NAVEGANDO HACIA PIMENTEL
Publicado en Nov 15, 2018
El aire estaba tranquilo y claro, el cielo se llenó de estrellas y a la distancia titilaban las luces del puerto del Callao, otros hombres no muy diferentes a nosotros subían a sus dormitorios, pero ese era otro mundo el nuestro es ahora este yate esbelto y dispuesto a la aventura, que ahora descansa sereno pero alerta y con la proa hacia el horizonte.
Al día siguiente el yate comenzó a moverse a favor del viento bajo el foque, con lentitud al principio, pero cobrando pronto velocidad, acariciados sus flancos por el agua y se escuchaba como un frufrú de hojas secas, el “mar y mi amor” se lanzó resueltamente al encuentro de las olas, sumergiéndose y saltando entre ellas, el sedoso crujido se había transformado en un estruendo como de portazos, el yate se inclinó sobre una borda y se abrió paso hacia adelante, estaba rompiendo el alba como el haz de luz de un proyector, en el cielo solo quedaban unas cuantas nubes sucias, colgadas como trapos puestos a secar, el mar fue enriqueciéndose de color en el que la cresta blanca de las olas servía de contraste, el sol subió al firmamento quitando el ultimo resto de humedad. Mientras “el mar y mi amor” navegaba el capitán se acercó a mis amigos y amigas y dijo “disculpen que lo diga en esta forma algo brusca, pero algunos de ustedes parecen preocupados, quiero borrar desde ahora cualquier impresión errónea, lo que espero es que en este viaje se sientan libres de responsabilidades, como simples pasajeros y disfruten la sensación de formar parte de este yate, este yate llamado “el mar y mi amor” es un organismo vivo, un organismo fuerte, de gran eficiencia, de pura sangre, no le falta más que cerebro, los tripulantes son como músculos y nervios suplementarios, solo se limitan a acatar las órdenes, por poco que sepan de navegación comprendan que cada ocupación levanta un muro de misterio en torno suyo, el derecho como la medicina, la arquitectura o la electrónica y cualquier otro oficio” el capitán había hablado con animación hasta llegar a la última frase, todos lo miramos comprensivamente; algunos pájaros que se posaron abordo levantaron vuelo y los tripulantes los siguieron con la mirada, en este viaje nos dirigimos hacia Pimentel, decía don Vegas García que antes de llamarse Pimentel se llamó “de la concepción de Chiclayo” que luego se le dio el nombre de Pimentel en honor al capitán de navío Ricardo Pimentel, que había estudiado la bahía y ayudado al desarrollo del pueblo, este balneario se ubica a 11 kilómetros de Chiclayo y es uno de los mejores lugares para practicar surf, Beach Break las olas de Pimentel no rompen desde el fondo del mar, sino cerca de la orilla, por esto las hace potentes, según cuenta García y García, por resolución suprema del 7 de diciembre de 1860 se habilito la caleta de Pimentel en la provincia de Chiclayo, que su fondo era rocoso, desigual e inseguro para las balsas que embarcaban sal para Pacasmayo y granos para Sechura y Paita ofreciendo menores precios. El tiradito y el ceviche estaban realmente buenos, la cerveza helada hacía que todos tuvieran amplia oportunidad de hablar, en este ambiente de camaradería cada vez más cálido, entre recuerdos y chascarrillos, ya picadazos y con las voces más alegres que nunca, gritamos una copla muy antigua aprendida hace mucho tiempo atrás Para zambas, Lambayeque Para cholas, Monsefú Para chinas, las de Reque Y para guapos los del norte del Perú. Mientras “el mar y mi amor” esta pacíficamente anclado frente a Pimentel, junto a otros yates hamacándose y haciéndose reverencias, moviéndose lo suficiente para demostrar que tiene vida y está listo para emprender otra aventura.
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