Perro callejero
Publicado en Sep 30, 2009
Sólo soy un perro callejero
con la cola cortada por un auto. Me gusta lamer al sacristan y a los monjes que vienen de una orgía: Tienen chancros tremendos como una fumarola y hieden peor que siete de los míos. Persigo estatuillas, sombras y gatos y muerdo cartones, sobras y volantes. Me gusta ladrarle en la cara a los juristas y meter mis robustas patas en piletas. Soy alimento feliz para la gusanera y por más que me lamo y me relamo nadie me defiende y sana de la sarna. Me gusta juguetear en las plazas públicas y corro cuando viene la perrera. Ando entre engendros y agotadas cañerías. Y alguna vez me espantó el Golem. Mi trompa y mi olfato me llevan a planetas donde arrojan milanesas en las calles. Una cucaracha me sirve de bocadillo y me patean aún de la puerta del burdel. Por todos soy siempre menospreciado mientras me calcifico con mis huesos. Los mosquitos pasan sus trenzas en mis ojos y aún las moscas me son molestos perdigones. Siempre estoy olfateando al lince en los llanos y a los peces grisáceos en las pescaderías. Llevo una infección perpétua en la entrepierna. Los niños me dan pedradas y palasos desde la mañana y no me dejan acompañarlos a los columpios. Sólo uno que otro vagabundo me acaricia y los defiendo de atracos y de trenes. A veces exploro más curioso que un ratón y mis colmillos le hacen frente a los maltratos.
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