Me han prescrito oír canciones
para que me rescaten de mi melancolía.
Me han indicado ingerir valeriana
y no discrepar de las rosas excesivas.
Ser más comunicativo con mi interior
y de vez en cuando sonreírle a mis colegas
que se la pasan siempre sumisos y borrachos.
Tomar el viento a bocanadas
y platicar de buen grado con alguno.
No meterme en la palabra Eutanasia
y estudiar en la internet lo que es la vida.
Frecuentar algunas fiestas y salones
y sacar a bailar a rijosas pueblerinas.
No fatigarme recontando las monedas
que me da mi mal pagado trabajo de contable.
Oír las rimas de Becquer el grandioso
y lavar mi alma al sol y en las piscinas.
Dedicarme a dejar pasar el tiempo
y adquirir alguna sonrisa en las baratas.
Arreglar de vez en cuando mis cajones
y echarles pestilente naftalina.
Tener una lista de prioridades
que me ayude a sobrevivir paso a paso.
Tratar de no llorar ante la primitiva luna
y evitar saltar a los vacíos.
Vadear del todo dolores insoportables
y buscar inspiración en los lomos de las coplas.
Asearme y afeitarme con mayor diligencia
y no juntar a la vez más de tres desasosiegos.