EL REPROCHE
Publicado en Oct 02, 2009
EL REPROCHE Apenas ayer me has reprochado Que hay cosas que no puedo decir. Pero en verdad ocurre Que ni siquiera en el momento De más noble presencia, Me atrevo a encarar el amargo silencio, Que presagia una bronca premura Que ha sido derrotada, A lágrima viva, A represión violenta, A largo tiempo de estrujarla. Tal vez las cosas que yo pueda decirte No necesiten de una palabra inútil. Quizá tampoco han menester de los suspiros, De las tiernas miradas, O de la suave vecindad de tu cuerpo, Porque a pesar de todo Yo vivo en el fragor de tu silencio, Como si deambulase en una ciudad Que me recuerda, A cada resquicio que aparece, Un sueño en que las voces Retumban tan aguda y tercamente, Que el sonido se transforma En un intenso rumor desesperante. Quizá sea cierto Que hay cosas que no puedo decir, Porque a gritos silenciosos Me reclamas su existencia, A fuer de mi agravante Condición de espectador. En tanto que tu, En tu feudo insumiso, Haz fincado el rencor Y encastillada te empecinas En fabricar truculentas historias, Que por su olor a buena fe Y a sentimientos nada recomendables, Te orillaron a un amor Hoy ya ensimismado Y a ese largo martirio virginal Temeroso al fracaso, Como si de pronto fuera necesario Otorgar una prueba voluntaria De ciega beatitud. ¿Habremos de vivir en el futuro Tan lejos y tan cerca, Entre ráfagas alternas, Sin poder dejar en las caricias Toda la ternura aherrojada? ¿Así como hoy, Atados al silencio, A un discutible deber, A los dictados añejos y execrables De un rebaño vecino al matadero, Habremos de alentar Esta inerme soledad Que nos destruye, Que nos corroe, Que nos va reduciendo a cenizas A bagazos, A momentos de tedio, Sin siquiera intentar Percibir con el sol, Con el aire, Con la inmensa montaña, La suave libertad, El terrible perfume del retoño, El amor Y toda la gama del deseo? Más bien hay cosas Que no intento decir. Y sin embargo, Hoy me obligaste A decir corajudamente que te amo Y a retomar el hilo misterioso De un proceso Que ni tú, ni yo, Hemos ignorado Y que a ciencia y paciencia De nuestra inicua terquedad, Se ha enseñoreado De los claros y vigorosos días Que nos rodean, Como jauría retozante De audaces perdigueros, Que hayan salido a la caza, De un plumaje gentil. Dime amor, ¿Todavía hay cosas que no puedo decir?
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