El amor en un caramelo
Publicado en Sep 11, 2018
Había un susurro y un suspiro, siempre detrás de esas pupilas dilatadas. Cuando sonreía ante el vacío de lo cotidiano y hacía brotar la magia, incluso aunque las tardes eran la monotonía de lo que ha quedado estancado en la nostalgia. Podía transformar un domingo en un viernes, una noche fría en un abrazo templado, una lluvia en el baile más alegre. Miraba el cielo y se imaginaba en las nubes, saltando sobre la ternura que le rodeaba y el velo de pasión que le envolvía. Cantaba suave, inventaba historias para atrapar a mi curioso corazón, despertaba en las madrugadas recorriendo la habitación con su mirada asegurándose que no haya fantasmas Así era su manera de amar, con la luz encendida, con el miedo al mundo, subiendo y bajando las escaleras cada vez que olvidaba algo, con el sabor a menta en sus labios, con la poesía en la lengua, con sus sueños de libertad, con la esperanza de que todo cambie. Amaba despertando a toda hora, imaginando laberintos, dibujando planetas en los bordes de las hojas, garabateando mis cuadernos y escondiendo frases en las esquinas y comprando caramelos de limón. Ese era su mundo, y a decir verdad, el mío también. Después de todo, el amor no se trataba de creencias y posibilidades, de idealizaciones y prejuicios. El amor era eso. Tan sencillo como eso, como un beso, un poema, un cuento, un caramelo, una luz, el momento en que todo dejaba de existir y sólo estábamos sentados mirando el horizonte.
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