RELATO NO FICCION
Publicado en Jun 02, 2019
Ellos se preguntan ¿por qué? Yo me pregunto ¿por qué? Desde muy chicos ellos se plantearon la pregunta, percibieron diferencias, dificultades y desigualdades. Yo nunca me pregunté el por qué, nunca los registré, solo eran parte del paisaje diario hasta hoy.
Ellos se preguntaban por qué algunos tenían juguetes tan lindos y ellos no, se conformaban con jugar con un triciclo sin ruedas o una muñeca vieja y ya sin pelos, por qué ellos no podían comer un menú de Mc Donald como las demás personas. [1]Algunas veces pintaba en una bolsa de basura alguna sorpresa, alguna cajita feliz con sobras, sobras de felicidad, mezclada con lechuga podrida, mayonesa y kétchup. Para qué servirían esos negocios que venden ropa si las que ellos usan siempre viene de algún familiar, amigo o conocido al que ya no le entra. ¿Qué era tener zapatillas nuevas? ¿Por qué ellos faltaban a la escuela para cartonear con los viejos? ¿Por qué los por qué que ellos tienen desde que nacieron se me presentan a mí ahora, 17 años después de haber nacido? ¿Por qué 17 años después esto me parece violento? La marginación, la falta de oportunidades, la deserción escolar, todo refleja una violencia, muchas veces velada por no ser explícita o directa. A esta violencia subterránea se le suma una mucho más visible, mucho más física, donde la xenofobia y la violencia de género son protagonista. Cristian Flores es un chico de 18 años. Vive en la villa con su mamá y su hermano mayor. Trabaja desde los 16 para ayudar en la casa. A la mañana sale a trabajar y a la noche va al secundario. En 2010, cuando tenía 10 años, llegó desde Bolivia a Argentina. Su familia se tuvo que ir de Bolivia sin nada. Cuando llegaron acá no encontraron ningún lugar donde quedarse es por eso que fueron a la villa. Una vez que se instaló entro a un colegio cerca de la villa, cursaba 2do año. Todas las mañanas se levantaba solo, desayunaba lo que había e iba caminando al colegio. Al comienzo del año se sentía bien, tenía amigos, salía al recreo, se sentía cómodo. Luego de unas semanas empezaron a cambiar las cosas. Un día se le acercó un compañero y le dijo que un pibe quería pelear con él sin ningún motivo. Le preguntó si lo conocía y le dijo que era del aula de enfrente. A la salida del colegio se encontraron en una plaza cerca de ahí. Empezaron a pelear y Cristian ganó. No fue tan grave, fue sin ningún objeto. Pasaron los días y otro pibe del mismo curso también quería pelear con él. Se le hacía raro, pero igualmente aceptó. Pasó otra semana y otra vez lo mismo, pero de diferente manera. A la salida del colegio, un compañero de Cristian le pidió que lo acompañe a plaza Once que se encontraba con una amiga. Le dijo que sí y fueron. Pasó un rato y su amigo le dijo que la chica estaba llegando así que se iba. Cristian se estaba yendo a la parada del colectivo cuando lo empujaron de atrás. Eran los mismos pibes de la escuela que comenzaron a provocarlo e insultarlo. Él no quería pelear, pero comenzaron a pegarle con mucha fuerza. Cristian intentó defenderse. Las personas que estaban alrededor pensaron que era un juego hasta que vieron que uno de los pibes sacó una navaja. Dos hombres fueron a separarlos. Los chicos lo amenazaron con que lo iban a matar si volvía al colegio. Cuando Cristian llegó a su casa fue al cuarto y entró su hermano. Al verlo todo golpeado se molestó mucho. Le dijo que esto había llegado a su límite y le advirtió que siga yendo al Colegio. Al otro día en el colegio, todos sus compañeros lo miraban y preguntaban: - ¿Qué te paso? Él respondía que no había pasado nada, aunque los compañeros ya sabían lo que estaba pasando. Los profesores solo miraban, no les importaba. Cuando salió del colegio lo estaban esperando su hermano y sus primos. Se le acercó un pibe y le dijo que lo estaban esperando en la plaza. Fueron todos caminado hasta allá y se encontraron con el pibe y sus amigos. También había otras personas del colegio mirando. Lo empezaron a golpear y ahí es cuando se metieron su hermano y sus primos. Luego de varios golpes se cansaron y le dijeron: - Rajá de acá bolita, esto se terminó flaco. - Tomate el palo y no molestes más, respondió el hermano.[2] Al otro día volvió al colegio y ya no le dirigieron ni la mirada. Otro relato en el cual podemos mostrar aspectos de violencia en un ámbito de clase baja es el de Cristina Vargas una mujer de 25 años, madre de Luca, su hijo. Vive en la villa 1-11-14. Vive como puede, tiene un trabajo de 2 horas por la mañana. Lleva temprano a los hijos al colegio, va a trabajar. Vuelve a la casa y limpia. Más tarde va buscar a sus hijos al colegio y a la noche cursa 2do año del plan fines[3]. Mientras está en el colegio su hijo de 8 años se queda con su novio. Vivió violencia doméstica y de género durante su niñez. Vivía con su papá y hermanos en una casa muy humilde cercana a la villa, pero no dentro. Tenía un padre machista, agresivo y drogadicto. Varias veces la golpeaba y amenazaba con echarla de la casa. En el momento de la mesa cuando todos compartían qué habían hecho en su día, Cristina quería hablar, pero el padre le decía: -No tenés voz ni opinión. Por el simple hecho de ser mujer. Cuando estaba en 5to grado, 11 años, la sacó del colegio porque decía que ya era mayor y tenía que hacer los trabajos domésticos de la casa. Cualquier equivocación era violencia física y verbal. Algunas veces había poca comida y era ella la que no comía solo por ser mujer. A sus 16 años se escapó de su casa y se fue a vivir con su actual novio que sí vivía dentro de la villa. Empezó a trabajar como ayudante en un comedor y con eso podía mantenerse con lo básico. Luego de un par de años quedó embarazada de su hijo, Luca. Es el día de hoy que sigue viviendo con el novio y el hijo en la villa 1-11-14 y no volvió a tener contacto alguno con su padre. La violencia parece formar parte de la vida del ser humano desde tiempos remotos, como un aspecto más de su naturaleza. Queda claro que traspasa cualquier distinción de género, edad, condición social, etc. No hay cultura en la que no aparezca, pero no por ello nos podemos resignar o pensar que como parte de la naturaleza del ser humano aceptemos la misma, sino que debemos abordar estrategias para disminuir su impacto en la sociedad. Si bien la violencia atraviesa todos los sectores sociales, se puede ver que la falta de oportunidades que sufren los sectores más marginados, las minorías, los inmigrantes, las mujeres, en líneas generales, los sectores más marginados de la población, generan situaciones violentas que desencadenan más violencia. Comencé el trabajo preguntándome por qué recién a mis 17 años me surgieron estos interrogantes. Ahora, que ya voy dando pasos de manera independiente, que ya no tengo más la protección y custodia que mi familia tuvo durante mi niñez, que voy conociendo otras realidades, que voy adquiriendo nuevas experiencias, me pregunto los porqués y busco respuestas… espero encontrarlas. [1] Recurso poético: Comparación [2] Recurso: Diálogo. [3] El plan fines es un programa destinado a los adultos para que finalicen sus estudios primarios y secundarios.
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Magnolia Stella Correa Martinez