LOS PRIMEROS BARCOS DE VAPOR EN EL AMAZONAS (PARTE II)
Publicado en Oct 17, 2018
La provincia litoral de Loreto ocupa una gran extensión de terreno, la parte situada al sur y al oeste de esta dilatada provincia presenta un terreno quebrado y montuoso, la parte situada al norte y al este al contrario ofrece una extensa llanura, cubierta de una gran vegetación y surcada en todas direcciones por mansos y navegables ríos, los que en la parte más baja comunican unos con otros, por medio de canales naturales formando una especie de red, que se presta de un modo admirable como medio de comunicación entre un punto y otro.
Debiendo crearse todo lejos del gobierno central, susceptible de acoger informes interesados y malévolos, el capitán de navío Federico Alzamora apenas consiguió crear en el departamento fluvial una vida anémica, enteramente sujeta a la subvención de la caja nacional; mientras se iba formando el pueblo de Iquitos que se situó en la orilla izquierda del Amazonas, casi en la confluencia del río Nanay y a un día de bajada desde Omaguas, donde los habitantes con las hojas de una palmera espinosa que llaman chambira, empezaron a fabricar hamacas y unas bolsas para cargar, a las que llaman pillajas o jieras, también fabricaban sombreros, llamados sombreros de bombonaje hechos de otra planta, aquella tierra, inmensa, serena y magnifica selva cuyo pecho podía alimentar a todos los seres, aquella comarca gigantesca a la que la naturaleza había dotado del poder de rebajar al hombre si el hombre no era digno de semejante herencia, no apreciarían lo que tenían allí. La factoría se instaló, pero apenas había otro trabajo que los vapores del estado, la gran fábrica de ladrillos solo podía colocar pocos de sus productos por falta de personas que los quisieran utilizar, pues solo lo hacían con los materiales acostumbrados, el hermoso dique de fierro con 190 pies de largo, 50 de ancho y 20 de alto capaz de levantar buques de mil toneladas se hundió, llego un momento en que las inyecciones de dinero destinadas a mantener el movimiento artificial se agotaban, los contingentes del presupuesto dejaron de afluir oportunamente y empezó a faltar todo, colocando en situación precaria al personal dependiente de los subsidios fiscales, como consecuencia el pequeño comercio e industrias insipientes que se organizaban a su sombra decayó, el arsenal carecía de artículos, también las proveedurías, los empleados de sus salarios, los técnicos se fueron, los vapores quedaron fondeados y para satisfacer el clamor de los industriales que se habían aventurado a radicarse en distintos puntos de la red fluvial y los de comercio, se hizo en parte pero con bastante mala mano la “compañía nacional de navegación fluvial peruana” el contralmirante Tucker trajo el vapor Tambo especialmente para remontar el río del mismo nombre y luego el vapor Mairo pero no tuvo buenos resultados y se volvió a su país, fue el epilogo de las inversiones fiscales en Loreto, el fisco perdió sus naves y demás propiedades, los vapores desaparecieron para servir de pontones unos y los otros cambiaron de nombre y de dueño. Creo que el hombre recibe exactamente la compensación de lo que da, de Dios, del hombre y de su trabajo, creo que el hombre que reza cuando lo que se requiere es acción, es un tonto y Dios lo tiene por tal, creo que Dios contesta las plegarias de los hombres que realizan su propia labor y luego dan gracias a Dios por haberles impartido la fuerza necesaria, Dios no hace las cosas que deben hacer por sí mismos, coincidió la ausencia de los contingentes fiscales con el desarrollo de la extracción del jebe, se agruparon, orientaron y crecieron organismos comerciales, que encontraron para su crecimiento y desarrollo un material maravilloso, el caucho, la ranchería insignificante que en 1864 apenas daba indicios de vida, la sede inopinada del oriente peruano, Iquitos, se transformó en una bonita ciudad moderna, donde el terreno urbano alcanzo precios de veinte y cuarenta libras esterlinas por metro cuadrado, y se construyeron edificios particulares de seis mil libras esterlinas como valor corriente; según el anuario de Iquitos de 1905 había matriculados en ese apostadero 33 vapores con 964 toneladas, el Sanango de 120 toneladas, el Amazonas y el Yurimaguas de más de 80, el Huallaga de 72, el Itecuachi de 64, el Augusta de 53, Iquitos fue visitado por cruceros de varias naciones en 1899 estuvo en ese puerto el crucero alemán “Falque” que no prolongo su viaje hasta Yurimaguas temeroso de agotar su carbón, también estuvo el crucero americano Wilmington, el italiano Dogali; la navegación se hizo en dos grupos, la navegación interior y la internacional, la navegación interior entre Iquitos y los afluentes del amazonas, se hacía con 40 lanchas a vapor de 8 a 100 toneladas, la navegación exterior se dividía en dos grupos, unos vapores que navegaban entre Iquitos y Europa, el otro entre Iquitos y Pará; la Iquitos Buth S.S. Companys hacia el tráfico Inter atlántico con los vapores Yavari, Napo, Bolívar, Huáscar y Ucayali, la otra compañía con capitales ingleses que va de Iquitos a Pará su directorio reside en Londres, los vapores usan la bandera del Brasil y los vapores de esta línea eran el Perseverance, Joao Alfredo, río Tapajos, río Branco, Justo Sherman y el Landro Sodre. Con justicia se llaman naturales las cosas de la naturaleza, que de suyo son sanas y en las cuales se puede confiar, solo el hombre es artero y mutable, solo el hombre puede carecer de sentimientos al punto de esclavizar a los salvajes, los caucheros convirtieron en esclavos a los peones, habilitándoles con víveres y ropa a cuenta de su trabajo, abriéndoles cuentas que los hacían esclavos a viudas, huérfanos y hasta los nietos, sin nada que indique el límite legal del derecho, y el límite que separa el agio tolerable del inicuo; había muchos que no sabían moderar sus pasiones incontenibles, que iban armados por la selva sin que hubiera una fuerza móvil de justicia que tuviera una acción preventiva y de castigo y que llegara a los extremos más apartados, las lanchas estaban exclusivamente dedicadas al servicio comercial de las casas a las que pertenecen, monopolizando e imponiendo la ley al pequeño comerciante que en Iquitos lo llamaban “regaton” de este modo los habitantes de los ríos estaban sujetos al capricho y monopolio del alto comercio, motivo por el cual el poder comercial de Loreto no se desarrollara como en el Brasil, también los brasileros queriendo proteger en su imperio la fabricación de los sombreros de paja, ha puesto un derecho sobre los que se introducen del Perú, medida que es muy perjudicial para Loreto, porque aumenta el precio de los sombreros, por este derecho impuesto disminuye el consumo y por consiguiente la exportación por parte del Perú. En el primer semestre de 1908 entraron en Iquitos 72 vapores,111 lanchas y 102 chatas; salieron 77 vapores, 112 lanchas y 101 chatas, en un interesante documento oficial decía el capitán del puerto de Iquitos Barandiarán, que se veía obligado hacer notar que de un modo indirecto el Brasil nos veda la navegación del río Yavarí, puesto que exige a toda embarcación que lleva nuestra bandera, aunque no se dirija a puerto brasileño, la presentación en Tabatinga a recabar una licencia inaplicable, porque el Brasil considera como su limite la línea que partiendo de san Antonio corre hasta la banda más occidental del Yavarí; algo semejante a ocurrido al entrar al putumayo en donde se obliga a solicitar también licencia en manaos, informo el comandante Buenaño; en otro informe el comandante Barandiarán refiere las franquicias que disfrutan las naves brasileras en la navegación de nuestros ríos, pero que no reciben reciprocidad por parte de nuestros vecinos, una nave brasilera dice el marino citado, no tiene en nuestros ríos más obligación que el gasto del papel sellado para su despacho, mientras nuestras naves tienen que pagar como 20 conceptos, haciendo así imposible la navegación de nuestras naves más allá de nuestras fronteras y obligándonos por consiguiente a exportar nuestros artículos cobijados por la bandera del Brasil. La selva es paciente, espera, mientras los hombres mezquinos se afanan por arrebatarle sus tesoros con sus manos codiciosas, la selva no puede ser conquistada tiene que ser ganada, la selva vencerá siempre la codicia, la avaricia y la concupiscencia, los celos y el orgullo, a la mente acude el venerable hombre de ingenio de la infantería de Pizarro, don Sancho de Carvajal, soldado tan inquieto como jamás hubo otro preparado para las artes de la guerra, a los 80 años de edad, mucho más viejo que cualquiera de los demás conquistadores, conservaba un espíritu tan juvenil y retozón como el más imberbe de los muchachos, que escuchaban su narración de irrespetuosas historias de su campaña en Italia, de conquistas en el continente a las órdenes de don Fernando, de una capitanía en las filas de don Gonzalo Pizarro, de un cargo de teniente en las del zapador Navarro, de un puesto de abanderado en la batalla de Ravena, de lo que le dijo en su propia cara al monarca de Francia cuando Francisco I fue hecho prisionero en Pavia, y su profana y alegre descripción del saqueo a Roma, cuando con sus propios ojos vio al anciano y chocho Papa Clemente VII huir del vaticano sin llevar encima de sus carnes, para protegerlo del aire de la noche y los ojos de Roma, nada más que su luenga barba blanca; los recuerdos de Carvajal, un gigante de 6 pies de alto y con el pecho tan ancho como el de un caballo, despojándose de su yelmo y coraza y arrojándolos al suelo en señal de desprecio hacia el Inca, entrando al salto y capturando posiciones con sus propias manos, después de la batalla recobraba su antigua apostura con una orgia licenciosa en el que nadie podía rivalizar con él, entregándose de lleno al vino se ponía a cantar: Los mis cabellicos maire Uno a uno se los llevó el aire ¡ay, pobrecicos Los mis cabellicos! Había horror en este canto, a sus mentes acudía el recuerdo de los días memorables, en que los conquistadores despojaban de sus tesoros a la nación inca, ellos veían sus cuantiosas fortunas amontonadas sobre el cadáver del Inca , ducados de oro y piezas de plata en cantidad suficiente para pasar en la holganza el resto de sus vidas, si los hubieran cuidado en vez de lanzarse en pos de tesoros mayores, ensanchando la gama de su alcance desde Sancho de Carvajal a la soldadesca, era el canto predilecto en las mesas de juego, casi todos después de perder muchos ducados a los naipes, miraban entristecidos su fortuna disminuida y cantaban “los mis cabellicos maire” Si como una sombra pasa el hombre y se afana en vano, atesora y no sabe para quien amontona todo aquello.
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