que los gallos pisaban a la misma puta gallina y que él había perdido mucho dinero apostando en las peleas de gallos, mientras la Negra Dorotea le decía a mi madre: “Flasica, pue bamo a vender pecao, pa que gane un poco de dineo pa tu escuincle”. Pero mi madre, Francisca, nunca le hizo caso, pues prefirió trabajar en los quehaceres del hogar para que nosotros estudiáramos tranquilamente haciendo nuestros deberes escolares como en esa temporada que me puse a leer el resumen que fue unos de mis primeros ensayos literarios en donde conté que Kunta fue el primer hijo de Binta y Omoro, quienes vivieron en la tribu de los mandikas donde los niños jugaban rodeados del verde de la selva y antes de dormir escuchaban cuentos de sus antepasados que de grandecitos empezaron a cuidar la cabras, a cultivar la tierra y luego de cumplir sus quince lluvias les enseñaron a cazar haciendo largas caminatas para regresar a la aldea como hombres a construir su propia choza en donde descansaban luego de su labor de agricultor y cazador como lo estaba haciendo el hijo de Binta , en ese momento, que con otros africanos fueron capturados y llevados a Norteamérica como ganado en un barco en donde muchos de ellos fueron tirados al mar porque murieron antes de ser vendidos con sus cuerpos limpios y aceitados, incluido Kunta, que sobrevivió y trabajó en una plantación de algodón y maíz, de donde escapó, pero en su huida lo atraparon en otra hacienda. Ahí le cortaron una parte de su pie derecho que lo obliga a quedarse quietecito hasta que conoce a otra negra con la que tiene una hija…Desgraciadamente, no pude encontrar los otros tres volúmenes de la revista en donde venía la historia completa, que, aunque, la presente incompleta, la maestra Margarita me puso una buena nota con todo y mis faltas fonéticas que las llevaba a las ortográficas por haber heredado el español bozal que le quita la “s” a todo lo que es colectivo, la cual he ido poniendo en mis conversaciones luego de haber leído libros completos, incluido el de Raíces, que en mi biblioteca, lo tengo entre mis preferidos. Pero si se fijan bien, todavía, quito la "s" en mis escritos.