15. Mal arrendatario.
Publicado en May 15, 2019
Mi nombre es Sandra, tengo 48 años soy casada, orgullosa madre de tres hijos. Mi esposo hace unos años se jubiló y recibió una muy buena suma de dinero, por lo que decidimos construir cuatro minidepartamentos en la parte de atrás de la casa para arrendar y así poder tener una entrada extra que nos permita pasar con mayor tranquilidad nuestro retiro. Hace unos años atrás llego un personaje muy pintoresco junto a su pareja a ocupar la primera habitación, un metalero. No fue hasta la segunda semana que empezaría una seguidilla de situaciones que me parecen muy divertidas, el fue una buena persona, siempre, solo que su adicción al trago lo hacía perderse de sí mismo, se apoderaba un loco a mi parecer de su ser. Las primeras veces se ponía a beber con sus pareja colocando su música a alto volumen hasta altas horas de la noche, ella una persona muy linda, lo terminó dejando por esos mismos desordenes, luego él se fue a vivir con una niña al sur, para dejarla botada a las dos semanas. Cuando regreso se puso a beber y al otro día según me contaba salió a buscar una prostituta y se quedo dormido al volante, chocando a otro vehículo y enviándolo contra una casa, paso preso un día y algo, para luego salir y seguir bebiendo. Luego desfile de mujeres por su pieza, cuando dejaba la ventana abierta se podía escuchar los gemidos de estas, hacían tríos, cuando llegaba uno de sus amigos se ponían a pelear golpeándose con las sillas, varias veces les fui a decir que se calmara, siempre decía que sí, pero al pasar de unas semanas ya estaba con otra persona extraña bebiendo a destajo en la pieza. Una vez se puso a orinar desde al balcón al primer piso, otras veces salía desnudo a altas horas de la noche a dejar a las mujeres que venían a visitarlo, tenia dos un tiempo, una vez casi se vieron las dos, pero según le vi en lo más mínimo se preocupaba. Creo que le provoco mucho daño el haber perdido a esa mujer y es por eso de su actitud tan desinteresada por la vida. Al tiempo comenzó a leer las cartas y al parecer era muy asertivo ya que muchas personas venían una y otra vez a verse la suerte. Se compró una guitarra eléctrica, tocaba malísimo, la vendió, luego un tambor africano, cuando se embriagaba decía que invocaba a la lluvia y a los dioses del trueno y el rayo, curiosamente una noche hubo una pequeña tormenta. Al pasar de los meses comenzó a vender sus cosas, diciendo que ya era hora de cambiar y de llevar una vida más austera, yo me preguntaba ¿Qué mas austera si tiene un par de muebles viejos y sus pilchas? Con el pasar del tiempo se metió a estudiar para terminar su enseñanza media, luego para obtener un titulo profesional, encontró una mujer mayor con la cual compartían un mundo reservado. Y bueno la historia de él quizá donde se ha de seguir escribiendo, ya que hoy en la mañana dejo el arriendo y se fue, mi hijo se caso con una mujer que tiene tres hijos más uno de él y gritan todo el día en el patio, no le dejaban descansar. Bueno espero que donde vaya siempre este bien, en los cuatro años que estuvo arrendando acá, quizá aprendimos mas de él que de lo que hubiésemos esperado. Una vuelta tenia una resaca grande me contaba y se le tapo la taza del baño de la pieza, fue de las pocas veces que pude ver su cara de irritado, habrán sido unas 50 veces que toqué su puerta para decirle que bajara el volumen para que pudiera dejar dormir al resto. Bueno ya no se escuchará su música estridente y quizá que nuevas personas llegaran arrendar a la pieza de mi primer arrendatario.
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Elvia Gonzalez
Jonathan Ibarra Luman