Me asomé por entre una nube de algodón,
volaba alto pero no tanto como para no ver allá en el fondo un archipiélago con arrecifes de corales verdes que brillaban más con el reflejo de la tonalidad del mar azul.
Me descolge suavemente por una yedra verde que nacía más arriba del firmamento y llegaba al centro del centro de la isla mayor,
había dos, simétricas, empapeladas de todos los tonos verdes que siempre transmiten calma, paz y amor.
El centro, los dos, están coronados por esmeraldas y perlas oscuras que son faros guiando con su luz la deriva de cientos de corazones deseosos de encontrar refugio en sus verdes bahías con playas de arena de oro y rubis, sí, el mío también.
Mis ojos se asombran de mirar sus islas que son sus ojos,
islas que al acercarme más compruebo están salpicadas de millones de islotes con millones de tonalidades verdes luchando por imponer su verde especial en su salida a la superficie generando con ello un atolón de corales esculpidos por el mismísimo Creador.
Piso la isla, las dos, la toco, la percibo con mi mirada,
es un verde en el cual mi corazón desea nadar, saltar y bailar, sentir en mi cuerpo su calor, el del Sol también.
Islas, archipiélagos, peninsulas firmes como su bello iris descubridor, desde el cielo era un precioso archipiélago en medio de un océano verde con un tono azul, eso creí, ahora que estoy tan cerca que lo puedo acariciar con mi mirada compruebo que es el más transparente mar donde las olas al Inhalar son verdes y me regalan serenidad y al exhalar inundan de verde mi mirar,tanto quesueño con acariciar sus caricias en la inmensidad de tan bonito y verde mar.