Era preciosa aun revestida de pliegues, también muda.
Yo escribía en clave de disgusto. Eso, por lo general, no conquistaba. Pero ella insistió. Un resumen de mi vida fue, quizá, la hechura en que mis manos acometieran, por fin, la faena. Tenía unos minutos, igual que un juego, o un reto,tiempo insuficiente para explayarme en describir los despropósitos de otros escarceos infructuosos.
“Una mujer, mejor sin nombre, de ojos verdes y pelo enmarañado, supuestamente por el salitre, según sus hilarantes aspavientos…”
Se agarró las manos, implorando ser la primera.La forma más grácil en que me han interrumpidonunca.
Ella sacó su cuaderno. Dibujó una tabla de surf. Plasmó el salitre como una suerte de mineral ofuscado, que visita siempre inoportuno.
Cejas incontroladas por interpretar. Arriba, dos veces, siguiendo el hilo inconexo con el cual la impaciencia empuja. Reparé en sus labios blanquecinos y cortados. Eran, como siempre, lo primero con lo que uno desea conectar. Eso sí era salitre.
Creo que ella lo advirtió mucho antes. Por eso se acercó a una distancia imprudente para un chico de provincia, tanto, que me tambaleé sobre las dos patas de la silla. Me recompuse, aunque las oí crujir con fuerza.
- Yo es que soy así, valiéndome de un fútil argumento.
Sonrió por primera vez, no sé muy bien si por lo estúpido o lo pueril. Todavía hoy espero que por lo segundo.
Me mostró los otros bocetos que había comenzado sin llegar a concluir ninguno. ¿Por qué sí esa tabla de surf?
Entonces comprendí cómo, cada vez que bajaba la cabeza, ella intuía mi soliloquio interno sin esfuerzo.
De repente señaló detrás de mi, posiblemente más allá de donde escudriñé al volverme. La cordillera se extendía inmisericorde, conjugándose riscos y verdes faldas montañosas sin linde.
- Pero no hay mar…
Me devolvió la negativa, ladeando su cabeza con insistencia, y arrancó la hoja del cuaderno. Seguí muy de cerca aquel lagrimón en busca de su accidentado pómulo. Pero aún estaba a tiempo de retirarlo, y así lo hice.
Escribí sin consuelo, magnetizado por la emoción. Sus pupilas recorrieron con la misma ferocidad toda esa sarta de verdades rendidas ante el silencio.
Enrique Gonzlez Matas
Buen relato y buena forma de expresar los gestos de tu amiga muda.
Enhorabuena. Un abrazo.
javier castillo esteban
Un placer contar con tu sabia opinión. Las palabras, al igual que las ideas, flotan... a veces se escapan, y otras simplemente las dejamos partir
Un fuerte abrazo
Raquel
Te imaginé a ti haciéndoles preguntas al propio pliego en el cual trabajabas...(bueno..esa imagen quedó en mi mente)..Me pasa a mí también cuando me siento a planificar mis actividades docentes...beso Raquel
javier castillo esteban