Dedico este día a mis sentidos
sentado sobre detallados colores.
Me percato que lo escueto se dirime
entre panorámicas de luz y sombra.
El día se desportilla en los aleros
de los edificios menos sólidos.
Gratas arquitecturas elevadas
al pie de los cerros tamborilescos.
Aparecen hembras incipientes y húmedas
que son para mi boca una apetencia.
Las amo y las pienso estrechamente con mis ojos
y escarbo en sus suéteres profundos.
Más se pierden en pilares de pudores
y huyen tras el ladrido de los perros.
Una cal viva se cuela en las rendijas
de las casas ya ávidas de yeso.
El día en sí mismo se tambalea.
Veo tiroteos y presiento calorones.
Yo oigo los adelantes del celaje
y escucho las razones de la luna menguada.
Entre verdades y mentiras morimos
y nuestras uñas quedan amoratadas.
Palpo a los plantígrados mojados
y roto mi vida entre orden y desorden.
Escucho rumores de baldíos y templetes
y el extraño timbre de los aguafiestas.
Me dedico a ver la cara de los parias
y mujeres reventandose en sus pintas.
Las veo de moño y de paso seguro
y las que prefieren fumar al aire raso.
La vida es del todo inquisitiva:
Va desgranando las uniones y las sombras.
Todo son humores, sazones y cadencias.
El mundo consiste en infinitos ángulos
que no pueden definir mi yo llameante
pues en todo me encuentro insuficiente.