La probabilidad, el albedro o las barajas: Captulo 21. Mi primera vez.
Publicado en Aug 10, 2018
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EXTRACTO DE LA NOVELA: La probabilidad, el albedrío o las barajas.
http://www.megustaescribir.com/obra/64381/la-probabilidad-el-albedrio-o-las-barajas
 
 
21.     Mi primera vez  
El tiempo en llegar a su casa se me hizo corto. En algunas ocasiones había llegado hasta su puerta, ella salía e íbamos a dar un paseo al malecón, a Plaza de Armas, a hacer algunos mandados o a caminar en la arena de la playa. Ese día sería el primero en entrar a su recinto. La fachada era de dos pisos. La planta de arriba tenía un inmenso ventanal de cara a la iglesia y a su derecha el mar. A vista de cualquiera parecía una casa grande, por su frente y su altura, pero ya dentro no era así. Era de techo alto. En el salón se concentraba, sin contar los escasos muebles, una escalera interminable hacia la planta alta, el comedor y dos puertas blancas que daban a la cocina diminuta y al baño sin bañera, ambas sin ventana exterior. No tenía patio. Me invitó a preparar un lonche en la cocina, nos sentamos en el sofá para terminarlo y luego me invitó a que subiera a conocer el resto. Arriba solo había dos habitaciones, el de la madre y el de ella. Y otro cuarto de baño, más diminuto aún que el de abajo.
—Esta es mi habitación. Como verás muy simple.
—¿No tienes mesa para estudiar? Porque no me digas que en esa mesa estudias —señalé una mesita pegada en un rincón de la pared.
—No. ¿Para qué? Lo hago en la mesa de abajo. Esta pequeñita es para poner la radio, porque cuando estoy aquí me gusta escuchar música y a veces bailo. 
—¡Ah!...  Me gusta la vista que tiene.
Asomado a la ventana intenté vislumbrar mi casa. Jimena se acercó, se apoyó en el alfeizar y dialogamos no recuerdo qué. En ese tiempo las dos mujeres de mi vida eran mi abuela y mi madre. Amanda, cuando sana, pintaba siempre una estampa entre enérgica y agreste; mi madre, en cambio, era esbelta y su sonrisa casi siempre acompañaba a su belleza indígena. En ese instante, aun viéndola calva, se me antojó encontrar en ella alguna similitud con ambas.  Quizá quería incluirla en mi selecto grupo de mujeres más importantes de mi vida. ¡Bueno!, de mi vida hasta ese entonces. Si se enojaba, algo tenía de Amanda, aunque mi abuela no derramara tantas lisuras al despotricar. Y a mi madre no se parecía en nada, salvo en su delgadez. Pero mi madre era alta; Jimena, no. Y guapa para todos; Jimena, lo era solo para mí. Debí de haber intuido qué terminaríamos haciendo esa tarde cuando me sopló en la cara.
—¿Te gusta mi aliento mezclado con la brisa del mar?
—¿Qué? —tragué saliva.
A pesar de los dos besos anteriores que nos dimos, aún tenía cierta timidez.
—¡Nada!, no he dicho nada —y miró para otra parte.
—¡ah!
—Voy a cambiarme de ropa porque con esta estoy muerta de calor —señaló y salió de la habitación.
Llegó con un polo blanco ceñido y diminuto que dejaba verle todo su abdomen y un short celeste de algodón. Nos sentamos al filo de su cama.
—Acércate que es poco lo que me separa de ti. Deja que te huela detrás de la oreja.
Abrí los ojos, cual acecho.  Y cuando me preparaba a decir algo, ella ya estaba pegada a mi oreja. Sentía la punta caliente de su nariz recorrer sus contornos.  Dio un profundo y lento aspirado y se apartó de igual forma, con sus ojos cerrados, manteniendo inflado sus pulmones. Y cuando volvió a mirarme hinchó sus mofletes y soltó el aire en mi cara. Su gesto me hizo recordar a la mujer sobre la luna. La miré. Pensar y actuar siguiendo los impulsos de los instintos es la antítesis del pragmatismo racional. Pero, ¿qué razón cabría en ese momento estarle preguntado por qué te gusta oler las orejas?, así que me quedé callado, porque la razón se me fue perdiendo mientras la seguía viendo, sentada y apoyando una palma en la cama. No era el erotismo por su belleza, sino por su anatomía dibujada en su polo apretado, la carnosidad de sus labios húmedos, la secreción de sus efluvios profundos y su actitud entre dominante y felina la que configuraba ese entorno psicológico que estimulaba mi libido y la pasividad por sentirme inducido al llamado de su instinto.
—Jimena… —quise decir, no recuerdo qué, pero me silenció.
—¡Psss!, ¡calla! —cerró mis labios con su índice— ¿Sabes? He imaginado este momento muchas veces. Tú, aquí.
Acarició con su dedo los contornos de mis labios. En su tacto cerré los ojos. Ese día muchos hechos serían la primera vez. Lamió sus dedos y volaron de nuevo a mis labios, como imprimiéndome un labial. No reaccionaba. Un ruido al filo de la ventana llamó nuestra atención. Era una gaviota blanca que hizo su aparición. Nos miramos y sonreímos los dos. La gaviota parpadeaba mirándonos.  Se me antojó pensar que nos quería decir algo. Jimena se levantó y el ave se fue disparada en dirección a la playa. Cerró las ventanas, corrió las cortinas y volvimos a nuestro asunto. Volvió a sentarse al lado mío. Respiraba hondo y soltaba el aire, muy lento, por la nariz. Expresó que oliera su respiración y luego olió la mía, como si fuera el preludio de todo lo que me olería luego. Siguió con mi cuello, de nuevo por mis orejas, mis cabellos, mis manos. Lamió mis dedos. De cuando en cuando me miraba como queriendo estudiar mi reacción. A esas alturas me dejaba llevar, dócil, hasta la luna de Paita.
—Hace calor. Voy a encender el ventilador —dijo.
—De acuerdo —dije y glorifiqué al aire golpeando mi rostro empapado de sudor.
Desabrochó los botones de mi camisa. Era la primera vez que alguien lo hacía. Empujó mi cuerpo con sus dos manos para quedar tumbado boca arriba en la cama. Besó mis labios. Movía de un lado a otro su lengua dentro de mi boca desquiciando mis sentidos. Preguntó si me gustaba. Yo no hablaba, solo afirmaba con la respiración agitada. Se fue a mi cuello, lo olió y lo lamió.
—Esta parte me encanta porque es dulce —habló.
—¡Ah!
Besó mi pecho y en las tetillas se detuvo para sorberlas como queriendo obtener algún líquido de ellas. Y así llegó hasta el abdomen. Lo besó, pero se deleitó con mi ombligo. A mí me generó leves espasmos inesperados. Todo era mi primera vez. Una de sus manos se posó en el cierre de mi pantalón. Amasaba esa zona muy suave como a una frágil pelota de goma. Al cuarto frote sentí un bulto allí abajo que seguro no podía crecer más.
—¡Ummm!, ¿y esta cosita? ¿De quién es esta cosita?
Yo no atinaba a responder. No quise abrir los ojos. En esa posición podía haber estado tres vidas terrenales. Bajó el cierre, desabrochó mi pantalón, retiró y sentí caer por algún lado mi correa; lo mismo con mi pantalón. Como si empañara un cristal, su boca resoplaba un aire caliente sobre mi entrepierna, aun con el calzoncillo puesto. Lo que empañó fue mi sentido de ubicuidad porque a esas alturas ya no sabía dónde estaba. Una de sus manos se coló dentro de mi calzoncillo; la otra, muy torpe, liaba con bajármelo hasta lograrlo provocando algún dulce dolor en mis caderas. Mi pudor al descubierto, al alcance de su mano que agarrotada iba de arriba a abajo. Su otra mano hacía vibrar uno de mis pezones. Me incorporé un poco ayudándome con los codos para poderla ver, hasta que desapareció una parte de mi sexo. Si parpadeaba era como si cambiara de una dimensión a otra, de la realidad difusa de ver a Jimena allí abajo mío o de trasportarme a un mundo de nubes, luces y placeres indescifrables. Y como para querer dar crédito que lo que vivía era real, por más confusa realidad que me parecía a ratos, acaricié su calva, su cara y pasé mis dedos por mi miembro medio devorado hasta tocar sus labios carnosos y humedecidos. ¡Sí! Era real. No era un sueño. Lo vivía. Mi primera vez.
—Me gusta como huele. ¡Ummm! Saladita, entre dulce.
Como un resorte su boca llegó a la mía. Entre la mezcla de alientos y sudores algo quedaba de su Chanel. 
—Saca la lengua —yo obedecí—. La chupó y luego me besó desenfrenada.
El beso fue intenso, al punto de confundir nuestros contornos, de evaporar nuestros sentidos y de llevarnos a algún lugar donde desaparecía cualquier sufrimiento. Más lejos aún, donde no había sufrimiento en absoluto. Podríamos haber sido devorados por nuestras bocas insaciables y no darnos cuenta de nuestra dulce expiración.
—Ahora vengo —habló como saliéndose del guion, con una leve sonrisa. Viene el baile. Imagino que nunca nadie te ha bailado en privado, ¿verdad? 
—No —respondí sorprendido.
—Voy por el atuendo.
—Espero.
Salió de la habitación. Yo quedé allí tirado en la cama relajado. Si me miraba desde arriba parecería un crucificado. No había mucho que decir, con Jimena todo lo aprendí de primeras. Con ella me inicié al sexo. Todo lo que me enseñaría ese día serían mis inaugurales experiencias. Y me habría marcado eterno su ritual de olerme por entero, porque es lo primero que hago en otros encuentros. Esa costumbre la hice mía. ¿De qué te ríes?, me habrán dicho algunas, cuando inicio con esa actitud fetiche el acto sexual, intentando como buen sabueso dar con la esencia prisionera en mi conciencia. De nada, me gusta oler, eso es todo, habré respondido, como para salir del paso, pero en muchas ocasiones recordaba a Jimena, buscaba en otras el perfume de su cuello, de su aliento, de su respiración, una mezcla cítrica, dulce y Chanel suave, ¡yo me entiendo! Seguro, si me vendan los ojos y me ponen entre seis a oler, por ejemplo, sus abdómenes sudorosos, el de ella lo reconocería, incluso, veinticinco años después.
—Cierra los ojos, por favor —dijo antes de entrar.
—Ya está.
Besó mis labios y se apartó. Se habría echado un poco más de aquel perfume. Sentí un ruido por algún rincón. Ya puedes abrirlos, expresó. Jimena estaba de espaldas inclinada frente a la mesita. Había traído una radio con tocacintas. Llevaba una blusa corta. Su calzón por detrás no era más que un hilo horizontal en sus caderas y otro hilo perdido en sus carnosas nalgas. Me preguntó si me gustaba la música clásica. Manipuló para retroceder una cinta y al final sonó Salling. Se volteó para decirme.
—¿Te gusta esta canción?
—No sé.
—Me gusta escucharla mirando el mar. Y, ¿te gusta mi calzón? Me lo regaló un brasileño.
—¿Ese brasileño con el que…?
Una de sus palmas cubrió mis labios.
—El mismo, pero no te molestes que lo estoy estrenando contigo.
Sentí un celo repentino, tonto e inoportuno. Fruncí la frente. Ella se acercó, me besó en la frente, se quitó la blusa. No tenía sostén. Cogió una de mis manos y lo llevó a uno de sus senos, desvaneciéndose de inmediato mis celos. Sus senos eran los mismos que yo había imaginado cuando la veía con sus polos apretados, o cuando los sentía al abrazarla. Tiernos, duros, dos preciosas peras maduras. La gravedad no había actuado en ellos. Ella era una diosa y yo contemplaba su santuario.
—Me gustan tus senos, ¿seguro que no has bailado para otros?
Froté mis yemas en sus pezones erizados. Me arrepentí de la pregunta justo cuando terminé de decirla. Jimena me salvó.
—¡Psss!, calla. Hay cosas que no se deben preguntar.
Volvió a levantarse. Terminó la música. Buscaba otra cinta. Esta es, indicó.  Era Samba Pa Ti. Y empezó su espectáculo. Movía su cuello despacio y, por momentos, brusco cuando me miraba. Era un deleite verle su cintura, sus pechos, su cuello largo todo encima de sus contorneadas piernas.  En sus movimientos había estética. Desde la cama y la mesita de la radio estiraba la mano como llamándome. Por un instante pensé que no era Jimena, que era otra mujer, pero al repetir los ritmos dándome la espalda pude ver su anaconda tatuada en su dorsal ¡sí, era ella! ¿Por qué habría elegido ese tatuaje? Jimena me ofrecía su otro lado: no el arisco y el a veces antipático, la niña de la lengua ligera, ¡no! Su mérito consistía en que todo su teatro era para mí. Levantaba y bajaba los brazos con delicadeza, con armonía, en conjunción con la música. Se arrodilló e inclinando su cuerpo posó sus dos manos en la alfombra y en su mirada felina me invitó a pensar que quería devorarme. Por un instante pasé mi vista por los rincones de la pieza como para recordar que estaba en su habitación, pero volvía hacia ella y otra vez estaba en otra difusa realidad. Trasportarme con ella a no sé dónde no era nada difícil. Allí, en ese instante, tan solo mirándola existía otra dimensión en esa pequeña habitación.
Terminó la música. Gateó hasta la cama y se tendió de espalda. Ponte encima, decidió. Su piel suave era un mangar para mis manos. A partir de allí el tiempo se perdió. Repetía mi nombre como una plegaria. Su voz, haz lo que quieras, haré lo que me pidas, lo haré. Mi nombre como un lamento en mis oídos. Es raro, pero tuve el reparo como de entrar a un templo cuando le penetraba. Ella parecía gozar un flagelo, solo era sollozo.  Por ratos distinguía en mí unos movimientos bruscos, animales, mientras sus labios inferiores se estrechaban y dejaban de estrecharse a cada instante, hasta que llegaron sus espasmos suaves, preámbulo de su temblor desbocado, de sus gemidos descontrolados y de sus uñas clavadas en mi espalda. Se apartó de mí tumbándose boca abajo. Sin temor repasé mis yemas por su anaconda, sus caderas, me entretuve un poco más con sus nalgas. Yo estaba incompleto. Habló.
—Te gustan mis nalgas, ¿verdad? 
De súbito me abordaron instintos recónditos. Sus nalgas angelicales. Entré en ella como un demonio.  
Aprendí a disfrutar del deseo de ver a Jimena en seducción. En lo que restaba de tarde lo hicimos en su salón, en su cocina, hasta en su cuarto de baño. Si eliminaba los juicios morales sobre la conducta erótica todo era más placentero. Disfrutaba más del proceso que del orgasmo. Los límites de una mente porno pueden ser insaciables. El vacío que producía la saciedad física era pasajero porque pasados unos momentos yo necesitaba otra vez su cuerpo para satisfacerme. ¿La quería? ¡Qué sabía yo! Lo cierto era que desde el primer acto terminé imantado a las caderas de Jimena. Me preguntaba ¿qué falta existencial estaba llenando ese desbocado placer? ¿Qué espacio ocupaba en mi existencia? Me apenaba esa deshumanización y visión del placer: apropiarme de Jimena como a una cosa. O tal vez, ella se apropiaba de mí.
En quince minutos vendría su madre que acostumbraba a regresar a las diez de la noche. Ya tenía que irme. Salí de su casa con temblores en las piernas. No recuerdo más, sino cuando llegué a casa. El servicio ya se había ido. Quise abrir los cuadernos de Historia del Perú para dar los últimos repasos, pero se me cerraban los ojos. Fui al cuarto de mi abuela para darle un beso en la frente; luego, al mío, deslicé mis yemas en las sábanas blancas creyendo que eran la piel de Jimena y me rendí en ella ensoñando.
 
 
 
 
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Descripción

La primera experiencia sexual de Gabriel.

Palabras Clave: samont sandro montes la probabilidad el albedro o las barajas.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin


Creditos: Sandro Montes

Derechos de Autor: Sandro Montes

Enlace: http://www.megustaescribir.com/obra/64381/la-proba


Comentarios (6)add comment
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Antonio Valenzuela Vargas

Gracias Salmont. Disfrutare poco a poco del placer de leerlos
Que tengaa buen día
Salud
Responder
August 26, 2018
 

Antonio Valenzuela Vargas

Hola Samont, he intentado buscar desde el capítulo 1, para leer desde el principio, y no he sabido localizarlo. Dime como lo hago
Gracias
Buen fin de semana
Responder
August 25, 2018
 

Samont H.

Hola, querido Antonio. Por tu interés, te voy a enviar los capítulos con sus enlaces para que los copies y los pegues en la barra de navegación. Y salen directo.

La probabilidad, el albedrío o las barajas
1. Aquél lunes de diciembre
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129925/task,view_text/

2.Pipi y Chuleta.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129926/task,view_text/

3.Gabriel, nunca tengas miedo.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129927/task,view_text/

4.El Camello.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129928/task,view_text/

5.¿Qué es lo que determina nuestro destino?.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129962/task,view_text/

6.Vuelta del compañero pródigo.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129967/task,view_text/

7.De cómo querían enseñarme a nadar, ni me lo recuerden.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129980/task,view_text/

8.La mujer sobre la luna.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129989/task,view_text/

9.El niño Juanito.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129993/task,view_text/

10.¿Qué le pasaba a Jimena?.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129997/task,view_text/

11.Un día cualquiera.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129999/task,view_text/

12.Hacía sonar la campanita.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130001/task,view_text/

13.Jimena.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130011/task,view_text/

14.Juanito no venía a protegerme.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130012/task,view_text/

15.Aquél martes de madrugada.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130037/task,view_text/

16.En la arena de la playa.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130038/task,view_text/

17.Anda, dime, ¿quién es esa chica?.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130039/task,view_text/

18.Con currito la vida es como el mar.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130040/task,view_text/

19.Miércoles por la mañana..
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130055/task,view_text/

20.Inesperado cambio de planes.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130065/task,view_text/

21.Mi primera vez.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130077/task,view_text/

22.Jueves por la mañana.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130089/task,view_text/

23.Era el primer sentimiento, no el segundo.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130090/task,view_text/

24.El Inca Chuleta.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130105/task,view_text/

25.Darío y Matu.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130106/task,view_text/

26.Todas las probabilidades se cumplen.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130120/task,view_text/

27.El pez espada.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130134/task,view_text/

28.El tiempo y el espacio es relativo.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130138/task,view_text/

29.Los ataques sorpresas, no lo olvides.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130140/task,view_text/

30.Lo que tenga que suceder, sucederá.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130154/task,view_text/

31.En otro tiempo y espacio.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130156/task,view_text/


Muchos saludos, querido Antonio.


Responder
August 25, 2018

Samont H.

Hola, querido Antonio. Por tu interés, te voy a enviar los capítulos con sus enlaces para que los copies y los pegues en la barra de navegación. Y salen directo.

La probabilidad, el albedrío o las barajas
1. Aquél lunes de diciembre
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129925/task,view_text/

2.Pipi y Chuleta.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129926/task,view_text/

3.Gabriel, nunca tengas miedo.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129927/task,view_text/

4.El Camello.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129928/task,view_text/

5.¿Qué es lo que determina nuestro destino?.
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6.Vuelta del compañero pródigo.
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7.De cómo querían enseñarme a nadar, ni me lo recuerden.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129980/task,view_text/

8.La mujer sobre la luna.
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9.El niño Juanito.
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10.¿Qué le pasaba a Jimena?.
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11.Un día cualquiera.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,129999/task,view_text/

12.Hacía sonar la campanita.
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13.Jimena.
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14.Juanito no venía a protegerme.
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15.Aquél martes de madrugada.
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16.En la arena de la playa.
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17.Anda, dime, ¿quién es esa chica?.
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18.Con currito la vida es como el mar.
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19.Miércoles por la mañana..
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20.Inesperado cambio de planes.
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21.Mi primera vez.
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22.Jueves por la mañana.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130089/task,view_text/

23.Era el primer sentimiento, no el segundo.
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24.El Inca Chuleta.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130105/task,view_text/

25.Darío y Matu.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130106/task,view_text/

26.Todas las probabilidades se cumplen.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130120/task,view_text/

27.El pez espada.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130134/task,view_text/

28.El tiempo y el espacio es relativo.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130138/task,view_text/

29.Los ataques sorpresas, no lo olvides.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130140/task,view_text/

30.Lo que tenga que suceder, sucederá.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130154/task,view_text/

31.En otro tiempo y espacio.
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,130156/task,view_text/


Muchos saludos, querido Antonio.
Responder
August 25, 2018

Lucy Reyes

Samont, igual que Antonio, me gustaría empezar leyendo desde el capítulo 1, hacer seguimiento y comentar lo que me va pareciendo la novela..
Saludo.
Responder
August 11, 2018
 

Samont H.

Hola, querida Lucy. El manuscrito lo he colgado en esta plataforma por capítulos para su más fácil lectura. A demás. Los primeros 14 Capítulos construyen el universo del personaje, sus vivencias, lo que le rodea, su comportamiento; todo acompañado con parte del argumento principal que en este caso trátese de una venganza. Espero disfrutes su lectura. Abrazos, amiga de letras, en contacto, leyéndonos y comentándonos.
Responder
August 12, 2018

Antonio Valenzuela Vargas

Me gusta Samont pero quiero empoezar leyendo desde el nº 1 para conocer completo el contenido
Salud
Responder
August 11, 2018
 

Samont H.

Hola estimado Antonio. Me alegro que te haya gustado mi manuscrito. Los estoy colgando en esta plataforma por capítulos para su mejor lectura. Me encantaría tu opinión conforme avances con su lectura. Muchas gracias. Un abrazo, mi amigo de letras, leyéndonos y comentándonos.
Responder
August 11, 2018

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