Ecos de Teutoburgo
Publicado en Jun 06, 2018
El centurión Manlio Sexto se arrastraba con una flecha en su hombro y una importante herida en su abdomen a más de cien metros del campo de batalla. Pensaba que aquel arbusto lo protegería de la mirada de sus enemigos y la de sus propios soldados que aún combatían en una batalla que él sabía perdida.
Cuando un mínimo de tranquilidad comenzaba a acariciar su agonía, apareció la enorme figura de un germano con su rostro pintarrajeado, portando escudo y hacha manchados de sangre. Lo miró sin estupor, pero reconociendo detrás de la pintura un rostro familiar. En ese momento, el barbaro dijo en perfecto latín: usted me enseñó en Roma todo lo que sé del arte militar, estoy en deuda. Dígame si prefiere vivir o morir, lo ayudaré en lo que elija. Manlio hubiera querido decirle que prefería morir, pero apenas podía respirar. Ante esos segundos de silencio, el guerrero interpretó que la elección era la vida, por lo que se retiró sin lastimarlo. La agonía fue mucho más larga de lo previsto: el centurión debió escuchar en una noche eterna los lacerantes gritos de sus compañeros despedazados lentamente, mientras sus despojos eran ofrecidos a los dioses germanos.
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javier castillo esteban
Realmente tienen tus letras el valor de aquellos hombres
Abrazo
Daniel Florentino Lpez
Eres muy amable
Un abrazo
Enrique Gonzlez Matas
No quisiera yo, amigo Daniel, esa agonía que también describes.
Te felicito con mi renovado abrazo.
Daniel Florentino Lpez
Las guerras son así de crueles y están pobladas de esas agonías crueles y anónimas.
Un gran abrazo
Mara Vallejo D.-
En pocas líneas expresas tanto . . y sí, se recuerda la lectura del último Querusco.
Gracias por compartir, amigo mío.
Abrazos para vos.
María
Daniel Florentino Lpez
Eres muy amable
Buena referencia bibliográfica
Aunque hay mucha y muy variada, dado que el tema es apasionante y de gran trascendencia para Occidente
Un abrazo