¡ Me fascinas, me fascinas, me fascinas !"
Lo dices con tu boca mentolada y brillante.
En la penúmbra de la ahuecada carpa
me haces llegar tu amor en forma de sonidos.
En el fondo de tus ojos te repites
y me demuestras un cariño inimitable.
Mi corazón se opaca ante esos ecos:
Mi corazón que sólo late ante ti.
Sé que soy de un linaje enteramente venial
y que mi vida fue puesta a prueba y en entredicho
por regios sufrimientos ordinarios
que me hicieron replegarme a mis orígenes
y huí de los hospicios donde anduvo el amor.
Pero llegaste tú, dama de niebla, beneficio
a rescatar mi alma ya achicada y sin salida.
Me tomaste de mis temores mustios
con resplandecientes besos triplicados.
Abriste en mi pecho un manantial dorado
y soltaste sobre él una quimera.
Fuí entonces que nací de los primeros rayos
y tomé tu cintura de erguida media luna.
Acaricié tu melena aleonada
y recité en tus labios balbuceantes amores.
Y de repente, fuí ciervo enamorado
subiendo por tus domos y colinas.
Quitaste de mí agrias negritudes
y mi infinita y magra altanería.
Colocaste sobre mi frente una banda
traída de tierras místicas y trascendentes.
Saliste a mi encuentro cual el acorde más dulce
y te proclamaste totalmente apegada a mi alma.
Preparaste para mí ungüentos olorosos
y fuí incapaz de rehuir a tus amores.
Hoy, bajo los cielos que transitan sin arbitrio
digo al orbe que te amo y te venero.