LA TRANSFORMACIN DEL MIRLO BLANCO
Publicado en Aug 22, 2018
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LA TRANSFORMACIÓN DEL MIRLO BLANCO.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
      
 
 
                                            A quien estuvo a mi lado, cuando lo necesité…    
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 “Primero tienes que aprender las reglas del juego, y después jugar mejor que nadie”.
 
                                                                                                             Albert Einstein
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Si sigo con esta Historia sin fuerzas y destrozada es porque quiero que la oigas. Igual que yo oiré la tuya si tengo ocasión. Si nos conocemos o si escapas, en el futuro o en el cielo, al contarte algo creo en ti. Yo cuento, luego tú existes.
                                                                                 June, “El Cuento de la Criada”.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
LA TRANSFORMACIÓN DEL MIRLO BLANCO
 
 
Llegué a Roma el Septiembre de 1998, con los caminos llenos de hojas, con un Sol aún no decadente,  y con una maleta  llena de una única  ilusión: la esperanza de que algo saliera bien. No me quería mucho, a pesar de tener buenas cualidades, pero no tan poco como para desearme todo lo que a partir de ese momento  ocurrió. Quizás fue ese el problema, la falta de amor hacia una misma, o simplemente la carencia de valor. A pesar de todo no me echo la culpa, tampoco a ningún traidor, supongo que no hay personas tan malas ni tan buenas, aunque no fui yo quien cometió la mayor equivocación, no fui yo quien mintió, quien quiso matar, ni quien odió. Mi vida estaba llena de imperfecciones, que adquirían o no importancia, según el constante daño que se desease hacer; y después de años luchando contra esa rabia, aprendí a amansar el dolor con los tropiezos, con la experiencia de muchas batallas, y concluyendo que por muy mal que hubieran ido las cosas, siempre podía haber sido peor…
 
PRIMERA PARTE
El autobús me dejó en la Piazza Navona, bajé los escalones con los ojos cerrados, como si fuese una actriz. No había alfombra roja, pero sí existía el mismo deseo por triunfar, aunque no fuese en el mismo balcón. Lo primero que hice fue oler, y sí, olía a vida, a agua fresca, y a alguna flor, luego abrí los ojos, para que cada sentido cogiese su valor, y descubrí una Roma llena de artistas, llena de belleza en cada rincón, y de voces  que repetían la melodía que mi alma conocía, la del amor sin dolor. Aún era pronto para intuir nada, solo para disfrutar lo que me daba una ciudad encantada, en donde se vive además de soñar, donde se siente la Fe, aunque no sepas a que Dios adorar,  simplemente un lugar donde puedes encontrar todo lo que quieras buscar. Cogí mi maleta, sin ruedas, un poco incómoda, pero preciosa, y aún era lo que más importaba,  pesaba un poco. Vivía cerca, exactamente en la calle peatonal detrás de la plaza, donde se comía pasta y tiramisú en un restaurante pequeño y acogedor, lleno de madera, de música, porque había un hombre que cantaba casi siempre la misma canción. Fue allí mi primera parada, tenía que tomar algo,  no me daban las llaves del pequeño ático hasta las cinco, aún había una hora para tranquilizarme, ingenua, conocía el dolor pero no la traición, no sabía lo que podía traer una noche de pasión, por el momento solo disfruté de un entorno encantador. Creí empezar bien, la agencia no me había engañado, era un buen sitio, caro pero merecía la pena vivir en una zona privilegiada, y más si llegas sola a una nueva ciudad, por lo menos eso daría seguridad por las noches, cuando regresara a casa. Comí algo ligero, solo una ensalada, los nervios me tenían el estómago cerrado, y casi nada entraba. Pensé que había acertado con la ropa, iba bien arreglada, y adecuada al ambiente bohemio que se respiraba en la Plaza. Llevaba unas botas con un tacón no muy alto, cinco centímetros, pero llegaban hasta la rodilla, casi me las tapaba la falda con un poco de vuelo, negra, y de punto de seda, que  se ajustaba, una camiseta celeste como el cielo, con un pañuelo a juego, y una cazadora vaquera entallada, como maquillaje solo un poco de sombra azul. Pero de lo que me sentía orgullosa, lo que me hacía sentir una romana más, era la boina negra que tapaba mi pelo, el que me lo había aclarado un poco, sin estar muy segura de haber acertado, pero  sí creía que era el sombrero adecuado porque los pintores que por allí andaban, también lo llevaban, y aunque no era una de ellos, me hacía sentir cerca, como del pueblo de su Tierra Prometida. Y mientras pensaba en todo eso, me tocaron la espalda. Había dicho como iría vestida, y el casero me reconoció, era muy agradable, pero mayor para mis veinticinco años.  Él  hablaba en Italiano, yo lo chapurreaba, aunque daba igual el idioma que  utilizásemos porque nos entendíamos, eran casi las mismas palabras. No había ascensor, tampoco importaba, era joven y mis rodillas no flaqueaban. Abrió la puerta, y volví a cerrar los ojos, quería que fuese una sorpresa grata. Me gustó, sencillo, demasiado frío, pero con algo de color, porque estaba lleno de plantas. Las paredes eran blancas, tenían gotelé, ya casi un recuerdo de las casas de la infancia. En el salón solo una mesa y cuatro sillas, donde pensé poner mi ordenador y las cosas de trabajo, un sofá, la mesa con el televisor, una estantería, el baño tenía una ventana que casi no se cerraba, la cocina con lo suficiente para una casi extraña, y el dormitorio tenía la cama. Pensé que tendría que comprar alguna cómoda, porque en el armario solo había perchas, nada para poner la ropa interior, y algo que se me antojara. Pero era suficiente para empezar a vivir con ganas mi aventura italiana.  Me preguntó si estaba de acuerdo, le contesté que sí, y advirtió que cobraría a través de la agencia, por lo que suponía que no habría ningún problema con las mensualidades. Le dije que estuviera tranquilo, que tenía todo hablado, y que no tendría quejas, ni retrasos. Entonces me preguntó a que me dedicaba. Sonreí, sabía que se sorprendería, y le dije la verdad, aún creía que siempre era necesaria. Soy estudiante de Teología, vengo a hacer una tesis doctoral sobre los secretos que guarda la Biblia, mañana mismo tengo una cita en el Vaticano. Su boca expresó una media sonrisa, y dijo, pensando que no lo entendería:   “ Por lo menos no hará muchas Fiestas, ni joderá con cualquiera que pueda estropear la casa” . Me dijo su nombre, Félix, yo le estreché la mano diciendo el mío: Mariam, contestó que no era un nombre católico, no le quise responder, también sonreí pensando:” no voy a darte una conferencia sobre las semejanzas entre las religiones”, eso lo dejaba para quienes realmente le interesase, y la verdad, suponía que no le importaba. Antes de cerrar la puerta me miró, me dio las llaves y una tarjeta, diciendo en un bello italiano: “ para lo que necesites, todo menos amor, eso lo encontrarás en la esquina, si es que realmente quieres lo que significa dejar de ser yo”. Cogí la tarjeta, la colgué en un corcho que había en la cocina, y puse mi maleta en lo alto de la cama. Había traído lo imprescindible para cambiarme todos los días de la semana, un vestido de coctel, unos tacones, un e-book para las noches que no pudiera dormir,  y lo más importante: mi ordenador, con casi todo mi pasado, y con un posible futuro, el presente no se escribe, se vive, o eso decían, aunque el tiempo me demostró que a veces solo se dormía.
 Sonó el teléfono, era un antiguo amor, para él yo solo era una diversión, y lo sabía, pero era enamoradiza, solo unos besos y unas palabras me bastaban para que alguien significara algo en mi vida, quizás por la soledad, o porque era débil de corazón. Marcos insistía con la llamada, no se lo quería coger, no habíamos terminado la historia, y sabía que él quería más, me había demostrado que era muy mujeriego, y  me advertían, que no me convenía,  y lo evitaba, aunque siempre cayese en sus garras, no quería ir a más, porque sabía que me dejaría, como a las demás, y lo pasaría mal. Me había espabilado sentimentalmente, a pesar de haber tenido novio durante más de dos años y saber todo de la cama, él fue quien me dio la experiencia de que no todo el mundo que te toca, te quiere para más, aunque repita, y lo sientas cerca del alma. A veces, en ese futuro que me esperaba, me preguntaba qué hubiera pasado si me hubiese dejado llevar, en vez de evitar, pero realmente llegaba siempre a la misma conclusión, solo hubiese sido eso: una más, y hubiese llorado hasta la saciedad, que también lo hice, pero quizás hubiese sido con más ganas. Así que no cogí el teléfono, quería disfrutar de la nueva ciudad, y lo que me trajese, el pasado, con sus sombras, lo dejaba atrás, aunque me gustaba, mi decisión era no llorar por nadie más, si me confundí o no, eso supongo que nadie lo sabrá. Dejó de sonar el teléfono, y suspiré, no sabía el tiempo que aguantaría siendo fuerte, y cruzaba los dedos para que apareciese alguien que me quitase del lugar donde no me gustaba estar, porque si era amor, no era una forma sana de amar, aunque después de la tormentosa relación que tuve con mi novio, él me dio ilusión por algo más que trabajar, y aunque no saliese bien, eso no lo pude olvidar.
Deshice mi maleta, me tumbé en la cama, y de  repente me acordé que tenía una terraza, me incorporé, vestida pero descalza, y pude  descubrir el mundo que me daba mi nueva casa. No tenía tantos metros como pensaba, pero era maravillosa, lo primero que se me ocurrió fue comprar una mesa con dos silla, si hacía falta más, sacaría las del salón, y también poner una hamaca, había una manguera para las futuras flores, pero también serviría para mojarme y tomar el sol, los domingos cuanto no trabajara, desnuda quizás sería mucho atrevimiento, pero si con biquini pequeño. Estaba contenta, coloqué las pocas cosas que podía, y puse el televisor de fondo, que algo de compañía daba. Acabé pronto, por lo que bajé a inspeccionar un poco la zona, y también ver donde podía comprar comida, tenía que acomodarme pronto, el trabajo empezaba al día siguiente por la mañana. Compré  para desayunar  unos tres días, y algo para picar, luego llegaba el fin de semana, y podía hacer las cosas despacio, mientras comería fuera, siempre había algún puesto de pizzas para matar el gusanillo. Saludé a los del restaurante, quería que fueran amigos, y como buenos italianos, me contestaron con una sonrisa, una dulce y cálida sonrisa, a la que me agarré para pensar que todo iría bien, que nada malo iba a pasar, sería más selectiva con los amigos, pero bien estaba quien ofreciese una buena amistad. Y esa noche dormí tranquila, sin soñar, quizás a nadie a quien añorar, pero sabiendo que era donde quería estar.
Sonó la alarma, y suspiré pensando que todo comenzaba. Había tenido tropiezos, pero  era joven para poder sanar las cosas, pues aún no me la habían quitado la bondad, a pesar de haberme insultado y algo más, que rápidamente olvidaba, supongo que  no había grandes rencores a esa edad tan temprana. Me coloqué un vestido de punto hecho por mí,  las mangas no estaban muy bien conseguidas, pero nadie, que no mirase con pericia, se daría cuenta, me lo puse porque marcaba mi estupenda figura, y a pesar de que iba al Vaticano, me hacía sentir guapa y segura, además era muy recatado, porque marcaba, pero no enseñaba. Me calcé las mismas botas cómodas, y cogí el maletín con la Tablet, el esbozo de la tesis, por si la tenía que enseñar,  mi libreta, donde apuntaría hasta las pisadas para llegar al altar, y me puse las gafas en vez de las lentillas, me daban un aire intelectual. Cerré la puerta, pero cuando bajé los tres pisos, tuve que regresar por la guía estupenda que me había comprado. Busqué el  autobús que tenía que coger para llegar a la Plaza de San Pedro, y subí sin pagar, eso lo había aprendido una vez que visité Roma con una que creía amiga,  con el tiempo me di cuenta que entre mujeres era difícil la amistad, y más cuando todavía no la conoces de verdad, a no ser que fuera desde pequeña, cuando aún no existía la maldad, y los lazos se aprietan más. Por el momento continuaba pensando que el transporte público era gratis, que ingenuidad. Llegué rápido, a pesar de ser la hora punta en la ciudad,  lo primero que hice fue visitar la tienda en la que estuve en la anterior visita, donde compramos unos rosarios, el doble de caros que en las demás, que luego devolvimos por su excesivo precio, no por mí, porque se suponía que estaban bendecidos, y tenía tanta inseguridad, que me agarraba a cualquier cosa que dijeran que me daría paz, pero para ella era una tontería pagar tanto por algo igual, y yo, por entonces, obedecía a todos sin rechistar. En esta ocasión lo compré, aunque hubiera subido el precio, para mí aún era importante tener algo en que confiar, y más sola en la ciudad, sería mi amuleto, el que me daría algo de paz. Lo colgué en mi bolso por dentro, y me dirigí a lo que sería mi sitio de trabajo, si es que me dejaban estar, si es que no sentía el rechazo que a veces se siente por no ser natal. Entré dispuesta, y me recogí el pelo rápidamente, no me había dado cuenta de que era mejor estar bien presentable, no sabía con quién debía hablar.  Mi pelo llamaba mucho la atención, como para dejarlo suelto, y que pudiese volar. Porque si había aprendido, que no siempre dejan libre, lo que otros desean o no pueden disfrutar, me di cuenta que la belleza era algo bueno y malo a la vez, porque existía la envidia, y aunque carecieses de otras cosas, lo que se ve, es lo que otros quieren alcanzar, de lo que carezcas, eso les da igual.
Llamé a la puerta, y entonces me abrió Franchesco, con quien había hablado por videoconferencia, con quien esperaba tener algo más que una fría amistad. Ya sabía que era cura, y que era una especie de relaciones públicas del Vaticano, le saludé con la mano, aunque me daban ganas de besarlo, era cariñosa, y no veía la maldad en esos actos, pero supuse que ese tipo de personas, que deben llevar el celibato, no mostrarían mucho con sus brazos. Hablaba Castellano, y tuvimos una conversación formal sobre la ciudad, luego me mostró la Biblioteca, donde se supone que pasaría gran tiempo, y me comentó todas las normas que debía respetar, si es que quería seguir viniendo. Lo acepté, incluso juré por dentro, tenía Fe sin ser una católica practicante, la religión la llevaba de una forma particular, y era mi pasión el conocimiento de las religiones, porque habían hecho tanto en la Humanidad, que quería conocer sus secretos, su bondad y su maldad. Luego me acompañó a hacer una pequeña visita turística por el edificio, vi el Altar, las figuras, la tienda, y a pesar de que lo conocía todo, no es lo mismo cuando te acompaña la persona adecuada, él me comentaba, me animaba a creer, incluso me emocioné a ver la tumba de San Pedro, aunque a veces dudaba si era cierta, si estaba allí dentro o simplemente era una mentira piadosa, como muchas reliquias de la Edad Media. Con el tiempo también aprendí que el dinero manda, y si eso daba, quien sabe si nos engañaban, pero pensé en lo bueno que daba, y a mí, además de emocionarme, me dio esperanza, y quizás de eso se trataba. Nos despedimos en la misma puerta, y le pregunté si quería echarle un ojo a mi Tesis, contestó que no hacía falta, y que prefería hacerlo cuando estuviera terminada. Nos despedimos con otro apretón de manos, y diciendo hasta mañana. Él asintió, y aunque fue frío, sabía que era una persona de confianza, si es que algo me pasara. Ingenua hasta las entrañas.
Cogí el autobús, y ahí descubrí que se tenía que pagar, porque pasó un revisor, y pregunté, porque yo no llevaba nada que mostrar. Tuve un poco de suerte al no pedirme el billete, creo que fue bueno y lo dejó pasar, así que regresé a casa antes de tiempo, sana y salva por el momento. Pasé por el Restaurante, saludé y ellos volvieron a sonreír con amabilidad, me gustaban. Se llamaba Mimí e Cocó, era una buena referencia para decir donde vivía, y de que estaba rodeada. Lo más sorprendente es que en la puerta estaba Marcos, no comprendía nada.  “ ¿Qué haces aquí?”, le saludé, sin darle un beso,  no estaba relajada con él, era un poco altivo, y no me daba pie a abrazarlo, aunque hubiera ganas. Entonces dijo que me había llamado ayer, que sabía que estaba en Roma, y que él también por motivos de trabajo, que habló con mi  madre, quien le dio la información. Me cogió la cintura, y me preguntó si estaba contenta. No sabía que contestar, siempre ganaba, aunque mi cabeza dijera que de él me apartara, lo deseaba, y me ponía nerviosa si él andaba al lado, creo que estaba enamorada, aunque lo rechazara por su fama, y porque sabía que mientras no me tuviera, quizás lo intentara hasta que lo lograra. Subimos, y cuando le estaba contando mi visita al Vaticano, la que no le importaba, me besó, me apretó las nalgas, y ya volví a caer en sus garras, mentía tan bien que incluso creo que me iba a hacer el amor, en vez de joderme con ganas. Era alto y fuerte, yo aún era guapa y delgada, y durante unos minutos parecimos animales en celo, con un sexo abierto, duro a la vez que tierno, arrancándome la ropa con la boca, absorbiéndome el pecho y mi cuerpo, dejándome sin dominio ni de un dedo. Yo me mantenía un poco  distante, a veces creía que sacaba lo peor de mí, por no dejarme, y así poder olvidar sus caricias, su bello cuerpo, y su olor a vida. No era mal tipo, pero si destrozaba corazones, y no quería caer más, por entonces quería casarme y tener hijos, y él me estorbaría, porque no salía de una relación que no avanzaba, y si él estaba, todos me sobraban. No me había pedido nada, pero siempre hacía lo que se suponía que él desaba, y eso me desmoralizaba, porque sabía que yo quería algo más, y él solo ganar otra batalla, no sé, me gustaba. Mientras me acariciaba mi vientre, se dio cuenta de mi falta de seguridad, y me dijo que me relajara, se iría mañana, y que disfrutásemos de este día en esa ciudad tan romántica. Agaché la cabeza, lo hacía con frecuencia, y acepté lo que decía, a veces creo que solo vino por eso, por acabar una cosa aún no terminada, pero por un minuto supuse que quizás le gustara, que quizás quería estar conmigo, pero de la forma que a él le apetecía, sin mirar ese mencionado mañana, que yo tanto respetaba. Entonces dijo un te quiero, y cerrando los ojos casi grito: “ le odio por ser tan correcto”. Ya iba a terminar todo, ya iba a caminar en mi bosque, dejando su semilla dentro, cuando sonó el teléfono de forma insistente, miró el número, se incorporó inmediatamente, sin haber penetrado en mi sexo. Hablaron largo rato, en inglés, parecía preocupado. Se había interrumpido todo, y a veces pienso que si hubiese terminado ese día, al menos, la rabia no hubiese crecido, porque quizás me hubiese enamorado más, aunque se marchase para no volver, pero también me hubiese calmado, al saber qué era lo que hubiese pasado, si todo hubiese sido algo más relajado, o solo un bonito final a algo casi finalizado. Se levantó de la cama, diciendo que no quería hacer nada rápido, porque nos merecíamos una noche sin prisas, una noche mágica, y advirtió que tenía una reunión de urgente de trabajo, pero me invitaba a cenar en el Hotel donde se hospedaba, me dio la dirección y  dijo que sobre las nueve me esperaría en el bar, si no venía a recogerme, era porque no le sobraría tiempo para la cita. Lo acepté, aunque me parecía más correcto que él hubiese venido a casa.
 Al rato de marcharse me fui a la calle, era tan grato pasear en Roma, ver sus Ruinas, sus Plazas, y su Historia tan lejana y a la vez tan cercana. En un callejón vi una de esas tiendas que venden de todo, y compré mi especie de pequeña cómoda de plástico, suficiente para los seis meses que estaría allí. También vi unas sillas, mesas y hamacas de playa para mi terraza, pero tendría que llevarlo poco a poco, no podía ir tan cargada. Una vez que coloqué la ropa interior en mi cómoda improvisada, que era lo único que me quedaba, me duché y decidí prepararme para la cena, me pondría guapa, había decidido relajarme como él me había dicho, o por lo menos intentarlo, porque no lo conseguía, quizás lo valoraba demasiado, y eso me asustaba. Siempre había preferido alguien mayor que yo, más alto que yo, más fuerte que yo, más feo que yo, más inteligente que yo, todo más pero creo que a él no llegaba, creo que me desvaloraba porque era bastante guapa, pero no era culpa de él, sino quizás de vivencias pasadas. Pero dudaba, incluso durante un segundo pensé que quizás hubiese venido porque sabía que me había atraído un conocido suyo, quien me decía cosas bonitas, aunque fuese tonterías de las noches cuando salías a pasear para divertirte con alguna muchacha, era una historia sin importancia, él tenía la novia adecuada, aunque yo hubiese comentado otra cosa, solo habíamos cruzado tres frases, no había nada, quizás lo único: que le parecí guapa, y a mí, agradable sus palabras. No sé porque en ese momento pensé que Marcos quizás se había dado cuenta, y le había entrado el egoísmo del hombre por no perder ni una historia casi terminada, quizás me consideraba como algo suyo, y no le apetecía compartir ni migajas, a veces eso pasa, y él no me daba seguridad en nada. Me entró esa duda, pero bueno, había decidido relajarme y disfrutar de ese día bonito en Roma, no esperaba un mañana, quizás me merecía ser por una noche bien amada. Me puse un vestido negro, escotado, era lo que pegaba, unos tacones, me pinté los labios de rojo, me perfumé hasta las falsas enaguas, dejé mi melena suelta y alborotada. Esta vez cogería un taxi, sería puntual, no sé si era una cualidad o un defecto, pero si llegaba temprano tomaría algo para estar menos agarrotada, era en muchas ocasiones tímida, y creía que lo necesitaba, a veces, aunque casi hiciéramos el amor, no conseguía relajarme, me ponía tan nerviosa, que parecía una extraña, pero creo que era porque él no me daba el lugar que necesitaba. Me bajé del taxi, y volví a cerrar los ojos, porque había decidido ser una más, y disfrutar de lo que él sabía hacer en la cama.
 El Hotel era caro, se notaba en las lámparas, y esa vez preferí que fuera allí la cita, porque no iba a muchos buenos sitios, y así conocía lo que para mí  también se me  escapaba. Entré el Bar, y ahí estaba, me parecía incluso más guapo que por la mañana, estaba con una mujer extravagante y sofisticada, me fui a marchar porque me entró la timidez, y los nervios siempre ganaban, pero respiré, quise relajarme y no pensar cosas raras, pero mientras me acercaba, vi cómo se juntaban, como se besaban, y como me despreciaba. No me fui, decidí en ese momento que todo estaba terminado, y quería verlo, quería que me quedase claro que no era nada de lo que por un momento me había imaginado. Creo que sintió mi presencia porque repentinamente se quitó, y se acercó rápido mientras yo estaba inmortalizada, sin llegar a creer lo que pasaba. Me cogió la mano, y me dijo que solo era una compañera de trabajo, con la que había tenido una historia, que no tenía la menor importancia. Agaché la cabeza, otra vez, y casi le pedí que me dejara con una sola frase : ” es demasiado para mí”. Me soltó la mano que tenía agarrada, asintió, diciéndome un sencillo adiós: “ como quieras Mariam, cuídate”. Supe que era el final, y a pesar de que sabía quién era, que no iba a funcionar, y que solo iba a sufrir a su lado, me dolió saber que me dejaría en paz, que no formaría parte de sus pasiones, ni de sus líos de faldas, y yo buscaba otra cosa, aunque cometiera errores en la cama, que por lo visto otras se podían permitir, pero a mí nada se me perdonaba.
Acababa de llegar a la casa, cuando sonó el teléfono, esperaba que no fuese él, que hubiese sido sincero con sus palabras, además lo conocía, esa noche estaría ocupado con la mujer que sonreía mientras me marchaba, quizás ella si pudiese con todo lo que él llevaba en sus anchas espaldas. Volvió a sonar, era mi madre preguntándome cómo estaba. Teníamos una relación fría, por entonces siempre pensaba que yo había llegado tarde a su vida,  que al no tener un buen matrimonio, no le quedaron fuerzas para mí, y a pesar de sus desprecios, la perdonaba, por el momento la disculpaba, pero veía la relación de mis amigas con sus madres, y les decía que suerte tenían porque con la mía no era una guerra continua, pero no había el cariño que se debía entre esos dos tipos de almas. Le contesté que estaba muy ocupada, y se me olvidó poner un mensaje, por el momento no me controlaban tanto como después, cuando apareció el dinero, y entró la avaricia, o eso creía yo, y esa bondad aún innata. Le pedí que no diera mi dirección  a nadie más, que como mucho diera mi teléfono, y ya haría yo, según las circunstancias. No le conté nada, y menos de Marcos, ella decía que se creía más que yo porque me llamaba cuando  le daba la gana, quizás tenía razón, o quizás no comprendíamos la vida que él quería llevar, y que como le dije “ era demasiado para mí”, no podía con tantas faldas, buscaba a alguien para abrazar, en vez de a la almohada. Así que tuve una conversación distante con ella, y luego le di las buenas noches, hubiese necesitado algo de cariño, pero nunca lo daba, sabía todo lo que conllevaba estar con él, pero me dolió más  porque ni siquiera tuve una noche relajada. Me hice una tila, y puse la televisión, decidí aprender un correcto italiano, y aprovechar intelectualmente mis meses en Roma, en mi ciudad soñada, donde cabía la posibilidad de que  mi Tesis me diese un buen futuro, que abriese otras posibilidades menos perfectas y menos idealizadas, pero quizás más cercanas, que era lo que realmente necesitaba. Esa noche lloré, tenía sentimientos, aunque no fuesen los adecuados para su cama, pero me dio tiempo a pensar, y concluí que no era la peor historia que había tenido, ni si quiera la peor que me esperaba, que por lo menos me había hecho sentir guapa, cuando estaba un poco desmoralizada, por los problemas que vivía en mi casa.
 Esa semana puse el ático totalmente a mi gusto, compré todo lo necesario, moví algunos muebles, y llené la despensa, aún no tenía que cuidar mucho mi figura, pero si era coqueta, ya dije que tenía intenciones de casarme y tener hijos, y la belleza, aunque digan que no importa, es lo que primero llena, y lo sabía, lo aprendí de pequeña. Me pasé la semana con la casa, y yendo a la Biblioteca, me habían dado un pase especial, pero allí solo estaba la mujer del mostrador, con su cara seria. Creo que hablé poco, con casi nadie durante muchos días, me estaba pareciendo dura la visita, pero decidí aprovechar para lo que había venido, para lograr un buena Tesis, y no convertirla en eterna, porque los estudios llenan el intelecto pero paran la vida, y no era mi intención, quería vivirla, e incluso con el tiempo pensé que si tenía que meterme en más camas, no me sentiría culpable, que iba a disfrutar de la vida, si algo me había enseñado Marcos, es que había más tipos de relaciones que las que duran una noche y las que duran toda la vida, así que decidí que en mi próxima oportunidad, lo que iba a intentar era a gozar sin ataduras.
Llegó el Viernes y pensé comer en el Restaurante, pedí pasta con trufas y requesón, mi preferida, con una copa de vino, y mientras comía sonreía. Lo llevaba un matrimonio, y se acercó la mujer para hablar conmigo, creo que sintió que lo necesitaba, mi primera conversación en semanas. Me dijo su nombre: Mónica, hablamos en italiano, lo había mejorado mucho, me preguntó mi nombre, que solía gustar, creo que por su significado “ Mariam, la que lleva un bello rostro”, luego por mi profesión, a lo que contesté que quería ser profesora en la Universidad, quería ahorrarme el tema de la religión, era delicado o tonto, según las personas, pero insistió y tuve que precisar, no se rió, sí se extrañó. Ya se habían ido los demás clientes cuando el marido llegó con tres copas de limonchelo, una para cada uno, y participó de la conversación, que al principio fue cordial, sobre Roma, su clima, su gente, cuanto tiempo iba  a estar, si había conocido algún hombre, qué me parecían, y fui sincera. Me parecieron más guapos que los españoles, quizás porque se les veía más coquetos, y tenían una presencia de ensueño. Aunque  vivía en uno de los mejores sitios de la ciudad, supongo que si me envolvía en otros barrios, quizás no me pareciese todo tan mágico. También me dijo que el hombre italiano siempre quería sexo, que tuviera cuidado, sonreí porque eso ya me lo habían enseñado, y fue en ese instante cuando cambié mi forma de verlo, si había tenido tropiezos en la cama sin estar segura de lo que hacía, quizás había llegado el momento de participar de aquello, de dejarme llevar y no pensar que había un mañana cuando me levantara de la cama, lo pensé durante un momento. No sé si por la soledad que tenía, o porque Marcos me había dejado claro, que me perdía cosas por esperar algo que no llegaba, cambié mis pensamientos en un solo instante sobre el sexo, el matrimonio y las relaciones de  en medio. Nos reímos de cosas que habían vivido ellos cuando llegaron a la ciudad, porque venían de un pueblo, fueron muy agradables conmigo, y necesitaba esa conversación para no caer más abajo del suelo. El fin de semana lo dediqué a visitar las tiendas, quería comprar algo de ropa, había traído demasiado poco, demasiado lo suficiente, y aunque no salía, podía surgir algo, aunque fuera con Franchesco, al que no veía desde el primer día, pero suponía que algún día preguntaría por mí, y por los libros que leo. ¡Qué bonita Roma!, y que pequeña se siente una rodeada de tanto turista. Decidí apuntarme a algo, porque estaba viendo que si no iba a ser muy dura mi estancia, la soledad no trae más que amarguras, pero no tenía mucho dinero, y pensé que podría esperar a ver qué pasaba en el Vaticano, no iba a ir con ellos a ninguna moraga,  aunque quizás me mostrasen una Roma seria pero apasionada, así que desayunaría fuera, dicen que en los bares siempre encuentras a alguien que quiera contar alguna payasada. Y eso hice el Lunes, fui a la Biblioteca temprano,  y leí durante un buen rato un libro, que no era muy específico para mi Tesis, pero si podría servir para el argumento final, se llamaba “ El espejo de las almas simples”, para muchos un tostón, pero  era lo que buscaba, por entonces era un poco, bueno muy espiritual, aunque lo llevaba muy escondido, por si alguno se burlaba, y leí cosas interesantes para mi futura profesión, si es que algo salía bien en esta aventura italiana. A eso de las diez y media fui al bar que había en frente, con la sorpresa de que ahí estaba Franchesco con una monja, tomando un zumo de naranja. Les sonreí, y casi mendigo unas palabras, que cosa más sencilla, pero con cuanto valor cuando careces al hablarlas. Cuando se fue la monja, Franchesco se sentó en mi mesa, que contenta estaba, me preguntó cómo me iba, si me gustaba todo, si había logrado entender el italiano de los libros, o los había cogido en latín para traducirlos, según él los más importantes estaban en ese idioma. Le contesté que los evitaba, que si lograba acabar mi Tesis sin tener que hacer ninguna traducción, sería mejor porque me atrasaría tener que traducir textos, que solían ser muy densos. Me dijo que tenía razón, él tenía todo el tiempo del mundo para leer en esas cuatro paredes, no se movería de ahí, mientras le dejasen, pero sabía que yo tenía el tiempo justo. Asentí sonriendo. Me propuso comer juntos, y ayudarme un poco con lo que buscaba, esos secretos, si algo conocía él, era la Biblia, y ese día no tenía ningún compromiso por la tarde, podíamos pasear y hablar de lo que me interesase. Estaba contenta, no podía creer que algo que había pensado, me hubiese salido tan bien, y de una forma tan rápida. Menos mal que había comprado ropa adecuada. Quedamos a las dos y media en la Fontana de Trevi, frente  a la tienda de los helados. Luego me llevaría a un restaurante, poco conocido pero con una pasta casera, muy diferente a la que te sueles encontrar, si no sabes buscar en buenas y viejas tabernas. Se despidió con un beso en la mano, y yo me quedé inmóvil, sin saber muy bien que debía hacer, porque no era una cita, más bien era una cosa de trabajo, con un hombre al que no le importaría que llevaría debajo. Regresé a la Biblioteca, recogí las cosas, ese día ya había cundido, aunque no fuese con los libros, y volví a casa. Además seguro que su conversación enseña más que esas páginas, o por lo menos eso pensaba, porque las entrevistas de la televisión me parecían tan interesantes, tan llenas de sabiduría, que seguro que la suya haría que llenase muchas páginas de la Tesis, si es que la terminaba. Decidí que no se me tenía que olvidar mi libreta, tenía que apuntar todo lo que él me dijera, porque sabía mucho más hasta de Adán y de Eva. Me marché contenta, y pensando cómo me había salido la jugada, pocas veces había pensado una cosa que bien terminara, pocas, bueno no recordaba ninguna, más bien todo lo contrario, como a la mayoría de las personas, bastaba pensar o querer algo para que se convirtiera en deseos, más que en algo mundano.
Me puse unos pantalones vaqueros y una sencilla blusa blanca, por supuesto un pañuelo en el cuello, mis botas, y un abrigo tres cuartos, porque hacía frío desde la mañana. Me perfumé solo el cuello, no el pecho, y bajé los escalones, sin la inseguridad que siempre llevaba aparejada, tranquila de que iba a pasar una tarde relajada, llena de sabiduría y quién sabe si de esa magia romana. Cuando llegué estaba rodeado de personas, era un hombre conocido por su pasado, que nadie me comentaba, como si en vez de sentirse orgulloso, tuviese que esconder algo, y yo lo dudaba, porque aunque en la Iglesia hay sitio para todo el mundo, no creía que le hubieran dado ese trabajo tan expuesto al público, pero como yo tampoco tenía un pasado perfecto, a mi particularmente, no me importaba. Me saludó con la mano, no tocaba mucho, a pesar de ser italiano, y empezó a andar, pidiéndome que le acompañase, seguí sus pasos, como he dicho, segura y tranquila, siendo yo misma, aunque me sentía algo rara. Hablamos de mi estancia, de donde vivía, de si conocía la noche italiana, que si había comprado algo típico de allí, y si tenía amigos. Casi contesto a todo que no, tanto que se sorprendió. Llegamos al restaurante, parecía un salón de una casa, con muchas sillas de mimbre, manteles de cuadros, sin mucho adorno, pero luego me di cuenta que lo bueno era su cocina, lo demás no importaba. Tomé una pasta que me recordó al cocido de mi abuela, fue la que me recomendaron, como diferente a las que conocería en otros sitios más turísticos, donde servían poco más que la carbonara. Tuvimos una conversación amena, con alguna sonrisa, que tranquila estaba, supongo  que porque sabía que no iba a llevar a nada, y eso me relajaba. Terminamos la comida, y fuimos a otro bar a tomar un capuchino, no pedimos postre, aunque a mí el dulce me encantara. La cafetería era muy bonita, lo mejor, llena de hombres guapos, estaba cerca de un centro de negocios, e iban todos excesivamente bien arreglados. Allí, cuando me acercó la silla para que me sentara, me dijo que si quería, antes de que diéramos un paseo por Roma,  que me contara algo de la Biblia, que quizás no lo había encontrado en los libros. Saqué mi libreta, sonrió diciendo que no era necesaria, que no olvidaría lo que me iba a decir, que no iban a ser muchas cosas, para así quedar más veces, y poder disfrutar de la grata compañía que le daba. Me sonrojé, incluso casi lo vi como un hombre más, pero negó con la cabeza, como sabiendo que era lo que pensaba. Y me contó el relato de la Resurrección, advirtiendo que surgió como figura literaria, porque no se estaba contento con el final de la Crucifixión dicha por San Marcos, era demasiado fría y cruel para rozar el cielo, aunque fuera un hombre sagrado.  Ahí por un segundo se me fue la cabeza, y pensé que pena no haber disfrutado de una tarde agradable con Marcos, pero no era lo que a él le identificaba pasar un rato ameno, si no era dentro de las sábanas, y volví a la conversación. Comentó que la Iglesia era la única que debía contar la vida de Jesucristo, y que en anteriores tiempos quien interpretaba los textos sagrados, se les declaraba herejes,  porque iban contra el mensaje de la Biblia. Ponía a los Sacerdotes como únicos intérpretes, los restantes que se tomasen la libertad de opinar sobre las escrituras se trataban como traidores, incluso quemándolos en la Hoguera en la Edad Media. Supongo que fue una advertencia de que tuviese cuidado con lo que escribía sobre ella, porque una vez dicha las palabras, el daño ya está hecho, aunque algunos quieran borrarlas. Entonces comentó que a pesar del esfuerzo para que solo fuesen ellos los que hablasen del Texto Sagrado,  se logró  traducir del latín al inglés para que leyeran la Biblia más personas, y que  por eso comenzó la Reforma Protestante, la creación de una nueva Iglesia en Inglaterra. Enrique VIII consiguió divorciarse al construir los propios cimientos de una nueva religión, con su traducción particular, sin contar la opinión del Papa, quien lo condenaba de por vida a una mujer no amada. Se liberó del Vaticano, y de una vida no deseada. Por eso  el Vaticano evitaba que la interpretación de sus páginas llegase a más hombres, para mantenerse fuerte, ya que la traducción y libre interpretación de la Biblia dio lugar a muchas religiones y sectas, no muy acertadas para nosotros, los católicos. Por ejemplo en América, el relato bíblico de And, lo interpretaron diciendo que en él se apoyaba la esclavitud, veían que la raza negra provenía de la blanca, de Adán, a la que le debían sumisión, y todo lo que sucedió fue un castigo de Cristo por desobedecer. Cada uno leía, lo que quería y lo interpretaba según sus objetivos, como pasaba con casi todo la vida, cuando caen las cosas en manos no apropiadas. Por ejemplo Tomas Jeferson, hizo una traducción de uso propio, viendo a Jesucristo como una gran filósofo, apareciendo los Mormones, con su nuevo libro sagrado, donde había los mismo personajes del Antiguo y Nuevo Testamento, pero nada más que eso.
Cogía notas pero estaba un poco asombrada, porque me daba la sensación de que me estaba diciendo que las personas no debían conocer, ni leer, ni interpretar la Biblia, y me parecía que la Inquisición había desaparecido siglos atrás. En ese momento me gustó menos, lo vi un poco dictador, y eso no me agradó, porque no hay que prohibir, sino capturar a los que hacen mal uso de las libertades, no tienen que pagar el pueblo, por lo que unos pocos no respetan, ni eso ni cualquier orden. Si algo tiene el Pueblo, es la sabiduría para llevar una vida plena, sin absurdas convicciones. Al malo se apresa, y al mal gobernante se expulsa, tarde más o menos de lo que su egoísmo si sabe lo que hace. Hubo un silencio, creo que se dio cuenta de mi reacción, y entonces me dijo que no pensase mal, que solo me estaba explicando cómo surgieron muchas religiones, y como los gobernantes siempre han tenido en cuenta los credos, pero desde el punto de vista de sus intereses políticos, no fieles a sus escrituras, de hecho las han cambiado a su antojo. Solo era para que conociese esa parte de la Historia, que no todo el mundo conoce. Advirtió que no respetaba la imposición de cualquier religión, aunque para él fuese la válida, solo quería que tuviera cuidado con mi discurso sobre ella, como ya había intuido. Ahí me relajé un poco, la verdad, su tono fue muy duro, casi me dio un mitin en vez de conocimientos, aunque también fue muy interesante escucharlo hablar, porque quizás me serviría para mi Tesis Doctoral. Pero en ese momento agradecí que Marcos supiese más vivir que filosofar, y durante un segundo sonreí, pensando que cada uno sabía dar lo que amaba de verdad: uno la vida, y el otro la esperanza de un más allá.
Paseamos por todos los lugares importantes de Roma: Coliseo, Panteón, Circo, Capitolio, Foro…y gracias a que dio el discurso, no me estaba enamorando, porque me contó toda la Historia de cada uno de ellos, incluso tenía una aplicación en el móvil donde el edificio cobraba vida, enseñándome como fue entonces allí el ser humano, la Historia que siempre me atrajo, con sus excesos, pero también con su mitología, unos bellos cuentos de adultos, en donde ni siquiera había recato. Ya estaba anocheciendo, en otra ocasión hubiese pensado que había hecho pasar el tiempo, para que en la noche poder tomar algo y subir a mi casa, con cualquier excusa, y poder probar la cama, como buen italiano. Pero no era el caso, solo quería pasar el rato, ya que llevaba bien el celibato, era lo que se dice un buen cura cristiano. Me preguntó si quería tomar algún aperitivo antes de que nos marchásemos, me aseguró que no hablaría de nada trascendental, que me dejaría un buen sabor de boca antes del último bocado. Anduvimos por Roma, y no sabía dónde me había llevado, así que a la vuelta cogería otro taxi, aunque en ese día había gastado demasiado. Entramos en un bar, más bien un antro, con poca luz, pero muy bien acomodado, Nos sentamos en la barra, y la verdad no lo veía como un sitio apropiado para un religioso, más bien, para un chaval de la calle, que quiere ocultar algo. Se acercó el camarero, al que saludó como a un hermano, incluso se besaron, y al estirarse para hacerlo, vi un pequeño tatuaje debajo de su alzacuello, que no pude descifrarlo.  Pedí una cerveza, el un agua con gas, limón y hielo. Me sentí poco fina, quizás debería ser al revés todo aquello, pero era lo que me apetecía, quizás para coger bien el sueño.
Entonces hablamos un poco de Roma, en Castellano, y me dijo que quizás debería presentarme a personas para que no pasase tanto tiempo sola, a lo que asentí, no quería encerrarme más tiempo, me estaba pesando. La ciudad preciosa, pero no me estaba dando ningún calor, quizás porque yo no sabía cómo hacerlo, así que para mí sería maravilloso pasar el tiempo con italianos. Entonces el camarero se acercó a la barra, y empezaron a hablar en un perfecto inglés, que yo no dominaba. Me preguntó si conocía el idioma, y le dije que no para mantener una conversación fluida, y entonces en vez de parar, cogió y continuaron hablando en el mismo leguaje, incluso más rápido que al comienzo. Agaché la cabeza, ya una costumbre, y me dijo que le perdonara, que tenía que hablar de un asunto privado, que luego me dedicaría  toda su atención, me dio la carta de los aperitivos y me dijo que la ojeara, que íbamos a pedir algo. No sé, la situación no me agradaba, me parecía demasiado extraña, Se estrecharon las manos, como cerrando un acuerdo, y luego me aconsejó una pizza, la que acepté, así no tendría que preparar nada en casa. El resto del rato fue tan agradable, que no eché de menos nada. Se hizo totalmente de noche, y dijo que se debía marchar, que era muy tarde para un sacerdote. Advirtió que él invitaba, a lo que el camarero contestó que corría a cargo de la casa. Seguía sin comprender nada, ni siquiera pegaba esa amistad de tan diferente clase social, y de tan diferente apariencia, pero quien era yo para llevar la contraria. Lo que si vi con el tiempo, es que fue una imprudencia llevarme allí, o quizás lo prefería para excusarse de algo, si preguntaban, porque el barrio me pareció el típico de las afueras de una gran ciudad, donde siempre pasa algo. Le comenté lo de coger los dos un taxi hasta el centro, además tenía los pies destrozados, porque las calles de Roma precisamente no eran lisas para tacones, aunque fueran anchos. En el coche estuvimos callados, y cuando nos bajamos cerca de mi casa, el me besó otra vez la mano. Lo volví a ver hombre, más que un siervo del señor, pero la noche confunde hasta al menos despistado. Me preguntó si me lo había pasado bien, y le dije que había sido una velada preciosa, contestó que se alegraba, y que esperaba repetir, aunque no sabía cuándo, porque sus deberes de relaciones públicas lo tenían muy esclavizado, pero que esperaba que alguna vez hubiese tiempo para otra visita guiada, con menos sitios famosos, pero igual de didáctica. Asentí, y no sé porque me sentía rara, no sabía cómo actuar, ni siquiera sabía quién era el hombre con el que había pasado más que una sencilla noche en una ciudad, ya para mí enigmática.
 
Los días transcurrieron sin mucho que contar, con las mismas pocas conversaciones, y con mis libros, que la verdad, por ahora poco me enseñaban: cuando se habla de semillas en las Escrituras, se está haciendo referencia al semen, que los píes eran los genitales masculinos del hombre. Si el sexo y la muerte son importantes dentro de la literatura, también en la Biblia, aunque fuesen prudentes al contar las cosas, por la época, pero donde ya existía hasta la Sodomía. Durante un momento pensé en hacer referencia solo del sexo en mi Tesis, ya que es un tema actual que nunca pasa de moda, pero en el fondo creí que la iba a vulgarizar, podía llamar la atención por muchas cosas, sin necesidad de centrarla en nada. Su Universo era más grande que eso, incluso más grande que nuestras sencillas vidas. Así que decidí seguir buscando información, y luego ya vería como la juntaba.
 No me crucé con Franchesco ningún día, aunque sabía que estaba en Roma, por las habladurías, que por supuesto, en el Vaticano también existían. Y otro Viernes cualquiera, como sabía que me esperaba un fin de semana tranquila en casa, decidí comer en el Restaurante, por si con el matrimonio tenía alguna charla, sería la primera de la semana. Y el sitio volvió a sorprenderme, estaba Félix, con quien luego supe que era su marido, entonces entendí eso” de todo lo que no sea amor”, solo podía ofrecer una amistad, mucho para mí, en esa ciudad. Comimos juntos, hablamos en italiano para que su marido no se sintiese mal, ya lo dominaba, y reímos cuando contaban como fue su historia de amor, lo divertida y rara. Me dijeron que si tenía pareja, a lo que contesté que no, les pareció raro, como a la mayoría de las personas, era bastante guapa y agradable cuando charlaba, les dije que quería pensar que no había tenido suerte, y era un poco indecisa si veía que algo fallaba. Me dijeron que no importaba, que esa noche íbamos a salir, que lo pasaríamos en grande, que me pusiera guapa, y que seguro que un italiano sabría apreciar lo que para otros no habían sido nada más que una historia pasada. Que contenta estaba, llevaba ya casi tres meses allí, y sería mi primera fiesta nocturna, y quien sabe si ligaría, me pondría guapa, y ya había decidido disfrutar sin ataduras, y de los italianos no había escuchado nada más que ganaban mucho en la cama, así que ojalá me derrotasen en el lecho de su o mi morada.
Me puse el mismo vestido negro y escotado que con Marcos, no tenía otra cosa sexy, y crucé los dedos, esperando que no me trajera la mala suerte del encuentro en el Hotel, no era supersticiosa, ya dije que con esa edad aún se puede arreglar casi todo, o eso creía yo, y mi ingenuidad innata. Me vinieron a recoger, pensé ¡qué galantes!, a diferencia de otros, que te tienes que sentir contenta si son puntuales en la cita en medio de la calle. No cenamos, tomamos algunos aperitivos en un bar con mucha clase. Presentí que era de gays, porque estaba lleno de hombres, y no le faltaba ni un detalle. No era muy liberal, pero respetaba totalmente las libertades, así que me dediqué a relajarme y a disfrutar de mi noche, aunque ahí no intentaría nada, vaya que me saliera algo peor que lo que se espera, que es lo que pasa cuando esperas mucho de una noche. Luego dimos un paseo, y fuimos directamente a una discoteca, supuse que allí habría heterosexuales para ligar, porque iba preparada y perfumada, entonces fue cuando los dos me animaron a que echase un vistazo, que luego ellos harían por presentarme al elegido. Se pusieron a hablar con un conocido que los saludó, y yo me eché para atrás con mi copa de licor. Entonces se me acercó un chaval, bueno era un hombre porque pasaba la treintena, aunque luego no lo demostrase. Me preguntó si estaba aburrida, y sin mucha conversación,  contesté que sí, y ya no se separó, creo que le agradó la contestación, porque aunque estaba guapa, no sabía cómo era, por la oscuridad que había en la sala. Estaba dispuesta a todo, y sin tener que esforzarme mucho, me besó, dijo que le gustaba, nos quitamos, y alguien llegó. Me advirtió que tuviera cuidado con Giorgo, porque era un tipo malo. Sonreí, pensando que ya conocía a chicos malos, o eso, ingenua de mí, creía pensar, después de las historias que había conocido en mi ciudad, donde había pasado más de un buen rato. Mis amigos desaparecieron, los busqué con la mirada, y de lejos me dieron un ok con los dedos, dándome a entender que me divirtiera, porque realmente a eso había salido, a pasar un buen rato, a liberarme totalmente a mis veinticinco años, a jugar a no ser yo, a pesar de tener más experiencias que cualquier muchacho. Me dijo que si iba a su casa, le contesté que sí, estaba decidida, quería conocerlo, pasar una buena noche de sexo, llevaba tiempo sin hacerlo, y no iba a preocuparme por ese mañana que tanto me había frenado. Nos acostamos, y entonces no me tocó, me pareció raro, porque yo estaba preparada, y me dispuse a tener un buen sexo en la cama, ya que había entrado, quería que me partieran en dos, por todas las veces que no había disfrutado, por estar insegura del acto. Lo hicimos, nada especial, creí que era más tímido que yo, o que no tenía mucha experiencia en la cama, a pesar de la edad, y de ser guapo, más que Marcos, y que otros que no mencionaba. Actuó muy comedido, seguía sin comprender nada, quizás yo tenía demasiada experiencia, o quizás el fuese un hombre muy recatado con el sexo, así que no le di importancia. Me creé una imagen muy diferente, porque en su conversación anterior me dio a entender que era muy liberal, por supuesto me engañó, no era nada de lo que aparentaba. Al día siguiente fuimos a comer, y me entró la timidez, no pude probar bocado, y eso que me hacía falta, porque me estaba quedando muy delgada, eso de jugar a quien no eres, trae muchas desventajas, incluso de decir alguna tontería por la inseguridad, aunque no lo pareciera, algo siempre llevaba. Me llevó a casa, me pidió el teléfono, y pensé que quizás si nos conociésemos más, podría tener a un amigo en Italia. Que tonta, bueno es que aún no conocía la maldad del hombre avaro en la cama, y eso que no tuve una relación buena con mi pareja, pero nada que ver con ese hombre tan cruel, simplemente porque le daba la gana. Me seguí creando una imagen de él falsa, quizás como a él le pasaba, por meterme en su cama, quien me juzgó y de mala gana. De eso me di cuenta con el tiempo, aún todo me hacía algo de gracia, y no pensaba que un hombre, que ligaba por las noches, fuera tan machista, con una mujer que también disfrutaba. No llamó, pero yo estaba dispuesta a pasarlo bien, a que no pasase nada más en ese mañana, eso creía yo, ingenua hasta en el alma. Los días transcurrieron rápido, incluso cambié de móvil, y pensé que sería otra de las historias pasadas, pero iba tachando en el almanaque las semanas y yo estaba cada vez más sola, así que lo llamé, quizás lo hubiese intentado y no lo había logrado, creí que si me conocía mejor, pues quizás llegásemos a gustarnos, y decidí telefonear, me había dado su número del trabajo, aunque mintió diciendo que tenía un puesto elevado, bueno mintió en casi todo, aunque no sé si realmente se creía lo que imaginaba, o iba pensando, sin ser lo acertado. Quedamos para un concierto, me dijo que me había llamado, pero que el teléfono estaba estropeado, que menos mal que yo lo había hecho, porque no sabía cómo localizarme. Quizás fue una señal, que no supe interpretar. Decidí pasarlo bien, no me importaba nada, sería una mujer liberal, solo quería disfrutar en la cama, tomaría un par de copas, y seguro que me soltaba. Y así fue, me lo pasé genial, la verdad, el sexo fue mejor, creo que él también se relajó, y  casi creí pasar una noche mágica, aunque yo alguna tontería soltara por  la timidez que en el fondo me daba. Quedamos en volvernos a ver, aunque se despidió como diciendo un adiós, a lo que no le di importancia, si había tenido lo que quería, yo tampoco había salido perjudicada, tuve un orgasmo, y ya casi no me acordaba. No llamaba, y concluí que habría tenido una aventura en Roma, y quien sabe si alguna otra llegaría con más noches estrelladas. Y un día cuando no lo esperaba, volvió a sonar el teléfono, esta vez me invitó a una fiesta, acepté, llevaba días sola, sin hablar ni con la bibliotecaria, quería disfrutar, había apartado los prejuicios, y tenía buenas intenciones, si quería conocerme más, no me importaba, y si no, se quedaría en esa aventura Romana, ya nada me culpabilizada, estaba demasiado sola para ser recatada, y pensar en ese mañana. Me puse un poco guapa, no mucho porque llevaba toda la tarde estudiando, necesitaba una descarga, pero estaba agotada.  Y en esa fiesta creo que comenzó todo, mi culpa, y mi pesadilla, sin saber aun lo que me deparaba. Creo que él no quería que fuese, y no sé porque me llevó, yo estaba enfadada, porque notaba que no quería mi presencia, a pesar de que me subió en su moto, sin saber dónde iba a parar la noche, esta vez tan amarga. Me dejó con amigos, que incluso alguno me insultaba, o me despreciaba, mientras él me ignoraba. Así que supuse que era porque no le había parecido bien que me hubiera ido con él a la cama, creo que a pesar de sus treinta años, no había estado con muchas mujeres, quizás solo con muchachas. Me quería ir, pero estaba casi en una montaña, sin autobuses, ni nada para poder llegar sana a casa. Y casi cuando conseguí que un amigo me llevara, me hizo caso, y el amigo me dejó tirada, yo tonta pensé que podría salvar una guerra, perdida en el momento que crucé con él unas palabras. Seguían despreciándome, y yo tomé la actitud de ponerme estúpida y altiva, no quería agachar la cabeza, creía que era peor, ya lo había hecho en muchas ocasiones, y esta vez me entró rabia, porque por una vez que me había decido a ser totalmente liberal, sin culpabilizarme por nada, me estaban machacando, sin comprender nada. Fui con él a su casa, porque se me había perdido el monedero cuando me dediqué a bailar, como si nada me importara. Dormimos juntos, sin hacer nada. Al levantarme, le di a entender que era lo que había hecho, porque es cierto que yo tomé alguna copa, pero me di cuenta que él las tomaba con ansia, y lo disculpé, como siempre, pero advirtiendo como me había tratado, y aunque es duro decirlo, me dio un empujón, creyendo yo que lo había hecho sin querer, no a conciencia para empezar a ser una mujer maltratada. Me pareció que el alcohol había hecho que no recordase nada, entonces fue cuando me di cuenta de que no comprendía mis bromas, ni mis tontas palabras, quizás adopté la posición no adecuada, pero aún era joven, y todo como que se me escapaba. Cuando recuperé mi monedero del bar donde se me cayó, porque él se hizo el galante y fue a buscarlo, no estaban las llaves, él sonreía,  y yo, con mis nervios, no había sabido mostrarme. Suspiré, y decidí relajarme, si me llamaba hablaría con él tranquilamente, y si no, lo dejaría pasar, aunque realmente estaba enfadada, porque me había mentido, y yo todavía caía en las trampas. Me dejó en casa de Félix, tuve que pedirle otras llaves, me preguntó cómo me iba, si había algún problema, le contesté que no con la cabeza baja, no quería comentar mis humillaciones en tierras extrañas. Me despedí de Giorgo, sin tener pensado nada, solo que no quería pasar más tiempo con él, ahora mismo en la cama.
Pasaron creo que semanas, yo lo daba por terminada, pero volvió a llamar, y yo estaba más tranquila, así que decidí mostrarme tal y como realmente era, si es que quedábamos algún día, un gran error, si la cosa había empezado así, debía dejar de quedar, y no arreglar las equivocaciones, hay personas con las que no merece la pena aclarar nada. Antes de quedar  para un café, donde se supone que hablaríamos de todo, Félix vino con su amigo, y estuvieron tomando una cerveza en casa. Me preguntaron cómo me lo había pasado con el chico de la discoteca,  les conté, ahorrándome los detalles desagradables, que había quedado unas cuantas veces con él, que algo me gustaba, aunque creía que se había forjado una idea equivocada de mí, lo disculpaba, más porque no me había comportado como estaba acostumbrada, pero es que estaba siendo humillada. Entonces me dijeron que tuviera cuidado, que no conocían a Giorgo pero que tenían un amigo en común, y no le habían dicho unas buenas palabras, le habían comentado que era una persona mala, y no se referían a que hiciera travesuras ilegales, sino que era capaz de dañar a cualquiera que le diera la gana. Me explicaron  lo que iba contando las cosas que hacíamos en la cama. Más humillaciones, más rabia, porque por una vez que me había liberado, por lo visto no me estaba saliendo muy bien la jugada. Quedamos para ese café, pero me había sentido tan mal cuando me contaron como me movía en la cama, que no me quedaron ganas de ser simpática, no sé porque no lo dejé ahí, no sé porque no le dije que no me llamara más, que olvidase mi cara, pero quedé un día de feria, y se hizo la víctima, y después de soltar yo toda mi rabia, como que casi lo perdoné, casi creí que tenía yo la culpa por haber sido tan buena en la cama, ¡qué poco me valoraba!. Pasaron muchos días sin hablarnos, hizo una llamada, pero yo no estaba segura de él, y seguía sin ser clara, más bien a la defensiva, sin ser lo que se supone que él buscaba, una dulce chica a la que dominar, y que no dijera ni palabra. No fui agradable por todo lo que me pasaba, pero decidí quedar una vez más, si quería llamarme guarra, lo iba a hacer con motivos, no por haber sido una mujer liberada. Es lo que pensé, aunque fuese otra equivocación,  ¡ cuántas!. Que error tan grande, creo que tenía todo preparado para hacerme quedar mal. Me llevó a bares, me daba más de beber de lo que yo necesitaba, me besaba en público, me manoseaba, supongo que lo estaba grabando por las reacciones de personas cercanas, y yo no sé porque lo aguantaba, bueno no me daba cuenta, eso lo pensé después, cuando pasó todo lo que me quedó marcada. A pesar de ceder en todo, me hacía la chula, para que no pensase que estaba derrotada, a pesar de los desprecios que poco a poco me desmoralizaban. Supongo que no quería dar esa imagen, en el fondo me importaba. Había jugado a ser quien no era, me había salido mal, pero no era una persona mala, y nunca pensé en esa maldad que algunos llevan en el alma. Físicamente solo lo vi una vez más, al cabo de muchos meses, cuando ya estaba destrozada, mientras continué mi vida en Roma, cada vez más sola, y más delgada, porque a pesar de que le di mi teléfono incluso el de Málaga, por si quería conocerme, porque no se sabe cómo es una persona en los pocos días que nos habíamos visto, y menos en esas circunstancias. Y quizás porque otra vez me  sentía culpable, quizás porque me gustaba, quizás porque me lo pasaba bien en la cama, quise dar una oportunidad a una relación más que acabada. Pero cuando pasó un par de días, presentí que me iba a blasfemar de todo lo que le diera la gana, pues mi comportamiento no había sido perfecto, y tendría la excusa incluso de acusarme de todo lo que él era, y así guardarse las espaldas con un buen ataque, desacreditándome, como si yo fuera la mala de una breve historia, de la que ya me arrepentía con toda mi alma. Presentí su trampa, presentí esa maldad que me comentaban, a la que yo no quise hacer caso, supongo que por la soledad, porque, como dije, algo me gustaba, era guapo, y disfrutaba con él en la cama, y cuando eres joven, sola y no muy querida, pues te agarras a algo, que quizás te dé más que una lágrima.¡ Que poco me quería!, pero repito, no fue lo peor que me pasó en la vida, hubo historias más malas.
Al cabo de dos semanas, creí que todo había terminado, y que poco a poco me recuperaría, porque tanto teatro me había dejado un poco agotada. Era sensible, y había pasado otras veces por ahí, no era difícil hacerme daño, no lo era, a pesar de ya ser adulta, pero joven en cuanto a las posibles trampas. Volvía a la Biblioteca, por lo menos en el terreno intelectual no me estaba afectando nada,  incluso cuando estaba leyendo todo lo referente a la Tierra Prometida, pensé en lo que  había esperado que me daría Roma, y como la realidad había sido muy diferente. Recordé todo lo que había pasado, presintiendo el fracaso. Había salido de mi casa, donde la mayoría del tiempo había una guerra continua a dos bandas, y creí que ganaría calidad de vida, no escuchando tantos gritos, ni insultos, ni hostilidad hasta en las mañanas soleadas de mi Málaga. El alcohol a veces afecta, y no siempre de una forma grata. Mis padre tenía un problema con él, y también se le excusaba, eso hacía que no se llevasen bien, no sé porque continuaban, y creí que Roma me daría todo lo que me faltaba, para empezar la tranquilidad, que a todos nos hace falta para llevar una vida plena y sin lágrimas. Me equivoqué, o simplemente tuve una mala suerte, creo que ya en mí también innata.
 La mañana siguiente lo dediqué a la parte de la Tierra Prometida en la Biblia, seguro que sacaría algo que mereciera la pena. La descubrí como se mostraba en las páginas, como un lugar donde reinaría la Paz para los Cristianos. Jerusalén era para los Católicos el lugar donde Jesucristo nació, y para los Musulmanes donde Mahoma subió a los cielos. El lugar donde Moisés salvaría a su pueblo de la esclavitud, y lo guiaría hasta esa Tierra Prometida, donde no habría que preocuparse por nada, donde emanaría de la tierra leche y miel, donde no faltaría la abundancia. Y descubrí la trampa, con la posible falta de Fe los condenó a cuarenta años vagando por el Desierto, y yo me culpabilicé, y no quise pensar que se me castigarían por no haber tenido un comportamiento perfecto. Supongo que ni Roma era la Tierra Prometida, ni yo había dudado de nada, pero al leerla me entró inseguridad, porque vi alguna semejanza en los deseos que un lugar te podría dar,  todo en lo que en otro sitio te falta, donde solo habías sido migajas. Cerré los ojos, agaché la cabeza, suspiré diciendo:” solo te quedan un par de meses, aprovecha el tiempo, quizás la sabiduría que descubriera me llevaría a otras tierras, donde si habría leche y miel, aunque fuera en la nevera, que es en donde realmente hace falta”. A veces pensaba que me había confundido, que tenía que haber dejado la carrera, y  haberme puesto a trabajar, para salir de la guerra casera, pero era joven, aún quería que podía tener un buen futuro, para mi familia era muy importante los estudios, y aunque no me quisieran, yo por entonces intentaba agradar a cualquiera. Ya ves, hasta a Giorgo, a pesar de llamarme más que puta entre sus colegas. Cerré los libros, y decidí ir al Restaurante, quería hablar con alguien, para mí era ya casi una odisea. Me acomodé, y me pusieron sin preguntar mi pasta favorita, ella se sentó a mi lado con una copa de vino, callada, como esperando que le contase algo. Al cabo de minutos me dijo si me parecía dura la vida en la ciudad, que Roma era acogedora, pero había que saber qué hacer para ganársela, que no esperase nada. Las grandes ciudades son bellas, abiertas, pero frías y más cuando te encierras. Casi lloro, me agarró la mano, y me dijo que la tenía para lo que quisiera, que ella también llegó sola a la ciudad, y sabía que a veces podía ser muy dura, dudé pensando que quizás también se había enterado de mi aventura tan traicionera. Comí tranquila, casi sin decir nada, solo hablado de un programa de la televisión, del Gran Hermano Italiano, de la semejanza con el español, de su principal estrella. Me di cuenta que la televisión pasó a ser mi  alma gemela, y me dio pena. Brindamos con un chupito,¡ por las mujeres bellas!, y yo lo era, aunque no me la creyese, tenía un figura estupenda, y con solo mirar, ligaba a quien quisiera, una pena, por lo que me trajo una noche de fiesta. Del sufrimiento se pasa a la rabia, y luego a la equivocación para compensar el dolor, y eso hice yo, confundirme hasta la saciedad, y más en otras tierras. Me había criado en un entorno donde los hombres aún llevaban navaja en los bolsillos, donde los niños habían subido las faldas, para tocar los que le diera la gana, pero nunca pude imaginar que eso significaba que existía un posible instinto criminal, y machista, con la mujer que no hiciera lo que a un hombre le diera la gana. Nunca imaginé esa desgracia, que para algunos no había sido para tanto, o algo había hecho yo para merecerme  lo que pasó, después de la última llamada, después de no volver a dormir en sus sábanas, después de dejar de hacer lo que él quería, aunque no me respetara...
Subí a casa, después de la charla con Mónica, me duché y puse música, bailé incluso, recordando mi tierna infancia, donde todo era posible y creía que no me faltaba nada, recordé cómo por entonces quería ser la estrella de las bailarinas, pero no sé cuándo ni por porqué, pasé a querer pasar desapercibida, a no tener ni siquiera un buen coche, a no llamar la atención, a no brillar en la noche. Llamó Félix, fue muy discreto, no dijo nada de Giorgo, pero me preguntó si todo iba bien, si necesitaba algo. Me daba vergüenza quedar, no estaba orgullosa de nada, más bien me sentía culpable, no sé si porque Giorgo me hacía sentir así, o porque mi conciencia me decía que no había sido una mujer prudente en la Tierra Prometida. Cerré los ojos, como cuando llegué, pero esta vez, mientras seguía la conversación con Félix, volví a agachar la cabeza, presintiendo el comienzo del fin, aunque repito, no fue lo peor que me pasó en la vida. Al terminar la conversación, sonreí, porque era un tipo feliz, y hacía que sintieras su alegría, que pena que fuese gay, me repetía. Me hice un té, pasaría la tarde viendo la tele, tomando algún helado, y relajándome para que el fin de semana fuera lo suficientemente tranquilo para coger fuerzas. Me metí en la cama con un camisón precioso, que pena que nadie lo viera, se transparentaba un poco los pezones, pero era fino, como el de una princesa. Dejé la ventana abierta, y con la brisa cogí el sueño, que al principio pareció tranquilo, pero tuve la pesadilla que siempre tenía cuando iba a pasar algo malo. Mi ex pareja, me había mimado mucho, llevado al cine, teatros, restaurantes, me había hecho muchos regalos, pero me había dado también otras guerras, de las que al principio no me daba cuenta. Tenía un problema con las drogas, y aunque era francés y con dinero, no escapó de lo que en su época dominaba, el vicio por las sustancias, lo que hacía que también se le disculpara, como a mi padre, creo que por esas dos cosas dejaba pasar todo lo que no era bueno para una chica tan jovencita, porque no era tan raro para mí lo que ocurría, para mí era como parte de la vida. Me sacaba casi diez años, y aunque, como digo, me mimó, a veces me montaba escenas, por supuesto que yo justificaba, como siempre hacía. No sé, me sentía querida, y no sé, continúe con él más de dos años, hasta que pensé en ese mañana, y concluí que no deseaba eso para mí, cuando creciera, porque fue muy joven, de los veinte a los veintidós años y medio, más que suficiente para no querer tener nada con quien no bien me quisiera, aunque fuese guapo y con dinero, no era lo que quería, quería amor, casi una proeza. No fue una relación sana, y siempre que presentía algo desagradable en mi vida,  mi subconsciente recordaba una vez cuando por hablar con una persona, que a él no le parecía bien, discutimos, cada vez podía hacer menos cosas, y aunque no era para mí lo normal tener una pelea, porque era muy sumisa, ese día le contesté, y sacó su navaja,  mientras me gritaba, no me la apuntó, pero empezó a jugar con ella, mientras me decía tonterías. Jamás se lo conté a nadie, tuve miedo, porque creí que ya la droga lo dominaba, y del chico guapo, rubio, francés, galante que conocí, solo quedaba alguien a quien temía. Me chantajeó psicológicamente, con la culpa, como siempre hacía, pero  esta vez no fue suficiente, ni aunque me fingiera un suicidio, hizo que volviera, ya no quería nada de lo que él llevaba, era joven para tanta desgracia. Por eso cada vez que tenía una mala situación, porque no todo en la vida son sonrisas, solía soñar con ese momento, no sé, como que la angustia volvía, anunciando una situación parecida de peligro y de ira. También tengo que decir, que no fue todo malo, que a pesar de todo, del principio un poco raro, me sentí querida. Y lo bueno de ser joven, es que piensas que aún  podía cambiar la suerte, que dicen que llevas escrita, aunque llorase, siempre terminaba con una sonrisa, porque soñaba con ese mañana lleno de alegrías, ya que en la juventud existe eso que llaman la Esperanza, que es en lo que te agarras cuando nada  es como querías.  Mi ex pareja murió al cabo de muchos años, cuando yo no estaba en su vida, por supuesto por las drogas, y no sé, creo que desde algún sitio, me advertía de lo que yo temía, recordándome lo dura que a veces puede ser la vida.
 
Ese fin de semana, lo pasé tranquila, viendo el Gran Hermano, alguna película. No salí ni a pasear, me daba pereza y me sentía más sola, cuando veía a gente tan acompañada, aunque fuese por una guía. Así que lo pasé en casa, con mi Tesis, porque no me sobraban los días. Quería presentarla en Junio, cuando volviera, quería que gustase mucho y poder empezar a dar clases como adjunta en la Universidad en Octubre, que de planes tenía, y aunque había avanzado mucho, había que concluir, que no era fácil. Decidí que si veía a Franchesco, le pediría ayuda para el alegato final, por llamarlo de alguna forma, porque quien mejor que un religioso para hablar de un Dios, que solo se siente, si es que a alguien necesitas. Volví a la Biblioteca, ya poco descubría, pero esa vez encontré algo sobre María Magdalena, sobre todo lo que se dice de la posible descendencia de Cristo, y me hizo gracia cuando leí “ quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, pensé que si fuera en mi caso seguro que había personas que lo harían, ya que lo de la moral es relativo, hay personas que tienen una moral tan alta, que de casi todo se culpabiliza, y otros tan baja, que no ven que hagan ningún daño, a pesar de que destruyan hasta a la más santa, quizás se lo merecía. Así que más vale que a mí no me pasase eso, porque no iba a salir viva. Después leí sobre el Arrebatamiento, el fin de los tiempos por  el Apocalipsis, sobre la invención del Arca de la Alianza, que aunque existía, nadie creía en su autenticidad,  también sobre las profecías, y entonces recordé que unas cuantas veces que me echaron las cartas, todas las brujas decían que veían una soledad muy grande en mi vida, y me entró miedo, porque creí que habían acertado, era lo que tenía. Aunque por el momento pensaba, que a pesar de no tener muy buenas amigas, si eran unas buenas conocidas, que aunque no me iban a defender, si es que lo necesitase, ya se sabe cómo es la amistad entre chicas,  tendría personas con las que relacionarme, y mi ciudad daba mucho como para sentirme sola, además suponía que tenía familia. Así que concluí que esa soledad a la que se referían, sería la de Roma, que no me había dado lo que yo había venido a buscar, pero sí las páginas para comenzar una buena y nueva vida, donde apartaría a los que llevan  los vicios, eso ya sabía que solo traía excusas de un daño, que siempre avecina al que está al lado del que los utiliza. Pero era joven, y aunque las cosas doliesen, no se quedan tan pegadas a tu alma, crees que habrá un maravilloso mañana. Ahora pienso que tuve oportunidades, y no las supe aprovechar, quizás me hubiesen traído mucha dicha, pero en el fondo siempre pensaba  que no me las merecía, el por qué no lo sabía, pero siempre que conocía algo bueno, creía que eso no era para mí, que yo me debía a otra clase de vida…
 
Después de la pesadilla, de relajarme en el fin de semana, de tomar alguna tila, volví a la Biblioteca, me quedaba poco tiempo, y aunque tenía toda la documentación, necesitaba precisar lo obtenido en muchas páginas, no podía demorarme, no quería pasar más tiempo sola, quería oler mi mar, y estar con las amigas. Así que no sé cómo que me animé, creí que todo se pasaría, que podía con eso, que solo había sido una mala aventura, y que mi vida continuaba fuera de esa maravillosa villa. Entonces Franchesco me tocó el hombro, me puse muy contenta, no podía comprender como lo tenían tan ocupado, aunque lo veía un hombre muy resuelto, y seguro que llevaba más cosas a cabo. Me preguntó cómo me iba, si lo tenía todo terminado, le dije que me faltaba juntar la información, que muchas gracias porque sin esos libros, mi tesis hubiese carecido de valor. Me ofreció su ayuda, y me dijo que tuviéramos una nueva cita, en la que hablaríamos de lo que quisiese, pero deberíamos dejar aparcada la Biblia, que aunque sagrada, también contaba muchas desgracias, como para pasar una tarde divertida. Me sorprendió que un sacerdote hablase así de su religión, pero estaba claro que era un hombre diferente, que no era muy tradicional, y supongo que eso fue lo que gustó a los que le pusieron en el cargo. Quedamos por la tarde, tomaríamos un helado, en el sitio donde quedamos la otra vez para la comida, me recomendó el de piñones, dudé porque era un poco adicta al chocolate. Y Después de comer cualquier cosa en mi casa, fui a la heladería, la que estaba frente a la Fontana di Trevi, donde me perdí un poco entre los turistas, para tirar mi moneda, porque aún quería regresar a la que llamaría Mi Tierra Prometida. Cerré los ojos y también pedí un deseo, que no se decía, por si se cumplía     ( con suerte, aún me queda vida). Iba vestida con un vestido casi primaveral, algo se transparentaba, pero nada de lo que se pudiesen alarmar, él llevaba su uniforme, no podía salirse de lo que eran las normas de su vida. A veces tenía que recordar que no era una cita, que solamente me estaba acompañando, para hacerme más grata mi dura visita. Comimos el helado por la calle, por supuesto tomé el de piñones, aún obedecía, y no me arrepentí, estaba bueno, no sé si más que el de chocolate, pero tenía un gusto delicioso, parecidos a los de Casa Mira y a los de Inma. Llegamos donde estaba la figura de la loba con Rómulo y Remo, ahí se hizo un poco el seductor, aunque no esté bien decirlo de un cura, pero me contó la Historia de la fundación de Roma, y yo me hice la que no lo sabía, y conocía muy bien su historia, su cultura, incluso su mitología, porque si algo me habían mostrado en el instituto, era los muchos secretos que escondía. Paseamos con una conversación muy amena, hasta que me preguntó cómo estaba tan delgada, porque si algo tenía Roma, era una buena comida italiana. No le dije nada, por el momento todo me lo guardaba, y dije que eran los nervios por la Tesis, me jugaba mucho en ella, podría darme una felicidad plena, consiguiendo al menos un buen futuro profesional. Me achuchó contra su pecho, pensé que se estaba soltando, o se estaba olvidando que era un cura, y debía guardar las formas. Había escuchado muchas cosas sobre la Iglesia, pero no era lo que me parecía, me parecía un hombre que había escogido un papel en la vida que no le pegaba, porque incluso podría asegurar que hubiese gustado mucho como semental, era guapo y fuerte, y eso ya solo prometía a las mujeres. Fuimos dando un paseo por el Jardín Palatino, en donde me dijo que me quedase un momento apoyada en un árbol, que regresaría pronto. No comprendí nada, tenía demasiados misterios este cura. Entonces me giré y me asomé, lo vi sacar un sobre de su chaqueta, y dárselo a un hombre mayor pero con aún  músculo en el pecho. Se dieron un apretón de manos con un beso en la mejilla, entonces me vio, nos cruzamos las miradas, sabiendo que había observado el posible pecado, y no por una rendija. Caminó rápido, y me dijo que siguiéramos con el paseo, quería mostrarme una cosa más, vaya que no hubiese tiempo. Nos fuimos hacia la Boca de la Verdad, donde se suponía que quizás preguntase algo. Me contó una historia, que  desconocía. Se llamaba así porque un hombre que desconfiaba de su esposa, la llevó con la intención de preguntarle a la boca si le era infiel, la mujer cuando se vio frente a ella se desmayó, el amante que estaba cerca, por si había algún percance, la cogió, y la dejó al lado del monumento, hasta que ella se sintió bien. Entonces el marido pidió que le preguntase a la boca, y ella, metiendo la mano, afirmando que solo había estado en los brazos de su marido y del hombre que la había cogido en el desmayo. La boca no se cerró, y el marido contento se quedó. Después de contármelo me dijo:” mete la mano y haré yo la pregunta”. La metí y exclamó: ¿ reconocería Mariam al hombre con el que he hablado en los jardines?. Contesté que no, y tampoco  se cerró, casi me desmayo por la mentira, pero Franchesco me cogió, y advirtió que por hoy todo había terminado. Fuimos al centro paseando, callados, no le había gustado que viera lo del sobre, estaba segura, y no sabía cómo arreglarlo. Además no comprendía como me llevaba a esos sitios tan comprometidos, si lo que quería era pasar desapercibido. No comprendía porque me utilizaba. Llegamos a casa, me acompañó al portal, y cuando se marchaba, se volvió, me llamó y dijo: “espero que no digas nada”. Sonreí asustada, agachando la cabeza, cuantas veces ya, y eso que quería olvidar eso de bajarla. Lo perdí de vista rápido.
Me dispuse a abrir el portal, cuando un grupo de muchachos me empujaron y escupieron en mis pies, No me gustó, pero tampoco le di la mayor importancia, solo pensé que vaya niños más maleducados. Subí las escaleras, entré en casa, puse mis cosas en la mesa, y sonó el móvil. Era una amiga, lo había dejado con su pareja, y quería contármelo, siempre se queda mejor una cuando habla las penas, aunque ya no se quisieran. Salí a la terraza por la cobertura, y me senté en la hamaca, la que no había utilizado mucho, pero aún me quedaban semanas, y pensé que podría ingeniármelas para llegar morena a casa, para que me vieran guapa. Ella seguía hablando, me daba pena, pero era una mujer con mucho valor, y con buena fama, encontraría marido, cuando menos lo pensara. Mientras la escuchaba, me di cuenta que una sombra en el edificio de enfrente me miraba. Tenía la postura fija, con una cosa en la mano, y cuando me di cuenta, y fui a por mis gafas para verle la cara, entonces se quitó. Me desvié de la conversación, me pareció raro la figura observando, la que creí reconocer, y no quise pensar que otra historia mala empezaba. Terminó mi amiga la conversación, y quedamos para vernos nada más llegar a Málaga. Me quedé un rato sentada en la hamaca, suponiendo que no sería tan malo que existiera esa figura en la ventana. Que habría sido una coincidencia, que no era a mí la que observaba. Me duché y me puse música clásica, no quería bailar, quería relajarme y pensar que quedaba poco para la marcha, cada vez me gustaba menos Roma, aunque hubiese sido mi ciudad soñada. Después supuse que eso pasaba cuando esperas mucho, al final no sueles encontrar casi nada, y que no es fácil llegar a una gran ciudad sola, sin que nadie te presentara. Cené unos cereales, no me apetecía tomar la ensalada. Ojeé la información para la Tesis, y me dije por dentro que no me desanimara, que podría tener muchas cosas, si es que bien la terminaba. Así que me dispuse a estudiar un poco, antes de irme a la cama.
Se me cerraban los ojos, cuando marché al dormitorio, fui a coger el camisón de debajo de la almohada, y allí no estaba. Otra cosa extraña en  poco tiempo, me hizo dudar, pero pensé que todo era una coincidencia, que nada malo pasaba. Lo busqué  por todas partes, y no lo encontré. No comprendía qué era lo que había ocurrido, pero quería pensar que nada malo pasaba, que todo tendría una explicación, y que cuando durmiera, en la mañana, vería las cosas de diferente color, como si no pasase nada. Porque no había pasado nada, solo unas pequeñas cosas, que por el momento carecían de importancia. Sonreí, que es lo que pasa cuando ves muchas películas de miedo, y ves una realidad con alguna semejanza. Aunque con el tiempo descubrí que esa realidad puede superar cualquier película macabra.
A la mañana siguiente fui a la Biblioteca, pensaba que allí me concentraría mejor para empezar a escribir todos los secretos encontrados en sus páginas, no me centraría en el sexo, pero sería una gran parte del argumento, y empezaría por ahí, para captar la atención del lector, y del oyente al exponerla. Eso de haber estudiado lo que te gustaba, traía el ser trabajadora, y que todo te importara. Cuando haces las cosas sin interés, te vuelves más dejada. No era el caso, siempre había tenido curiosidad por las religiones, y la católica era la que más cerca tenía para averiguar sus  sus logros y sus trampas. Así que cogí mis apuntes, y mientras los ojeaba iba escribiendo una Tesis, casi inmejorable, si sabía unir bien las páginas, aún me concentraba, a pesar de mis pocos kilos, y de haber visto algunas cosas extrañas, aún no pensaba que el demonio se acercaba, como siempre en forma de ser humano bello, y engañando a quien necesitara para conseguir su objetivo: DESTRUIR, a quien no obedeciese sus palabras, porque se cree con el poder de ser respetado y seguido, incluso por quien se aleja de lo que  buscaba.
Me tocaron el hombro, era Franchesco, la verdad que las canas lo hacían muy atractivo, y cada vez que hablaba con él,  me parecía que se alejaba mucho de la Iglesia y de sus sacramentos, pero era mayor para mí, aunque la edad para los hombres es una cosa que carecía de importancia, para una mujer joven, era casi un impedimento, si es que algunas reglas guardas. Me preguntó cómo me iba, que estaba muy guapa, me sonrojé pensando que quería ganarme para que no dijera nada. Yo ya estaba incómoda con él, no me apetecía ni esa preciada charla, que a veces no tenía  en semanas. Me puse a recoger las cosas, no quería continuar a su lado, no me daba buenas sensaciones y creo que él se dio cuenta, porque exclamó “ como quieras”. Me dijo que esperaba que antes de irme, tomáramos algo en el bar de la Plaza. “¿quizás podríamos desayunar juntos?. Asentí con la cabeza agachada, si me lo podía ahorrar, lo haría, aunque con el puesto que tenía, y si conseguía mi buen trabajo, tendría que hablar más veces con él, en mí ya perfecto italiano. Así que levanté la cabeza, y le dije que le avisaría un par de días antes para que mirase su agenda. Me quitó el pelo de la cara, y me dijo “¡ claro, guapa!”. Estaba claro que no era un cura, que algo guardaba. Pero quise frenarme, y no montarme mi película, no había que dejar la imaginación suelta, porque trae muchos inconvenientes, si es que no te pasan cosas buenas. Salí del Vaticano, y cogí el autobús. De repente me rodearon chicos muy jóvenes, sonriéndose, pegándose, y yo que estaba nerviosa, chillé ¡basta!, dejándome un poco en evidencia. Entonces empezaron a relatar todo lo que había hecho esa mañana. Como me había levantado, desayunado en la terraza, como me había puesto solo un chándal para comprar el pan, y luego me había duchado, puesto un albornoz de rayas, como había regado las plantas, y como me había vestido para ir al Vaticano. Cada uno decía una frase, y se reían a carcajadas. Yo estaba sorprendida y asustada, no sabía que pasaba, no comprendía qué era lo que estaba ocurriendo, sin haber hecho daño a nadie, si acaso a mí, por no saber jugar bien las cartas. Pero no quería pensarlo, no quería intuir nada. Me bajé dos paradas antes, mientras todos me decían adiós sacándome la lengua, tocándose el pecho, haciendo gestos de una mamada. Cerré los ojos, y no quise concluir nada. Habrá sido cosas de adolescentes, no habré tenido cuidado con las ventanas. Fui dando un paseo, aunque el bolso pesara. Lo necesitaba, me iba a encerrar ya hasta la mañana siguiente, que no sabía si saldría de casa. Me volví a duchar, y cerré bien las ventanas, no tenía persianas, pero con las cortinas creí que bastaba. Salí a la terraza para que me diera el aire, y ahí estaba la sombra tras la ventana. Se fue nada más darse cuenta que lo miraba, y cuando vi que cerró la puerta, bajé rápido para ver quién era. No reconocí a nadie que saliese del portal, pero pasó por mi lado la moto de Giorgo, con él y con su casco sin atar en el cuello. Agaché la cabeza, cerré los ojos, pensando que  mi imprudencia la iba a pagar cara. Subí a casa, cerré bien la puerta,  y me hice una tila doble, la necesitaba. Puse la tele, y desde ese momento supe que todo había sido un error, que las mujeres no suelen ganar las batallas, y que ese hombre, bueno mejor chico, no iba a pasar página. Quizás no querría más, pero creo que disfrutaba con todo aquello, porque intuía como sonreía a través del cristal de la ventana. Empecé a no concentrarme, quizás mi conciencia apareció, no porque hubiese hecho daño, sino porque sabía que no me había comportado bien, y que él me traicionó dentro de la cama. Lo peor para mí, es que me lo advirtieron, y no vi la maldad, es que incluso a veces me parecía bueno, y lo disculpaba diciendo     ” no me conoce, y tampoco me estoy comportando como debo”. Había visto como otras chicas muy cercanas a mí eran un poco malas con sus parejas, y ellos más la adoraban, yo no fui mala, pero tampoco fui como soy normalmente en la vida diaria, y desde ese momento me culpabilicé, porque él me hizo sentir mal hasta por sonreír, cuando había alguna posibilidad de ser feliz fuera de sus sábanas.
Al cabo de unas horas decidí encender el ordenador que siempre dejaba en casa, iba a ver si podía concentrarme en la Tesis, que la verdad, ya ni me gustaba. Quizás fue una imprudencia venir a una ciudad grande sola, y jugar al sexo en una cama extraña, pero vivía en el siglo veintiuno, se supone que la mujer ya estaba liberada, supuse mucho en unas tierras lejanas. Miré el ordenador, en la pantalla aparecía una frase que cada vez se hacía más grande, y era “ piensa antes de actuar”. Lo cerré inmediatamente, en un primer momento no creí que hubiesen entrado en casa, sino más bien que me habían pirateado el ordenador, y por supuesto tenía quien querría perder el tiempo con una extraña, con la única persona que me deseaba mal, solo por haber entrado en su cama. Miré a través de las cortinas, y ahí estaba él, con algo en la mano, como esperando que algo pasara. Fui a buscar la cámara, para hacerle una foto al ordenador, y vi que no estaba. Que el cajón estaba un poco revuelto, y que la cámara faltaba, con fotos mías imprudentes, pero es que no pensaba que existieran personas tan malas y tan cercanas. Recordé cómo había perdido las llaves. Me asusté, cerré los ojos y agaché la cabeza, ya casi una rutina diaria. Entonces decidí que era la hora de marcharme, que ya acabaría la Tesis en casa ( que es lo que tenía que haber hecho, sin tener en cuenta nada, pero no pensé en las llaves, y creí que podría llevarlo, que en parte me lo merecía, por haber sido lo que yo creía que era ser un poco mala). Pero me decidí a llamarlo, quizás si aclarase la situación, podría estar tranquila, y yo ya no dominaba ni mi sonrisa. Quedamos, él apareció altivo, incluso un poco disfrazado, porque no llevaba la ropa a la que yo me había acostumbrado. Volví a ser arrogante, pero es que me estaban humillando. Permaneció frío, como si no fuese con él nada de lo que estaba hablando, supongo que me estaba grabando ( como lo hizo siempre que pudo, con la colaboración de mi familia, y amigos,  para ver si podía buscarme más enemigos, y con alguna imprudencia, acusarme de lo que pudiese) yo ya con los papeles perdidos, porque todo me iba destrozando, estaba débil, y si era sensible, más si estás sola. Las últimas palabras que me dijo, fueron que no me preocupase, que él se iba a encargar de que estuviera totalmente tranquila, susurró “ y sola”. Me puse contenta, creí que había hecho bien, que todo pasaría, pero cuando salí a la terraza a tomar la brisa, lo vi con la misma ropa en la ventana, de la vecina que quizás conocía, o había convencido para pasar con unas bonitas palabras. Me senté frente al ordenador, que esa frase tenía, y sin demorarme más busqué un vuelo directo  a Málaga, lo cogí, pero solo había dentro de dos días. Creí que como no pensaría que me marcharía, podría seguir su juego hasta que me fuera en un taxi al aeropuerto. Llamé a Felix, y a Franchesco, tenía que despedirme, también de Mónica, la dueña del restaurante, tenía que decir adiós a las personas que me habían dado algo de calor. Félix dijo que iría esta noche a cenar al restaurante, que me sentara con ellos. Accedí, con Franchesco quedé al día siguiente para desayunar en el bar de la Plaza, y el día que quedaba, sería para guardar todo. Ya no me puse guapa para cenar, ya estaba sufriendo por todo lo que pasaba. Pedí mi pasta favorita, tuve unas frases bonitas con Mónica, quien me dijo que hacía bien, y que ella por ahí siempre andaría, cogí una tarjeta de visita. En el postre le conté a Félix lo que pasaba, me dijo que ahora íbamos a llamar a un cerrajero,  que cambiaríamos las llaves, que él lo pagaba. También me dijo que no condicionara mi vida por un hombre malo, que existía la policía. Pero que pruebas tenía, un error, porque quizás todo hubiera acabado antes, si se hubiese asustado, pero no sé, no quería historias, quería volver a Málaga, donde se suponía que todo terminaría.
 El cerrajero vino pronto, y  cuando terminó Félix me dijo que me llevarían a que me comprase unos buenos zapatos, que no solo iba a llevarme malos recuerdos de la Roma que ellos conocían, y sabían que las compras a las mujeres siempre nos sacaban una sonrisa. Fuimos dando un paseo, estaba contenta, como si nada pasase, me sentía segura al lado de los dos, y pasamos por el pub al que fui con Franchesco, lo comenté, y ellos se sorprendieron. Félix me dijo, pero ¿dónde te estás metiendo?. Ese bar es donde la Mafia Italiana se reúne, toda Italia lo sabe. Les dije que había venido con un cura, a lo que contestó:” ya eres mayor, ya sabes que la gente que no conoces lo suficiente, no debe inspirarte total confianza”. Pero no era así, creía que la maldad estaba más lejos. Me asusté, solo quería volar rápido a Málaga. Compré unos zapatos azules, con un poco de plataforma, se llevaban, y la verdad, se notaba la calidad porque eran bonitos y cómodos, aunque no era lo que ahora mismo me importaba, pero los compré por ellos, porque me llevaron a un taller artesanal, y los veía contentos. Me acompañaron a casa, y tomamos algo de beber, pude mostrarles la sombra detrás de la ventana. Hicieron una foto, pero nada demostraba. Les conté todo, y negaron con la cabeza, diciendo “que mala suerte, el Italiano por lo general es bastante liberal en la cama. Pero te vas pronto, y seguro que se olvida cuando lleves un par de semana en Málaga”. ¡Que arrepentida estaba!. Cuando se fueron me dieron un beso y un abrazo, recordándome que tenía su tarjeta si volvía a Roma. Yo ya quería irme para no volver, para marcharme de donde me habían engañado y mal tratado, aunque no hubiese tenido un comportamiento perfecto, creí que no me lo merecía. Me dijeron que estuviera tranquila, que ya había otra cerradura, y que si escuchaba algo, llamase a la policía sin dudar ni un segundo, y con una caricia me dijo “tranquila, ya mismo estarás en tu casa, y se olvidará la pesadilla”. Me pidió que cuando me fuera al aeropuerto,  dejara las llaves en el Restaurante, que ya vendrían a recogerlas. Les dije un dulce adiós en la escalera, y GRACIAS, porque me habían dado una buena compañía. Me guiñó un ojo sonriendo, diciendo también un adiós tierno,  y ya no volví a ver a ese tipo feliz, que a todo el mundo gustaba, porque sin ser excesivamente apuesto, era muy agradable, y eso trae cosas más cosas buenas que malas. No sé si en mis sueños quiso alguna vez decirme algo, pero si fue así, no sería algo a lo que yo tuviera miedo.
Por supuesto no dormí, y me preparé para ver a Franchesco, ya con pocas ganas, pero tenía que disimular, tenía que hacer como que no sabía nada, y cuando volviese a Málaga cambiaría de teléfono, y así poder pasar totalmente página. Guardé todas las cosas de la Tesis, ya no iba a hacer nada, y se suponía que tenía un poco de tiempo, no quería estar sola esperando en la Plaza. Cogí el bus asustada, porque ya presentía que lo tenía cerca, cuando otro chaval se acercó y dijo con voz desafiante “ sé lo que estás haciendo”, me senté pegada a la ventana, junto a un hombre, intentando guardar las distancias, pero tampoco quería bajarme sola del coche. Me preguntaba por qué me estaba pasando todo, que él no había vuelto a llamar, lo que agradecí, se supone que no quería más sexo. Y menos mal, porque creo que cuanto más hubiese durado, más cosas me hubiera hecho, pero no sé porque hacía todo, quizás fuese un psicópata, que existían, lo había visto en muchas películas, o simplemente fuese eso que me decían: un mal tipo, que disfrutaba con el sufrimiento ajeno, quizás para él no era para tanto,  y algo había hecho yo, para merecerme eso.
Bajé el autobús con las llaves entre mis dedos, por si tenía que defenderme, lo había aprendido en el instituto, en unas clases de defensa personal, las que no di importancia, porque piensas que no va a pasar nada, que eso no está dentro de tu vida acomodada. Pero algo quedó, porque lo recordé y no dudé tenerlas así preparadas. Llegué a la Plaza y ahí estaba Franchesco, como siempre apuesto. Ya no me importaba su tatuaje, ya no quería saber quién era, solo quería acabar con todo aquello, y volver a mi Tierra. Fue al principio una conversación normal, el tiempo, el Vaticano, Roma, mi Tesis, y luego fue directo. “ ¿ estás muy delgada, te vas por algo que yo no me he dado cuenta?. Soy cura, pero también hombre, y sé defender a quien quiero que esté cerca.”. Me asusté aún más, si algo tenía claro es que ahora mismo no quería un hombre cerca, ni cura, ni un santo, solo salir del lugar que me había traído muchas penas. Me tocó la mano, se supone que para darme fuerzas, pero a mí no me gustaba nada de lo que estaba diciendo, más bien parecía un hombre que se quería hacer el chulito con la mujer que tenía al lado, pensando con su entrepierna. No quise pensarlo más y mentí, diciendo que tenía problemas de estómago, y que debía volver a casa para tratarme, que por eso estaba tan delgada. No se lo creyó, pero me soltó la mano, y me dejó hacer. Tomamos el café, por cierto que rico estaba, pero me sentó mal, no podía con esa cafeína, con la barriga ya mala. Me dijo que estaba seguro que haría una Tesis estupenda, que había ojeado mis notas, y que prometía, que estaba deseando leerla. Entonces casi se me salen los ojos de la cara pensando “ ¿ cómo que había ojeado mis notas?, no se las había dado, es que en ese lugar no sabían qué era la intimidad, que diferente me parecía a la Málaga que conocí, supongo que también habría todo tipo de personas, pero no traté con ninguna de esa forma”.  Quise terminar ya con el teatro, y pedí que me trajeran la cuenta. Por supuesto él invitaba, y me pareció bien, era quien trabajaba, no quien había venido con el dinero contado, que no me había sobrado, por la falta de experiencia. Nos pusimos de pie, y me dijo que esperaba mi llamada, me dio su tarjeta, y me pidió un mensaje diciendo cómo fue todo, si había merecido la pena. Ya nada me merecería la pena, y por supuesto iba a cambiar de móvil, con suerte si tenía que volver al Vaticano, sería con la intención de no cruzar una palabra con él, o al menos eso esperaba, porque quedaba para eso, y esperaba que lo ascendieran. Me extendió la mano, creo que se dio cuenta de que quería mantener las distancias, que no quería que me tocara. Se la estreché, sonrió, la besó, como siempre hacía, y la apretó con tantas ganas que me costó soltarme. ¡ Que asustada estaba, qué ganas tenía que fuera mañana y estar en casa!. Dije simplemente adiós, y él  contestó “ hasta pronto”, y agaché otra vez la cabeza. No quería pensar que le diera por mí, aunque no fuera ni para la cama, pero que me quisiera cerca. Cogí mi bolso, me puse las llaves en la posición adecuada, y me dirigí al autobús, ya esperando cualquier gamberrada que no analizaba, estaba tan nerviosa, que no pensaba en ese mañana, sino en salir viva de todo lo que me pasaba. Sentada pensé que no había llamado diciendo que volvía, que ganas de estar con ellos, y aunque a veces dudase de que me quisieran, era lo que más se parecía a un hogar, y quería llegar, porque creía que ahí estaría segura..
Llamé desde la terraza, por supuesto, nada había cambiado, la sombra continuaba tranquila, silenciosa, como con paciencia a que cometiera un error y sentirse más fuerte con sus mentiras. Lo cogió mi padre, y le comenté nerviosa que volvía. Esperaba unas palabras dulces, mucho pedía. Lo primero que preguntó si había terminado con la Tesis, a lo que contesté que no, que lo haría con la familia, que ya tenía todo, que no tenía que alargar la visita. Entonces con una voz rotunda, me dijo que ya estaba con los caprichos, que había insistido en irme allí, a la Tierra Prometida, y que ahora con mis tonterías me volvía sin haber terminado lo que me daría la vida. Que era una caprichosa, y que no terminaba de lo que emprendía. Agaché la cabeza, no sabía nada, y pensé que lo decía por mí, por ese mañana que me esperaba, pero ya estaba casi destruida. Le dije que de todas formas que tenía el vuelo cogido, que me marcharía ( lo que tenía que haber hecho, pero como dije, pensé que podría seguir el juego, un juego que había perdido nada más mover la primera ficha). Colgué y me senté en un silla, mirando la sombra, casi ya rendida, incluso dije adiós, antes de que dos niños salieran de su lado y me dijeran puta y guarra, que me gustaban mucho…en fin para que recordar lo que me iba a costar casi la vida.
Llegué a Málaga, ya bastante mal física y anímicamente, pero se suponía que ahí todo había terminado, y que empezaba a vivir la vida como una mujer joven e independiente, que nada volvería a enturbiarme los días. Cuando entré en la casa todo seguía igual, y a pesar de las desdichas, que contenta estaba, me parecía hasta una casa bonita. Esa noche medio me tumbé en el sofá con mi madre, esperando una caricia. Entonces en el silencio, le dije no me he portado bien, abrazándola, esperando unas palabras de consuelo, que tonta, jamás las había tenido, e iban a ser  menos si rozaba los infiernos. Y fue cuando oí lo que me abrió los ojos, a pesar de continuar con un comportamiento idéntico al de siempre,  porque era a quienes conocía, quienes me habían criado, con quien había pasado gran parte de mi vida. Me dijo que la había fallado, que no era nada de lo que esperaba de mí, y que con el tiempo me arrepentiría, porque no iba a conseguir nada en la vida. Cerré los ojos, agaché la cabeza,  pensando que no era la mala de esta película. Me quitó los brazos de encima, y se marchó, sin ni siquiera darme una sonrisa. Quizás tuvieran razón, pero hubiese necesitado una caricia, no un rechazo, después de esos desprecios en la Tierra Prometida. Y fue ahí cuando pensé que no era una hija que había llegado tarde, sino que no era su hija, porque además de no parecerme físicamente, de no tener ninguna  fotografías de pequeña, ella no me quería ni cuando fui niña, incluso siendo yo la que la apoyaba en su nefasto matrimonio, a diferencia de mis hermanas, quienes hacían su vida, incluso ayudándola más en la casa, ella no me correspondía, con el tiempo me di cuenta que solo me utilizó para lo que necesitaba, tanto como si era un poco de harina, como para espiar a mi padre, como para desahogarse por tanta desdichas, ya que esas cosas nunca lo hacía con sus verdaderas hijas. No quería que me marchase, pero tampoco quería compartir su vida conmigo, con la que trataba casi como a una desconocida. Estaba segura que ella algo malo había hecho en la vida, y le había dado un matrimonio donde no la querían, aunque continuaban, uno para tener su bandeja, y la otra para no ser una mujer despreciada, era demasiado orgullosa para aceptar un rechazo, y por eso continuaba con eses tipo de vida, pero con los años, con eso que empezaron a llamar Karma, concluí que algún castigo le habían mandado, porque habían sido infelices el tiempo que yo recordaba desde que era niña, a pesar de fingir con las visitas. A pesar de lo vivido, todo siguió igual, intentaba agradar, y no dar más guerra de la que había.  Pero tuve claro desde ese momento, que no era parte de ella, ni ya quería. Al cabo de unos meses fui al Registro, para comprobar mi partida de nacimiento, la que luego supuse que habían falsificado, porque ellos aparecían, pero a mí no me cuadraba, me daba igual lo que pusiera, estaba claro que  no era su hija.
Durante un tiempo pensé que todo había terminado, la distancia creí que sería mi comodín para recuperarme de los errores de la vida. Hasta que salí por mi ciudad, por los bares de siempre,  entonces me di cuenta que me había localizado, quizás cuando entró en la casa, vio mi dirección en el pasaporte, y me había seguido. Supe que había estado en los mismos sitios que frecuentaba, porque me hicieron los mismos desprecios, gente que me conocía, como diciéndome guarra, cuando antes incluso me cortejaban con las copas y las miradas. Que desastre, yo me callaba, no decía nada, pero estaba totalmente destruida, a mí no me parecía malo lo que había hecho, pero no fui como debía haber sido, y eso era lo que me dolía. Quizás si alguien se pusiera en mi situación, lo comprendería, o quizás no, nunca se sabe el ser humano cómo reaccionaría. A partir de ahí todo fue un desastre, porque lo temía, pero no tenía el valor para acusarlo de nada, era como que me dominaba, y debía estar callada para que no fuera a más la pesadilla,  me sentía mal hasta por sonreír, y creí que perdería la vida, eso era  lo que intuía. Entonces decidí una cosa, que lo empeoró todo, porque sabía que no me dejaría, pensé que si me veía como una auténtica mujer, como se dice, facilona, incluso algo vulgar, no me querría y me dejaría por el machismo que él se sentía, si me veía sin valor, otra buscaría. No sé si fue un error, pero no sabía cómo quitármelo de encima, así que decidí decir que sí, a todo el que quería. Me di a respetar mucho menos, pero era mi vida la que estaba en peligro, y quizás podría tener pareja, si es que alguno me correspondía. No fue así, incluso me volvieron a escupir, y a él lo veía más cerca de mi casa. ¡Que pesadilla!, y todo se complicaba, todo incluso con mis amigas. Supongo que empezaron a verme de una forma, que no querían  a su lado por las habladurías, lo comprendí, no estaba siendo muy positiva, más bien me estaba destruyendo sin saber por qué, ni por quien lo hacía. Con el tiempo me di cuenta que no era bienvenida, así que dejé de llamar, y ellas hicieron lo mismo. No era su guerra, ellas tenían su vida. Me hubiera gustado un apoyo, pero cada una hace lo que más le conviene, y precisamente yo no era una gran compañía. Me aparté de todo, pero conseguí que esa sombra desapareciese de mi rutina, o al menos eso creía, yo y mi ingenuidad ya dicha. Pensé que después del esfuerzo, y de la distancia, había logrado volver a lo de siempre, sin que fuese una maravillosa vida, pero había conseguido que no terminase en una desdicha. La Tesis, por supuesto, no la terminé ni en Septiembre, era incapaz de escribir ni dos líneas, estaba deprimida, no sé si mi conciencia era muy exigente, y me hizo ponerme así, o si caí mala después de tanta soledad, o que el maltrato había conseguido su objetivo, sin saber el motivo de quererme tanto mal, cuando no le había hecho nada, o eso yo suponía. Daba igual, de todas formas, quiero decir, que desde ese momento, aunque mi vida había sido prácticamente arruinada, yo creí que la pesadilla había terminado, que solo tendría que empezar de cero, y aunque fuese duro, como siempre digo, la Fe en la  Esperanza cuando eres joven, hacía que sacara fuerzas de donde no las había, porque sola es muy difícil caminar en la vida. Que dolor contarlo todo, pero como alivia…
 
 
SEGUNDA PARTE
 
Como dije, volví a la rutina: ayudando a mi madre, a mis hermanas que habían sido madres, y la verdad estaba más tranquila, sola, casi aislada del Mundo, pero sin la sombra que temía. En mi casa empezaron a haber menos riñas, mis padres se jubilaron, él se divertía menos, y todo parecía más como una familia. Pero aquí no terminó mi pesadilla, seguía con la Tesis, ya había pasado más de un año, y solo había escrito otro par de líneas. Nadie me presionaba, pero empezaron otras discusiones al estar todos encerrados en casa, sin mucha distracción, ni alegrías, mi madre con sus desprecios, que también empecé a temer, aunque nadie me creía. Ellos se estaban acostumbrando a la nueva vida de jubilados, y yo no conseguía arrancar de la pesadilla, seguía hundida. No me querían a su lado, pero también les costaba que hiciera mi vida. Desde que no tenían trabajo, creo que les dio por controlarme, eso pasa, cuando solo tienes una cosa en la que centrar la mirada en el día. No mejoró nada, más soledad, más discusiones, no quería estar con ellos, ellos no lo comprendían. Me había quedado sola, y tenía el alma muerta en vida.
 Entonces decidí irme a un apartamento que tenían para estar más tranquila. No vino bien, volvía a no hablar con nadie, a no salir ni a por el pan, no tenía ni una amiga, ni pareja, nadie para compartir el día. Supongo que culpa mía. No salía nada más que lo estrictamente necesario, había perdido el contacto con casi todas las chicas, unas por mi comportamiento destructor, o por las circunstancias que vivía, y otras, sin yo saberlo hasta pasado los años, porque Giorgo llegó a ellas. Cómo dije, era un hombre apuesto, buen manipulador, e inteligente, aunque su comportamiento no fuera corriente,  utilizaba a las personas,  incluso  me llegó a dominar no siendo un hombre decente, pero me di cuenta del maltrato, mi salvación y condena a la vez, y sin querer, me había apartado de su cuerpo, aunque no se rindiese. Porque como dije, para él no era para tanto, y quizás yo me lo mereciese.
Creo que en un año y medio salí un par de días. Una Semana Santa, cuando una amiga, por llamarlo de alguna forma, vino de Madrid, quedé con ella, y fuimos al bar de siempre. Allí había un chico rubio, alto, con presencia de Príncipe, aunque yo no lo sabía. No hice mucho caso, aun no tenía el libido subido como hacerme la seductora, más bien dudaba del que se acercase. Me puse a hablar con un amigo del novio de mi amiga, y la verdad, me pareció muy agradable, un tipo normal, sin miras. Pero se acercó el chico rubio, me dijo que guapa, y me besó sin haber cruzado dos palabras, y yo por entonces obedecía, sin saber si realmente quería que me volvieran a ver besar en la calle, pero hice lo de siempre, ceder al más fuerte frente mía. Con el tiempo creo que fue mi salvación, porque cuando me iba, vi la sombra de Giorgo en la esquina del bar, como me miraba, con ira. No lo podía asegurar, nunca dije nada, pensando que después de más de dos años, quizás me confundía. Ahora  pienso que no, porque se hizo amigo de mi amiga, aunque no dijeran nada, llegó también a Elena y Silvia, como a casi todas que le dio la gana,  y quizás porque ellas también lo querían, no me comentaron nada, era un hombre que atraía, a mí me encantaba, hasta que vi qué escondía. Pero quien sabe si después de los años, y ya que tenía el don de manipular, si hubiésemos hablado, me hubiera convencido para meterme en su cama, ya dije que yo siempre cedía, y entonces no poder salir del tipo de relación que él quería, por lo menos viva. Pero el chico rubio, llamado Martín, me había besado y a él frenado, como lo agradezco, y después de un rato de caricias, me pidió el teléfono, y tuvimos unas cuantas citas, tengo que decir, que el mejor sexo de mi vida. Me lo tomé como un regalo, después de las amarguras, porque no me trataba como una princesa, pero con sus manos hacía que tocase las alturas, aunque no me gustaba que  me despidiera de su casa, cuando acabábamos con las guerras divertidas. Pero sin duda fue lo mejor que me había pasado en mucho tiempo, se lo dije, aunque él no lo entendía,  porque creía que no estaría con nadie de por vida. Por supuesto estaba con otras, era también un seductor, pero no era un hombre con el que yo tuviera objetivos, ya que vivía lejos, en Argentina, y aún creía que los guiris eran solo como una visita. A pesar de pensar eso, si me hubiera gustado pasear, y tomar algo, no solo el buen sexo, que más adelante me costó también lágrimas, por creer que me iba a pasar algo bueno en la vida, que ingenua todavía. Pero bueno, en sus brazos descubrí, que aún tenía ganas de disfrutar en la cama, que a veces creía, que ya no podía.
Una vez que se marchó, volvía a encerrarme en el apartamento, donde surgieron demonios que aparecen cuando el alma está totalmente perdida, y no miento, dudaba de todo el Mundo, incluso de mi naturaleza, si sería la de una Princesa o la de una Gitana enriquecida. Es lo que trae la soledad, nada bueno; y un  mediodía, antes de comer, llamaron al timbre, y todo comenzó, supongo que mis padres no consintieron que fuera a salir de sus vidas, ya dije que aunque no me querían, ni respetaban, se creían con derecho a dominar todo lo que a mi concerniese, con el tiempo descubrí sus miras. No quería abrir, no conocía a ese hombre, y se suponía que estaba sola, no había mucha gente en esa urbanización. Me convencieron para que abriese, y una vez que la conversación no iba a ningún sitio, empujaron la puerta para romper la cadena que tenía. Que pánico, chillé, grité, no sabía que pasaba, no lo comprendía. Se enteraron las pocas vecinas que había. Subieron tres hombres, uno más calmado, me convenció para que me relajase, tenía una orden de un juzgado. Seguía sin comprender nada, que injusto lo que ocurría. Quise leer lo que ponía el papel, no podía, pero ellos entraron en mi casa, y no sé cómo, después de que viniese la policía, me monté en su coche, con los tres, sola, sin saber a dónde me llevaban, ni qué era lo que estaba pasando en mi vida. Entré en un edificio, un Hospital para enfermos mentales, ¡que dura la vida!. Estaba tranquila, pero por dentro los nervios me comían. Fueron muy agradables conmigo, por supuesto mintiéndome, diciendo que solo sería unas cuantas horas, hasta que viniera el médico, para atender lo que el juez requería. Pero me enseñaron mi habitación, la que fue durante más o menos quince días. No fueron meses, pero suficientes para marcarme de por vida, por si había sido poco lo que llevaba encima, ya mis palabras carecerían de valor, nadie las creería. Me dieron una pastilla, y dormí hasta el siguiente medio día.
Pasó una semana hasta que me vio el médico, no sé si era porque eran las vacaciones de Navidad, ¡que fechas tan bonitas!, o porque querían observarme, a ver qué era lo que hacía. Estaba drogaba, pero había decidido que lo necesitaba, que estaba deprimida, y que no conseguía avanzar en la vida, asumí que estaba donde debía estar, aunque nunca fue lo que hubiese querido, ni en la peor pesadilla. Seguía como dormida, y aunque participaba en todas las actividades, me daban miedo los restantes enfermos, no sé, era parte de aquello, pero aún necesitaba tiempo. Repito fueron más o menos  quince días, pero ¡que dura la vida!.
Por fin llegó el médico, y pasé a su consulta. Había cola, como cuando de chica iba a comprar churros a la esquina. Pasé la primera, menos mal, que ganas tenía. Fue correcto, me dio confianza, y me sentí segura. Me dijo que no me iba a preguntar el motivo por el que me había puesto así de deprimida, le dije que se lo agradecería, no quería recordar nada, además ¿quién me creería?, pero si tuvimos una conversación de lo que me preocupaba. Le dije que vivíamos en sociedad, y que veía que mi imagen estaba tan destruida, que después de la escena en mi casa con los vecinos y la policía, ya no sabía si podría seguir adelante con todo lo que eso traía, y todo lo que me había traído de la Tierra Prometida. Se sonrió, y me consoló, entonces me dijo que la gente siempre hablará de  otras personas que sean diferentes, a veces por desprecio, envidia o por incomprensión, por no saber qué es sufrir hasta en lo más profundo del alma, si es que existía. Aclaró que era normal que la gente dudase de mí, pero el problema sería si yo llegaba a dudar de mi misma. Entonces me dijo que no me conocía, pero que me describiese, para saber a quién se enfrentaba los siguientes días. Y le contesté: “ me llamo Mariam, soy una Mujer, Adulta, Sensible, algo Espiritual, que había cometido los suficientes errores en la vida para no ser una santa, pero que tampoco me consideraba una persona mala, como algunos decían. Una mujer con poca suerte para el amor, pero con vida para remediar lo que pueda, si me dejan las mentiras”. Iba a continuar, tenía el don de la palabra, pero  doctor gritó: “¡suficiente para mí!”,” tenemos que trabajar mucho para conseguir todo lo que quieres, eres joven, y puedes”. Le sonreí, lloré, ¡qué dura la vida!, pero repito: “no fue lo peor que me pasó, ni cuando más sufrí en los restantes días”… A veces pensaba que debía haber contado todo, alguien me creería. Pero como mi madre me rechazó, pensé que otros también lo harían. (Tengo que decir que una amiga llamada Menchu, se portó muy bien, y eso que yo estaba de los nervios, pero la molesté tanto que pensé que debía dejarla en paz, y hacer mi vida por otro lado, donde no me recordasen en lo que me había convertido en menos de un año, en esa persona tan destruida. Si alguna vez lee este libro, quiero darle las gracias por tantas tardes perdidas).
Los días en el Hospital casi no lo recuerdo, estaba totalmente drogada. Aunque puedo hacer un esfuerzo, aunque duela más la barriga. Nos levantábamos cerca de las ocho, desayunábamos pan frío, y un zumo, ahí daban la primera pastilla, y yo ya solo quería ir a mi cuarto a descansar, no tenía ni pesadillas. Podías ir a actividades, donde te veías en un espejo y la moral se caía. Había posibilidades de hacer gimnasia, manualidades, incluso leer algún libro. ¡ qué bonita la vida!, yo solo quería estar en el cuarto, me dormía. Tenía solo una pastilla pero muy fuerte, porque se suponía que haría que me rompiera en dos, para luego resucitar de por vida. Después de comer podíamos ver la tele, allí hablaba con algunas pacientes. Había una que tenía toda la barriga y las muñecas llena de cortes, no sé qué enfermedad era, pero se los hacía siempre que podía, por lo que no le permitían los cuchillos para comer, otras dos chicas jóvenes que de haber tomado tanta drogas se les había quedado mal el cerebro, y hablaban hasta con las barandillas, por lo visto se habían hecho novias, y yo suspiraba, diciendo ¡qué dura la vida!, necesitaba tiempo. Otra mujer en silla de ruedas mentía sin parar, y le gritaba a la familia que se fuera, otras dos chicas de mi misma edad estaban siempre juntas, aunque no las dejaban mucho porque eran unas suicidas, y lo que hacían era planear como sería el próximo intento de quitarse la vida. Había un hombre mayor que ni se podía asear solo, porque parecía un sonámbulo, otra más gordita que había hasta que darla de comer, y eructaba y se peía donde le apetecía, otra mujer de color, alcohólica, que me pedía dinero y escupía. Y también otra chica, de modales finos, con la cara desfigurada de nacimiento, que tenía problemas de conducta, y de vez en cuando la ingresaban porque hacía daño a su familia. Y el día que me fui entraron dos personas con mi mismo diagnóstico, una depresión de caballo, la mujer ama de casa, se le había muerto el marido y no se levantaba de la cama, yo también pasé por eso, y el hombre de mi edad, había perdido su trabajo, y desde entonces no era capaz ni de abrir los ojos. Y yo pensaba:” no se valoran lo suficiente las buenas cosas de la vida,  se debería visitar los hospitales para que se supiera lo que es sufrir, y así protestar menos por tonterías”. Chillaban por las noches, a las jovencitas las ataban, porque se hacían daño, y yo mientras solo quería dormir, y que entrase la noche para estar en mi cuarto, donde un libro me hizo compañía, a pesar de que me costase trabajo leer las líneas. Se llamaba la Historiadora, y me encantó, me enseñó otra vida a la que en ese momento tenía. Solo necesitaba tiempo, es lo que me repetía. Cenábamos a las siete, yo solía bajar el carrito con los platos, algo que hacer el durante el día. Había pasillos interminables, oscuros, porque unían más alas del hospital, yo estaba en la más tranquila, no quería pensar que había subiendo las otras escaleras, ni curiosidad tenía. Una vez que me monté con una paciente en el ascensor, porque insistió en acompañarme, me miró y me tocó un pecho, diciéndome guapa, que parecía una artista,. Entonces decidí no hacer más eso, estaba asustada, y no sabía lo que allí me esperaría. Así que, a pesar de que me repetían que saliera a dar un paseo, no me atreví  a moverme de mi habitación, de mi cuarto, donde pasé la mayor parte de los días.
Al doctor lo vi dos veces cada semana que estuve, a una psicóloga que me preguntó por mis tonterías, y como mi comportamiento había sido bueno, y lo que iba a pasar allí dentro, es que cayese más en la enfermedad, mi Doctor dijo que me fuera a casa, que él seguiría fuera con el tratamiento, que allí no pintaba nada, siempre que siguiera con la medicación, porque mi depresión había derivado en una psicosis( vamos que no me habían hecho nada, que solo fue un motivo de mi depresión tan aguada. Quizás con las cosas que pasaron en Málaga me pude confundir en algo, porque estaba  tan débil, tan afligida, y sugestionada. Pero todo lo que ocurrió en Roma pasó, y durante mucho tiempo, aunque yo estuviera en casa, evitando sus desprecios, y su acoso por miedo a cualquier represalia), desde entonces  decidí callarme, aunque lo viera en la esquina, no tenía sentido decir nada, si ni siquiera mi madre me apoyaba, seguiría la corriente. Desde ese momento dejaron de tener valor mis palabras, porque si era muchas cosas feas en la vida, ya pasaba a no ser una persona sana, carecería de credibilidad, nada de lo que dijera sería tomado en serio, pasaba a ser una enferma, por haber tenido un gran tropiezo en la vida. No me creían, ni mis temores por mi familia, a los que yo también disculpé, y pensé en ese momento que me confundía, por la maldita depresión, que me había destruido la vida. Volví a la casa de mis padres, y a pesar de todo lo que viví en ella, me parecía hasta bonita, siendo muy corriente, más de lo que me merecía.  Pasó como cuando volví de Roma,  la otra vez que sufrí tanto, supongo que como  era donde había crecido, me sentía segura, como en una guarida. Y a pesar de que me dijeron muchas cosas, y yo las aguanté digna, no era la pasota que decían, las cosas me dolían, y lo llevé de la forma que creí que se debía. Fueron cuatro o cinco días, unos ratos, y cómo cambió mi vida, los errores se pagan caros, y cómo él decía” quizás me lo merecía, algo habría hecho”, y no fue el único que lo repetía.
 Los días pasaron bastante mal, porque tomaba tanta medicación, que no conseguía levantarme del sofá, era solo una pastilla, pero tumbaba hasta a un elefante, si se la diesen a escondidas. Y si antes estaba deprimida, y sin avanzar, ahora, con la medicación, me costaba hasta respirar, todo era un esfuerzo, todo costaba más, el aseo casi un problema, y no digamos andar, la cama era el único sitio donde quería estar. Una mañana, después de llorar, porque yo me sentía peor, no más contenta, sino sin ganas ni de hablar, me miré al espejo, queriendo ver en lo que me había convertido esas pastillas. Si algo tenía que pudiera gustar y desear, era mi cuerpo, y se estaba transformando en algo hasta difícil de mirar, era mujer, no excesivamente coqueta, pero si era algo presumida, y aunque sabía que ya no había Dios que me fuera a querer, también me gustaba menos yo, y eso dolía. Veía como mi cara se había hinchado, y los brazos, como mi barriga aumentaban sin freno, junto a los pechos, y en ese momento decidí no utilizar los espejos, mientras me viera tan desfigurada, que quizás fuese  el resto de la vida. Si perdí mucho en Roma, ya daba igual, porque para mí, el simple hecho de caminar era un problema, me dolían hasta los párpados al cerrarlos para estar tranquila. La vida no tenía sufrimiento con la medicación, pero daba casi todo miedo, casi todo era un esfuerzo, y casi todo carecía de valor, porque te quitaba hasta los sentimientos. Ya era una zombi, pero tenía conciencia de mi situación, y  fui a ver al médico para que me ayudara, quien nunca me preguntó por nada, y no sé si fue bueno o malo, pero se lo agradecí, porque estaba tan avergonzada, que prefería, como siempre, olvidar, a meter el dedo en la herida, y que sangrara. En una de las consultas, a pesar de que no me podía ni levantar de la cama, le dije que tenía que trabajar, que mi circunstancias personales no eran buenas,  que mis padres no eran ricos, y que se me pasaba el tiempo para encontrar un buen trabajo,  que ya había perdido demasiado. Le pedí, casi supliqué, que me bajara algo la dosis, para poder caminar al menos. No me di ni una tregua para recuperarme, con lo mala que estaba (y a pesar de que también me llamaron vaga, acabé la carrera con la medicación, trabajando, y sin apoyo ni de la almohada, aunque no me sirviera de nada). El asintió, y conseguí uno trabajo de dependienta en una buena firma de ropa, me gustaba, pero estaba a sesenta kilómetros de mi casa, ida y vuelta, seis veces en semana. Estuve seis meses, pero un día vi un accidente, y yo, con la medicación, a veces daba cabezadas. Decidí dejarlo, aunque el médico no le diera importancia. Ahí dudé un poco, ¿no me cuidaba, es que a nadie le importaba?, pero como siempre, no pensé mal de una persona cercana, y que me trataba. Hablábamos de cosas poco trascendentales, supuse que como mi vida estaba casi vacía, no había mucho qué decir, aunque si se daría cuenta por mi comportamiento de cómo estaba, si me concentraba, porque era otro problema, la medicación hacía que no tuvieras centrada en nada, ni en una conversación, ni en un libro, ni en una película, en nada ( a pesar de eso, estudié y acabé lo que mi padre decía que no lograba, con eso si presionaban, a pesar de estar mala). La firma de ropa me dejó seguir cubriendo las vacaciones de las otras empleadas, (si llego a saber que había posibilidades de quedarme en Málaga, no hubiese aceptado el trabajo donde pasé los peores años de mi vida, peores que en Roma, la ciudad prometida, aunque realmente, lo que me hubiera convenido, era hacer mi vida lejos de tantos líos). Y así fue como empecé  a trabajar en la Galería de Arte del hermano de mi padre, o eso suponía yo, mi ingenuidad todavía innata. Había estado unas vacaciones, y no me gustaba mucho, porque estabas casi explotada. Con el tiempo quité el casi, por decirlo de una forma sana. Me encargaba de la parte administrativa, y como tenía conocimientos de arte, porque la Iglesia en otras épocas, casi en eso se centraba, haría visitas guiadas de los temas que dominara. Con el tiempo decían que era por hacerme un favor, para excusar su comportamiento (como otras cosas más graves que dijeron e hicieron, queriendo justificar sus actos maléficos, porque eran  inteligentes, aunque fríos como la nieve. Y solo les deseo lo que para mí quisieron, a todos ellos. A todos que sin haberles hecho daño, me hundieron. Repito todo fue por el dinero, y mis errores en la vida, los iba a pagar caros, porque todos los malos se unieron). No fue como como contaron, trabajé durante un verano, y el encargado estaba contento conmigo, así que cuando necesitaron a gente, me llamaron. Y si andar y conducir fue un esfuerzo, imaginaros un trabajo casi de esclavo. Tenían mucha actividad, y lo peor de todo, es que le había dado el mando a su hijo, quien no había trabajado nunca, y empezó mandando en un despacho. Un tipo avaro, que se creía mucho por tener dinero, incluso  estar por encima del bien y del mal, como si eso le diera ese privilegio,  y como una vez le dije, le quedaba mucho para ser quien creía que era, como demostró con los años. Se suponía que se trataba de  familiares, y yo les tenía cariño, los había conocido desde que nacieron, y aunque de mayor no hubo mucho trato, yo al menos tenía lazos, supongo que por la falta de ellos. Pero según pasaban los años, y veían como se iban conmigo comportando, todo fue cambiando. No es que no me tratasen como yo esperaba, es que me trataban peor que a los demás, y a quien llegaba,  daban  privilegios que nunca tuve, a pesar de llevar muchos años. No estaba valorada, pero era lo que menos me importaba, yo tampoco lo hacía, después de todo lo vivido, y de tantas humillaciones, poco ego me quedaba. Lo que me dolía, es que me menos preciaban, que como eran tan soberbios, se pensaban que no me daba cuenta, además, no les importaba, porque ellos eran los que mandaban, y como tenían una estima alta, veían a las demás personas inferiores, como si fuera el único que supiera manejar las cartas. Yo aguantaba, y buscaba otro trabajo, pero no salía nada. Después de todo lo que pasó, después de todos los desprecios, de quererme hacer daño, no me quedó ningún sentimiento hacía ellos, la nada fue mi regalo, y a pesar de todo, como buenos maltratadores, me querían a su lado, cuando lo adecuado, sería que hicieran su vida, y que me dejasen a un lado, pero como digo, le quedaba mucho para ser quienes se creían que eran, mucho, sería un milagro que lo alcanzasen, les venía grande ser tan honrados. El dinero era lo que más les importaba, y si fuera necesario harían todo el daño que pudieran, sus padres también participaron, incluso apartándome de lo poco que tenía, queriendo que yo misma me hiciera daño, con ayuda quizás de algún abogado o de algún matón, por llamarlo de algún modo, lo que hiciera falta, para que saliesen ganando, aún sigo sin recordar que les haya hecho algún daño, fue por el dinero, y por la avaricia, que dicen que rompe el saco. Yo les regalaba mi absoluta ignorancia, porque la vida me había demostrado que cuando actúas mal conscientemente, incluso con quien le debes más que tu maravillosa casa, ella te lo cobrará de algún lado, aunque tarde años, pero casi todo se paga, eso lo tenía claro. Ya no era una chica joven e ingenua, quizás ya no me quedaba ni la buena apariencia, ni paciencia de otros años, ya el Mundo me parecía muy diferente al que yo me imaginaba que existía, pero como dije, si creía en el Karma, a algo tenía que agarrarme, así que esperaba que algún día les llegase, aunque yo no supiera nada, por todos los desprecios, lágrimas y malos tratos que me hicieron hasta en las llamadas, por desearme tanto malo, porque repito,  solo fue por dinero, y como se dice, por la avaricia males trae como el fracaso.
 Con los compañeros más o menos me llevaba, suponía que como estaban algo quemados, alguna vez que otra salía la rabia, y yo aguantaba, aunque no me vi nunca muy integrada, primero porque eran muy criticones, y eso no me gustaba. Pero intentaba ser una más, a pesar de que se suponía que tenía relación con los dueños, aunque eso no se notase, ni cuando había algún premio. Hasta una vez me dijeron “·es que te sobre cargaba, ¡es demasiado lo que haces!”, pero no era valorada, aunque quien sabe si con el tiempo, echase de menos a quien mandar hasta que le tirasen la basura de sus cajones. Los demás, nada que merezca la pena mencionar, a pesar de que empeoró con el tiempo,  por la envidia por cosas que no alcanzas, porque aunque ya no quedaba nada de esa chica esbelta y guapa, aún quedaban muchas cosas, que otros no tenían para cubrir sus agujeros y trampas. Eran trabajadores, y a pesar de que guardaban su apariencia exterior, eran personas muy bajas, moralmente me refiero, de dinero aparentemente más que yo, que supiera, aunque no era tan tonta, menos de lo que pensaban, a pesar de que casi acaban conmigo, repito, sin haberles hecho nada. (Lo contaré despacio en las siguientes páginas, pero Roma ya se quedó chica, al lado de tantas manos ensangrentadas, porque allí el daño fue hecho por desconocidos, pero aquí se supone que me lo hicieron personas a las que tenía cariño). Mencionar en espacial a Loli, una mujer que no levantaba ni una cuarta, pero tenía la mala idea concentrada, no sé porque me recordaba a mi madre, y creo que no me confundí en nada. Era la mujer típica de las películas de instituto americana, que tenía que ser la más guapa, la más rubia, la más lista, aunque le costase que no saliesen sus raíces de mujer atrasada. Para sentirse bien, para subir su ego, supongo que porque en el fondo sabía que no era nada, tenía que dominar a todo el que careciera de personalidad, quienes le repitieran lo que valía constantemente, obedeciendo a la malvada, capaz de maltratar animales, y lo que hiciera falta, si ella no era la que mandaba. Bueno dejémosla, no merece más palabras. También estaba Marga, una chica sencilla, aunque parecía más tonta de lo que realmente era, y más para lo concerniente a la cama. Alba, un poco parecida a Loli, aunque quiero pensar que tenía más bondad guardada, ya que no maltrataba a los animales, aunque los abandonaba. María, una mujer inteligente y con soberbia, que intentaba dejarlo claro y, aunque se confundiera, ella era perfecta, sin ni siquiera rozar nada, pero era la licenciada, y envidiosa de no tener otras cosas, ya que tenía una vida que no le gustaba, aunque disimulaba. Se permitió hacerme daño, aunque la pillaran, pero jamás se sintió mal, porque tenía el respaldo de una gran familia, y de la mía, si el momento llegaba, y cuando le hizo el vestidor Giorgo, ya dije que se acercó a todos, ella de la envidia pasó a la rabia, porque ya he dicho que era un hombre que gustaba, y ella del suyo estaba harta. Y estaba  Javier, a quien realmente aprecié, a pesar de que con el tiempo me demostró que era un hombre de la calle, que sabía jugar muy bien sus cartas, generoso con lo que no era suyo,y que realmente no era nada de lo que aparentaba, aunque a todo el mundo engañase, por ser alguien en la Plaza. A pesar de lo que escribo, hubo un tiempo que, con mi aún inocencia no perdida, a pesar de lo que llevaba, los consideré mis compañeros de trabajo, incluso a alguno más que eso, a quienes contaba mis cosas, y con quienes pasaba gran parte de mi vida, como con la familia,  pero pasó igual, tanto con unos que con otros, a todos les cogí miedo, y no por las pastillas, sino porque del odio, se pasa al daño, sin importar nada, porque te ciegas por la rabia. Y como siempre dicen, todo lo que no se resuelve, surge con más intensidad, y lo de Roma no se cerró, se quedó abierto, aunque hubiesen acabado con la chica que llegó con su maleta a tierras extrañas. Pero lo que realmente me hacía gracia, lo que me hacía sonreír, es que pensasen todos lo mismo, y es que a pesar de que eres machacada, además debes ser agradable con tu verdugo, para que no digan que eres antipática, y justificar sus acciones malas. ¡Qué mal lo pasé!, peor que en mi Roma soñada, porque duró más tiempo, y yo estaba más quemada. Y lloraba por las noches en la cama, cuando veía como me despreciaban, y donde llegaba su maldad, para ellos justificada, como me exigían que  fuera simpática, hasta cuando entraban en mi casa, y  echaban cosas en la bebida, incluso intentaban envenenar a mi gata, las que parecían más simpáticas ¡cómo eran tan vacíos al excusar lo que es hacer daño, simplemente porque te da la gana!. Me dieron ataques de ansiedad estando embarazada, y pensaban que no me daba cuenta, pero yo sabía hasta las malvadas pisadas que daban. Y a pesar de todo lo que pasé, de dolerme el alma cuando lo cuento, a pesar de no tener nada ni a nadie, solamente me conformo con estar en un sitio donde no tema salir a la calle, porque a pesar de todo lo vivido, la vida me gustaba, ya que me repetía por las noches, aunque ya no fuese ninguna ingenua mujer, perdida en Tierras extrañas,  que: ”  mientras hay vida, hay Esperanza”.
 
Los años pasaron rápido, yo cada vez con menos medicación, trabajando en la Galería, sin ser un buen empleo, por todo lo comentado, pero aguantando porque ya dije que no salía nada, y a pesar de que no estaba en un sitio que quería, aunque por fuera se viese bonito,  los celos invadían los días, y se llevaba entre todos como se podía. No era todavía como para salir corriendo, pero no era un sitio donde te gustara estar, y menos de por vida. En relación a lo de Giorgo, la verdad, supuse que se habría enterado de todo, y con la distancia, me había dejado en paz, y como yo no salía, no tuve más temores, estaba enterrada en vida, creo que como él quería. Desde ese momento ya no tenía ningún valor, los adjetivos que se añadían a mi persona eran: puta, loca, mentirosa, vaga, pasota, luego se añadieron otros difícil de mencionar, como ladrona, lesbiana, sucia, y más que no puedo escribir, porque ya no tengo lágrimas, y como ni siquiera ya era guapa, supuse que había conseguido lo que pretendía, y que ya haría su vida, airoso porque podía con todo lo que se proponía. Y solo me repetía, “a pesar de todo, sigo viva”. Supuse mucho, porque con el tiempo quizás toda cogía otra perspectiva. Yo me fui calmando, supongo que por la medicación, y porque mis padres al ser mayores, y yo estar todo el día trabajando, parecía que todo estaba más tranquilo, al menos así lo veía. No ganaba mucho, bueno casi nada, 717 euros, de los que más de cien era para gasolina, que no cambiaron hasta que pasaron más de siete años, no me daba para independizarme, aunque ahorraba por si podía más adelante comprarme una casa. Por el momento no me daban hipoteca, y al final cogí una casa de alquiler, cerca de ellos, vaya que me perdiera, pero por entonces todavía los quería, ciega, como siempre, pero eran parte de mi vida.
El tiempo transcurrió despacio, supongo que por mis pastillas, pero aprendí a vivir con ella, aunque dormida,  luchando por estar arriba, y concluyendo que a pesar de todo lo dicho de mi persona, debía de dar gracias porque estaba viva (ya que fue hasta a Inglaterra, pero no tuvo suerte, lo vi cómo se escondía). Era malo, pero guapo y manipulador, quien me creería. La verdad que ya di por terminada la historia, y me centré en el trabajo, pues no me quedaba ánimo para nada más, todo casi me costaba la vida, además de que pensaba que entre lo dicho de mi persona, y el físico que no acompañaba, me daba sentimentalmente por perdida, y lo único que me repetía, es :       “ estoy viva”.
Después de un tiempo, surgió la ilusión sin esperarlo, sin que nadie me dijera nada, me di cuenta que el chico argentino, era alguien importante, que había vuelto y que le gustaba, que se había acercado a mi entorno e incluso a mi familia. En fin, grave error, si quería realmente compartir conmigo la vida. Durante un tiempo pensé que sería mi recompensa por los sufridos años, y que algo bueno me había traído el destino. No contaba con ello, y me puse contenta nada más suponerlo, porque nadie me lo aclaraba, solo lo intuía, como casi todo en la vida. No lo decían, pero tampoco lo negaban, cuando yo algún comentario hacía. Había cogido mucho peso, como dije, y la medicación me tenía aturdida, pero me esforcé por si aparecía. Casi no comía, e hice mucho ejercicio, por si él venía, no estaría como cuando me conoció, pero tampoco le sería una desagradable a la vista. Y llegó la decepción, cuando incluso hablaban de boda. Se acercó demasiado  a mi familia, y mi hermana mayor, aprovechando las circunstancias, se acostó con él, como también lo hizo mi prima, dos personas egoístas, y con miras más altas de lo que valían. Mientras mi madre con todo se reía, ¡ cómo me quería!. En fin, lloré, no digo que no, más que nada por lo ingenua al pensar que algo bueno me esperaba cerca de mi familia, nunca me habían querido, aunque no me faltase un regalo en los días señalados, se suponía que eso era suficiente para que yo me sintiera valorada, pero jamás me sentí ni querida, y con el tiempo, como pasa con todas las cosas, todo se agudiza, más cuando aparece competencias, y eres tú la que puedes jugar la mejor partida. Ya se encargarían ellos de que no me marchara contenta, si acaso con las manos vacías. Y a pesar de eso, yo no lo veía, y les quería. De todo me di cuenta con los años, cuando ya no había justificación a su comportamiento, y a pesar de eso, decidí, verlos menos, pero mantener la compostura, hasta que ya, volví a temer por mi vida. Martín se marchó, hizo bien, yo no querría estar con una familia que traiciona hasta a su hija, además ya no era la mujer que conoció, esa se quedó en la Tierra prometida. Y alguna vez, por las noches, pienso en lo que hubiera pasado, si yo hubiera hecho lo que ellos me hicieron, concluía: “no estaría viva”, pero una vez que haces daño, y no eres castigado, tu ego sube y te crees con fuerza para cometer más daño, que es lo que les pasó a ellos, y a los que estaban al lado. Y por dentro me repetía:” menos mal que no son realmente mi familia”, porque tanta maldad seguro que la heredarían sus hijos, y por lo menos de ahí me había salvado, si es que algún día podía irme, y hacer mi vida.
Y pasaron los días sin mucho que contar, estresada con el trabajo, pero sin miedo a ninguna visita, intentado tener claro que nada bueno me pasaría en la vida, que viviese tranquila, y que diera gracias tan solo por estar viva. Y volví a cometer otro error, uno insignificante, porque yo aún no sabía que Giorgo conocía a Elena, una amiga que dejé de ver, prácticamente no veía a nadie, las pastillas me tenían tan agotada, solo quería dormir cuando llegaba a casa, y ahora creo, por algunos desprecios que hizo en el pasado, aunque se suponía que no me daba cuenta, que Giorgo también la tenía engatusada, era un hombre que no tenía un comportamiento normal, pero  que gustaba, lo veías y querías meterte en su cama. Creo que las personas malas atraen sexualmente más que las buenas, y él era más que malo, más que travieso, era un tipo sin sentimientos, sin empatía, encantador de serpientes, y todo lo cruel que podía. El error fue que me conecté a las redes sociales, y me hice amiga de uno que él también conocía, y a partir de ahí, empezó una nueva pesadilla, que yo creía que no se repetiría, no se lo iba a consentir, pero empezó una buena lucha, y ya me quedé otra vez sin fuerzas para tanta ira, y más sola, como siempre en mi vida. Fui a cenar con este hombre de las redes, y de mi amiga Elena, e intuí como siempre, por las acusaciones que me hacía, que había hablado con Giorgo. Por eso, y por más cosas, me di cuenta que lo conocía, no sé cómo llegaba a mí por todos lados ( incluso a mi anterior trabajo), pero estaba claro que a pesar de estar casado, no se rendía, o estaba con él, que creo que ni ya quería, pero tampoco iba a permitir que hiciera mi vida, creo que del amor pasó al odio, un odio sin medida. Había pasado muchos años, me tenía agotada tanta insistencia por destrozarme la vida, así que decidí esperar,  cruzar los dedos, no decir nada, hacerme la sumisa, y que cometiera un error, uno que lo apartase de mi vida.  Ni la distancia, ni un falso matrimonio, le quitó el deseo de romperme en dos, si conseguía ser feliz, eso no me lo permitiría. Repito, solo fueron cuatro o cinco días, y ni siquiera bonitos, como para decir que merecía la pena estar al lado mía.  
La situación en la  Galería empeoró, Giorgo se hizo amigo del encargado, muy amigos, lo dominó, como hacía con todos, y ya pasé a ser también su enemiga. Estaba claro que no me quería, pero porqué me odiaba, nunca lo entenderé, como me dijo su amante Marta, una compañera de mi colegio de niña, a la que había vuelto a ver, “yo no le había hecho ningún daño, eso él decía”, pero por qué esa insistencia en que sufriera, y dominar mi vida. Y pensé una noche que no dormía por los desprecios del día: le había dado las llaves de mi casa a una compañera de trabajo, a la que si consideré amiga, pero porque me precipité, aún era confiada, y me di cuenta que también había pasado al otro bando, así que supuse que Giorgo las cogería, decidí poner una cámara, para ver quien entraba o salía, ver si podía acusarle de algo que realmente lo apartase de mi vida, lo único que quería era que me dejase tranquila. La situación en el trabajo se convirtió en algo parecido a la Tierra Prometida, pero en un sitio más pequeño, con gente a la que había apreciado, y donde debía estar ocho horas todos los días. Volvió mi pesadilla, pero yo esperaba que todo terminase pronto, que no me hicieran estar allí años, esperando algo que no sucedería, ni quería. Creo que el encargado estaba abducido por él, me había tratado con cariño los anteriores años, y ahora era su enemiga. Con el tiempo comprendí, que fue por temor a la venganza, ya que ayudó a  poner alguna trampa de Giorgo, yo lo sabía, y tenía que ir aguantar sus desprecios, ya que a todos los había  convencido para que me mirasen con otros ojos, y lo más gracioso, es que además debía ser simpática y sumisa, vamos un auténtica fantasía. Giorgo intentó que mi vida se convirtiera en otra gran guerra continua, entraba en mi casa, hizo por arreglarme mal una plancha, para que tuviera un accidente, arregló mi coche para que me estrellara, En fin, y yo todo lo sabía e iba a trabajar, porque suponía que era lo que debía hacer, que debía disimular, para que nada empeorase, pero no podía, cualquier desprecio que me hacían me dolía, estaba siendo maltratada, y nadie me ayudaba, como siempre estaba sola en la vida. Un día que no podía más, le comenté a mi madre que me estaban haciendo la vida imposible, sobre todo Javier, esperando  unas palabras bonitas, ingenua todavía,  y lo único que me dijo es “vete a la mierda”, estando antes que yo cualquiera, a pesar de haber sido su hija. No sé porque  seguí viéndolos, no sé porque no cogí la maleta y me marché, dejándolos con su vida tan infeliz, pero no tenía dinero, y esperaba que todo pasase, que Giorgo, después de lo hecho lo alejasen, y pudiera estar más tranquila, aunque desde ese momento supe que mi madre también haría lo que fuera para estropearme la vida, siempre lo había hecho, pero ese día lo dejó claro, no es que no me quisiera, es que además, a pesar de todo, tenía celos de una hija. Su obsesión por su marido, la hacía dudar de todas, ya que como dije fue un matrimonio nefasto, no solo por el alcohol, sino porque mi padre estaba con todas las que podía, por eso yo lo espiaba por la esquinas, mandada por mi madre, cosa que no hacía con sus otras hijas, para ver con quien estaba, aunque la mayoría de las veces no se lo decía, ya metí una vez la pata, y no volvería a ocurrir, viera lo que viese en su vida. Y por eso mi madre dudaba hasta de sus hijas, que triste también su vida, aunque no tenía justificación, porque era la que ella elegía, no se la impuso nadie, ella era la que siempre quiso continuar con la desdicha, y desde ese momento, aunque su familia la justificase, yo supe que no tenía disculpa para hacer lo que hacía, porque hay más forma de salir bien de una situación, que la de matar a quien te estorba en la vida.  Y mi cámara vio como mi madre entró en mi casa, y me puso algo en la bebida, la que tiré y nunca dije nada, intentando pensar que todo se pasaría, que me iban a ayudar y que saldría de esa pesadilla, porque me daba cuenta de todo, y creí que en mis circunstancias personales debía aguantar, cruzar los dedos para que no ocurriera nada malo, y con ayuda, empezar mi vida en otro lugar, donde el odio no fuese el aire que se respira, solo necesitaba eso:  un poco de ayuda, porque no fue la única de mi familia que quiso quitarme la vida. Me había dado cuenta que siempre me había hecho daño, a lo que yo me sobreponía, porque no hay nada peor que rodearte de personas infelices, ellas te arrastran a sus desdichas, quizás por eso yo estaba sola, pero no donde quería. Pero lo que me preocupaba, porque a lo otro estaba casi acostumbrada, era que cada vez había más ganas de quitarme la vida, y yo la verdad no lo entendía, no comprendía que había hecho, no había hecho nada, quizás fuese solo envidia, no porque tuviera nada que envidiar, sino la posibilidad de alcanzar una verdadera Tierra Prometida, que ellos ni rozarían. Pero a pesar de todo, por mis circunstancias hice como si nada, como si no me diese cuenta que Giorgo había llegado también a mi familia, con la que también había tomado más que copas, y había conseguido con mi padre un cómplice, alguien con quien planear cualquier desdicha mía, y en mi otra hermana una amante, la que empezó a tratarme como una desconocía, de una forma fría. Estaba claro que me había confundido mucho en la vida, no lo comprendía, no había sido una mala hija, había obedecido en todo lo que estaba en mi mano, había intentado no crear ninguna disputa, y a pesar de todo, no es que no me quisieran, es que participaban con quienes me querían hacer daño, sin tener un motivo que los justificase, eso pensaba yo, y mi ya pequeña ingenuidad, casi desaparecida, pero todavía me  quedaba algo que me hacía pensar que todo solo era una pesadilla.  Repito: fue el dinero, y todo lo que ello llevaba encima, o eso intentaba pensar para no caerme desde muy arriba.
No sé porque, me calmé un poco, y creí que Giorgo había desaparecido de mi vida, que lo habían pillado infraganti, y que solo me quedaba recomponerme, porque ya no era sola en la vida, aunque aparentemente así lo parecía. Y seguí yendo a la Galería, intentando llevar lo mejor posible los desprecios, cruzando los dedos, esperando que alguien me ayudase,  pensando que mientras debía disimular, aunque ya me dolían demasiado las tripas.
Iba a visitar a mi psiquiatra cada tres o cuatro meses, aunque  dudaba de todo el Mundo, si mi madre, quien me había criado, se había convertido en casi mi asesina, imagínense confiar en alguien que solo me veía una hora cada cuatro meses. Pero me emocionaba cuando iba, me servía para desahogarme, y él me escuchaba, me bastaba para quitar la rabia acumulada, que también había. Un día me vio destrozada, pero quizás las personas que jamás habían sufrido, no saben cómo es vivir una auténtica pesadilla, porque aunque me hacía caso, yo no lo notaba como alguien con el que pudiese contar con seguridad, tendría, como todos, quizás, otras miras, la duda la tenía, ya eso sería siempre parte de mi vida. Una vez me preguntó que había sido de la Mariam que se describió, y le dije “ hoy por hoy, hundida, pero aún tengo eso que llaman la esperanza de encontrar un sitio donde dormir tranquila”, y preguntó ¿ pero sigue siendo la misma?, a lo que contesté      ” si”, y añadiría unas cuantas cosas más a la mujer que dije, se lo digo por las dudas que se ha puesto sobre mi persona, por tanto malo que hay en la vida: “ soy además una Mujer Racional, Heterosexual, y Fuerte…y a pesar de todo Mariam quiere seguir siendo la misma, porque aunque físicamente había cambiado, por dentro aún me quedaba la Mujer que me gustaba, la que había conseguido ser, a pesar de todas las críticas.” Me despedí, en el fondo lo dije para animarme, pero a veces ni me reconocía por mi comportamiento tan desquiciado por la vida que tenía, donde ni el espejo me quería. Siempre que iba, me ponía nerviosa a la entrada y a la salida. Al principio porque parecía que entraba a un examen, y luego porque soltaba tanta porquería, que me quedaba traspuesta, como si hubiese tomado cualquier sustancia que hiciese que casi me desvaneciera. No me fiaba ni de mi madre, menos de una persona que cobraba por escuchar nada más que tristezas, y con poder en mi vida, pero era a quien debía ir, a alguien tenía que contarle mis inquietudes, aunque a saber si me creería, ya que, como dije, mi palabra ya carecía de poder, ni para avisar de la picadura de una avispa, nadie me daría el valor que me merecía, lo sabía y vivía con ello, lo que no quería era temer por mi vida. Porque si es duro lo que cuento, más cuando personas perversas se aprovechaban de la mala situación que había tenido en la vida, y de la que me estaba ocurriendo, para decir, “ la voy a matar, está sufriendo”, entre ellas mi madre, y Franchesco. Con eso también tenía que luchar, no me permitían quejarme cuando sabía todo lo que me sucedía, tenía que ser simpática, e incluso cantar cuando me maltrataban, me presionaban e intentaban quitarme la vida. Yo no pensaba como ellos, creía que cuando alguien lo pasa mal por culpa de otros, hay que cambiarle las circunstancias, no quitarle la vida. Eso solo lo hacen los dictadores, y los que realmente tienen una mente enferma, porque prefieren matar lo que no alcanzan o no dominan. Si no tenía pareja, era porque no había conocido a nadie con el que realmente compartir mi dura vida, siempre había querido tener alguien al lado que fuese un apoyo, alguien en quien confiar plenamente, y que me quisiese tanto, que no le importase mis errores en la vida. Y aunque no lo crean, siempre pensé, que a pesar de los obstáculos, lo conseguiría, pero la depresión a partir de la Tierra Prometida, me destrozó tanto por dentro y por fuera, que la verdad, en ese sentido había tirado un poco la toalla, creyendo que ya nadie me podría querer de una forma sana en la vida. Conseguí un amigo, Luis, un buen tipo, pero como digo, no era yo la fuerte de la película, y se dejó llevar por quienes llevaban la batuta, por los malos, por los que me querían ver destruida, simplemente por tener algo de lo que ellos carecían, o simplemente porque existe la maldad en este mundo, y más cerca de lo que uno cree que están las peligrosas riñas. Aunque más adelante lo comprendí todo, fue el dinero y la envidia, sin sentido, pero que existía.
 
 
 
 
 
 
TERCERA PARTE
 
Los días seguían pasando despacio, era un horror ir a la Galería, creí que lo de Giorgo había pasado, pero nada cambiaba, todos seguían con el acoso, con los desprecios, con la ira que trae el odio, cuando aparece, y ya difícilmente se olvida. Lo que si me daba cuenta, es que cada vez mi intuición crecía, cada vez más veía las cosas que pasaban, incluso las futuras. No creía en esas cosas, porque mi educación era muy recta en cuanto a esas llamadas tonterías, pero entonces pensé que siempre había sido muy espiritual, que siempre había creído en los magos y en las brujas, en todo lo que en una vida inteligente carecía de sentido, no era algo que se palpase, ni con la vista. Entonces un día en la Galería reconocí a mi padre biológico, porque durante ese pesadilla me enteré que era adoptada, bueno ya lo sabía, pero como que se despejó mi duda. Era guapo, creo que salí a él, no sabía que yo con una mirada lo reconocería, así que me puse algo nerviosa, pero sabiendo que nunca lo conocería, y aunque no me quiso, se portó muy bien con quien llegó de forma repentina, pero no me dieron el lugar que me correspondía, yo no sabía quién era, bueno aún sigo sin saberlo, aunque algo intuía, aunque no me importaba, tenía demasiado problemas como para creer en cuentos de hadas. Lo que si tenía claro, era que no me hubiese correspondido vivir con una familia que era incapaz de querer, si no le dabas dinero, casa, un riñón o cualquier baratija,  lo que ellos quisiesen coger, porque eras como una posesión, en donde no importaba lo que tu querías, si no lo que ellos necesitarían. Eso es lo único que les recrimino, lo demás, bueno no fui una hija deseada, por lo menos me dejaron vivir, aunque por ahora tuviese muchos problemas, pero quien sabe lo que la vida te puede ofrecer, si consigo salir de la desdicha. La pena que no pude hacer mi vida por otro lado, porque yo aún estaba dormida, y no sé, eran quienes me habían criado, aunque cada vez me daba más cuenta que fue por algo a cambio, no por deseos de tener otra hija, y eso imaginaros lo que trae, si encima aparece el dinero y  la envidia. Hubo un tiempo que quise conocer a mi verdadera familia, pero luego no, creo que de ese lugar me apartaron de pequeña, imaginaros lo que traería llegar siendo una adulta que habían maltratado, además ya conocí a algunos y sabía, como siempre, lo que pasó y pasaría. Así que di las gracias, de corazón, por el dinero que me dieron, porque quizás pudiera arreglarme algo la vida, aunque por el momento solo me trajo más desdichas, y concluí que era la ocasión de hacer mi vida, donde nadie de mi pasada familia entraría, “que cada uno debía estar en su casa, y Dios en la de todos”, como siempre se decía. Ellos tenían su vida, y yo aún tenía que empezar a vivirla, tarde, pero aún me quedaba, si es que la suerte me acompañaría. Cada uno debía continuar con su auténtica familia, y agradezco de corazón la ayuda, aunque por el momento no me valiese,  esperaba que algún día me diera muchas alegrías, por supuesto lejos de donde había perdido casi la vida, y la estima. Mi ciudad me gustaba, había llorado, y también había sido muy feliz. Pero era inteligente, y sabía que no tenía sentido continuar en el lugar donde había demasiados rechazos, donde, como ahora contaré, casi pierdo la vida, la honra, la que dejé donde ya no me acordaba que existía. Por lo que solo puedo repetir: Gracias a quien estuvo a mi lado, librando esta pesadilla. Todo fue por el dinero, y porque no hiciera mi vida lejos de donde ellos querían, su posesión debía mantenerse retenida. Y ese ellos no lo digo solo por los que todavía yo creía mi familia, y a quienes, a pesar de todo, los quería, hasta que ya no tenía sentido continuar con esa tontería, y solo quise apartarme de sus vidas. No les deseaba mal, incluso les ofrecía mi ayuda, pero ya no quería estar al lado de quienes me deseaban tanto mal, habiendo solo tenido buenas intenciones con quien yo creí la familia que me había tocado en la vida. Así que volví a cruzar los dedos, agachando la cabeza, y esperando que la vida algo bueno quizás me traería, pero lejos de tanto odio, que sentí en una etapa delicada muy de mi vida.
Los días monótonos y desagradables, aunque como otros no lo sentían, quizás debía aguantar más, yo me sonreía, viendo incluso como entraban a mi casa, y como hacían el amor en mis sábanas, todas las que a otros les deba la gana, para demostrar quién era una verdadera amiga, cuando estaba claro, que no existían, y lo que traería serían más malas cosas en mi vida, para empezar la sonrisa de quienes disfrutaban pensando que me hacían daño, mientras yo me mantenía. Supongo que creían, que no lo sabía, y  que aguantaría, y encima tenía que dar las gracias, porque si no hubiesen querido, no estaría viva; aunque realmente, entre nosotros, no creo que fuera por mí, sino por lo que llevaba en la tripa. Y ese empezó a ser  mi problema, la falta de confianza en el aprecio de las personas, imagínense de desconocidas. Pero creo que me salvó la verdadera Tierra Prometida, el sueño Americano que valoró los que otros no veían. Es lo que pienso, ojalá me confunda, y pueda contar con alguien en esta Tierra con tantas yagas, pero dudaba y más cuando veía que nada pasaba, que todo se engrandecía, que la pelota se iba haciendo más grande, y que yo sería la que perdería.
Decidí seguir con la rutina, aunque cada vez se me hacía más dura la situación que tenía, los desprecios en la Galería, que ya hasta pasaron a insultos, el Bulling que hoy llaman los expertos en la materia. Pero volví a cruzar los dedos, a agachar la cabeza y a esperar, no sé si por mi ingenuidad, que alguien de ese infierno me sacaría. O porque pensaba que nada era eterno, no había mal que cien años durase; eso por las noches, me repetía. Aunque no quería hacer mi vida en el mismo sitio, eso lo tenía claro, quería una nueva vida, donde no estuviera tan señalada, donde me fuera más agradable ir a comprar, donde no sintiera un rechazo continuo, sin saber aún qué era lo que había hecho para tanta maldad desmedida. Porque Giorgo era manipulador, pero se suponía que lo habían alejado, que ya estaba fuera de mi vida. Y fue entonces cuando me di cuenta de lo que realmente pasaba en la Galería, porque en vez de suavizarse las cosas, todo cogía más carrerilla.  Solo estaba esperando la ayuda, y mientras haría, agotada, lo que fuera posible para pasar desapercibida. Yo mientras sonreía, agachaba la cabeza, hasta que me di cuenta que era lo que había pasado, por las cosas que decían, y que yo, como siempre, intuía. Había Heredado parte de la Galería, que no solo era del familiar de mi padre adoptivo, sino mi familia natural  también tenía parte, aunque yo no lo sabía, y me la habían dejado. Lo que no comprendía, era porque todo lo hacían a escondida, cuando estaba claro quiénes eran, y qué eran lo que pretendían, incluso me enfadé porque pensé mal de ellos, quizás también querían que me pasase algo malo, estaba claro que no se iban a conformar, no me querían.  Mi familia adoptiva había tenido suerte en la vida, incluso gracias a mí, pero no eran agradecidos, más bien avariciosos, siempre  más querían. Así que al hijo del dueño le dio algo de pensar que no sería solo suya, y los demás empleados estaban envidiosos de que yo tuviese dinero, y ellos más trampas, como suele pasar en le vida. Y nadie me decía nada, seguían tratándome como una idiota, cuando creo que a mucho en inteligencia ganaba, aunque estuviese casi derrotada por tanta mentiras. Entonces empezó una nueva lucha, ellos por la envidia de pensar que quizás me tuviesen que obedecer, más orgullosos se ponían y más se unían, y el hijo del dueño, bueno él, su madre, padre, y restante familia, intentaron todo lo que pudieron, todo lo que  para hacerme daño, física y psicológicamente, con ayuda. No saben las cosas que se hace por avaricia, y las cosas que se inventan para justificar tu malvado comportamiento en la vida. Y desde ese momento, ya no iba tranquila ni al médico, me daba cuenta que no me hacían caso, y que los desprecios hasta ahí habían llegado, porque utilizaban todo lo que pudiesen para acosarme y me derrumbara: a médicos, dependientes, cajeros, camareros, carteros, a todo los que pudiesen, y yo, como ya he dicho, no me fiaba de mi madre, imagínense de algunos donde el dinero y la convicción de otros, sabía que lo traería. Ya he dicho que lo intentó todo, también llegó a mi pequeño círculo, me quería hundir, como otros,  porque le recordaba todo lo que era en la vida, una persona avariciosa, capaces de matar por dinero, y por no quedar mal con otros que no conocían, porque tenía ambición, además de avaricia. Y lo quería conseguir sin saber que es trabajar duro en la vida, ni querer madrugar, solo alcanzar las cosas, sin arrugarse ni la camisa. Y como digo, ni al médico, ni al dentista, ni a un restaurante, a ningún sitio fui tranquila, porque me tenían el móvil y el ordenador cogidos, y sabían todos mis movimientos para ver si podían hacerme daño, de alguna forma, y así librarse de pagar lo que debían, de dinero y ante la justicia. Y yo mientras agachaba la cabeza, cruzaba los dedos, y rezaba porque me dejasen en paz. Como digo si por dinero, personas que me conocieron de pequeña, eran capaz de hacerme daño, y de destrozarme la vida, con los secretos más ocultos, que se suponía que yo tampoco sabía, imagínense como voy a creer en alguien que por primera vez me mira. Repito todo fue por dinero,  y la avaricia. A pesar de eso, como ya he dicho, solo les regalaba mi nada, pero era humana y en el interior me repetía, ojalá todo lo que me han deseado se vuelva hacia ellos, con eso que llamaban la justicia divina. Yo jamás me vengaría, porque creo que las venganzas nada más que traen muchas más víctimas, pero era humana, y les deseaba que durante un minuto en sus vidas dijesen “ por lo que hice, por mi avaricia”. Yo y mi ingenuidad, porque en la vida pasan cosas buenas y malas, sabía que no significaba nada alguna desdicha, pero a algo me tenía que agarrar, aunque fuera al Karma,  algo que me diese la esperanza  de que existía la Justicia. Ya no era la joven ingenua, dudaba de todo, hasta de mi Dios, que creo que me dejó estar viva, pero la soledad y no ver una salida, hacía que incluso flaqueases de aquello que te dio la vida. Y no fue lo peor que me pasó, y a pesar de todo, tengo que dar las Gracias por estar viva, aunque estuviese sola en los peores momentos de mi vida, porque fue cuando me enteré definitivamente que era adoptada, y la verdad, que un poco de cariño lo hubiera agradecido, un apoyo de alguien amigo, porque a alguien necesito, y  me daba miedo hasta cuando sonaba el portero, por si era  mi temida familia, o mis orgullosos compañeros de trabajo, o cualquier enemigo, que ya muchos existían, porque la pelota iba creciendo sin medida.
Tomé la determinación de ir a trabajar, a pesar de la situación, aún cruzaba los dedos y pensaba que alguien me ayudaría. Me había comprado una bonita casa con mi sueldo, y creía que debía llevar la situación lo mejor que podía, ya que no tenía ni a mi madre, ni a una amiga. Pero ya he dicho que no era la fuerte de la  película, y todo empeoró incluso fuera de la Galería, por la zona donde vivía continuaron los desprecios, incluso a los niños escondían de mi presencia, no quería saber qué era lo que decían, pero agachaba la cabeza, y esperaba que alguien me ayudaría, porque estaba sola contra todos, y mis errores en la vida se interpretarían a su antojo, como se suele hacer, más cuando existía, incluso estando fea, lo que llaman envidia. Aunque al odio no hace falta que salga por un motivo justificado, sino  puede surgir simplemente de la frustración de otros, por no conseguir aquello que querían, por poner un ejemplo de lo que pasó y sucedería. Como he dicho, ya todo salió de la Galería, la presión y los malos tratos, no solo se quedaron ahí, y pensaba” de todas formas no me conocen, y actúan según les decían”, no los disculpo, pero intentaba comprender su postura, solo cruzaba los dedos, agachaba la cabeza, y esperaba que me ayudasen a salir de un enredo, donde no se veía ni el comienzo ni el final, ni donde aparecían. Quería aguantar e irme, cuando las circunstancias me lo permitieran, porque además fue en una etapa delicada en la vida de una mujer, aunque fuera fuerte y estuviera acostumbrada por Giorgo a que me despreciaran, no era una situación bonita, más bien me hizo no ser yo, casi pierdo algo más que la honra en esta rencilla, donde los demonios que quedaban dentro, salieron para hacerme no tener ya una vida segura ni tranquila. Yo solo iba, aguantaba, y cruzaba los dedos pensando que estaba más cerca la marcha, porque creo que querían que me fuera, pero también  hacerme la vida lo peor que pudieran, mientras yo solo quería irme lejos de tanto odio, y aunque no tenía claro que ahí se fuera a acabar la guerra, tenía que intentarlo, tenía que alejarme de los que me deseaban tanto mal, en mi propia vida. Echaría de menos mi casa, la había puesto bonita con las limitaciones que tenía de dinero, pero estaba segura que en otra pondría mi señal, y que incluso, si conseguía apartar los desprecios, me libraría de todo lo malo que me iban haciendo por dentro, que estaría mejor que en la que tenía. Para que se hagan una idea lo más suave que hicieron, fue entrar en mi casa, leer mis diarios, donde me desahogaba, aunque no fuese capaz de hacer nada, echarme cosas en la bebida, llamarme gorda, y mil tonterías más, solo es una pequeña mención de lo que hacían, y se suponía que además que tenía que ser simpática, y reírles sus gracias, porque si no, yo tenía la culpa. Mientras el dueño o su matón los dejaba, ya que si él no podía acabar conmigo, quizás ellos lo consiguiesen y de eso él se salvaba, porque me apartó de mi restante familia y pocos amigos que tenía, para que todos me vieran mal, para que yo me sintiera mal, y a ver si acababa con mi propia vida. Hacían como Giorgo, grabarme cuando hablaba con mis amigas, o en la intimidad de mi casa, para ver si podía atacarme, y crearme más enemigos, con las imprudencias que se comenten cuando estas relajada, para que me fuera difícil vivir hasta en el lugar donde había nacido, para que no me sintiera segura en ninguna plaza, hospital, ni restaurante. Y todo fue por dinero y por la avaricia…y porque yo no tenía el poder de convicción, ni era la fuerte de la película, aunque tenía claro quien eran los malos, y ojalá existiera eso que llaman Justicia, aunque como ya he dicho, dudaba hasta de quien me había dado la vida.
Y fue un día cuando estaba viendo la tele, y escuché que en la madurez no había tiempo que perder, porque se acercaba el final de la vida, cuando decidí que había llegado el momento de no aguantar más desprecios, presiones, ni odio tan cerca mía, que si nadie me ayudaba, tendría, como con Giorgo, ser yo la que provocara, en este caso, mi huida. Ya me daba igual que me vieran como sucia, vaga, o lo que les diera la gana, ya solo quería salir de esa pesadilla, y si tenía que darles la razón en algo, lo haría, solo quería salir de un lugar donde estaban acabando con lo poco que me quedaba de estima. Y lo conseguí, no de la forma que yo quise, porque mi padre, que por lo visto se aliaba con todo el que quisiera destrozarme la vida, me presionó para que no fuera a un abogado, lo hacía por su hermano, que aunque no lo veía, era más que yo, bueno cualquiera antes que la que se suponía que era su hija. Lo que más gracia me hacía de su ya familia, estaba claro que no era la mía, es que antes entre ellos solo había desprecios, y malos modos, y por ir en contra de mí, se unieron aparentando lo que no eran, una familia querida, es lo que tiene tener un objetivo común en la vida, y como ya dije: fue el dinero y la avaricia. Cedí, cuando estás tan hundida, no te importa el dinero, solo quieres salir de donde te están destrozando la vida, lo de Giorgo ya se quedó corto, porque, como ya he dicho, ellos eran como de mi familia. Y a pesar de eso, a veces pensaba que no querían que me fuera, no querían que me marchase, quizás hacerlo cuando hubieran terminado conmigo, o apoderado de todo lo que para ellos les correspondía, porque como digo yo era la adoptada y debía aguantar, sonreír y dar las gracias, ¡ que dura la vida!, y que injusta, pero lo único que quería era alejarme de ellos, de por vida, y sabía lo que significaba, porque no querían, ya que intentarían quedarse con todo lo que pudiesen, como ya dije con el dinero, casas, riñón, novio, lo que fuese mío, porque era su posesión, y tenía que aguantar, sonreír y dar las gracias, como si hubiesen hecho mucho por mí en la vida, y lo que creo es que su suerte en la vida, me la debían, así que esperaba y me agarraba a lo que llaman Karma, porque no contaba ni con la Justicia, no era yo la fuerte de la película, y había cometido errores, que ahora saldrían, así que no contaba con nada, solo con cruzar los dedos, agachar la cabeza, y rezar por estar viva. Y aún quedaban más cosas que contar de esta pesadilla, de la que a pesar de todo,  repito, doy las gracias por estar viva…
 
 
CUARTA  PARTE
 
El tiempo pasó un poco más rápido, una vez que salí de la Galería, pero no de una forma normal, ya que a pesar de llevar tiempo sin verles las caras, no cedían, ni si quiera sé lo que les había hecho, para que quisiesen destrozarme la vida, sin ni siquiera me veían. Y todo siguió igual, hasta yo continuaba cruzando los dedos pensando que, aunque fuera a estar sola en la vida, saldría de la pesadilla, y podría vivir al menos tranquila. Ya dije que me había enterado que había Heredado, pero no disponía del dinero, pensaba que era mejor, tenía muchos buitres acechando en la esquina, quizás más adelante, cuando estuviera lejos de todo lo malo que había. No necesitaba yates para ser feliz, pero si me gustaría vivir más desahogada, y creo que eso me lo daría, por lo que a pesar de los problemas, lo agradecía. Giorgo ya se había ido, o eso creía, y solo me quedaba apartarme de los que habían intentado quitarme la vida, por celos, por dinero, y aunque no lo crean por mi aspecto, por envidia, que desembocó en un odio, del que solo quedaba poner una distancia, esperando que así se olvidarían, mientras hacía lo que creía que debía.
Después de estar un tiempo en el paro, me salió un trabajo cerca de la Galería, en una Librería. No me pareció una buena idea, porque todos se conocían, y pensaba que volverían los problemas, a los que hay que poner kilómetros, si es que quieres estar tranquila. Pero lo acepté, al no ser totalmente independiente económicamente, tenía hacer lo que otros querían, pero me repetía que con suerte, todo pronto cambiaría. Ingenua todavía, porque mi persona la habían destruido de tal forma, que nada de lo que dijera tenía valor ya en esta vida, para que se hagan una idea, en algunas tiendas me controlaban, porque se suponía que seguro que robaría. No me paraba a pensar mucho en eso, no quería estar más hundida, así que fui a trabajar a la Librería, asustada, como esperando lo que ya sabía que pasaría, y dando las gracias porque me habían dado una oportunidad, con la que ya ni contaba.
Había una chica joven, Elisa, que era madre, y le pesaba, quizás se había metido sin saber lo que suponía, aunque tenía su parte bonita, iba a estar casi toda la vida acompañada por sus hijos, mientras a otras la soledad les invadía. No sé, veía que era afortunada, porque a pesar de haber hecho lo que quería desde muy jovencita, respetando solo sus deseos, se le apoyaba, y daba como pena porque no le habían salido las cosas como ella quería. Suerte que tienen algunas, a mí no se me perdonaba, ni lo que había hecho cuando era una niña. Hizo lo que le dio la gana, incluso dañó, y también se le disculpó, aunque sabía lo que supondría. Que suerte tienen algunas me repetía, con eso de hacer lo que quieren, todo el daño que querían, destruir a las personas, y además estar arropada, que suerte en la vida.  Pero eso pasó más adelante, ahora hay que contar las cosas por lo que desembocaría. A partir de ese momento era más fácil ser yo todo lo que decían, que ellos haberme hecho el daño, simplemente porque querían destruir mi vida,  y aunque no se pueda comprender, fue por envidia. Tenía que hacer lo que ellos querían, y si no había un problema, vamos que les adoptara una hija, o ya me arrepentirías, aunque fue más tarde cuando supe que no fue sola Elisa, quien planeó mi destrucción, incluso mi muerte si cabía. Había llegado a un sitio, donde se hacía lo que otros querían, o tendría problemas. Eran maltratadores, y pequeños dictadores, como lo demostraron más adelante en sus vidas: o me obedeces, o te arrepentirás de por vida, si es que aún la tenías.
Trabajé tranquila, aunque esperando el daño, a ver por dónde venía. A veces recordaba todas los adjetivos que me habían dicho, algunos me dolía mencionarlos, y otros me hacían gracia, como el que era una inconstante, y me cansaba de las cosas. Por eso acabé una carrera, a pesar de los años que me costó y el sufrimiento, sin haber optado a probar suerte en otras, por eso estuve cerca de diez años en un trabajo, donde se me maltrató, y al que casi me acostumbro, por eso aguanté a mi familia al lado, a pesar de la infelicidad que había, por eso tenía a mi gatita, después de seis años, que amaba con locura, por eso y mil otra cosas, tampoco era lo que decían, aunque se permitieran el hecho de juzgarme, sin saber parte de la historia de mi vida. Que no hubiera tenido suerte en el terreno sentimental, no significaba que me cansara de las cosas, como mucho, que no me conformaba con la situación que tenía, porque era insegura si algo fallaba,  y creo que de una forma justificada, aunque cada uno contaba su historia según le convenía. De todas formas, daba igual, porque mi familia se había encargado de desacreditarme, incluso fuera de mi círculo. Hasta mi hermana en su pueblo, creo que para vencer sus frustraciones,  había querido destruir mi persona, supongo que si provocaban mi muerte, tendrían todo justificado, como también hizo un tío que vivía lejos, bueno todos, había lo que se llama complot por el dinero, y porque no supiesen quienes realmente eran, para que no me creyeran, si decía lo que me habían hecho, para que no se hicieran caso de mis palabras, y yo mientras hacía como que no me daba cuenta, y como siempre, cruzaba los dedos, agachaba la cabeza, y pensaba, pronto estaré lejos de todo esto, ¡ qué dura la vida!. Mientras iba a trabajar, esperando la llegada, quizás de un milagro, porque no creo que nada me iba a salvar de todo lo que estaba viviendo, porque cada vez eran más: Giorgo, Galería, Familia, y todos los que ellos arrastraban,  además, como dije,  yo estaba sola, y no era la más fuerte de la película.
Pero pasaban los días en la Librería, me ponía todo lo guapa que mi cuerpo me dejaba, para sentirme algo mejor, e intentaba hacerlo bien, como casi todo en la vida, aunque no saliese como quería. A mi familia la daba por perdida, solo intentaba mantener las formas, aunque con el tiempo ni eso quería, ya que estaba claro que me daba cuenta de todo lo que me deseaban, nada bueno , nada que merezca la pena recordar, y lo peor era que después de los desprecios, de saber todo eso y más, ya no me daba pena apartarme de ellos, como que había abierto los ojos, quizás gracias a los dueños de la Galería, que fueron los que planearon el complot, e hicieron que todos demostrasen lo que me querían. Aún no comprendía el motivo real del odio hacia una persona que los había querido, y compartido parte de la vida. Creía que tenía que ser por el dinero, y por ser  personas malas unidas. Aunque realmente la causa daba igual, lo que quería salir era de ese círculo, donde nada bueno me esperaría. Mientras cruzaba los dedos, agachaba la cabeza, y pensaba que seguro que alguien me ayudaría, alguien se daría cuenta de donde estaba metida, porque si yo lo decía, nada tendría ya valor, así que me dediqué a esperar, como casi todo el tiempo en mi vida, a que otros decidiesen cuando abandonaría la pesadilla.
Veía un programa en la televisión, donde hablaban sobre las novedades literarias, estaba bien, me gustaba, quizás debería haber hecho caso a una profesora y tenía que haber hecho hispánicas, pero aún tenía ambición, y pensaba que derecho tendría más salidas. Ingenua, tiene salida todo lo que haces con el corazón, lo otro te lleva al camino de subsistir, que no es lo ideal para triunfar en la vida. Teníamos clientes a pesar de la competencia de las grandes superficies, y de internet. Era una tienda muy coqueta, de madera, con algunos artículos de regalo, una cafetería donde se leía, una mesa grande con ocho sillas para el club de lectura que había, y estanterías modernas con los libros clasificados según su género.. A mi cada vez me gustaban más los escritos por mujeres, los veía que describían más los sentimientos, mientras que los otros eran muy directos. Entró una mujer, que reconocí cuando se marchó, porque mi intuición no actuaba al instante, más bien cuando analizaba lo que había vivido. Me preguntó por un libro de la televisión, un manual de costura. Se lo di, y sin conocerla de nada, casi le cuento como me sentía, bueno se lo dije, cuando se suponía que eso era una intimidad, no tenía que decírselo a una desconocida. Luego supe que era mi madre biológica, mi interior la reconoció, era muy joven, supongo que eso hizo que me rechazara, y otras cosas, como apreciar más a otras personas que no habían actuado de forma adecuada con su pequeña hija. Pero casi lo entendía, había llegado demasiado pronto a su vida, lo malo que no tuve suerte al lado de las personas a las que me dieron, aunque eso ya no me importaba, solo quería hacer mi vida, sola, pero libre de pesadillas. Tenía algo de ella también, la herencia de tener partos múltiples, aunque yo me veía como más parecida a mi padre: el pelo rizado, bueno no sé, quizás me confundía, porque en algunas fotografías, parecía racial, no sé, supongo que estaría mezclada, como siempre pasa a las hijas. Me gustó verla, y reconocerla, era demasiado joven para actuar conmigo como madre, pero en otro momento quizás si podía haber sido una buena amiga, ya había tenido una madre, mala o buena, pero ya existía, y  veía que era mejor que cada uno tuviera su vida, que siguiese con sus hijas, y su familia, y yo intentar rehacer la mía, lejos de donde lo había pasado tan mal, lejos de los que me dieron la vida,  que el simple hecho de haberme dejado vivir, significó mucho, más de lo que creían. Ahora solo tenía que lograr ser feliz, y creo que con un poco de ayuda, quizás lo conseguiría. Me puse contenta y nerviosa al verla, pero sabía que tenía que dejar eso en la vida, que ya había sufrido desprecios, y si cabía la posibilidad de alguno más, debía evitarlos para no salir más dañada, cada vez pesaban más, aunque como ya he dicho, mientras hay vida, hay esperanza, no tiraba la toalla, muchos se quedarían con las ganas. Aunque, como ya he dicho, me hubiera gustado algo de cariño cuando supe con seguridad cual había sido mi destino, en vez de tantas riñas.
El trabajo lo hacía correctamente, me gustaba, no era una experta en nada, pero se me daba bien, quizás porque estaba más relajada, vino también mi padre biológico, no sé, me hacía gracia, porque pensé:” mira lo que rechazaste, y ahora hasta los americanos quieren tenerme en sus faldas”, lo que yo aceptaba, como he dicho, creo que me salvaron de cualquier desgracia, sin ellos saberlo, me volvieron a dar la vida, esa tan maravillosa, siempre que saliera de las redes que estaba tan enmarañada. Pero me gustaba mi padre, y no sé,  me hacía sonreír, aunque como digo, no quería formar parte de su vida, pero me gustó saber quién era físicamente, aún no sabía, a que nobleza correspondía mi sangre, pero con lo que estaba viviendo, carecía totalmente de importancia, lo primordial era salir viva, luego ya se vería. De todas formas sabía que mi sitio no estaba ahí, intuía que estaba en tierras extrañas, donde la desconfianza no fuera la mejor carta. Me había comprado la casa con ilusión, pero no había salido bien, y no quería arreglar nada, aunque algunos pensasen egoístamente, no era lo que a mí me convenía, lo que me haría sentir mejor, y creo que tenía razón, era no continuar ahí, ni quería, pero mientras tenía que aguantar, aunque esperaba que no pasase como con la Galería, que no tuviera que provocar yo mi marcha, quería apartarme de todo y todos, lo adecuado en mis circunstancias. Sabía que no vería más a mis padres biológicos, pero  reconocía cual era mi sitio, y no era al lado de ellos, no era el lugar que me correspondía después de todo lo vivido, y de saber que tenían una buena vida, no quería estropear nada, quería conseguir yo una, donde no tuviera que volver a derramar muchas lágrimas. Y lo que hicieron por mí, lo agradecí de por vida, de corazón, pero sabía que lo mejor para todos, era mi marcha, y empezar de cero, si es que podía.
Seguí en mi trabajo, e incluso más contenta, aunque los desprecios no pasaban, pero algo había resurgido, por lo menos habían venido a verme, algo importante, cuando todo el mundo te rechaza. Mientras cruzando los dedos, y esperando que todo pasara,, supongo que las circunstancias personales no eran las adecuadas para la huida, por la noche, como cualquiera que hubiese hecho algo malo en la vida, y yo solo lo vi, como errores, no recordaba haber hecho daño a  nadie, por lo menos a conciencia, aunque nunca se sabe, no era perfecta, aunque intentaba no cometer muchos fallos, ni hablar mucho, ya que todo se cogía para hacerme daño, para poner a las personas contra mía, para dañar al que se odia, aunque sea justificado por una mentira. La verdad, cada vez se me hacía más duro, pero continuaba levantándome por las mañanas, cruzando los dedos y esperando que alguien me ayudara, alguien me llevaría a otra casa.
Una mañana tuve una visita, una que me aclaró porque había conseguido un trabajo, cuando se suponía que nadie me querría al lado,  pues estaba perdida por dentro y por fuera, y siempre me pareció extraño, pero creí que sería parte de la ayuda, para salir de donde estaba, que incluso habrían pagado al dueño para que me cogiese, bueno cualquier cosa extraña, porque estaba acabada. Y aunque no me convencía trabajar tan cerca de la Galería, lo cogí, como ya digo, por las circunstancias, y porque pensaba que era por esa ayuda que vendría sacarme de donde estaba. Entonces, mientras colocaba el pedido de la mañana, me taparon los ojos por la espalda. Palpé sus manos, eran masculinas pero no estaban estropeadas, suponía que no había tenido un trabajo duro, palpé su cabeza, y hombros, era alto, pero no sabía quién era. Me quitó las manos de la cara, y me dijo: “¿sorprendida?”. Era Franchesco, no quería ni creerlo, no creía en las coincidencias, y menos cuando él estaba en ellas, ya me lo demostró en Roma.” ¿Cómo estás?, me preguntó. He venido a ver  a mi sobrina Elisa, no te lo comenté pero tenía familiares en Málaga, bueno que coincidencia, cuéntame ¿cómo te van las cosas, que hay de tu vida?”. Yo me quedé como una estatua, no sabía qué decir, y más cuando veía que iba con ropa informal, y que no llevaba el alzacuellos, por lo que veía su tatuaje sin ningún tipo de recate. Eran dos cuchillos cruzados y entrelazado por una serpiente, nada agradable a la vista, y suponía que tenía algún significado, que no sabía, ni quería. Permanecí callada, no conocía al dueño de la librería, pero no quería pensar que tuviera que ver con él, y con la Mafia. No me parecía un negocio, en el que algo se escondiera, pero si estaba él cerca, nada bueno traería. Me invitó a comer, no lo vi como una buena idea, estaba intentando salir de un gran problema, y no sé, pero creía que él me traería más que un quebradero de cabeza, pero tenía tanta fuerza, que acepté medio obligada, como si no tuviera otra opción, aunque cada vez más me arrepentía haber ido a la Tierra Prometida, donde se suponía que me iba a dar la vida, y lo que me dio fue una fuerte tormenta, además cada vez como que cogía más fuerza. Fuimos cerca, yo entraba a trabajar por la tarde, y no merecía ir al centro, donde habría mejores sitios, pero dispondríamos de menos tiempo. Era un Mesón, pedí presa, y tarta de limón de postre, todo rico, y yo lo comí con cautela. Me comentó muchas cosas, entre ellas que había dejado el Vaticano, y yo pensé por dentro:” es que yo no sé cómo le dejaron entrar, cuando era un hombre con fuerte temperamento, sin mucha vida espiritual, pero a saber que trucos habría hecho, para que le dejaran tanto tiempo dentro”. Me dijo que el Gobierno Italiano le había propuesto un trabajo dentro en el servicio de inteligencia, más que por otra cosa, por sus contactos, yo asentí y el cambió su gesto, entonces volví a  agachar la cabeza, y a sorber el café que tenía puesto. Comentó que estaba hasta más contento, que la vida en el Vaticano era muy esclava, y que no compartía todos sus sacrificios que le imponían, que le gustaba el buen vino, y por dentro chillé:” y las mujeres, como a cualquier hombre normal, lo que era, nada de cura, ni de sacerdote, un hombre típico italiano”. Fuimos dando un paseo, y me comentó que le gustaba mucho España, que se sentía como en casa, y que tenía más intimidad, que podríamos vernos algún otro día, ya que visitaría a su familia, y así podríamos conocernos más, que le agradé mucho cuando me conoció en Roma, y que seguro que tendríamos mucho que contar. Pensé en todo lo que podría haberse enterado de mí, de todo lo que me había ocurrido, pero en el fondo me recordaba un poco a Giorgo, más inteligente, aunque con menos don de gente, porque era menos guapo, pero con más poder para dañar, si quisiese. No entendía porque los hombres italianos eran tan insistentes, porque creían que podrían hacer todo lo que les diera la gana, con una mujer o con quien se lo propusiesen. Ya no sabía si la existencia de los pequeños dictadores  que conocí en ese tiempo, fue por la mala suerte, o si se encontraban por todas partes, creyéndose con poder para hacer y deshacer según conviniese. Si el Mundo se me había presentado muy diferente al que creía de niña, ahora a las personas las veía como auténticos marcianos luchando por una falsa reconquista. Entré en la Librería, algo asustada, ya hasta Elisa me daba miedo, si quería podría hacerme daño con su tío, pero yo no quería los planes que ellos querían para mí, ¡quienes eran para disponer sobre mi vida!, porque algo intuía al verlos siempre sonriendo. Ellos pensaban que sus decisiones eran lo mejor, pero los beneficiados serían ellos. Ella me miraba con cara de pilla, como sabiéndolo todo, y yo cerré los ojos porque intuía, intuía que algo malo ocurriría.
Todo seguía como una rutina, pero con más desprecios en el pueblo, habían puesto escritos por las calles, sobre mi persona, y no diciendo que era bonita. El maltrato aumentó, mientras Elisa sonreía, me había acostumbrado a ellos, aunque dolían, pero hasta los entendía, no se decían cosas agradables sobre mí, como para perdonar a alguien que no conocían. Miraba el buzón, y no había ninguna carta, creo que el cartero también algo pretendía, y yo mientras cruzaba los dedos, agachaba la cabeza, esperando esa ayuda, que no aparecía. Lo que no comprendía era cómo me habían dado trabajo, que lo agradecía, pero no entendía, quizás era otra trampa para acusarme de cualquier otra cosa,  aunque cada vez le quedaban menos adjetivos que utilizar, algo me parecía raro, algo no cuadraba.
Al cabo de los meses vino Franchesco, estaba en la tienda, hablando con Elisa, y con la otra compañera: Amaya, una chica guapa, pero según la conocías iba perdiendo belleza, por lo menos es lo que a mí me parecía, los hombres, a saber lo que piensan. Me dijo que podíamos comer otra vez en el sitio de siempre,  le dije que no podía, no quería empezar una historia donde tampoco me sentía cómoda,  y creo que casi da un puñetazo en el mostrador, por lo que cambié de idea inmediatamente. Aún cedía al más fuerte. Cuando cerramos, estaba fuera esperándome con una flor en la mano, yo cerraba los ojos, estaba claro que venía por mí, no por Elisa, y no quería estar a su lado, sería como estar al lado de un amo, al que había que obedecer, aunque fuese caballeroso, y supiese muy bien utilizar no solo las manos. Le agradecí la flor con unas palabras, diciendo que no era necesario, manteniendo la distancia, porque se suponía que él estaba como intentando algo, y yo no quería formar parte de ese algo, más que nada porque no estaba segura de quien era, me parecía  que era salir de un lugar malo para meterse en otro peor por sus contactos. Mis deseos, ideas y sentimientos, eran algo parecido a su mano, algo que él dirigía, sin importar lo que yo estaba pensando. Según hablaba me daba la sensación de que estaba mandando en mi vida, sin preguntar si yo quería formar parte de todo lo que tramaba. Volví al trabajo algo asustada, aunque me besara la mano. La experiencia me decía, que era como los otros, que había que hacer lo que a él le diera la gana. Escuché a Elisa hablar de  mis planes de boda, cuchicheando con Amaya, y yo cada vez más sola, y más hundida, porque si necesitaba ayuda, no era esa la esperada, era como meterme en otra pesadilla, porque era un hombre que escondía una vida pasada, y que arrasaba con todo, como que era él quien barajaba las cartas. Se hizo incluso amigo de mi familia, ahí demostró de quien se trataba, porque si se acercaba a todo el que me quería hacer daño, es que no era muy bueno para estar a mi lado. Y no sé si tuve suerte, porque empezó lo peor de todo lo pasado, tuvo una cita con mis familiares, porque estaba planeando mi boda con él, sin importar lo que yo pensase, o si tenía dudas, algo que me hizo estar tranquila, y saber que no me había confundido en la decisión elegida. En esa cita, también estaba Amaya, porque tenían que ultimar los detalles del enlace, sin que yo no sospechase nada. No sé porque todo el mundo me trataba como una idiota, cuando creía que a la mayoría ganaba en inteligencia, y en saber cómo son las personas. Bueno en esa cita el compromiso se rompió, a pesar de haber avisado a los pocos amigos que quedaban, porque tuvo una aventura con Amaya, y aunque al principio pensé: ¡vaya no me sale nada, ni de lo que dudo! En el fondo creo que me salvó de la muerte ( porque él también lo intentó cuando lo rechacé). Hice mi vida, como si no hubiera ocurrido nada, mientras veía como Amaya se reía de su jugada, como diciendo, yo gano, porque la mayoría de las mujeres eso quieren, ser las más en todo, aunque ni si quiera lo quisiesen. Iba a trabajar, haciéndome la tonta, porque por los rechazos justificados que hice, y por la envidia de otras, les dieron por decir que era lesbiana, y tenía que aguantar las insinuaciones de conocidos, incluso del instituto, en fin a saber quiénes habían llegado a ellos, y qué era lo que tramaban, pero después de casi haber perdido la vida en diferentes ocasiones, no era lo que más me importaba, ya contaba con la soledad, solo quería que alguien me ayudara a salir de esa trampa, no solo por las humillaciones, sino porque dudaba de que saliera viva si seguía rodeada de tanta maldad, de tanta rabia. Es lo que pasa cuando no haces lo que otros quieren, y tienen un ego subido más que a la espalda, de lo que te puedan acusar lo harán, y más si tienen poder para matar en vida a quien le rechaza. Lo que veía era que todo se hacía más grande,  que cogía más dimensión, exagerando mis imperfecciones en la vida, y utilizando lo que hiciera falta, para que de este Mundo me marchara.
Seguí actuando como si nada, lo de lesbiana se quedó corto, pues no era ni malo ni bueno, solo una mentira, como otras tantas, pero lo que ya me asombró es que  veía como a los niños los tapaban cuando yo me cruzaba, mientras Elisa seguía riéndose, quizás diciendo no has adoptado a mi hija, pues tampoco a ninguna otra, te quedas sola, que era lo que se suponía que querían, no lo que yo deseaba. Quizás me hubiera confundido en todo, desde luego no era lo que esperaba de niña, ni lo que aspiraba por las noches, pero repito, ya no me importaba, lo que realmente quería era salir viva, porque veía como todo iba cogiendo más color, y no era el blanco inmaculado, sino el negro de las oscuras noches, de tormentas con truenos y relámpagos. Y por supuesto intuí que todo estaba planeado por Franchesco y su sobrina, porque si no les había salido bien algo, harían lo que fuera por remediarlo, por supuesto pensando que yo era tonta, y no me daba cuenta de nada. Era la segunda vez que me iba a casar, aunque no lo estuviera esperando, y se había también estropeado, aunque esta vez , la verdad, no me importó tanto, no estaba segura de quien estaría a mi lado, y después de lo que estaba viviendo, de todo lo que habían planeado para destrozarme la vida, creo, que a pesar eso, salí ganando, porque no creo que hubiera sido feliz a su lado, hubiese sido como un amo, y con suerte podría alejarme del daño, y empezar una vida, sin los malvados.
Una noche que no pude dormir, me di cuenta de todo, porque los días pasaban con los mismos actos desagradables: insultos, rechazos, insinuaciones de que había hecho cosas malas, de que era un ser inaceptable para la sociedad en la que estaba. Llegué a la conclusión de que no había sido Elisa, ni los otros los que me habían señalado de por vida, sino que fue Franchesco con la intención de hacerme daño, de que si no estaba con él, no estaría con ninguno. Hizo como Giorgo, pero en mayor grado. Pues si había algún hombre interesado en mí, no podría estar conmigo por lo dicho, que era demasiado para que alguien público y con presencia en la alta sociedad lo aceptase, no sería  un hombre honrado. Lo volví a intuir al ver algo en la tele, era una forma muy sencilla de terminar con todo. Nadie se acercaría, menos si fuese importante, y yo poco a poco me iría hundiendo, hasta terminar cualquier día que no pudiera ya seguir a flote. Si Giorgo fue malo, él lo hizo bueno, si es que no se juntaban en la guerra por mi destrucción, pues a la envidia había que sumarle ahora el odio, el dinero, y  los celos, por lo que se dice: “si no es mía, no será de nadie”. Y llegué a esa conclusión una noche, porque tenía que encontrarle sentido a todo lo que ocurría, y yo cometí la equivocación de decirle a Elisa que si venía su tío, me avisase, porque no quería volver a verlo, tenía otros planes en la vida. Ella se rió, y creí escuchar cómo le decía a Amaya:” mi tío dejó de ser cura para estar con ella, no creo que se vaya sin nada. No lo conoce si piensa bien de su verdadera alma”. Yo no le había pedido nada, y con el tiempo, la mente va analizando, va cogiendo los datos intentando saber qué es lo que pasa. Lo que  no comprendía, era porque no se me respetaba, porque no se me preguntaba qué era lo que quería, y se disponía de mi vida, como si fuera una esclava. Elisa no era buena, pero tampoco la veía tan malvada como para destrozarme la vida por no hacer lo que ella quería, quizás no me querría a su lado, hablaría mal de mí, pero no creo que sin haberle dicho nada, hubiese querido destrozar mi vida, si es que su tío no se lo hubiese mandado, y ella, que me tenía ganas, aceptado, creyendo que así todos ganaban. Así empecé a atar cabos, Franchesco utilizaría incluso su información en el servicio secreto, exagerando los datos,  para que a nadie le quedase ganas de abrazar a lo que era ya un trapo. Nadie me atendía bien, todo lo que decía, se interpretaba de una forma negativa, y se utilizaba para crearme más enemigos, era un auténtico complot, y al problema de la envidia por el dinero, se unió el que se sentían rechazados, porque no hacía lo que ellos querían, y ellos se sentían menospreciados. No comprendía como había tanta maldad, simplemente porque les daba la gana, no porque les hubiera hecho algún daño, más bien ellos a mí, todo lo que les dio la gana, y continuaban sin recato. Porque como pasa en todas las guerras, se unieron contra el adversario, y  no detallo las cosas, porque me hago más daño.
Seguía yendo al trabajo, tenía que comer, y aunque no me sentía a salvo, pensaba que algún día me ayudarían, que saldría de ese infierno creado. Intentaba relacionarme poco, como dije, todo lo que hacía era mal intencionado, y veía mejor estar en casa sana y a salvo. Pero una mañana no me dejaron entrar en la Librería, lo vi normal, mi persona estaba tan destruida, que no solo no tendría pareja, sino que no tendría a nadie al lado, había sido demasiado. Mi familia seguía con sus deseos de destrucción, y yo no tenía a nadie que me creyese al contar lo que me estaba pasando, porque el adjetivo de loca, es el que más le gustó decir, a todo el que  me quisiese algo malo. La depresión me había marcado, y ya todos utilizarían lo que fuera necesario para que si fuera posible acabar con mi vida, y que nadie me hiciera caso. Así que me encerré más en casa, esperando esa ayuda, cruzando los dedos, saliendo con la cabeza agachada, y casi rezando por ese mañana, donde estaría a salvo, porque cada vez cogían más fuerzas las cosas, y no las buenas que se desean cuando vas creciendo y prosperando. Fue cuando recordé mi afición de niña, escribir cuentos y poesías, y creo que me salvó de todo, donde me refugié, donde decidí crear, en vez de destruir algo, como otros hacían. Creaba un mundo diferente al real, quizás incluso menos sano, pero donde estaba a salvo. Y poco a poco, aunque eso también me lo quisieron estropear, pude tener momentos de paz, al escribir relatos, poesías, cuentos, y este libro tan amargo. Imaginé un Mundo donde no había tanto daño, sin saber claramente porque querían hacérmelo, porque me odiaban, y cada vez con más ganas, y más rechazos.
Un día fui al centro de mi ciudad, paseando, algo que casi se me había olvidado por la inseguridad que me daba, estar tanto tiempo sola por la calle, como que sería fácilmente hacerme algo malo. Me paré en un escaparate, y sin esperarme nada,  pude distinguir a Franchesco a mi espalda, un poco alejado, y con el hombre a quien le vi dar el sobre en el Parque Romano, al que me pidió que no reconociera, supongo que porque no era alguien sano. Vi cómo le daba otro sobre, con una fotografía, mientras me señalaba con la mano. Hice como si no los hubiera visto a través del cristal, y me marché a casa despacio. Estaba claro que me había enseñado, diciéndole que los había visto, y que me hiciera algo. Que asustada estaba, había puesto kilómetros a la Tierra Prometida, y me habían incluso buscado, pensé que ya no estaría nunca a salvo, que habían acabado con mi vida, y que no iban a parar hasta que no quedase nada de mi existencia, que así, como ellos decían, descansaría; y para eso solo bastaba que me dejasen en paz, para poder rehacer mi vida, aún me quedaban ganas, aunque sola no iba a poder con tantas trampas. Pero estaba claro que no querían, había demasiado orgullo para dejar pasar un rechazo, personas de ese tipo tenían sus planes, no iban a consentir que alguien los alejase, o tenían lo que querían, o no se marcharían con las manos vacías, se merecían un respeto por su nombre, un banal orgullo, que ya no existían en la sociedad, que ya era el típico de otras generaciones, donde solo valía la opinión de un hombre.
Llegué a casa, casi pensé que no podría llegar, como se dice, sana y salva, pero quizás por el momento solo me había enseñado, en otra ocasión sería cuando me harían daño, porque tenía claro que lo harían, que todo lo que se dijo de mí, era para que yo misma  me lo hiciera, y si no lo conseguían, otros se encargarían de quitarme la vida, simplemente porque otros querían, por celos, por envidia, por odio, por dinero, y por otras codicias. Llegué a casa, y me acordé de mi amuleto, lo cogí del bolso, y recé, es lo que les queda a los católicos cuando no hay otra cosa a la que agarrarse. Pensaba que quizás debía ir a la policía, pero quien creería las palabras de una mujer que estaba tan señalada, nadie me apoyaría, así que decidí esperar para ver si esa ayuda que esperaba aparecía, que me tuviesen controlada, y se hubiesen dado cuenta que no había otra salida que salir de esa maraña, y no podía decir eso de volver a casa, pero si volver a estar tranquila, aunque fuese en Tierras extrañas. Dudé, si habían venido desde Roma hasta aquí, no sabía si los de aquí serían capaces de ir a donde fueran para acabar con lo que habían empezado, lo que deseaban, y lo que cada vez cogía más fuerza, porque además no les pasaba nada, seguían con su trama. Solo crucé los dedos, agaché la cabeza, y recé, como digo, porque todo pasase,  para que me ayudasen, aunque cada vez lo veía más lejos.
Una mañana salí de casa, para ir a comprar, casi un calvario, recordé la Tesis que no había acabado, recordé mi juventud, incluso a Marcos, quien me parecía ya casi un santo, recordé tanto andando, que tropecé con un hombre alto y guapo. Me llamó por mi nombre, Mariam, y me dijo que cómo estaba, que tenía algo para mí, que debía acompañarlo, se identificó como policía, y anduve a su lado. Creí que era la ayuda esperada, que ya se habían dado cuenta que no estaría a salvo. Mientras paseábamos sin saber  muy bien a donde iba, pero me agarré a lo que se dice un clavo, fui a sacar mis gafas de sol, y se me cayó el rosario, mi amuleto del Vaticano, lo fui a coger a la vez que él, y al agacharse, se le subieron los pantalones,  y vi en su tobillo el mismo tatuaje que llevaba Franchesco en el cuello, el de los cuchillos y una serpiente, el que me daba miedo. Lo miré asustada, ya no me daba confianza, y creo que se dio cuenta porque me cogió del brazo, de una forma violenta, diciéndome “vamos”. Reaccioné rápido, saqué mi spray de pimienta del bolso, que estaba abierto, y se lo eché en los ojos, donde hacía más daño. Salí corriendo, había una parada de metro cerca, tenía que ir directamente a la policía, alguien quizás me creería. Me subí mientras sentía que el corría tras de mí, pero se cerraron las puertas. Pegó un puñetazo en el cristal, yo solo agaché la cabeza, miré el amuleto del Vaticano, y lo apreté entre mis manos.
Me senté, había cogido el coche indicado para ir a la Comisaría, sabía que cabía la posibilidad de que no me creyesen, y quizás me mandaran al Hospital, como pasó hacía muchos años, pero yo a Franchesco lo veía un hombre malo, un hombre capaz de dañar si no se hacía lo que él quería, y con contactos para encontrarme, llegado el caso,  y como le habían dado poder para destruir lo que quisiese, me senté esperando y rezando que no tuviera esa convicción en España, y que me hicieran caso, porque ya todo había cogido una dimensión, que lo único que quedaba por hacerme era:” quitarme la vida”, ya que yo no lo tenía pensado. Lo peor, que los malos de las películas se juntaron, para ver si entre todos acababan con lo que les parecía que no debía seguir con vida, ni lejos ni a su lado. Sonreí pensando en las consecuencias si hubiese sido yo el verdugo, en vez de quien recibió el daño, sonreí porque ni poniéndose ellos en mi lugar comprenderían qué era ser la víctima, llegado el caso, pues estaban cegados por el odio, que la envidia trajo.Entonces decidí que la Policía sería mi única salvación, si es que quedase algo de lo que llaman la esperanza de un desarmado. Llegué a la estación, me bajé, corrí como si no hubiera ese mañana mencionado, y entré, con la sorpresa de que me estaban esperando. No sabía lo que pasaría, pero había que agarrarse a algo, y les dije que me ayudasen, que” me querían hacer daño”. Me llamaron por mi nombre, y dijeron que los acompañase, que hacía tiempo que querían que fuera, para conseguir ponerme a salvo. Subí a un despacho, había una mujer y un hombre, me tranquilizaron. Quería contarles todo, como me había metido en una situación, sin tener claro cómo ni cuándo, pero todo se había complicado tanto, que no me quedaba otra que venir aquí, para ver si podían hacer algo. Esperaba que Franchesco no tuviera contactos en ese edificio, aunque no lo tenía claro, hacía tiempo que había dejado de saber quién era los buenos y quién eran los malos, pero si existía una posibilidad, era acercarme a quienes apresan a los que no actúan como se debe, aunque yo no tenía ninguna prueba que demostrase que no estaba confundida, que no era ninguna loca, que me estaban maltratando, y que buscaban mi muerte, aunque suene duro decirlo, pero era eso lo que querían, sin tener un motivo justificado.
No sabía por dónde empezar, me trajeron una tila, y dijeron que no me preocupase, porque sabían todo lo que estaba pasando, quien era realmente Franchesco, Giorgo, como se habían comportado los de la Galería, y mi supuesta familia. Me creían, pero solo había dos salidas, y yo debía elegir la puerta que abriría. Hablamos un poco de mis sentimientos,  para que me desahogara, y al decir ellos  lo que habían descubierto, dudé otra vez, porque si eran consciente de la situación, ¿por qué no me habían echado una mano, por qué me dejaron pasar por tanto?, así que dudé de las bonitas palabras, eso ya lo haría de por vida, y  me agarré a lo que podía, no estaba segura en la calle, ni en mi casa, no sabía si ahí, pero por lo menos tenía la esperanza. Además si algo me había enseñado la mala situación por la que había pasado, es que aunque dudase de las personas, de todo, y de todos, yo no dudaría jamás de mí, de quien era, de qué era lo que quería, y lo más importante, de lo que no quería. Me había convertido en una mujer  fuerte y segura, a pesar de todas las mentiras dichas, ya creía en mí, era lo único que tenía, y supe desde ese momento, que a pesar de las futuras  equivocaciones, sería la mujer que al menos yo si respetaría  y admiraría, por pelear sola en la vida, mientras otros opinaban lo que les convenía por las inseguridades, que ellos y ellas tenían. Entonces después de esos silencios que siempre avisan de algo, la mujer dijo: “ Mariam, debes elegir entre vivir en tu ciudad con protección, donde no te aseguramos que vayas a estar totalmente relajada, pero si segura, o marcharte lejos, sola, sin la protección de quienes te conocemos, aunque quizás más tranquila”. Imagínense lo que pudo pasar por mi cabeza en solo un segundo, no sabía qué era lo mejor, cuál sería la decisión acertada, porque podía haber perdonado muchas cosas: las infidelidades, las mentiras, los engaños, incluso las humillaciones por la rabia y la  envidia, pero no podía olvidar, ni quería, que me hubiesen querido destrozar y aniquilar mi vida. Cuando era joven el Mundo me parecía tan grande, tan desconocido, pero ahora lo veía tan comunicado, tan diferente al que conocí de pequeña, cuando me sentía a salvo, supongo que Mark Zuckerberg tenía que ver algo. Ahora aparecía ante mí pequeño, donde el mal estaba por todos los lados, donde no sabría si podría escapar, de donde sin querer me había metido, porque creía que ya no podría jugar al escondite, ni ocultar mis errores, todo se había conectado. No sentía  ninguna opción como la correcta, para estar a salvo el resto de mi vida, aunque una vez leí que la futura calma sería el termómetro de la decisión preferida. Respiré profundamente, sin tener nada claro. Me miraron reclamando la contestación, y entonces, recordé lo que pasé sola en la Tierra Prometida, sabiendo que aquí tampoco estaba totalmente protegida, demasiado cerca de tanto odio como para respirar esa Paz tan distinguida, no sabía si realmente acertaría con lo que elegiría. Así que suspiré, agaché la cabeza, pero por última vez, lo aviso, por última vez también crucé los dedos, cogí con mi otra mano el amuleto, y dije lo que creí que me salvaría del final funesto que intuía, sin saber cómo, ni cuándo, ni porque ocurriría…                                                         
                                                                      
                                                                          MARISA MONTE
 
 
 
Nota  de Autora:
Este libro mezcla ficción con hechos reales, incluso podría decir que lo que se cuenta es menos duro que  lo que realmente sucedió, pero los sentimientos descritos son totalmente auténticos y veraces,  tanto los de amor como  los de terror. Mi agradecimiento a quienes creyeron en mis cualidades para poder expresarlos, y poder contar una historia no bella, pero si un reflejo de como la maldad de los hombres es capaz de destruir  incluso lo que amó, si algo no es como desean, o simplemente por desear algo ajeno a su propia ambición…
 
                                                                                                             
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Descripción

Historia sobre el maltrato y el acoso a una mujer, basada en hechos reales

Palabras Clave: Mirlo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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