Calavera de Azcar
Publicado en Sep 28, 2018
Era 1 de noviembre, las calles de la ciudad adornadas de papel mache morado y naranja, ofrendas y calaveras en honor al día de muertos. La historia ocurre en una calle fría y de noche.
Clara va caminando de una esquina a otra de la calle, el día esta flojo y no hay clientes para trabajar. Piensa que tal vez es debido al día festivo, o simplemente su juventud ya no atrae como días antes. Sus primaveras han pasado y sus inviernos debe ocultarlos con maquillaje y polvo. Para endulzarse aquella triste noche, saco de su bolsa una calavera pequeña de azúcar que había tomado de una ofrenda pública en una plaza. Al primer mordisco dejo a la calavera de azúcar a la mitad, Clara reflexiona acerca de su vida, lo que fue y lo que es ahora. En el pasado la llamaban con ternura y calidez princesa, guapa y niña. Hoy ha cambiado, se ha convertido en dama de noche, mujer sin futuro, mujer de la vida. Clara al morder esa calavera de azúcar recordó que ella era dulce, que se cansó de tanto amar. Ahora sus besos por monedas a sus clientes debe de dar, son amargos, sin sentimientos, sin corazón. Ella soñaba con ser bailarina o una princesa como le decía su papá, pero la vida suele dar sorpresas, convirtiéndose ahora en reina de una esquina de la ciudad. Clara le da otro mordisco a la calavera de azúcar y recuerda su primer y gran amor que tuvo con Ramón, aquél marino que conoció en una fiesta de su barrio, hermano de la amiga de su amiga. Recordó aquéllos paseos con él en la Alameda y como le describía la pasión y la belleza del mar, recordándole que esa belleza no era comparable con la hermosura de sus ojos. Clara era una jovencita, pero a su mediana edad aún lo recuerda con añoro. En su tercer mordisco a la calavera de azúcar, recordó a sus padres que dejo en su pueblo y que lamentablemente no alcanzo a mirarlos por última vez. Pero lo dulce de esa calavera de azúcar, le recordó aquellos besos de su madre que hacían detener el tiempo y los abrazos cálidos de su padre que la hacían sentir que todo iba estar bien. Al terminar, Clara se levantó y de nuevo se dirigió a recorrer la banqueta de esquina a esquina. De pronto escucho una voz. -“Hola”- . Clara al escuchar la voz volteo y distinguió a un joven bien parecido, con traje y una gabardina negra para protegerse del frio. ¿Tú eres Clara verdad? Preguntó aquél joven -Si ¿Por?, necesitas mis servicios- contestó Clara -No, me mandaron por ti, por la dama de los besos dulces- Contestó aquél joven -Ya no estoy tan joven, ya estoy en mis inviernos- Con una pequeña sonrisa Clara contesto. El joven saco un pequeño espejo y se lo dio a Clara para que pudiera verse, al tomarlo y tenerlo frente a ella, vio algo sorprendente, era su rostro a los 20 años, terso, suave y hermoso. -¿Qué es esto? ¿Quién eres? – Sorprendida preguntó Clara. -Ya te dije, mi jefe me mando por ti, le encanto la dulzura de tus tres besos que le acabas de dar- -Yo no he besado a nadie ahorita, yo solo me he comido una calavera de.. tú eres la muuer…- -No, es mi jefe, y si eso tres mordiscos, fueron besos dulces a mi jefe. El mundo o la propia vida no pudo destacar tu dulzura y calidez, ni modo ya ellos sabrán- -Eso mordiscos que mi jefe sintió con calidez, hoy lo hicieron convertirse en una muerte dulce, hoy en su día muchos la festejan, se ríen de ella y otros simplemente le tienen miedo. Tú Clara la has convertido en dulzura, en amor.- Atrás del joven, Clara pudo distinguir la imagen de Ramón, su gran amor. Aquél que había creído perdido en el mar; Se acercó a ella, le tomo la cara y lentamente se acercaron para darse un beso. Un beso tan dulce como el azúcar. Al día siguiente en aquella esquina de esa calle, una pequeña calavera de azúcar se encontraba. Y así es como la muerte se endulzo con aquel beso de una dama de noche.
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Raquel
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