la gran familia / parte 2
Publicado en Oct 01, 2018
Besos, de los de siempre, quizá con algo más de empeño
- ¿Cómo estás, cariño? - Bien, algo preocupado. - Tranquilo, no será nada. Friega en la espalda y consuelo. No supe qué decir, solo la miré ,agradecido por terminar con esa condena que sostienen las palabras camufladas. El coche no estaba lejos. Conduje lo más deprisa que pude la primera mitad del camino, sin hablar, aparentemente tranquilo. Paramos antes del peaje a echar gasolina. - ¿Quieres conducir un rato? - Sí, dos veces. - Tienes que coger el coche, Charo. Ya verás cómo te arrepientes cuando tengamos que ir a vivir a Vitoria. - Entonces lo cogeré… - Ok, dije. Supe que aquella conversación acabaría con un “cuando lo necesite”. Es curioso cómo el chantaje resulta muy eficaz, usado con cautela, contra la cerrazón. Pero el miedo es otra cosa. Algo mucho más punzante que una dirección opuesta Apreté el acelerador para dejar atrás ese paisaje desolador del sur de Navarra. Promontorios de arcilla que se confundían con la aspiración por reverdecer de algunas plantas bajas. La nacional constituía un oasis de asfalto, el único aliciente que podía asumirse sin bostezar. 5 Las últimas curvas de la carretera provocaban en mí el efecto de un pájaro antes de estrellarse contra la corteza de un árbol. No quería llegar, quizá un último desvío antes de atajar por el puente oxidado, una excusa por dilatar a tiempo mis esperanzas. - Bueno, pues ya hemos llegado… ¿Qué tal cariño?, ¿Cansado? - Solo ha sido una hora. Tenía ganas de llegar Me miró con ese semblante irremediable, contrato en exclusiva de los enamorados, y acto seguido señaló en diagonal -Están ahí- 6 Agosto, la canícula de los meses. El sol caía sin consuelo sobre los meandros. La presa había comido tanto terreno que el río parecía un arroyo artificial, una cascada con bomba de las que decoran los parques japoneses. Eso sí, el cartel no había perdido su encanto. Viejo, blanco, anunciador de atávicas costumbres y sofisticadas puñetas. Malena, Isca, Luis, Cintia, Álvaro y, por supuesto, Belén. Todos ellos mudos cuando aparecí. Intenté mostrarme sereno, incluso con gracia, pero no conseguí que mis palabras fuesen menos fútiles, improvisaciones mal construidas. Desistí y me centré en Charo, escudo siempre a tiempo. Malena por fin dijo algo- Teníamos ganas de verte primo, luego hablaremos, ahora vamos a probar el vino que hemos traído. 7 La casa de nuevo, sin evocaciones. Real. La puerta era azul, de barrotes desconchados. Siempre estuvo atrancada y aquel verano también. Empujó Malena y detrás entraron las tres mujeres. Luis, Álvaro y yo nos reíamos de cualquier tontada e intentábamos no reparar demasiado ni en sus gestos ni en sus ademanes involuntarios. Querían ellas hablar pese a postergar la confesión. 8 Y lo contaron, ya lo creo que sí
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Mara Vallejo D.-
Continúa amigo mío!!
Abrazosssss
María