VALENTINA
Publicado en Sep 01, 2019
VALENTINA
A quienes creyeron en mis cualidades, y disculparon mis defectos… “El secreto, querida Alicia, es rodearse de personas que te hagan sonreír el corazón. Es entonces, solo entonces, que estarás en el País de las Maravillas”. Lewis Carroll, “ Alicia en el País de las Maravillas” “Píes para que os quiero, si tengo alas para poder volar” (Frida Kahlo) “Los pájaros nacidos en jaulas, creen que volar es una enfermedad” (Alejandro Jodorowsky) VALENTINA. “Quizás debería haberme tomado ese café en la Estación, antes de que te marcharas, antes de dejar que desaparecieras de mi vida”. Se lo dijo al oído, susurrando, casi besando su lóbulo, y acariciando su pecho sobre la camisa. Añorando que no hubiese disfrutado de su bello y joven cuerpo, en cualquier hotel, en cualquier cama, aunque hubiese sido a escondidas de sus compromisos, de su perfecta vida, de la que no se sentía digna de compartirla. Quizás hubiese estropeado su futuro idealizado, pero quizás hubiese amado por única vez sin pedir nada a cambio, sin planes, sin promesas incumplidas, saciado de amor y de dicha. Pero pensó en él, como siempre, antes que en sus deseos, y dejó que su vida la llevase por otro camino, uno duro, donde no perdió la ESPERANZA, de al menos volver a disfrutar de algunas risas. Valentina vivía en un apartamento en Madrid, la capital donde todo pasa, donde tus sueños pueden ser cumplidos, si vienes de fuera, buscando lo que en un pueblo no se encuentra, creyendo que aquello, por costar más, era mejor. Donde podrías llegar a ser una buena bailarina, si es que alguien te viera. Y para eso, Ronda quedaba lejos. Era un pueblo bonito, pero muy limitado para poder triunfar, quizás era perfecto para retirarse en la vejez, no para lograr ser la Primera Bailarina, y a veces en la Escuela de Danza donde había entrado, daban becas para el Gran Ballet Ruso, su ilusión desde niña. En la madurez había llegado a la conclusión de que la vida no era lo que había imaginado, que las personas no se comportaban como esperaba, que los castigos serían más duros por las envidias, que la vida podía ser muy cruel, si cabía la posibilidad de triunfar, rodeada de codiciosas ruinas. Solo esperaba que no fuese demasiado tarde para poder conseguir aquello que realmente quería, porque por fin se dio cuenta, de que no era tan fuerte, que no podía luchar contra las convicciones establecidas, y que al final opto por una posición en la vida, donde, como la mayoría, sería mejor vista, donde sería más fácil conseguir las cosas, donde no te sentirías rechazada, donde serías uno más del rebaño, donde todo encajaría, aunque no fuese realmente lo que una amaría, porque a veces el amor no depende solo de una, y a veces, las personas eligen lo que les hace más cómoda la vida. Así es, o te unes a todos, o todos irán por ti, si es que no haces lo que el mundo dicta. Madrid no fue fácil, pero le dio, quizás, otra perspectiva, incluso pensó que no se confundió cuando dejó que Tomás tomara otro camino, el camino de una sencilla vida. Demasiados obstáculos habría, y la verdad, no creía que nadie fuese a luchar por ella, no en esta vida. Había cogido una rutina. Iba a sus clases de baile por las mañanas, las que duraban hasta bien entrada la tarde, y luego, después del breve almuerzo, había que guardar la figura, trabajaba en una cafetería con clase, en el Café Gijón, su unión al arte hizo que la eligieran entre todas las aspirantes. Era un Café Rojo, con mucha madera, como le gustaba a ella. Sabía que no era el trabajo de su vida, pero quien sabe lo que podía traerle relacionarse con tantos artistas. Y todos los días paseaba la bandeja, como si estuviese en un escenario, quizás adivinasen que era bailarina. No era un mujer excesivamente coqueta, algo presumida y femenina, pero no era de las que le gustaba atraer la atención de las personas. Aunque al subir en el escenario, donde todo era diferente, quería ser la protagonista, que se fijaran en ella, que descubrieran sus cualidades. Pero en su día a día, prefería pasar desapercibida, más que nada, porque pedían muchas explicaciones, y daban consejos, sin haberlos pedido. Después del Café, donde terminaba pasadas las doce, se iba al apartamento que compartía con otra gran aspirante a artista, quería ser actriz, pero también trabajaba de camarera en el Café, aunque con otro horario, cubría las mañanas, por las tardes iba al Teatro, donde por el momento solo había conseguido papeles secundarios, que no daban para pagar casi ni la gasolina. Su nombre era Pamela, uno adecuado para una estrella. No era común, pero tampoco extraño, tenía una bonita fonética, y su significado aclaraba que Valentina no se confundía, cuando aseguraba que sería el elegido si tenía una hija. Pamela no le devolvía el detalle, quizás no le sonaba tan bien Valentina, a pesar de tener una bonita onomástica, y de no ser muy visto entre las artistas. Cosas de chicas, con juventud para no saber lo que podían traer las envidias. Su rutina era esa, los fines de semana, principio de mes, iban las dos al Cine, a ver algún estreno. Una pequeña salida, Madrid era caro hasta para poder disfrutar en un bar, con alguna amiga. Su día a día era en el Café y en la Academia, donde eran exigentes, pero lo admitía, quería triunfar, y no le quedaba mucho tiempo para lograrlo, ya que las bailarinas lo hacen temprano, luego pasan a ser profesoras, si es que no lo conseguían. Así que obedecía sin rechistar, se mordía los dientes cuando le dolían los pies, y seguía, no podía permitirse protestar, eso lo aprendió desde niña, así que suspiraba cuando le exigían más cada vez, tenía que conseguir ser la primera bailarina, aunque fuese solo una vez, porque sería la única oportunidad de que alguien la viera, de que se fijasen en ella, de que gustase para que la llamaran de otro Gran Ballet, ya no aspiraba al Ruso, quizás al Nacional, suficiente para creer que había triunfado en la vida. Y la oportunidad llegó, y supo verla de la forma adecuada para aprovecharla, porque como decían: a veces solo pasa el tren, una vez en la vida. Una tarde cualquiera, de esas que no esperas nada, pero esconden cosas en las esquinas. La bailarina principal del ballet había tenido un accidente de coche, y no estaría para el estreno. Valentina cerró los ojos, no podía creer que la suerte existiese, aunque tuviera una desgracia encima. La profesora la miró, pero pasó de largo. Ella cruzó los dedos, hasta que le tocaron el hombro. Le dijo que la sustituiría, porque tenía las suficientes tablas, no porque fuera la mejor, eso en el fondo ella lo sabía. Pero buscaba a alguien con la experiencia para no ponerse nerviosa los primeros días, sería durante dos semanas, luego estaría recuperada Martina. No le importaba, era la oportunidad que esperaba. Haría el estreno, que es cuando todo el mundo visita el teatro, y va la crítica. Se comportó fríamente, como había aprendido, no demostró ningún entusiasmo, quería parecer como habían dicho, con tablas para no perder los papeles por nada, ni siquiera por ser la primera bailarina. Se colocó las zapatillas mejor, las sujetó fuerte, no había que tener ningún percance, y empezó a dar vueltas, sin parar, mirando al punto fijo en el espejo, sin dudas, sin miedos, demostrando que la elección era la mejor que había. La profesora dio unas palmadas, y empezaron a ensayar el primer acto de” La Corsaria”, ella se lo sabía. Siempre estudiaba los papeles principales, por si surgía la oportunidad, esa que ya tenía. Llegó tarde al trabajo, pero no le importó la regañina, todavía no diría nada, solo cuando diera las invitaciones, entonces seguro que lo comprenderían. La tarde fue tranquila, con ganas de llegar al apartamento y contárselo a Pamela, a su amiga, lo único que tenía en la capital de las promesas cumplidas. Valentina hacía tiempo que había aprendido a amar la soledad, desde niña no era un castigo no salir con las amigas, le dolían tanto las cosas, que a veces renunciaba a ellas, por no pasar por ese dolor, que hasta las entrañas comía. Las decepciones, eran desengaños enormes, el amor, un sufrimiento constante, las cosas malas de la vida, no se las tomaba como cualquier muchacha, porque ella se hundía, así que muchas veces prefería la soledad de la casa, su sencilla vida, a tener todo lo que todo el mundo ansía, por evitar no caer otra vez en la desdicha. Siempre se reponía, pero como dolía. Lo llaman sensibilidad, donde a veces las luces, los colores, los olores, el ruido le afectaban demasiado para llevar la rutina, con el tiempo supo qué era, antes solo que quería una vida tranquila, con alguna ambición, porque era joven, con cualidades, y pensaba que algo bueno le traería. Entró en el apartamento a eso de la una, aún no había llegado Pamela del Teatro, se tomó su ducha, y se puso la especie de Kimono que ella se cosió, cuando se hizo un pequeño ajuar para llegar a la capital. Era de satén, por lo que abrigaba sin ser gordo, además tenían calefacción en casa, es lo que les ayudó a quedarse con ese apartamento, a pesar de estar un poco lejos del Café, pero como en medio de todo. Tenía flores rojas, y mangas anchas, con un cinturón un poco estrecho, pero le gustaba. No llevaba nada de bajo, quizás un poco exhibicionista, pero le hacía sentir tan bien. Estaba en la edad donde la sensualidad te absorbe, donde todo tenía un contexto erótico, porque su cuerpo lo pedía. No reprimía sus instintos, pero tampoco había ocasión para demostrar lo que la bella juventud, lleva a veces escondida. Tomó algo de fruta, y se hizo una infusión para conseguir más fácilmente el sueño, mientras esperaba a Pamela, estaba segura de que ella se alegraría. Era buena, aunque tenía más experiencia en la vida, por lo que la maldad estaba cerca, pero no la utilizaba, si no era necesario, y no lo era con una amiga. No sabía el tiempo que transcurrió, pero no era de madrugada, cuando escuchó cerrar la puerta. Se incorporó, y vio como Pamela entraba llorando en la casa, se duchó sin dejar de hacerlo, y se fue directamente a la cama, casi gritando con dolor, sin mostrarle su cara llena de lágrimas. Se metió entre las sábanas vestida, mientras Valentina la observaba, no sabía que había pasado, no sabía si debía animarla, o dejarla que se tranquilizara. Compartían el cuarto, había dos camas, dos armarios, un solo dormitorio, grande pero no había más que eso, un baño completo, y un salón con cocina americana. Totalmente reformado, incluso con la ventaja que el sofá se convertía en cama, si es que alguien las visitaba. Estaba bien, pero no había mucha intimidad, por lo que parecían más que amigas, hermanas. Se sentó en la cama, esperando que los sollozos pasaran, pero no pasaban, así que durmió de cansancio, esa noche no iba a contar nada, esa noche ninguna de las dos mencionó palabra. A la mañana siguiente Pamela se estaba preparando para ir al Café, no le hacía falta mucho para estar guapa. Era rubia natural, con ojos de color miel, con una tez blanca, podía pasar por extranjera, a pesar de ser de Sevilla. Alta, uno setenta y delgada. Tenía el físico para ser la estrella de cine, que su familia esperaba. Cuesta tanto las cosas, a algunos nada, pero por lo general, tienes que pelear mucho para ser valorada, si es que por el camino, algún rival no te machaca. Valentina se incorporó de la cama: - ¿ Cómo estás? - Mejor, disculpa si no te dejé dormir anoche - No pasa nada. Cuando quieras contar algo, me tienes, ¿ lo sabes? - Gracias, pero prefiero pasar página. La vida tiene situaciones incómodas, y creo que ayer pasé por una, pero ya es agua pasada. ( Se acercó a su cama, y le dio un beso en la cara) Valentina la miró mientras se marchaba, en el fondo, como en muchas ocasiones, sabía más o menos el motivo de las lágrimas, fue por un hombre, y pensó que no se metería donde no la llamaban. Aún le quedaba para ir a la Academia, donde demostraría su ansia de triunfar con la perfección que le caracterizaba. Ya le comentaría a Pamela todo, quedaba un mes para el estreno, incluso pensó que quizás le diera una sorpresa, cuando también le diera la invitación. Era pronto para decir nada, a su familia se lo diría con dos semanas de antelación, por si querían venir. Pero sabía que era caro Madrid, y no tenía sitio para todos, aunque quizás les merecía la pena el esfuerzo, por lo menos a su madre, quien siempre le animó a conseguir su sueño. Cogió sus zapatillas rojas de su baúl, las había guardado para una ocasión especial, y esa había llegado, además con el vestuario que habían elegido, pegaba mucho. Empezaría a ensayar con ellas, no iba a estrenar nada ese día tan importante, quizás le hicieran daño, nada de improvisar detalles. Llegó a la Academia temprano, le pareció más bonita. Estaba rodeada de espejos, y barras de ballet, toda de blanco y rosa. Había en la entrada el horario de los ensayos, y las salas preparadas para cada acto, con la profesora correspondiente. No tenía mucha confianza con las compañeras, eran rivales, cosa que aprendió joven, aunque pensaba que solo se daba en el trabajo, no con tus amigos y familiares, aún pecaba de ingenua, sus veinte años de madurez, se descubrían en muchos detalles. Se cambió y se colocó frente a uno de los espejos, en ese momento pensó que debía bajar algo de peso. Era delgada, pero con mucho pecho, que a veces intentaba disimular envolviéndolos con vendas ajustadas, para no destacar en nada, pues en el ballet todo debe ser uniforme, nada debe llamar la atención del público, solo el mismo baile. Tenía un físico normal, uno sesenta, unos cincuenta kilos, morena de pelo y de cara, pero no tanto como para ser rechazada, pues una tez blanca era también muy valorada. Tenía rasgos andaluces, como todas las Rondeñas guapas, ojos negros grandes y rajados, labios quizás un poco estrechos, pero perfectamente delineados. No destacaba en nada, pero había armonía en su cara, en su cuerpo, también, y solo por el momento, en su alma, era alguien que gustaba, incluso más que Pamela, a pesar de ser rubia y alta. Empezaron con ejercicios, con Barre à terre, donde se trabajaba tanto el lado izquierdo como el derecho, para lograr ser lo más simétrica posible en los movimientos, donde lo importante son las piernas y los brazos, dejando solo el gesto para las escenas de pasión, en los demás actos, permanecía recio. Se miraba los pies, para que todo estuviera bien, y también presumía de no tener juanetes, aunque en el fondo sabía que era un mito falso eso de que todas las bailarinas los tienen, como que les sangran los pies porque las puntas eran de yeso. Las puntas estaban hechas de cartón y pegamento, algo más llevadero, y muy mejorado con el tiempo. Miraba alrededor, y la verdad las veía a todas tan refinadas, que incluso les parecía un poco tontas, pero sabía que no lo eran. Bailar requería tener cualidades, pero también fuerza, resistencia, rapidez, coordinación, agilidad, memoria, musicalidad, y concentración. No pensaba que fuesen superdotadas, pero tampoco tan estúpidas, como a veces les parecía, cuando las escuchabas. Quizás solo eran niñas bien, que se dedicaban a eso como hobby, no como ella por necesidad y por pasión en cada pirueta. El pequeño sueldo que les daban, quizás ella se los gastaban en caprichos, no en llenar la nevera con cosas sanas. No se veía como ellas, lo único que tenían en común, era que andaban un poco con las puntas abiertas, y a Valentina le gustaba, porque quizás por eso la identificaban, y eso la llenaba de orgullo, era algo hermoso bailar, más que pasear por el Retiro, sola y con agua. El Ballet para ella, era parecido a la escena de un cuadro, donde había colores, vestuario, personas, representación de algo, era un arte con buen gusto, pero lo único que le diferenciaba de las pinturas, es que en ella había una exposición, un nudo y un desenlace, como en cualquier obra literaria, y siempre dentro del género dramático. Pero donde se resaltaba la belleza y las imperfecciones de la Naturaleza y del ser Humano, donde cada detalle juega un papel importante, porque si no se realiza bien, se convierte en cualquier pantomima en el teatro. Había que tener una armonía entre el espíritu y el cuerpo. Y es lo que intentaba hacer con sus zapatillas rojas, mientras realizaba todos los pasos: Dedans, Dehors, Battements, Entrechat, Déplayements…todos perfectamente ejecutados, pues había que tener cuidado con las lesiones, unas veces te recuperas, y con otras te despides de todo lo que amas en la Tierra. Así que bailaba de forma segura, pero con cuidado, con la disciplina de cualquier atleta, para que nada fuese improvisado. Era increíble como su timidez, una vez que se calzaba las zapatillas, desaparecía, no era otra persona, pero de ser sumisa, pasaba a ser arrogante, altiva, sin dudas, sabiendo lo que quería. Y le hacía sentirse importante, porque sabía que dominaba el terreno, y que habría mejores, pero también muchas peores. Ese día en el ensayo, les hablaron de cuando sería el estreno, de las invitaciones que tendrían, de donde sería, de todo lo que se necesitaría para que fuese un éxito, y que empezasen a verse como un grupo, no como rivales, porque todo tenía que estar perfecto, y sin eso sería imposible, porque se intentarían pisar unas a otras, en cada movimiento. Les comentó que iría el coreógrafo Axel Schnitzler, todas lo conocían. Llevaba el Ballet Francés, porque a pesar de su nombre alemán, había vivido toda la vida en Paris, y tenía la nacionalidad Francesa. Advirtieron que estaba buscando a bailarinas, iba a montar un Ballet Internacional, para viajar durante un año por todo el mundo, y visitar las importantes capitales para la danza, como el Teatro Kiev en Ucrania, American Ballet Theatre, Ballet de la ciudad de Nueva York, Ballet de la Ópera de Paris, el de los Campos Eliseos, el Ballet Real de Londres, El Metropolitan Ballet, por supuesto El Bolshói, junto a otros preparados para la Ópera, que muchas veces se utilizaban, como el de Milán o el de Sidney. Merecía mucho la pena gustar, merecía la pena hacerlo bien, porque se fijaría en todas, ya tenía a su principal bailarina: Tamara Rojo. Lo advirtió para que cada una se centrase en su trabajo, lo hiciera lo mejor posible, y la directora pudiese estar orgullosa del trabajo. Todas chillaron, menos Valentina, porque estaba metida muy en su papel de estrella, que no le afectaba nada, ni una mosca entre las cejas. Pero en el fondo no se lo podía creer, no podía imaginar que la primera vez que iba a ser la principal bailarina, iba a ser observada por uno de los grandes, quien aprovecharía su estancia en la capital, para poder visitar todos los ballets y escuelas que estuviesen en activo. Era lo que se dice un ojeador, y Valentina tenía el papel protagonista, y la verdad no lo sintió por Martina. Volvió a llegar tarde al Café, Javier, el encargado, la regañó, advirtiéndola, que quizás a la tercera sería la vencida. Era su amigo, pero los propietarios exigentes, y no iban a permitir faltas, y menos frecuentes. Así que no le quedó más remedio que terminar con toda la intriga, y contarle su ilusión desde niña. Se alegró por ella, pero dijo, que los dueños no eran tan comprensivos, y si llegaba tarde cuando estuvieran, la despedirían. No permitían errores, lo sabía por experiencia con otras chicas. Era un Café con clase, no se admitían defectos en la conducta. Le prometió que intentaría que no volviera pasar, porque hasta que triunfase necesitaba pagar el alquiler con Pamela, no quería pedir más dinero en casa, ni a su amiga. Se puso el delantal debajo de su estrecha falda negra, y caminó dando saltitos con esos zapatos de salón que tanto odiaba, incluso les parecía más incómodo que sus zapatillas coloradas, recién estrenadas. Esa noche fue todo normal, incluso la visita de todos los Miércoles de unos colegas del barrio de Javier, que se escondían al final de la barra. No entendían como los dejaba entrar, porque eran de los que llevaban cadenas gordas de oro, con la camisa desabrochada, cuando allí solo entraban trajes y corbatas. Pero bueno, quizás alguna cosa se podía permitir, con eso de ser el encargado, además seguro que si estuvieran los dueños se marchaban sin decir palabra. Los clientes los miraban, pero como estaban casi escondido, y callados, solo cruzaban algunas palabras con Javier, pues nadie jamás dijo nada. Hay que saber estar, hasta en las cloacas. Una hora antes de cerrar, entró una pareja muy elegante, no reconoció de quien se trataba. - Hola, ¿ no me reconoces? - Disculpa, pero no - Soy Tomás, de Ronda, el amigo de Lorenzo - Claro, me he despistado, no pensé que pudiera verte por Madrid - ¿ Cómo estás?, por lo que veo tan guapa como siempre. Quizás algo más delgada. - Bien, me vine para bailar a una especie de Compañía-Academia, y por el momento no me van mal las cosas, después de un año he avanzado mucho. Pero no gano tanto, ya sabes, todo aquí es tan caro, si lo comparamos con Ronda. ¿ Y tú?, ¿ qué haces por Madrid? - Acabé ICADE, conseguí un buen puesto en un Banco. Si necesitas algo, dinero para un buen vestuario, lo que sea, solo tienes que llamarme, tengo el mismo teléfono que te di un verano, y que no utilizaste - Lo tengo, salía con Lorenzo por entonces. Pero guardo una agenda con todos mis contactos antiguos. Gracias, lo tendré en cuenta. Bueno ¿ qué os pongo? - Dos cafés solos, tenemos una reunión informal esta noche, y hay que estar muy despiertos. Te presento a Mamen, mi compañera de trabajo - Encantada, vuelvo enseguida. Fue coqueta, sin quererlo. Y anduvo como hacen las bailarinas, casi volando, con ligereza. No sabía porque lo había hecho, creo que lo miró con otros ojos, lejos de donde crecieron, con otras ropas, y sin ningún compromiso, algo le gustó, quizás la chaqueta, que lo hacía mayor, y cuando eres joven, si no es viejo, te gusta pensar que es alguien que quizás te proteja. Cosas de pueblo, pensaría mucha gente, pero era una realidad, un pensamiento muy vivo en muchas tierras. Se marcharon diciendo un adiós con la mano, y ella se quedó pensando:” vuélvete, hazme ver que algo te interesa”, y así lo hizo, lo adivinó, como la mayoría de las veces, por su intuición o por astucia, daba igual, la cosa es que lo sabía. Tomás se giró y sonrió, mantuvo la mirada unos minutos, hasta que Mamen tiró de su brazo de forma brusca, echando maldiciones sin decir nada. Y Valentina sonrió, otra ilusión en esa capital donde todo pasa. Esa noche paseó, incluso sabiendo que era peligroso, no cogió el autobús, quería despejar las ideas, quería contarle bien las cosas a Pamela, si es que estaba en casa despierta. Llegó cerca de las una, y se encontró en la casa otra grata sorpresa. Pamela había invitado a un amigos a cenar, Enrique, psicólogo y aficionado al teatro en sus ratos libres. No era la primera vez que lo hacía, por lo que suponía que aprovechaba cuando ella no estaba, para tener intimidad con él en la casa. - ¿ Cómo estás Valentina?. ¿ Te acuerdas de mí? - Por supuesto, todo bien, contenta - Te estábamos esperando para tomar la última copa - No bebo, soy Bailarina y no pruebo el alcohol - Pamela te compró uno sin él, de manzana - Entonces genial, a pesar de que no me vienen bien las calorías, pero por una noche no pasará nada, mañana haré algo más de gimnasia Hablaron de cosas del trabajo de cada uno, comentaron lo de los amigos de Javier, bromeando. Pasaron una velada agradable, no se sabe si demasiado, porque Pamela a veces parecía enfadada, hasta que llegó la hora de la despedida, y Enrique le dio una tarjeta, advirtiéndola que si pasaba por una mala racha y quería desahogarse, siempre le podría visitar, la primera cita sería gratis, y si le apetecía más, hablarían del precio. Pamela se rió, y le dijo que no perdía la ocasión para conseguirse nuevos clientes, contestó que eran malos tiempos, estábamos en crisis, y la gente se aguantaba con las penas. Esa noche tampoco le contó a Pamela nada de su papel, ni de Tomás, aunque lo del encuentro había decidido, sin saber por qué, tenerlo como un pequeño secreto. No estaría bien estar con dos amigos, pero bueno, ni él le había pedido nada, y ya había pasado tiempo, estaba sola, y echaba de menos Ronda, donde todo le parecía tan fácil, tan bello, tan honesto. Se metieron en la cama pronto, sin mucha conversación, Pamela había bebido un poco, y Valentina estaba cansada. Antes de dormirse recordó como en su adolescencia fue a un Psicólogo, quien la diagnosticó, como PAS ( persona altamente sensible), la definición la decía todo, resumiendo las características: les afectaba mucho las cosas, capaz de percibir lo que para otros pasaba desapercibido, es decir, una gran intuición, inteligentes, tímidos, con vida interior, tendencia a deprimirse, inseguridad, generalmente artistas, amantes de la soledad, gran empatía, gran espiritualidad…quizás esas sean las más importantes. Pero Valentina supo vencer muchas cosas, porque cuando uno se siente querido, también se siente fuerte, y tenía el amor y la comprensión de su madre, que le compensaba de todas las desgracias que hubiera tenido, o pudiera tener. Superó muchas cosas, con el baile, la timidez, y con la temprana madurez muchos miedos, fue sobreponiéndose a todo lo que le impedía avanzar. Con la ayuda del psicólogo, con la de su madre, y con la de buenas amigas en la juventud, casi llevaba una vida normal, porque su sensibilidad la ocultaba, para evitar a las personas malas, quienes muchos se reafirmaban con ellos, ya que no contestaban, por el pavor a las disputas, y porque veían que había cosas más importantes que una pelea con un adversario simple, y no solo en los modales. Esa noche durmió tranquila, intentando olvidar cuantas lágrimas desperdiciadas, pero puso a la vista la tarjeta de Enrique, por si algo malo pasaba, porque su intuición empezaba a funcionar, y pensó que a partir del papel de Corsaria, su vida iba a cambiar, y no solo por triunfar en las tablas. A la mañana siguiente Pamela desayunó en el salón, y Valentina la escuchó. Era temprano, y vio el momento para contarle todo. Se levantó con su pijama masculino, pero al tener buen tipo, le quedaba sensual, se hizo un té con sabor a chocolate, y se puso al lado de su amiga. - Buenos días, Pamela - Buenos días, guapa. Quiero decirte que no hagas mucho caso a Enrique, no pierde ocasión para ligar, solo trata a personas con estrés o a artistas con un ego descontrolado. Si necesita ayuda, ve a un buen profesional ( lo dijo con un tono algo elevado, y medio enfadada. Valentina se dio cuenta en ese momento, que en la amistad también existiría la rivalidad) - No te preocupes, espero que no haga falta. Me encuentro fuerte, además tengo a mi madre, ella sabrá qué hacer, si llega el caso. Pero gracias, me alegro que lo tengas como amigo, parece una persona agradable ( intentó calmar la situación de celos tontos) - ¿ Por qué te levantas tan temprano? - Quería contarte una cosa importante, por lo menos para mí. Martina ha tenido un accidente, y seré durante dos semanas la primera bailarina. Tendré un bonito papel, aunque no vaya a hacer ni el Cascanueces, ni el Lago de los Cisnes, es una obra con fuerza y garra, podré demostrar que sé hacerlo bien. Te invitaré al estreno, desearía que vinieras ( la miró esperando que le dijera algo bonito, que no se hubiera estropeado la amistad por algo que no existía) - Me alegro muchísimo, es tu gran oportunidad ( la abrazó, con un sentimiento sincero, Valentina hubiese notado lo contrario). Ya me explicarás los detalles, y me dirás la fecha, para no hacer ningún plan. Sabía que triunfaríamos, y no me importa que seas tú la primera ( rieron) Valentina se preparó para la Academia, contenta, porque a pesar de que entre las bailarinas siempre había rivalidad, era su familia en la capital donde todo pasa. Convivía con ellas, incluso comía. Había muchos tipos de familias, existían las frías, donde solo se come y duerme juntos, sin saber mucho de sus miembros, porque se guardaban las formas, respetando la intimidad, a pesar de llevar la misma sangre, y tener los mismos abuelos. Y así era su familia en el Ballet convivían sin muchas preguntas, solo importaba que hubiera un buen trato, para realizar un buen trabajo. Llegó a la academia media hora antes de que empezaran los ensayos. Por el momento no la habían felicitado, pero tampoco regañado, alguna corrección, lo normal, pero contenta con la relación en el trabajo. No la mimaban tanto como a Martina, pero sabía que las personas no son iguales, quizás, solo quizás, ante la Ley, pero nada más que ahí, luego existen las afinidades, los contactos, los intereses, muchas cosas como para pensar que todo el mundo iba a obtener lo mismo en la vida, ni siquiera un correcto trato. Así que como lo sabía, ya lo había aprendido en su pueblo, se calzó sus zapatillas rojas, y se miró al espejo, cogiendo seguridad, diciéndose que era su oportunidad, intuyendo que sería la única, pero sin ver claro el final. Se cogió fuerte a la barra, y comenzó con el calentamiento, con los pasos de Ballet, presumiendo de su elasticidad, y de su hermoso cuerpo. Había perdido un par de kilos en poco tiempo, y le gustaba que se le notasen los huesos. Tenía que estar perfecta, era su sueño, y no debía fallar, no a nadie, sino a ella misma, para que en el futuro dijese, yo hice lo que pude por conseguir mi sueño, y ya luego no todo depende de una, solo el de un trabajo bien hecho. El resto sería el destino, la vida, la que te llevaría al triunfo o al agujero. Antes tenía la sensación de que cualquier imperfección la podía llevar al rechazo, ahora solo las veía como un posible fracaso en el escenario, aunque la vida le demostrase con el tiempo que a muchas personas no se les permite, lo que para otras es parte de su sucio y aceptado comportamiento. Sonó el timbre. Era Matilde, la vecina anciana de arriba, quería que le sacara al día siguiente a su perro, iba a estar fuera, y no quería que se quedase en casa toda la mañana. Le dio las llaves, y dinero. También le comentó que había venido un nuevo vecino frente suya, un tal Felipe, no sabía a qué se dedicaba pero tenía dos perros, un macho y una hembra, de raza bóxer, y le había dicho que si conocía a alguien que los pudiese atender, cuando estuviera fuera. Valentina subió los hombros, le daban un poco de miedo los perros grandes, tuvo uno que mordía, y perdió la confianza. Pero bueno, necesitaba el dinero, así que le dijo que le comentara que lo haría encantada, pero por el doble de precio. Matilde sonrió, y dijo que era guapo, un poco mayor para ella, pero que parecía un buen partido ( se rieron juntas). A la mañana siguiente sacó el caniche de la vecina, al parque frente a su casa. Era bueno, la conocía y movía el rabo cuando la veía. Estuvieron paseando una media hora, y cuando se marchaba, apareció un hombre atractivo, con los boxers que le habían comentado. La saludó, de una forma familiar, quizás la reconoció por el perro. - ¿ Eres Valentina? - Si - Hola, me llamo Felipe, y estos son mis perros: Thor (canela-macho) y Nala( blanca- hembra). Son buenos, están adiestrados, no te preocupes, te daré alguna indicación llegado el caso. Es temprano, ¿ trabajas y por eso lo has sacado a esta hora? - Claro, tengo que vivir, ¿ y tú? - Por supuesto, soy Policía, ya sabes, si necesitas cualquier cosa, solo tienes que decírmelo. Hoy por ti y mañana por mí, la ley humana más popular. - Bueno yo no sé si podría devolverte el favor, pero te sacaré a los perros cuando lo necesites. Se me dan bien - Claro que sí, te dejo que continúes con la rutina. Para lo que quieres, estoy arriba - Gracias Se miraron un rato, sin decir nada, y a la vez diciendo muchas cosas. Creo que se gustaron, a pesar de no ser de la misma generación, pero es que eso importa hoy en día, se exclamó Valentina, casi olvidando que Tomás estaba esperando algo. Subió al piso de Matilde, y cotilleo. Era muy correcta, pero también humana, y a veces, la curiosidad era hasta sana. Solo miró algunas fotos del salón, algún cajón a la vista, nada de revolver por encontrar algo, sin sentirse bien por el acto. En la Academia todo fue normal, les dieron las cinco entradas para el estreno, y se fue directamente al Café, para no perder el tiempo, tenía un uniforme limpio allí, por si pasaba eso. Javier la miró sonriendo, pero no dijo nada, ella se acicaló y comenzó a arreglar las mesas, hasta que se encontró con Tomás en una. - Hola, ¿ cómo otra vez por aquí? - Me han dicho que se come bien, y que no cierra la cocina, se me ha hecho tarde, y quería tomar algo caliente antes de continuar con el trabajo ( sonó a tonta excusa, pero era verdad) - Me alegro de verte - ¿ Te podrías sentar un poco conmigo?, no me gusta comer solo - No puedo, mi jefe es bueno, pero no tanto. Aunque me pararé de vez en cuando, para tener un poco de conversación, no hay mucha gente - Gracias, he venido también para verte ( sonrió al ver como se ruborizaba) - Me alegro, mucho ( contestó sin mirar a los ojos, siempre le costaba) - ¿ Qué te pongo? - Pues un revuelto de espárragos, con esas salchichas caseras que pone arriba. - Muy bien, eso está hecho rápidamente - Mejor, tengo hambre, es tarde Valentina se fue a la cocina para decir que no tardaran, contenta. Sin saber porque, pero le era grato saber que le interesaba a alguien. Se lo sirvió, le puso una copa de un buen vino, aunque no lo hubiese pedido, y le dio un pequeño golpe al cristal, simulando que brindaba. Tomás la miraba, la miraba con deseo, pero con bondad, nada de vulgaridad. Cuando terminó pidió un café, solo con azúcar, y al ponérselo le rozó la mano con un dedo. Valentina sintió un escalofrío, supuso que fue un deseo, mientras Tomás sonreía, sabiendo que debía hacer, para no ser rechazado. Valentina miró alrededor, no había nadie en las mesas, y cogió una silla, mientras él se levantaba para ayudarla. No comentó nada, solo entabló otra conversación, mientras ella estaba un poco ruborizada. - ¿ Cómo va la academia? - Bien, dentro de pocas semanas haré un estreno siendo la principal bailarina, la primera vez, algo nerviosa. ¿ Quieres venir?, tengo cinco entradas, y vendrán mis padres, mi compañera de piso con algún amigo, me sobra una, pero no puedo conseguir ninguna más, ni para Mamen - No te preocupes, iría solo, para no perderme ningún detalle de tus movimientos. Sé que tendrás que atender a tus amigos y familia, pero me gustaría verte. No hay que desaprovechar las oportunidades. - Por si vienes en otra ocasión y yo no estoy, dejaré una para ti, en la barra, pásate a partir de la semana que viene por aquí, y la recoges, vienen con un mapa señalizando el teatro - Lo haré. Será nuestra primera especie de cita, y porque tú lo has querido así. Javier la reclamó en la barra. Valentina se levantó, mientras Tomás la volvía a ayudar, y ella se sentía tan halagada. Se puso a trabajar, mientras él pagaba, y le decía un hasta luego con los ojos y con el cuerpo. Valentina no sintió otro escalofrío, pero sí se le encogió el estómago. No era muy guapo, pero era tan masculino, con modales tan educados, que la hacían sentir como una dama. No comprendió porque no lo había llamado antes, Lorenzo le importaba, pero debía haber sido inteligente, y haber entendido que no era correspondida, por lo menos de la forma deseada. Siguió trabajando ilusionada y distraída, algo pasaba, ¿el amor?,¿ nostalgia?, lo único que sabía es que le gustaba, y que si iba al estreno, seguro que a partir de ahí, algo surgiría entre esas dos miradas que se echaban. Algo bueno, sin intuir que ya estaba señalada. PAMELA Me desperté esa mañana algo excitada, Valentina no estaba, no sabía dónde había ido, pero tampoco me importaba. Era una buena chica, seguro que no se había metido en algún lío, como siempre a mí me pasaba. Me hice mi café con tostadas, a las que añadí la mermelada, tenía la talla perfecta, no tenía que importarme tanto las calorías como a ella, parecía que hasta las contaba. No era anoréxica, pero el baile le exigía demasiado, por lo menos es lo que se veía desde fuera. Ese día llegaría más tarde al Café, tenía una entrevista para un papel, por supuesto secundario, pero todo llegaría, si estas en el sitio adecuado, y yo lo estaba por ambos lados. Miré mi armario, no veía nada que me gustase lo suficiente como para llamar la atención, inspeccioné el de Valentina, tenía poca cosa, pero todo con mucho estilo. Vi un vestido morado, con unos volantes abajo, de tirantas, y con el pecho marcado. Quizás no muy adecuado para la mañana, pero quería gustar, quería que me dijeran: “ la del traje morado”, y sin pedirle permiso me lo puse, incluso utilicé su perfume, es que guardaba para las grandes ocasiones, Pleasure se llamaba, olía a flores, el mío era demasiado fuerte, de madera e incienso, y pensaba que empalagaría para esas horas tan tempranas. Me puse unas zapatillas de esparto atadas al tobillo, con un bolso pequeño de bandolera, y bajé las escaleras, deseando que fuera el papel que me sacara de donde estaba. No vivía mal en comparación a muchos artistas, quienes no tenían ni estabilidad en su segundo trabajo, pero aún quería triunfar, aún quería ganar un Goya, aún quería brillar. Cogí un taxi, un pequeño capricho, pero no quería que el olor del metro o del autobús me invadiera, quería seguir oliendo a ese perfume, que me hacía sentir casi nueva. Llegué a la Latina pronto, había cola esperando, pero avanzaba rápido, casi sin saber qué era lo que estaba pasando, porque quizás solo al verlas las echaban para atrás, y en menos de una hora me tocó entrar. Me pilló un poco sorprendida, porque me dijeron que recitara una poesía que supiera. No recordaba ninguna, había leído algo, pero no tanto como para memorizar, y entonces se me ocurrió decir una que había hecho de pequeña. Se sonrieron, me ruboricé y aclaré de quien era. Entonces el presunto director me pidió que volviera dentro de dos horas, porque había sido seleccionada. Que emocionada estaba, me quedé cerca, tomando un café. La obra se representaría en el teatro de la La Latina, uno de los principales, por fin dejaba a los secundarios. Sería una obra clásica, pero modernizada, aunque el texto seguiría intacto “ La Fierecilla Domada”, realmente no sabía cuál sería el mío, aunque estaba segura que no sería el principal, ya iban a ser demasiadas sorpresas. Volví a las dos horas exactamente, pero me puse un poco a la defensiva, cuando me di cuenta que solo estábamos los dos, que no había nadie en el teatro: Dijo que pasáramos a su despacho. Ya había vivido situaciones como esa, pero nunca en un sitio tan grande, y sin nadie cerca. Se colocó frente al sofá donde estaba, sobre la esquina de una mesa, y mantuvimos una pequeña conversación - Hola me llamo Narciso, seré tu nuevo director, ya que has sido seleccionada para la obra. ¿ estás contenta? - Mucho, no se arrepentirá, solo me tiene que decir cuándo serán los ensayos, para cuadrarlo con mi otro trabajo, e ir leyendo el papel, porque aún no me ha dicho quien seré ( esperaba que no fuese un animal o un árbol) - De eso te quería hablar, seré directo, para no hacernos perder el tiempo. Hay dos libres, uno secundario, y el de la protagonista aún no lo hemos escogido. No me gustó su tono, menos cuando se levantó y se puso al lado mía en el sofá. Rápidamente me subió el precioso vestido morado, sin mucho preámbulo, dejó mis piernas al aire, mientras las acariciaba, y me preguntaba qué papel quería desempeñar. No sé qué pensé, me quedé si voluntad, mientras puso su mano en mi delantera nalga, me bajó las bragas, me tocó y besó lo que le daba la gana, mientras me gritaba Puta, y yo le rechazaba, pero me domaba diciendo que no me molestara, que eran cosas de la pasión, por la atracción que sintió al imaginarme sin nada. Le pedí que no lo volviera a decir, pero lo hizo, con ganas, como siempre pasa. E hicimos el acto casi sin darme cuenta, fue rápido, frío, violento, si no hubiese visto su sexo, casi hubiese pensado que no había acabado. Cuando lo vio oportuno, se subió los pantalones, y me dijo que me había portado muy bien, como una auténtica fierecilla domada, así que tenía el papel principal, si es que demostraba en la primera semana que valía. Me dio la obra, y me dijo suerte, porque no solo dependería de él, estaría también productor”¿ no sé lo que buscará él?”, exclamó riéndose. Dudé si me estaba advirtiendo de que me tendría que abrir de piernas otra vez, y aguantar insultos, o que solo se fijaría en mi talento, del que hasta yo ya dudaba. Me fui del teatro casi golpeada, había conseguido el papel, pero no de la forma adecuada, o quizás sí, no se sabe en este mundo de la farándula que es lo que se espera para llegar a trabajar, por ejemplo con Almodovar o Amenabar. Así que suspiré fuerte, me arreglé el pelo, y me mezclé con los olores del metro. Esta vez quería que se me fuese el del director, sabiendo que quizás no sería la última vez que me llamase de esa forma, si es que me gustaba el guión, y me ilusionaba. Pero una vez que estás abajo, y hacía tiempo que lo estaba, los insultos no dolían tanto como a una gran dama, eran parte del guión, que elegí, quizás por equivocación, en esta vida tan dura, para los que les tocó estar al otro lado de la vida acomodada. Según pasaban los minutos, me estaba doliendo el estómago. No sé si es que la conciencia bajó ahí, me puse mala, pero me cambié de ropa, y marché para el Café. Hay cosas que no te puedes permitir cuando ya no dependes de nadie, cuando con poco cuentas, cuando vas caminando sola. Y llegué incluso un poco antes, Javier me preguntó cómo me había ido, si estaba contenta con el resultado. Le conté una medio verdad, que por el momento tenía el papel, pero tenía que pasar otra prueba con el productor, sin mencionar el tipo. Javier me conocía, y sabía que había dejado hacía mucho tiempo la inocencia, pero no quiso preguntar más, quizás porque mi cara me delataba. - Hay nuevos clientes, son importantes, eso me han dicho, sin especificar a qué se dedican. Son los dos que están sentados en la mesa de la esquina, leyendo cada uno el periódico. Sé simpática, ellos saben a lo que vienen, bueno para ver si les gustas lo suficiente. Están interesados ambos, por las fotos que les han enviado. Desabróchate la camisa un poco, andas muy recatada hoy. - A tus órdenes, pero no tengo muchas ganas - Pues sácalas de donde no las haya Ese día no me apetecía volverme acostar con nadie, me habían humillado lo suficiente. Dicen que todo tiene un precio, pero a mí me dolía pensar que solo existía eso, que en mi vida solo había lujuria, aunque consiguiese un papel bueno. Pero estaba en Madrid, con gastos que cubrir, con deseos de salir de esta vida, no mala pero no buena, cuando una tiene aspiraciones. Así que me subí la falda, me desabroché el botón de la camisa, puse mi mejor sonrisa, y esperaba que no se me notase que ese día ya estaba casi rendida. Les pregunté si querían algo, contestaron que dos cervezas, mientras me miraban todo, incluso el trasero, a pesar de estar en el otro lado del cuerpo. No disimularon, me sentí objeto, pero era otro precio que debía pagar, si no quería volver a mi pueblo. Les llevé su bebida, y esta vez me fui corriendo, la verdad no me apetecía ese día más sexo, quería dormir tranquila, y que el sueño me reparase la herida, no grande pero existía. Cuando se marcharon hablaron con Javier, cerré los ojos porque me di cuenta que el más viejo me miraba con deseo. Seguí con mi trabajo, hasta la hora de marcharme, hasta que apareció Valentina con su sonrisa, como si hubiese salido del cascarón hacía un rato. La quería, pero era tan ingenua, tan dulce, tan llena de pureza, que a veces me recordaba quien era, en qué me había convertido al llegar a la capital donde todo pasa, y a veces, sin quererlo, la odiaba. Me dio un beso, otras pensarían que yo le gustaba, pero para ella era como decirme que me quería, como si se lo diese a una hermana. Se puso el uniforme, y yo me quité el mío. Javier me reclamó en la barra. - Les has gustado, pero esta tarde solo visitarás a uno, se van mañana, y les he dicho que no hacías dos servicios el mismo día. - Que detalle, contesté - Vamos Pamela, sabes a qué te dedicas, no querrás que te diga palabras bonitas. - Disculpa, no es un buen día - Tendrás que ir al Hotel Puerta de Toledo, habitación 32. La comparten, así que no estarás más de una hora, lo que tardará el otro en ir fuera a cenar. Será fácil, ya veras, solo sé un poco simpática, y me ha dicho que vayas vestida pero que no lleves ropa interior - No querrá que vaya desnuda por la calle. - Es una forma de hablar, no seas impertinente - Allí estaré. Ya mismo dejo esto, lo sabes. - Claro cariño, como todas, toda la que entra, sale, unas por la puerta de atrás y otras por la grande de delante, procura que sea esa última. Tienes todo para triunfar, juega bien las cartas, y lo conseguirás Me marché triste, sin saber muy bien porqué, ya que no fue la primera vez, pero creo que me pilló baja. Siempre pensé que el primer papel me lo darían por mi valor, que lo otro lo dejaba solo para salir adelante, pero cada vez que era pisoteada, más dudaba de si realmente valía, o si realmente merecía la pena estar siempre tan cansada. Llegué al Hotel con mi ropa, jamás utilizaba la ropa de Valentina para mis clientes, no me parecía bien, aunque ella me dejara. Aun creo que creía en los Cuentos de Hadas. La habitación estaba en tinieblas, me dio un poco de miedo oír la respiración sin tener claro de quien se trataba, si era el mayor, o iba a tener suerte y sería el más apuesto. Se puso frente la ventana, y vi que no tenía canas, durante un segundo me alegré, hasta que me empujó, y rápidamente me ató a la cama. Cerré los ojos, no quería pensar que otra vez iba a tener una situación mala, demasiado para un día, aunque seas una Puta, y no lleves bragas. Se acostó el conmigo, yo casi no respiraba, porque también le dio por ponerme un pañuelo al cuello, ahogándome, parecía que le gustaba. Me dio miedo, no me estaba gustando la situación, nadie me había advertido que sería una cosa extraña, yo estaba acostumbrada a acostarme con hombres por sexo, pero uno normal, nada de rituales, ni sadismo entre las sábanas. Volví a cerrar los ojos pensando: “ Pamela a eso te arriesgas, intenta, nada más salir, pasar página”. Y eso hice, cuando cerré la puerta, cuando vi el cielo con las estrellas, cogí un taxi y me fui a casa aguantándome las lágrimas. Llegué, Valentina estaba esperando, me dio la sensación qué quería decirme algo, pero yo no podía dejar de llorar, me duché dándome bien fuerte, y me metí en la cama sin hablarle, intentando que se me pasara, pero sin dejar de soltar lágrimas. Desde que volví a abrir los ojos, decidí borrar todo de mi mente, era fuerte, podía con eso, quedé con Enrique, quien me daba buenos consejos, por sus estudios de psicología, y volví a mi vida, esa que subida a un escenario amaba, y en la cama la odiaba, pero a la que por el momento me resignaba. Una mañana Valentina me contó que iba a ser la primera bailarina en una obra, no me atreví a contarle lo mío, tenía que pasar una prueba, no merecía la pena adelantarme a los acontecimientos, quizás aunque fuese hermosa, no era el tipo del productor. Hay quienes las prefieren rubias, y otras mulatas, porque dicen que son más sexys en la cama, así que no me hice ilusiones, prefería morderme la lengua, y festejar el éxito de Valentina, que contenta estaba. Volví a envidiarla, había conseguido algo, y no tuvo que levantarse las faldas. Los celos entre las mujeres son normales, tenemos la necesidad de ser las mejores, sabiendo que siempre hay alguien que te supera, pero a eso no le prestamos importancia. Todas en el fondo llevamos a una princesa, y no queremos que nadie nos recuerde, que a veces, solo somos chachas. La vida, en ocasiones es cruel, y otra te muestra sus maravillas, pero por el momento que lejos estaban. Lo que me extrañaba, era que Valentina no tuviera proposiciones indecentes, era guapa, gustaba, y además era bailarina, y eso a los hombres les encantaba. Me parecía raro que Javier no hubieses sabido cómo introducirla en su Hampa, conmigo lo hizo fácilmente, por unas monedas mal gastadas. Es verdad que Valentina tenía el precio más algo, era de novios, no de amantes, no le gustaba la noche, ya que se tenía que cuidar, pero tenía un objetivo, y como se dice, todo el mundo tiene un precio, y ella quería triunfar. No sé si fui mala, porque pensé lo que a muchos les pasa: “ Si yo estoy jodido, haré que tú también sufras lo que a veces a mí me pasa”. No tenía claro la forma de hacerlo, pero iba a intentar que despertara, que se diera cuenta que estaba en la capital donde las guerras no están ganadas, donde no está mamá para abrigarte por la noche, y donde lo malo te llama. Estaba segura que llegaría la ocasión, que la haría caer, y me excusaba diciendo que sería mejor para ella, podría triunfar fácilmente, según con quien se acostara. Sin querer ver que ella lo estaba consiguiendo, sin tener que tener que quitarse las bragas. Pero no era la ocasión de ponerme sentimental, debía hacer que mi amiga llegase a bailar en un gran escenario, y quizás eso me justificaba. Si yo caigo, caerán otros, es lo que realmente me decía mi alma lastimada, era humana, y en el fondo buena, pero estaba tan dañada, o al menos eso me decía, para justificarme por ser mala. Los días pasaron normales, Valentina muy ilusionada, yo cada vez cogía más rabia, cosas de mujeres, la envidia mala, aunque quieran llamarla a veces sana. Ensayaba en casa, se quedó aún más delgada, y una sonrisa tenía todos los días en su cara. Mientras yo veía a clientes, quienes llamarme puta era casi lo normal, para desahogarse, según contaban. A pesar de todo conseguí memorizar el texto de la obra, sin que ella se diera cuenta, estaba tan absorta con sus pasos, que no me prestaba atención aunque lo hiciera delante de ella. Y en un par de semanas, porque se retrasó, vino el Productor, quería vernos con el texto aprendido, con todo un poco en marcha, para saber si cambiaba o no algo. Me puse nerviosa al saberlo, me volvía poner ropa de Valentina, estaba vez unos pantalones de hilo, con un cuerpo marrón con lentejuelas. Era fino y bonito, como ella. El productor era Inglés, o eso parecía por su acento. La nacionalidad no importa para el deseo, pero si es cierto, que no sabes cómo son realmente, hasta verlos más adentro, porque guardaban más las distancias, y si a un español le ves venir, a ellos no sabes por donde van a salir, y eso, por supuesto, da miedo. Todos estábamos excitados, se colocó en primera fila, aún no estaba montada ni la escenografía, ni la coreografía, solo teníamos que recitar el texto. Uno bonito, como todos los de su dueño. Se sentó al lado del director, con quien hablaba, pero Narciso se mostraba profesional, como si yo no hubiese conseguido el papel por haber practicado sexo. Y pasé la prueba, le gusté bastante, según comentó, y no pidió que fuera a algún despacho, ni tampoco prometió diamantes, se mostró correcto, viendo su obra como un gran negocio, no como un harén de posibles amantes. Me fui contenta a casa, y más con las bragas puestas, algo que casi nunca pasaba. Valentina estaba bailando frente al espejo antes de irse al Café, y ni me preguntó porque no había ido esa mañana. Cuando uno está tan ilusionado, no le das importancia a casi nada. Ya estaba más tranquila, y decidí que en la primera conversación que tuviéramos le contaría qué era lo que me había pasado, la coincidencia que yo también fuera a ser la protagonista, y que también tenía que ir a muchos ensayos. El tiempo transcurrió despacio, no veía el momento de contar nada, hasta que un día en la cama me dijo que me veía muy contenta, y que se alegraba por mí, creyó que era por algún hombre, y entonces le dije todo, la verdad, para que abriese los ojos, y viera más posibilidades que la de sudar, para algo que quizás no se alcanzará. - No sabía cómo decírtelo pero voy a ser la Protagonista en una gran obra - Me alegro mucho ( por supuesto se levantó de la cama, y me dio un beso). ¿ Cómo lo has logrado? , yo tuve suerte, ¿ y tú? - No Valentina, no existe la suerte para muchas personas. He tenido que utilizar los trucos de mujer para conseguirlo. - Bueno eres muy guapa, hay que saber utilizar las cualidades, y si le has gustado, pues mejor tú, que otras con otras artes. - No cariño, he tenido que acostarme con el director ( fui clara, quería que abriera los ojos, que dejase de creer en Historias de Hadas, y hubo el silencio que esperaba) Valentina, no todo en este mundo es legal, existen los tratos de hoy por ti, mañana por mí. - Ya me lo dijo el vecino de arriba, pero no creí que se refiriera a eso - Espabila guapa, estás en Madrid, aquí pasan más cosas que bailar en tus tablas - Lo sé, solo que no me lo esperaba. Me alegro que hayas sido tan sincera, es bueno saber todo de una amiga para comprenderla - No sabes todo de mí, ni yo de ti, y así se debe quedar, pero no quería mentirte, quería que supieras que estas cosas ocurren, y que si ves la posibilidad de triunfar, aunque tengas que dejar la moral a un lado, que utilices también tus encantos, los años pasan Valentina, y volverás a Ronda sin nada, como te descuides. Tienes que abrir los ojos, hay algo más que tu pueblo en esta vida, y a veces hay que entrar en el juego. No lo olvides, todo puede pasar si abres, y no solo esa mente tan recatada. No sé si hice bien, pero quería que aprovechara las oportunidades que le vendrían, porque estaba segura que le aparecerían pronto, o al menos eso creía, o con eso me justificaba, quizás mi parte malvada vio una posibilidad de que fuera feliz sin haber sufrido, y no fui buena al no contar nada, quise que cayera donde yo estaba. No sé porque, no me había hecho nada, solo cosas buenas, pero es lo que le pasa al que sufre, quiere que otros también lo hagan. Fue mi excusa, mi apoyo en la almohada, cuando cerré los ojos pensando que había hecho bien en que una amiga espabilara. Los demás días fuimos distantes en el trato, incluso ella estaba menos contenta con su baile, o eso me demostraba. Quizás no le sentó bien abrir los ojos de esa forma tan brusca, y dejar de pensar que su amiga también era una santa, a veces es que hasta me repateaba, tanta bondad cuando yo solo recibía puñaladas. Una mañana me dijo cuándo sería el estreno, me dio las invitaciones y dijo que llevara a un amigo, a Enrique por ejemplo. No me gustó que lo nombrara, además de mala, me había vuelto un poco celosa, ya que él le prestaba atención, más de la necesaria, y era mi amigo del alma, quien sabía todo de mí, y a pesar de eso, me regalaba flores por mi cumpleaños, y me hacía el amor con calma, quizás por no pagar, pero no me lo preguntaba, dejaba que fuese una buena relación, sin mentiras, con confianza, y no quería que ella me lo estropeara, sabía que sería incapaz, pero si estás abajo, crees que cualquiera puede gustar más que tú, ya que por lo menos no había sido insultada. Pero le contesté, objetando mis sinceros sentimientos, y le dije que los dos estaríamos encantados de ir a verla, y que esperaba que ella también fuese al mío. Contestó que “ por supuesto”. Y llegó el mencionado día, me puse un vestido negro con las mangas al aire, con un poco de vuelo abajo, unos zapatos de salón con punta fina, con poco tacón, y me pinté con su barra de labios 640 Mate de Loreal, yo también quería brillar. La entrada estaba llena, había mucha gente, otra vez la envidia me estaba invadiendo, pero por el momento la controlaba, intentaba recordar como era de niña, una niña buena y sana, incluso respiraba. Enrique iba guapísimo, llevaba unos pantalones chinos con una americana. Entonces miré sorprendida a todas las personas que por allí estaban. Sonreí, no sé si porque tuve claro que Valentina iba a caer al reconocer a muchos clientes, o porque nadie se salva de pisar los infiernos en este Madrid hermoso, pero también lleno de demonios malvados. Saludé a sus padres, cuanta nobleza que me empalagaba. Se sentarían con nosotros, lo dejó claro Valentina antes de salir del apartamento, y llevárselos al teatro para que la tranquilizaran. Entonces me pregunté quien tendría la quinta entrada, no quería pensar que tuviera novio, y no me hubiera dicho nada. Me alegré por un segundo, pero cuando apareció, desapareció al ver de quien se trataba. El cliente de las grandes propinas, el que deseaba que en mí se fijara, pero que por el momento no había dicho nada. Tomás apareció como por arte de magia, iba bien vestido, como siempre, sonreía, contento, y se acercó. Nos preguntó por Valentina, y nos dijo que si al final no la veía, que le dijéramos que había venido, que ya le comentaría todo en el Café. Me apretó el hombro seguro, como muestra de afecto, mientras la envidia me comía, al pensar que además iba a ser querida. Detrás de él estaba su compañera de trabajo, creo que se llamaba Mamen, y me lié un poco, me daba la sensación de que tenían alguna relación sentimental, porque si no, no hubieran ido juntos al teatro. El Ballet comenzó, todos estábamos sentados en la tercera fila, un buen lugar si nos buscaba. Y Valentina brilló en cada pirueta, en cada salto, como nunca en sus ensayos. Al menos por una vez en su vida, sabría qué era estar en lo más alto, y es mucho si vienes de abajo. La felicité por dentro, no sabía si me saldría cuando llegara al apartamento, porque hacía tiempo que no me sentía tan amiga, supongo por pisar tanto el suelo. Tomás le echó una rosa, mientras Valentina nos buscaba con la mirada. Sus padres lloraban, y Mamen no le quitaba el ojo de encima a Tomás, como controlando su posible fanatismo hacia una guapa muchacha. Qué bonito todo, y a la vez que sucio, por los sentimientos que allí se mezclaban. Porque conocía el mundo donde estaba, y si había tantos clientes, no iba a salvarse de ser deseada, y una vez que te echan el ojo, ya poco te salva. Sonreí, porque sabía qué era lo que significaba. Sus padres se marcharon a la mañana siguiente, un Domingo, fui a despedirlos porque Valentina tenía que continuar con los ensayos. La obra se representaba de Jueves a Domingo, y ella estaría esas dos primeras semanas, lo suficiente para que la conocieran, y para entrar donde ya la reclamaban. Fui al Café, ella se había cogidos esas dos semanas de vacaciones, para estar bien, para no preocuparse por nada. Siempre que tenía una obra, utilizaba esos días, para que nada le enturbiase su concentración, por ahora no había tenido problemas para llevar las dos cosas a la vez, pero si triunfaba, dejaría el Café, y no quiero contar las cosas que mi mente imaginó para que eso no pasara, si alguna se iba a ir primero, sería yo, llegué antes, y lucho todos los días para ello, con mi alma, y con mi cuerpo. A veces, después de utilizar la maldad, se me despertaba la conciencia, porque no me había hecho nada, para que mis sentimientos más retorcidos despertaran, entonces comprendí eso de los pecados, la envidia era uno de ellos, por tanto no era nada nuevo, y la verdad, me sentía mal por tenerlos, pero salía, sin poderlo controlar, aunque mi mente aún tenía un lado bueno, la conciencia aún existía, y quizás controlase todo aquello. Al menos eso esperaba, cuando me miraba al espejo. Llegué al Café algo cansada, le comenté a Javier lo bien que fue todo. - La veo buena chica, y si no triunfa, debería volver a Ronda, porque aquí lo único que hará es corromperse, como lo estamos nosotros. - ¿ Y por qué iba a ser ella diferente?, - Bueno Pamela, es que lo es, reza, lleva una cruz, y más cosas de esas. - Conozco a muchos católicos que van a misa, y me llaman algún Sábado - Es verdad, pero creo que ella aún no ha despertado, y hay gente que no lo hace, casi mejor si le va a doler lo que tiene al lado - Pues yo creo que debería despertar, puede perder oportunidades en la vida, por permaneces con los ojos cerrados - Hay quien no sabe llevar ese tipo de vida, Pamela, y creo que Valentina es una de ellas - Te confundes, ha invitado a un cliente que tiene novia, no lo haría si fuese tan buena y perfecta - Noto rabia en tus palabras, pero si es así, sería cierto, quizás me confunda, ya veré entonces en poco tiempo. El día transcurrió tranquilo, hasta que llegó Tomás, y le dije a Javier, ese es. Sonrió, creo que supo que estaba algo celosa por todo, porque me dijo: “ ya mismo estrenas tu obra, y verás cómo te relajas, al ver que tú también triunfas”. - Buenos días, deseaba algo ( utilicé mi mejor sonrisa, me toqué el pelo) - Un café con unas pastas, tres suficientes. - Ahora mismo se lo traigo - Perdona, ¿Valentina vendrá mañana? - Se ha cogido estas semanas de vacaciones - Podrías darme su teléfono, quiero felicitarla. Nunca imaginé que bailase tan bien - Pues no me da permiso para darle su teléfono a clientes - Soy un amigo - No lo haré ( se lo dije en un tono un poco elevado. Le puse el café de mala forma, y me miró como enfadado) Desde ese momento supe, que aunque se enterase a que me dedicaba, no pagaría por mis servicios, no le hablé bien, y menos no le di lo que quiso. Así que seguí con mi trabajo, un poco molesta, cada vez más, en vez de estar contenta por lo que había logrado, ser la protagonista, mucho después de años, pero me estaba fijando más en la vida de ella, que en la mía, sin comprender porque lo hacía, porque me molestaba tanto lo que le ocurría, cuando debía de centrarme en mi trabajo, en mi vida, en la posibilidad de salir de ese Café, y de pisar yo también la cima. MAMEN - Buenos días - ¿Qué tal Mamen? - Bien, la verdad que me gusta venir a trabajar. Esta noche es la salida profesional, con los clientes de Londres, ponte guapo Tomás. - No te preocupes, aún estoy en edad de parecerlo con cualquier cosa. Quedamos a las diez en la puerta del Café Gijón, ¿ sabes dónde está? - Si, seré puntual. Estaba nerviosa, era mi primera especie de cita con el jefe, con quien me gustaba, aunque él no lo supiese. A veces me dirigía miradas, y sonrisas, pero quizás lo que buscaba era una complicidad en el trabajo. No comprendía porque no tenía novia, aunque mi instinto me decía que a alguien rondaba. Quizás en su pueblo, en su Ronda natal, pero no comentaba nada, era tan discreto, tan educado, tan distinguido, con tanta clase. La verdad, quería alcanzarlo, quería ser su mujer, la mujer de un hombre importante, lo que siempre había buscado, si me había reservado era para llegar a ser alguien, no para lavar ropas en la pila o en el lavabo. Me pondría sexy, quizás sería la única oportunidad que tendría para conquistarlo. Así que utilicé todo negro en mi ropa, con medias por encima de la rodilla, con unos tacones afilados, con los labios rojos, con el pelo atado a un lado, y llegué al café con un abrigo blanco, para que cuando me lo quitase, supiera que estaba preparada para todo lo que quisiera esa noche, que era fácil, ya me encargaría de continuar con la relación, si algo sabía era manipular, no se me escaparía, solo necesitaba una pequeña toma de contacto, era mujer y conseguía lo que estuviera claro en mi cabeza, lo que quería a mi lado. - Hola Tomás - Hola, no te había reconocido. Como cambian las personas por la noche, estás guapísima, espero que utilices tus encantos con los clientes, dicen que suele funcionar. No te molestes, es una broma, pero piénsalo por si acaso - No te preocupes, los utilizaré, más de lo que crees ( sonreí, mirándole con agrado) Apoyó su mano en mi espalda y entramos para tomar un café que nos espabilara algo, estaba claro que sería una noche larga, donde el inglés no lo soltaríamos, nada de alcohol, aunque disimuláramos. En el café reconoció a una amiga de su pueblo, no me gustó, fue cortés, e incluso galante. Él era así, pero la intuición femenina no falla, sabía que significaba algo para él, y eso no me gustaba. El Café estaba cerca del Banco, podría ir fácilmente, y si esa estaba ahí, me iba a estropear los planes. Mis amigas siempre decían que conseguían todo lo que quería, y esa no iba a estropear mi nueva conquista, la que me arreglaría la vida. La había pasado a llamar esa, y significaba que ya la despreciaba sin haber pasado ni un minuto al lado, pero me justificaba diciendo que en la guerra de mujeres, todo cabe, más si estás desesperada. Quería a Tomás, no me lo iban a quitar, así que en la despedida le tiré hasta del brazo, para que dejase de jugar, era ya grande para tanta tontería, y me molestaba. La Noche fue tranquila, pero tuvo gestos bonitos conmigo. Me ayudaba a sentarme, me dejaba paso cuando había que entrar en algún sitio, me mimaba con sus finos modales, y con cada uno yo adquiría seguridad de que iba a ser mío. Pedimos una última copa en el Hotel donde se hospedaban los clientes, y le dije que tomásemos algo con alcohol, ya estaba todo hecho, podríamos relajarnos. Fui al servicio antes, me perfumé y pinté los labios. Salí dispuesta a acostarme con él, si había que cazarlo por ahí, no habría problemas, también era buena en eso, era una profesional, y me lo había tomado como un trabajo. Se aflojó el nudo de la corbata, yo le despeine un poco, y creo que en ese momento me vio de otra forma, porque sin perder sus modales, se fue acercando cada vez más a mi asiento. Era hombre, quizás le apeteciese el sexo. Me puso mis piernas cruzadas, cerca de las suyas, sus manos las apoyó en mis caderas cuando me besó, de forma tímida, pero con fuerza. Nos levantamos sin decir nada, y cogimos una habitación, bonita y discreta. Fue un buen sexo, de esos que no escuchas nada, que te olvidas del tiempo. Donde te besa el pecho, haciéndote sentir que eres deseada, aunque no tuvieras un cuerpo perfecto. No fue violento, pero tampoco tierno, fue sexo por placer, no había sentimientos, pero fue creciendo en intensidad según llegaba su término. Volé sin alas, e hice que él no se acordara de la del Café por un momento. Cuando terminó, me apoyé en su pecho, uno varonil, en el que te sientes segura, y donde se encuentra consuelo. Fumó un cigarro, mientras me dijo que le había gustado, tanto que confió en mi cuando le dije que tomaba precauciones, unas que fallarían si llegara el caso, y si no ese día, ya habría otros, porque sabía reconocer cuando el orgasmo había cautivado, y si unas gustan por su belleza, yo podría gustar por hacer que gozasen sin recatos. A la mañana siguiente, fue un poco frío. Quería dejar claro, que había sido una aventura de una noche, que no había futuro, que no nos afectara en el trabajo. Por supuesto asentí a todas sus palabras, porque mi plan iba saliendo, no iba a presionarlo, pero tampoco iba a dejar fácilmente aquello. Ya buscaría la siguiente ocasión, ya habría otra vez buen sexo. No me diría que no, si seguía soltero. El hombre nunca dice que no, si sabe que no va a ver problemas después de un encuentro, donde además de divertirse, se quitaba alguna presión. Le exigían mucho en el trabajo, e incluso iba a conseguir un buen puesto, no se me iba a escapar, y menos por una camarera de su pueblo. Volví a la rutina de la semana, sin mencionar nada, sin que se notase nada, quería que se sintiera seguro, y así poder volver a mojar la cama. Él, sin querer, guardaba un poco las distancias, pero yo le relajaba, sin mirarle, sin jugarle ninguna mala pasada. Vinieron los clientes de Londres, y aceptaron el trato, pero pidieron como requisito que Tomás fuera el encargado de llevar la sucursal en Londres, no querían a otro, no iban a conseguir a otro mejor. Y yo vi mi futuro dorado, sería fácil conquistarlo si se encontraba solo en una ciudad, algo fría para un español del Sur, de esos donde la siesta con el calor es casi un milagro. No pude disimular mi alegría cuando me enteré del trato, pero él estaba serio, cada vez menos atento, supuse que enfadado, porque se vería obligado a aceptar, y le gustaba demasiado Madrid, como para cambiarlo por nada. Mi ciudad tenía de todo, quizás le faltase el mar, pero quien estaba en Agosto, así que intentaría ser amable, porque sabía que me esperaban semanas duras, tenía que convencerle para que yo fuese la elegida. Quería seguir siendo su secretaria, hasta que llegara a ser más que una compañera de juegos en la cama. Un día entre semana comentó que iría a un Ballet, donde una amiga bailaría, quería que fuese todo el mundo, supongo que para que ella pensase que triunfaba, incluso compró entradas y las repartió, menos a mí, a quien evitó. E hizo que supiese de quien se trataba. La noche del estreno fui, le quite la entrada a una becaría, quien dijo que no tenía muchas ganas. Y justo cuando iba a saludar a una rubia alta, le volví a coger del brazo, quería que se alegrara - Hola,¿ contento?. - No.¿ Qué haces aquí? - Raquel no tenía ganas de venir, y me pidió que fuera en su lugar, no tenía ningún plan, y lo acepté. Espero que no te moleste, lo he hecho por bien, por tu amiga la del Café (esa que recordaba) - Podías haberte quedado en casa. Solo es eso una amiga de la infancia, no quiero ninguna escena - Te confundes conmigo, sé quién soy, y de que se trata. - ¿ De qué? - De agradar a una paisana. Me dejó con la palabra en la boca, y se fue a saludar a la rubia exuberante. Fui tras él, querían que supiera que venía conmigo, aunque me haría la tonta, para que no notase mi fin, ese de parecer más de lo que era. Le apretó el hombro a la rubia, como muestra de afecto, y por un momento pensé que quizás me confundía, que quizás era ella la que prometía, porque era más guapa que la del Café, aunque la morena parecía más cercana. - ¿ Quién es?, le pregunté exaltada, porque la veía demasiado atractiva - Es una compañera de Valentina, de la que baila - ¿ Tienes algo con ella?, le pregunté sin poder evitar excitarme al nombrarla, al pensar que esa sería peor rival, peor de las que estaba acostumbrada - Tranquilízate, Pamela cobra por horas, no busco nada con ella. Así que no vayas a montar una escena. Sabía que tarde o temprano lo ibas a hacer, para eso has venido, y te aseguro que no me gustará nada - ¡Ah!, ( suspiré tranquila, aunque un poco cabreada, porque quizás utilizase sus servicios, y esperaba que no lo hiciera, ya que conmigo podría compartir las veces que quisiera la cama). Perdona, me ha parecido guapa, y me han entrado los celos, no volverá a pasar, disculpa - Ya me he arrepentido de decírtelo, pero era para que te callaras, y pasásemos una velada tranquila. A Valentina le hace falta estar bien, sin malas vibraciones, se daría cuenta, es un poco bruja, aunque ella dice que Hada. - Tranquilo, seré un mueble más ( pero sonriendo, me cogí de su brazo al entrar ). VALENTINA Era el día del Estreno, que nerviosa estaba, aunque la compañía de mis padres algo me calmaba. Se subió el telón, y ahí estaba yo con mis zapatillas rojas, con la espada y el turbante de Corsaria, triunfé como jamás hubiese pensado, a pesar de tener los pies un poco lastimados. No miré al púbico, quería concentrarme, ya lo haría a la hora de los aplausos, si es que no fallaba. Era muy importante no confundirme, no caer, sería ese día o nada. Y disfruté del éxito con cada aplauso, me sentí fuerte, importante, y tuve la esperanza de que el tal Axel estuviera próximo al escenario, para que viese la perfección en cada detalle. Que cerca estaría de todo, si a él le gustase. Cerré los ojos, y recé algo corto, algo que quizás me ayudase, había que utilizar todas las armas, y no dominaba la seducción, como casi todas las restantes. Esperé largo rato en el camerino por si el Coreógrafo, mitad francés mitad alemán, me venía a visitar. A la hora vi prudencial prepararme para salir, porque si iba a pasar, no sería esa noche. En la salida me estaban esperando mis padres, llorando de alegría, por lo menos me vieron ser por una vez la protagonista, y había conocido un pequeño triunfo, ya lo que demás viniera, sería como premio a un esfuerzo y a saber aguantar una modesta carrera. Pamela estaba sonriendo, pero no la veía contenta. Sabía que era un poco envidiosa, como la mayoría de las mujeres, también sabía que en el fondo era buena, y se le pasaría, cuando ella subiera el telón de su obra, para ser también la principal estrella. Enrique me felicitó, pero tenía que madrugar a la mañana siguiente. Se ofreció a llevarnos a casa, y como el dinero aún no sobraba, aceptamos de buena gana. Qué caros los taxis en la capital, ya habría tiempo de chófer, me lo dije a mí misma, sin creerlo. Tomamos una copa con algún aperitivo en el bar de la esquina de casa, invitó mi padre, estaba muy orgulloso, y yo contenta por ello. Por lo menos había merecido la pena la estancia en Madrid, si es que debía volver, aunque quizás fuese el comienzo, en vez del fin, como mi sexto sentido me decía, cuando me tocaba el pie por un dolor, al que no quería prestar atención, por temor a no poder terminar con las dos semanas de protagonista, debía hacerlo, por mí, por mi compañía, no había sustituta, y por entonces no pensaba que una era lo primero. Los restantes días fueron también buenos, me aplaudieron, aunque el teatro estuvo menos lleno. Un poco duro me pareció que nadie se hubiera acercado para felicitarme, solo hubo un pequeño agradecimiento, sin hacerme olvidar de que solo estaba sustituyendo. Pero me animaba pensando que quizás era más de lo que muchas esperaban en su vida, ninguna de las otras lo harían, solo formarían parte del escenario, nada de primera bailarina. Había tenido suerte, y no me quejaba cuando el pie ni siquiera cabía en las zapatillas. Conseguí pasar la prueba, y con éxito porque no tuve ningún tropiezo, y cuando Martina se incorporó, nadie se dio cuenta del cambio, no hubo un mayor éxito, y eso para mí fue el premio. Una noche Pamela había cambiado el turno con otra camarera, y coincidimos trabajando. Sobre las diez, entró Axel, el coreógrafo. No me quería hacer ilusiones, quizás solo fuese una coincidencia, y se lo comenté a Pamela, porque se sentó en una de sus mesas. Pamela y yo seguíamos con el buen trato de siempre, algo más distantes que antes, pero porque estábamos más ocupadas con nuestro primer trabajo, el Café era solo secundario. - Pamela el de la mesa dos es el coreógrafo del que te he hablado, el que me podría contratar para un gran Ballet que está montando. - ¿ Si?, te voy a ayudar, mostraré mi arte de seducción, no quites el ojo por si te hace falta pasado un rato. - No sirvo para eso, - Todo el mundo sirve para todo, en caso de necesidad. - No dejes de mirar, hablaré de ti. Pamela se acercó y estuvo hablando con él, quien me miró sonriendo. Le pidió un autógrafo, y él la carta, iba a cenar con un compañero. No me atrevía ni a mirarle, Pamela me dijo que yo fui dos semanas la primera bailarina de “ La Corsaria”, el asintió y le dijo que le gustaba, pero no especificó nada más. Entonces pensé que quizás le había gustado más Martina, a pesar de haber sido yo la que triunfó en el estreno, lo más seguro es que le hablasen de que solo estaba sustituyendo. Me podía olvidar, porque eso de que hay sitio para todo el mundo, no es cierto. Hay limitaciones, y más si quieres ser el primero. Así que le dije a Pamela que no insistiera, que entendía lo que pasaba, se lo expliqué, pero ella no era de las que se aguantaba, y me contestó que ya se le ocurriría algo, aunque me tuviera que sacar de una vez por todas de la infancia. Cuando se marchó, habló un momento con Javier, y se despidió con un gesto elegante y correcto, como buen alemán perfecto. Terminé mi turno, y Pamela se quedó un poco más de tiempo, iba a cerrar, pensé que querían hablar de cosas, de las que no me podía enterar. Así que me fui un poco triste, pero con ganas de pillar la cama. Llegué al apartamento después de dar un largo paseo, puse los pies en agua, porque dolían a pesar de que ya no estuviera la hora y media sobre el escenario, y ese día, los vi un poco morados, pero la obra duraría dos meses, e iba a aguantar, no sé porque pero creía que cabía la posibilidad de que fuera la última, que no habría otra ocasión, que debía empezar a pensar que mi título del Conservatorio me debería servir para algo. Tuve esa sensación, quizás al darme cuenta que Axel no me había dirigido ni la mirada. Pero se intentó, lo hice con ganas, como decía mi madre que se hacían las cosas. Y me puse a dormir, siempre hay dos motivos por los que se duerme: para descansar, o para conseguir un poco de paz. No me veía deprimida, después de pasar por muchas cosas en la vida, ya era más fuerte, pero necesitaba las dos cosas en ese momento. Me puse mi camisón, abracé al almohada, y rápidamente cogí el sueño, hasta que a las dos de la madrugada Pamela me despertó excitada, como teniendo una buena noticia que darme. Yo estaba demasiado dormida para entender lo que me quería explicar en tan poco tiempo. - Vamos Valentina, abre los ojos. - ¿Qué quieres?, tengo que descansar - Toma un poco de agua - Escúchame, tengo una cita con tu Axel, pero no es de la clase que piensas - No entiendo, pero si le has gustado, no me importa, si es a eso a lo que te refieres. Me interesaba solo profesionalmente - Valentina, despierta. Voy a ser sincera. Espero que no me juzgues mal, y si te lo cuento es por ti, para que no pierdas la última oportunidad que quizás te queda. A veces para sacarme algún dinerillo tengo sexo con clientes, pagan bien, y suelo estar una hora con ellos, no es mucho tiempo. ( Hubo un silencio) - No te juzgo, es tu cuerpo, y cada una lo aprovecha como mejor le viene. - Escucha. El tal Axel quiere verme mañana sobre las doce en un hotel, solo me ha dicho, como muchos, que no lleve ropa interior, luego dejan el dinero en recepción con un sobre a mi nombre. Puedes ir tú, le dices que me he puesto enferma, y así hablas con él. La mayoría de los hombres hacen las cosas por sexo, y si no eres tú, vendrá otra para ver si pica el anzuelo. Recuerda que estas palabras me las has dicho. - No puedo Pamela, no me atrevo - Vamos Valentina, es totalmente confidencial, nadie sabrá nada, y quizás consigas entrar en el Ballet, no está todo dicho por ir, pero tampoco pierdes nada - Quizás sí, no me educaron para eso - Ni a mí, pero la vida va cambiando, y con ella los valores, los pecados - No sé - Bueno no te insisto, piénsalo esta noche. Tienes hasta las diez para decidirte, luego tendrás que prepararte. No pierdes nada, cariño, no tengas miedo. Madrid está llena de sueños, y con ellos chicas como nosotras, que dejan atrás lo que llamaban en su pueblo respeto. Buenas noches Valentina, bienvenida al infierno. Por supuesto no dormí, no tenía claro qué hacer. Por un lado quería ir, jugar mi última partida para ver si me contrataban, pero no lo tenía claro, quizás nadie se enteraría, pero tenía lo que llaman conciencia, y no sabía si ella funcionaría, no dejándome disfrutar del éxito. Cuando el sol entraba por la ventana, Pamela se despertó, diría que hasta contenta:” vamos a desayunar, se piensa mejor con el estómago lleno”. No probé bocado, pero me animó diciendo que me iba a arrepentir cuando en Agosto estuviera en Ronda, y Martina viajando. Me entraron los celos, dije que sí, me llevó a la ducha de la mano, y me dijo que me depilara entera, que utilizase mi perfume, hasta en las partes íntimas, y que me relajara, la primera vez siempre son más duras, pero verás cómo te va a merecer la pena. Acepté, fui caminando, no estaba lejos el Hotel, y quizás me venía bien despejarme antes, tenía que ensayar todo lo que tenía que decir. Pamela me había aconsejado que fuera después del acto, estaba segura que le iba a encantar, por mi cuerpo, por mi timidez, pero que no fuera recatada. Iba memorizando lo que debía hablar, cómo expresarme. Había decidido que cuando me acostase con él, pensaría en mi ex-novio, eso me ayudaría a relajarme. Axel era guapo, pero no se trataba de eso, sino de que entraba en un mundo, que quizás me venía un poco grande. Llegué al Hotel, y aunque parezca mentira, no dudé, era mi última oportunidad para llegar a llenar grandes teatros, a salir en revistas, y a pensar que todo había merecido la pena, no cogería el sobre de la recepción, pero sí intentaría entrar en esa vida. Axel estaba en la habitación solo con la ropa interior, me dijo que pasase, y que me explicase. Le comenté la mentira de la enfermedad de Pamela, me miró y dijo que no había problema, que incluso le gustaban más las morenas. No fue agresivo, no tuve que pensar en nadie, me relajé, y llegué a la conclusión de que me había resultado incluso más fácil de lo que había imaginado. El físico, y su comportamiento ayudó algo. Solo al final fue un poco arisco, y era cuando una más necesita no sentirse objeto. - Supongo que habrás venido por algo más, sé que eres bailarina - Si, gracias por facilitarme todo - Voy a ser directo, me has gustado bastante, y podría darte un papel no muy importante en mi Ballet. Pero te advierto que si te vienes conmigo, no solo tendremos sexo los dos, sino que tendrás que acostarte con más hombres. Así es la vida de cualquier importante teatro. ¿ Lo aceptas? - Sí, como lo hacemos - Me pasaré esta semana por el Café, llevaré a un compañero de trabajo para que te vea, a ver qué opina, y ya concretamos todo lo necesario para saber cuándo empezamos. La sede estará en Londres, pero te ayudamos a que te acomodes, y tengas todo lo necesario. Bueno, ya hablamos, primero tiene que verte, el que pone el dinero. ( me dio un beso en la frente, y me preguntó. ¿ estás segura que estás hecha para esto?). Cuando llegué al apartamento tomé una siesta, estaba relajada, y dejé la ventana del dormitorio un poco abierta. Me desperté tarde, de una forma extraña: muy despeinada, la ropa de la cama revuelta, casi quitada de la cama, y la ventana estaba totalmente abierta. No comprendía nada, pero me asusté al pensar que había entrado alguien por la ventana, ya que daba a la escalera de incendios, y me hubiera dormido para tener sexo. Me encontraba aturdida, pero no le di la mayor importancia, creí que me estaba obsesionando el tema, y que solo había estado algo más nerviosa durmiendo, por todo lo que había pasado. Me vestí y marché al café, donde comenzó mi sueño. TOMÁS No había podido ver a Valentina desde el estreno, no coincidí, y los nuevos proyectos de trabajo en Londres, me tenían muy ocupado. Quedaba poco más de un mes para marcharme, y no demoré más mi visita al Café, esta vez comería el comedor de abajo, habría más intimidad, si conseguía que se sentase un rato. Iría tarde, así habría menos gente, y podría prestarme más atención. Me gustaba, teníamos raíces comunes, y sobre todo la veía tan perdida, quizás confusamente, pero pensaba que me necesitaba, y que podríamos crear algo juntos, algo bueno, había química y sueños por empezar de cero. - Buenas tardes, quería una mesa para comer abajo, por favor. - Claro me dijo sonriendo, la cocina no cierra, ya lo sabes - Gracias, querré lo de la otra vez. El revuelto de espárragos con las salchichas caseras. - ¿ Te gustó? - No tanto como la camarera ( me reía al ver que aún se sonrojaba, y que no había perdido parte de su gracia) - No tardará - No tengo prisa. Por cierto, cómo te va en el Ballet, veo que cojeas algo, - No tiene importancia, ¿ viniste al estreno? - Si fui, un verdadero sueño verte bailar, le dije a Pamela que te lo dijera, e incluso le pedí tu teléfono, pero no me lo dio. Y no he podido venir antes - No me dijo nada - Cosas de mujeres, supongo. Siento no haberte venido a felicitar, pero como te digo ando muy liado, me trasladan a Londres una temporada - Qué pena, pierdo a un amigo, aunque quizás estemos cerca - ¿ A qué te refieres? , te vas a Londres - Bueno aún es pronto para decir nada - Iba a tardar en hablarte de mis verdaderos planes, no quería ser tan directo. Pero la conversación ha llevado a ello. ( Le cogí la mano) Valentina, siempre me has gustado, y espero que no te asustes con lo que te voy a proponer, pero piénsalo, a veces no hay más ocasiones para ser feliz. Vente conmigo a Londres, allí hay buena compañías de baile, quizás te admitan en alguna. Yo cubriré todos los gastos, te puede parecer que es una forma de empezar un poco brusca, irnos a vivir juntos desde el primer día, pero no somos unos críos, y sabemos qué es estar solos. Vamos, no pierdes nada, creo que podemos crear algo bueno. ( Hubo un silencio, y se soltó la mano) - No sé, después de lo de esta mañana, me parecería injusto para ti. - ¿A qué te refieres?, no te comprendo - Perdona, es que me han ofrecido irme a un Ballet importante por todo el mundo. No te iba a dejar tanto tiempo solo en Londres, pero si ando por allí, luego me das tú teléfono y te llamo. - Lo dejaré en el mostrador, a Javier. Valentina este fin de semana no, el siguiente voy a Málaga, para coger cosas de Ronda. Tómate un café en la estación conmigo, y hablamos. Solo un café, tienes tiempo para pensarlo. Valentina se marchó triste, dando golpes con el bolígrafo en su pierna, y diciendo un “ ya no”, como si hubiese sido demasiado tarde. Pensé que quizás la había pasado algo a sus padres, y no me lo quería decir, luego en ella, quizás tuviera una enfermedad, y se hubiera enterado esa mañana. La imaginación volaba. No sé, me sonó como que había llegado en mal momento, y que ya no tenía sentido ser una feliz pareja. Me dio pena pensarlo, me dio pena creer que quizás si la hubiera podido llamar, hubiéramos empezado algo bueno, y se hubiese conmigo marchado. Me levanté sin comer nada, sin saber qué era lo que realmente había pasado, fueron tan tristes sus palabras, la vi tan poco animada, que sabía que algo la había cambiado. No iba a insistir, era adulto y sabía que cuando alguien está cegado en una contestación, hay que dejar que pase un poco de tiempo, y ver si lo puedes convencer de algo, pero no en el mismo instante, cuando continúan obcecado. ¿ qué había pasado?, pensé que estaría contenta por su triunfo, algo ocultaba, ni siquiera andaba igual, que hacía prácticamente un rato. La vi triste, y quería saber el motivo del cambio. Pensé que podría contactar con Pamela, y en la intimidad hacer que me contase algo. Aunque en el fondo no era tonto, y sabía quién era su compañera de cuarto. Entonces me dio pena creer que ya no era la muchacha llena de sueños, y que había pasado al mundo del dolor y la rabia. A mí no me importaba una mancha, pero comprendí como se sentía al decir “ ya no”, y con la cabeza baja. No hay nada más difícil en esta vida que volver a confiar en alguien, y lo peor para Valentina es que quizás ese alguien, era ella misma. PAMELA El Sábado tenía una cita por la noche, no me gustaba mucho que fueran muy tarde, porque siempre dicen que la nocturnidad atrae a los culpables. Pero me puse guapa, aún no me atrevía a ponerme nada de Valentina, así que cogí un vestido rojo, recatado pero a la vez llamativo, de mi armario, porque dicen que es un color muy acertado, y me habían comentado que era una cita muy importante, que me podía ayudar, y que había que dejarlo contento, para que volviera a llamar. Llegué puntual, llamé a la puerta, no hacía lo del ascensor, eso era para las que empezaban, y andaban un poco exigentes. Me dijeron que pasase, con un tono calmado. Vi su sombra por la ventana, estaba bien, un poco de barriga, pero pocos hombres a una edad no la tienen, incluso les hace más varoniles, aunque menos jóvenes. Me dijo que me quitara la ropa, y me pusiera sobre la cama. No quería pensar que fueran otra vez cosas extrañas. Pero no lo fue. Puso música, Sade, algo sensual, pensé “ sabe lo que hace”. E hicimos el amor bien, a oscuras, pero sin nada tormentosas acciones, a veces simplemente buscaban cambiar de pareja, para salir de la monotonía. Me dio unas palmadas en las nalgas, pero nada que me lastimase, seguro que como decían ellos, era fruto de la pasión del momento. Sonreía, porque no creo que a ninguna mujer le gustase. Pero disfruté, incluso me dio la sensación que no era la primera vez que lo hacía con él, me era familiar. Cuando terminó, no se tumbó a mi lado, y me dijo cosas bonitas, como algunos hipócritamente hacen. Se peinó un poco, me acarició la cara dulcemente, y me dijo “cuando quieras puedes marcharte, volveremos a vernos” Lo extraño para mí, era que quería quedarme, quería estar a su lado un poco más, y me acordé del Marqués de Sade, quizás la canción quiso decir algo, pero no me paré a imaginar más cosas, solo hice caso, y con la ilusión de que me llamase más adelante. Si había que prostituirse, por lo menos con alguien con clase. Cogí mi sobre de la recepción, más de lo normal, no me iba a enamorar ni mucho menos, pero después de las recientes experiencias pasadas, quería volver a verlo, ocupar mis servicios con él, antes de que fuese con cualquier otro violento. Lo único bueno, y no sé si lo fue, que me calmó mi ego. Me hizo tener un poco de menos rencor por dedicarme a ello, y recordé una frase que leí hacía tiempo: “ No somos los que todo ven, somos los que pocos conocen, y los que poco comprenden”. Y quizás ese caballero comprendía mejor mi situación, al no lastimar más, un corazón aún con sentimientos. Cuando regresé al apartamento estaba Valentina un poco enojada, porque Javier le había hablado de más posibilidades. Es cierto que le comenté que ya no era tan pura, y quizás me precipité, porque no lo sería, pero tampoco la veía preparada, ni para lo del ascensor. Intenté calmarla. - Javier me ha dicho que hay más hombres interesados en pasar una noche conmigo, y algunos importantes. ¿Es que le has comentado lo que he hecho, hablaste de privacidad? - Bueno Valentina, esto es un negocio como otro cualquiera. Si Javier te ha dicho algo, es por bien, para que te ganes algún dinero, y encuentres contactos que te abran las puertas. - No sé Pamela ando un poco enfadada conmigo, quizás me abran algunas puertas, pero otras se cierran, y quizás no he escogido bien. - Valentina, tranquila, nadie te va a obligar a nada. A las nuevas se les de la opción de que cuando vayan al Hotel, el cliente las espera en la recepción con una cartera grande color crema, fea para que la distingas. Solo tienes que ir hacia el ascensor con un lazo rosa en la muñeca, y si te montas, si es que aceptas, incluso te puedes bajar plantas anteriores a la suya, pero si lo haces en la correcta, es que pasarás la velada acompañada en la habitación que ellos quieran. Cariño llevo en esto años, y puedo contar con una mano las malas experiencias, porque las habrá, pero también las buenas. Aprovecha tu juventud, y volverás a Ronda satisfecha. - No sé Pamela, hoy he hablado con Tomás, y he cambiado de idea. Lo peor es que Javier me ha dicho que tengo esa cita mañana por la mañana, que no vaya al Café, que él se apañará las horas que falte. Me dijo lo del ascensor, pero como advirtiéndome de que lo use, que no quería que nadie se enfadase. ( Hubo un silencio grande, Valentina lloró un poco) - Perdona Valentina, quizás me he precipitado. Lo siento, quiero pedirte perdón. Te reconozco que cuando una está abajo, no quiere ver más arriba a la de al lado. Perdóname, yo iré a esa cita, y subiré al ascensor. - ¿ Lo harías? - Claro, te he metido en esto, también te sacaré. Mañana hablaré con Javier. ¿Solo una cosa, te sirvió lo del Ballet? - Sí, he aceptado. Espero no arrepentirme, por lo menos eso es por algo por lo que siempre he querido, pero no por dinero - Ya, todos tenemos un precio. Y deseo que te haya merecido la pena, lo digo de corazón, no me siento bien con lo que he hecho. - No te preocupes Pamela, soy mayor, pero también espero no cambiar de opinión, porque esta mañana me he dado cuenta, que al aceptarlo, he renunciado a muchas cosas también buenas. - No sé a qué te refieres - No te preocupes, ya no importa. - Gracias Valentina por no guardarme rencor - Sin problema, gracias por lo de mañana. Me alegro que entre nosotras vuelva a existir esa amistad sana, tan difícil entre mujeres ( y sonriendo dijo “guapas”). Buenas noches Pamela - Buenas noches Valentina ( también esbozó una sonrisa sin malicia). Esa noche pensé muchas cosas, hice como una recapitulación de mi vida. Recordé cuando llegué a Madrid con diecisietes años, con muchos sueños por cumplir, como me divertía al principio, sin saber qué era lo que significaba, el dejar atrás muchas cosas en la vida. Y de lo que estaba más contenta, y a la vez más enfadada era de haber metido a Valentina en mi vida, pero esa noche lo había arreglado, volvíamos a ser buenas amigas, ella había conseguido entrar en un Ballet, aunque le hubiese costado la estima, y yo haría porque no tuviera que pasar por ahí, a no ser que buscase otra cosa en la vida. Al fin y al cabo todo cuesta un sacrificio, y en este Madrid lleno de teatros, de cultura, de sueños y de mentiras, había que pagar a veces mucho, si es que querías subir más arriba. Al menos eso es lo que me repetía, y mientras el sueño entraba, me decía, quizás después de hacer bien el papel de “ La Fierecilla Domada”, todo será más fácil, y con un precio menor, que ser siempre la Puta de la esquina. Cuando me desperté por la mañana, Valentina se había marchado, pero me había dejado las señas del Hotel, con la hora. Me quedaba poco tiempo, llegaría tarde a los ensayos, faltaban días para el estreno. Tomé una ducha caliente, no la necesitaba, desde la noche pasada estaba como relajada, como drogada, no pensaba que fuera amor, pero sí me hizo sentir menos sucia, y menos mala. Ese día decidí ponerme algo de Valentina, una falda vaquera que a ella le gustaba, con una camiseta blanca con encaje en las mangas, informal pero guapa. También utilicé su perfume, y su barra de labios, no se enfadaría, no se daría ni cuenta, lo de la ropa, sabía que a veces pasaba. Cogí un taxi, no quería ensuciarme, quería causar buena impresión, por si mi Marqués volvía a aparecer, o para que le hablaran bien de mí, para volverlo a ver. El Hotel era bueno, casi mejor que todos los anteriores, El Palace, no podía pedir más. Tenía un recibidor enorme, con columnas de mármol, todo blanco. Cuando fui al ascensor, el botones me pidió que me montase con él, que me esperaban en la habitación, porque le había sido imposible bajar. Supuse que me reconoció por el lazo rosa, y subí tranquila, como lo estaba desde la anterior cita, sin miedo, sin nervios, sin pensar que nada malo me esperaría. Llamé a la puerta, se abrió y volvía a estar todo a oscuras, pero había la suficiente luz para distinguir los colores de la habitación, con moqueta burdeos incluso en las paredes, y un taburete del mismo color frente a la cama, donde dejé mi bolso. De repente me entraron los celos al pensar que había concretado una cita con Valentina, pero por otra parte suspiré al saber que ella no querría, y que era yo la que estaba allí, esperando sus palabras correctas, aunque frías. Fui al baño por si se estaba refrescando, todo era de mármol negro, me pareció extraño que no utilizasen un color claro, me quité la ropa, y me senté en la cama, como me pidió en la anterior cita, pero nadie decía nada, ni distinguía ninguna sombra frente a la ventana, solo estaba la música. Pasado unos minutos lo último que escuché fue un ruido seco, algo feo para una despedida, porque empecé a sentir frío, y no entraba aire por las cortinas… FELIPE Esa mañana mis perros estaban excitados, no sabía qué les pasaba, hasta que sonó el móvil. Era mi jefe, me pedía que fuera al Hotel Palace, con los perros. En menos de media hora estaba allí, y lo que vi, no podía creerlo. Era Pamela, la vecina, con un golpe en la cabeza, y con diferentes cuchilladas. Mis perros hicieron su trabajo, y mi jefe habló conmigo, porque se dio cuenta que la conocía, y quería saber de su vida. Yo era policía, sabía que vecinos tenía, y sus juegos, pero nunca pensé que fueran a lastimar a una joven llena de sueños. Empezamos la investigación preguntando a la recepcionista, quien me dijo que no recordaba a la persona que encargó la habitación, y que los datos que tenía, suponía que eran inciertos. Luego interrogamos al botones, dijo que no vio nada, solo recibió un mensaje escrito de la habitación, donde se especificaba la descripción de Pamela, y que tuviera presente el lazo rosa en la muñeca. Y no era la primera vez que pasaba. Nadie había visto nada, y solo quedaba revisar las cámaras de seguridad, porque aunque había salido por la puerta, no pensaban que se fuera a escapar, no creían que fuese un profesional, más bien alguien con un objetivo pasional. Esas diferentes cuchilladas, dejaban claro que el homicida conocía a la víctima, y que le tenía inquina. Así que había que investigar a su círculo más cercano, y de eso me encargaría. Cuando terminamos en el Hotel y volví a casa, mis perros al montarse en el ascensor con Valentina, se le echaron encima ladrando. No le di mayor importancia, ya que vivían juntas, pero había que interrogarla. - Buenos días Valentina, ¿ podría pasar dentro de un rato por tu casa?. Tengo que hablarte de algo - Claro, espero que no sea por motivos de trabajo. - Suelto a los perros, y bajo. No llegó a los cinco minutos la espera, y me abrió la puerta sonriendo, pensaba que no sabía nada de su compañera. - Hola otra vez. ¿ Pamela no está en casa? - No vino esta noche, a veces se queda con algún amigo en su casa. Es joven y guapa - Siéntate, por favor - Claro, me estás preocupando - Voy a ser claro, solo quiero que sepas que mientras esté arriba, no va a pasarte nada, que estés tranquila. Pamela ha sido encontrada asesinada en el Hotel Palace. Sé que se dedicaba a la prostitución cara, y quiero saber si tú también lo haces, y si tenía algún enemigo que conocieras ( lloró asustada) - No nunca he cobrado dinero por acostarme con un hombre, y no conozco a ningún enemigo de Pamela, era una chica buena, con sus cosas, pero no era de las que se metían en peleas. - Habíais tenido algún problema últimamente, por algún hombre, algún celo. - Lo normal entre dos chicas jóvenes que quieren triunfar, pero nos llevábamos bien, no hubo ninguna pelea, ni nada de eso. La quería, era como mi hermana en Madrid - Algún cliente agresivo - Una noche vino llorando, pero se recuperó rápido, y no comentó nada, que te pueda decir - ¿ su chulo? - No tenía, aunque quizás le puedas preguntar a Javier, era muy amigo suyo también. Sin comentarle que te lo he dicho yo, por favor. - Gracias, por el momento es suficiente. No quedes con extraños, y cierra bien la puerta, aún no sabemos de quien se trata, solo que no era un desconocido para ella. Ten cuidado guapa, Madrid es hermosa, pero también puede ser mala, como cualquier mujer enfadada. - Lo tendré, espero que me des noticias pronto, estaré nerviosa hasta que lo cojáis. ¿ Llamarán a su familia, o lo tengo que hacer yo? - Lo haremos nosotros, pero ve recogiendo sus cosas en cajas, así les ahorraras un trago amargo, aunque espera que venga la policía, porque querrán llevarse algunas - De acuerdo ( lo dijo con lágrimas) Nadie se lo explicaba. Interrogamos a su círculo cercano: a Enrique, a Javier, quien nos dio sus contactos, algunos eran totalmente imposibles de encontrar por el código de seguridad que utilizaban, pero solo era casi, ya que a la Policía poco se le escapaba. Quizás Javier nunca sabría de quien se trataba, pero pocos eran tan listos, como para marcharse sin pagar nada. Valentina me pareció sincera, incluso no la veía capaz de hacer daño, y menos a una especie de hermana, pero no la quitaba de la lista de los posibles autores, porque estaba claro que fue alguien muy cercano y con rabia, y entre las mujeres siempre hay cosas raras, más si quieren ser las estrellas, de ese teatro que a veces inventan en su mundo de fábula. Así que hablaría con Javier de la relación entre ellas, si había pasado algo, si estaban enfadadas, aún no se habían revisado las cámaras, pero también cabía la posibilidad de que ese alguien fuera mujer y disfrazada, no se eliminaba la sospecha de nadie, y menos de alguien que podía tener celos , porque Pamela era guapa y simpática, cualidades que no se perdonan en el mundo femenino, si es que superaba a la que la había apuñalado, cerca de un Domingo. Porque alguna son hasta capaces de ir a comulgar, y coger la hostia con las mismas manos manchadas de sangre. En el mundo del pecado, y de la hipocresía, todo vale. Lo único importante es salirse con la suya, y dejar que todo pase. Así que por el momento no descartaba a nadie, bueno o malo, todo el mundo es capaz de matar, y más cuando se justifica con falsas razones, porque el asesino tiene su motivo, y engaña a la baja conciencia que posee, si es que la tiene, si es que se despierta, y si es así, la miente… TOMÁS No sé si tomé la decisión acertada, pero iba a quedar con Pamela, iba a tener una de sus citas a ciegas. En mi trabajo la conocían, e incluso tenía un apodo, que no digo por respeto. A mí me daba pena las mujeres que recurrían a ello, pero así es la vida, con sus penas y sus juegos. Hablé con Javier para que ese fin de semana tuviera un encuentro, pero advirtiéndole que quería guardar en secreto la intimidad, quería que estuviera relajada para hablar con calma, no entre plato y plato, aunque ella alguna vez descansara. Ese sábado cogí una habitación en un Hotel cercano a casa, tres estrellas, no bueno, pero tampoco malo. Por un momento pensé en no hacer nada, solo en hablar, pero la verdad me apetecía, era guapa, y quizás cogiese la suficiente confianza para que me contase el secreto de Valentina. Sabía que sería discreta, cuando una persona tiene algo que esconder, siempre es más cauta al abrir la boca, así que por ese lado estaba tranquilo, no se enteraría de nada. Llegué al Hotel antes, puse todo a oscuras, bueno lo que se me permitía, ya que no había persianas, pero si unas cortinas gruesas, de un marrón nada sexy, pero suficientes para que no me reconociera. Escucharíamos música, algo bonito, para que fuera un poco menos brusco todo. Me seguía dando lástima. Le dije que pasase, se desnudó, y sin mucho preámbulo hice el amor con Pamela, no follamos, había química, aunque no tanto como para olvidar a Valentina, pero fue un buen sexo, lo suficiente para querer repetir, y para no atreverme a mencionar a su amiga, después de aquello. Quizás más adelante, cuando no me importase que me reconociese. Los restantes días, esperaba que Valentina me llamase, que cambiase de opinión y se tomase ese café conmigo. Solo uno me bastaría, para convencerla que no era demasiado tarde, que aún había tiempo para ser feliz, que se lo merecía., Solo necesitaba eso, un café, para que dejara atrás el miedo, y el estar perdida. Una mañana sonó el teléfono. Era Felipe, el policía vecino de las chicas. No se identificó así, pero sabía por su nombre de quien se trataba. Tenía contactos, y más si perteneces al Servicio Secreto. Quería hablar conmigo de Pamela. Y la verdad me dio un poco de vergüenza, no por recurrir a los servicios de la prostitución, eso no es raro hoy en día, tampoco en la antigüedad, era un viejo oficio. Pero tendría que explicarle el motivo por el que lo hice, y no estaba orgulloso de ello, pues la iba a utilizar para el sexo, y para llegar a su amiga. Me contó lo que había pasado, y no tuve ningún problema en quedar, para ver si podía ayudar en algo. - Buenos días - Buenos días - Seré directo, para no hacerle perder mucho el tiempo. Sé que es un hombre ocupado. También tengo conocimiento que concretó una cita con Pamela, ¿ Me confundo? - No, fue el Sábado pasado. Estuvimos como una hora, pero no charlamos. - No le he preguntado nada de eso - Bueno veía normal que lo quisiese saber, si ha sido asesinada, querrá conocer de lo que hablamos, si me había comentado algo de interés - Si. ¿ La conocía, o solo intimaron esa vez? - La conocía del Café, pero nunca hemos mantenido una conversación. Saludarnos, frases educadas, pero poco más - Bien. De todas formas, sabe si tenía algún enemigo, si la querían mal - No, no lo sé. Me gustaría ayudar, te enseño mi documentación, para que me tengas informado de todo. La apreciaba. - La relación con su compañera de trabajo era buena - Si, por supuesto. Valentina es una buena chica, no creo que tenga que ver nada en esto. - Solo pregunto, según los estudios de criminalística, fue alguien cercano a ella, con inquina. - Haré lo que sea para ayudarlos, pero le aseguro que Valentina no es esa persona. - Seguiré preguntando. De todas formas están mirando las grabaciones de las cámaras, creo que se sabrá pronto de quien se trata - ¿ En cuál comisaría están tratando el tema? - En la principal, tenía buenos clientes, la pobre damisela - Iré a ver a tu jefe, me interesa. Y más porque Valentina es una amiga de la infancia, no quiero pensar que esté en peligro - Como quieras, lo comentaré para que no pille por sorpresa - Gracias - Nos vemos pronto - De acuerdo Me quedé mal, pensando que podían sospechar de Valentina, o que estuviera en peligro. Así que me marché directamente a la Comisaría, quería ver las cámaras, quería comprender qué había pasado, y esperaba que fuera fruto de una acción aislada, y que no se tratara de alguien cercano a ellas, porque siempre se comenten errores, y no quería que Valentina lo sufriera Llegué a eso de las cuatro, tomé algo por el camino. Y me recibió el Comisario, me comentó los avances en tan poco tiempo, y que ahora iban a pasar a ver las cámaras, podía verlas con ellos. Mi cargo me permitía más que eso. Las imágenes avisaron de lo que yo no quería creer, fue una mujer, disfrazada como en muchas películas americanas, porque iba con gabardina, sombrero y gafas, pero quedaba claro que se trataba de una fémina, de estatura normal, morena, de tez no clara. Pensarían en Valentina, pero yo sabía que no era ella, e incluso empecé a atar cabos, sin querer creer lo que pasaba. Les dije que me perdonaran, que no me atrevía a decir nada, pero con suerte volvería a las andadas, y entonces la pillaríamos con las manos en la masa. Me pidieron que me explicara, pero no lo hice, solo planeé tener otra cita, cuando subiera de Málaga. Ese Sábado en la estación esperé hasta el último minuto, por si Valentina me llamaba. Pero no pasó, aunque intuía que sería así, lo último que se pierde es la Esperanza. Cogí el Ave, y empecé a intentar comprender todo, deseando que fuera un error, que me confundía, porque presentía la desgracia. Y además eso haría que me marchase a Londres, con nostalgia, por descubrir tan cerca de mí, un mundo cruel, del que pocos se escapan. Al regreso me enteré que habían puesto un escolta a Valentina, por dos motivos, porque era sospechosa, y por si se acercaba a ella, si es que había otro asesino. Como puede cambiar la vida tanto, en solo un segundo. Valentina estaba más delgada, y a veces cojeaba, no comprendía porque no iba al médico a que la trataran. Tendría que llevarla yo, no entendía porque era tan dejada para cuidarse, y más siendo una especie de instrumento, que para bailar utilizaba. Junto a Felipe rebuscamos entre sus cosas, mientras ella trabajaba, buscando algo, que hiciera que estábamos confundidos, un amante de Pamela celoso, algo que en su diario dijera, y no nos hubiese mencionado por vergüenza, pero nada, estaba todo bastante claro para mí. No para ellos, quienes no sabían que mujer podía haber cometido aquello. Tres días antes de marcharme a Londres, le dije a Javier que quería una cita con Valentina, contestó que no se prestaría a ello. Y le insistí, con dinero por supuesto, diciéndole que la engañase, que le dijera que era para un gran coreógrafo, que había venido de Inglaterra. Que sería solo una noche, y que nadie se enteraría de aquello. Yo también sabía que todos tenemos un precio. La cita fue el Viernes siguiente, me dio más pena aún saber qué quizás ese fue el motivo por el que llegué tarde, porque había cometido ese error, y no se sentía digna de amar sin reproches. Pero también estaba seguro de que ese día sabría, quien sería la persona que mató a Pamela, aunque mi interior le dolía reconocerlo, y que ella hubiese muerto, porque me gustó, quizás solo para sexo, como a muchos de sus clientes, pero lo hubiese tenido con ella más veces, y a cualquier precio, fue bueno. Hablé con Felipe de mis planes, para que pusiesen cámaras, sin mencionar ningún nombre, si ella sospechase que sabían de quien se trataba, se estropearía todo. Además cabía una posibilidad de que me confundiera, ojalá fuera cierto, en el fondo quería que así fuera, y lo mejor de todo, era que el plan no dañaría a Valentina, se quedaría fuera de todo, sin saber que era yo su cliente, y que fue un cebo. La cita era sobre las nueve de la noche, por supuesto en el Palace, pero Felipe y yo llevábamos desde por la mañana poniendo cámaras, y esperando que algo pasara. Y pasó, a eso de las nueve y media, cuando Valentina llevaba rato en la habitación, donde se le dijo que estuviera, y que esperase hasta más de las diez porque había un retraso. Apareció la mujer disfrazada, muy mal por cierto, porque llamaba la atención, aunque subiera por la escalera de incendios. Llevaba una barra de hierro metida por el brazo, para realizar el primer golpe seco. Pero yo ya sabía de quien se trataba, y grité su nombre cuando la puerta de la habitación casi se abre, casi se echa todo abajo, por no estar en plena forma, y no poder correr como me hubiera gustado, aunque mi mente aún lo hacía, y más que el viento, como demostró al verla. Todo terminó rápido, se la llevaron presa. Valentina siguió en la habitación hasta las diez y media, cuando se marchó sin saber qué casi fue la víctima perfecta. MAMEN Una vez que supe que me marcharía con Tomás a Inglaterra, no quería dejar ningún cabo suelto aquí. Si él tenía que seguir viniendo, solo, por asuntos de trabajo, sin llevarme con él, no iba a permitir que estuviesen aquí sus amigas, para que se divirtiera, y le apeteciera menos volver a estar conmigo, aunque fuese alguna noche suelta. Además eran prostitutas, algún desequilibrado podría acabar con ellas. Siempre hay quienes copian a los protagonistas de los libros, y estaba Jack el destripador, para ser referencia. No me parecía mal, tenía mi motivo, no estaba loca, porque en la guerra y en el amor todo vale, y había que atar bien los cabos, para que nada se estropease. Además lo tuve claro, cuando una noche quedó con Pamela, si ya había contratado sus servicios, también lo haría con Valentina, porque eso de que fuera de niña buena, a mí no me colaba. Si dormía con Pamela, se convertiría en una más de ellas. Y no lo podía permitir, tenía que acabar con aquella relación, y con toda la que pudiera tener, tenía que ser mi marido, el padre de mis hijos, y nada ni nadie iba a estropear lo que siempre había querido, y menos dos putas, sin oficio ni beneficio. Lo de Pamela fue fácil, solo tuve que imitar los buenos modales de Tomás, incluso con quienes no se lo merecía, para que ella se relajase, y pillarla desprevenida. Además si no hubiese sido yo, quizás hubiese sido otra persona, estaba ya demasiado suelta, y en el mundo de la noche, los asesinos corren, más que vuelan. Así que una vez que le di el golpe en la cabeza, la acuchillé con ganas, para que jamás despertara, y porque quería destrozar ese cuerpo de porcelana, quería que Tomás tuviera ese recuerdo, que supiera que de esa belleza no quedaba nada. Incluso le destrocé la cara, ya no sería más guapa que yo, ni sería un problema en la memoria de mi futuro marido, de quien estaba enamorada. Estaba contenta, orgullosa, solo me quedaba Valentina, pero no me importaba mucho, porque era más tonta que Pamela, e incluso la podía sorprender por la calle, y fingir un robo, en este Madrid donde todo cabe, tanto lo bueno como lo malo, siempre hay espacio para la maldad en las grandes ciudades. Había contratado a un detective privado, para estudiar el comportamiento de mi amado, tenía que dejar todo bien atado, antes de que se marchara, él se iría unas semanas antes, me daría tiempo a solucionarlo. Si hubiera tenido una hija, ella me hubiese ayudado, pero como aún no la tenía, pues recurrí a los servicios de un profesional, él me diría todos los pasos. Un día pensé que me había descubierto, porque lo pillé husmeando en mi mesa, como buscando algo. Dijo que sus gafas, las que cogió con estilo de un lado, pero me hizo dudar, si es que sospechaba algo. Pero tenía la suficiente confianza en mí misma, como para creer que un ingenuo hombre, me iba a destapar lo que ya estaba casi atado. Estaba demasiado ocupado con su trabajo, y con las putas, como para pensar algo mal de mí, aunque me daba largas cuando intentaba seducirlo, pero era un problema que no me importaría, pues cuando estuviéramos solos en la Gran Inglaterra, no le quedaría más remedio que tener sexo con quien estaba al lado. Mi detective me comentó la cita con Valentina, me sorprendió bastante, porque no la veía tan decidida, no aún, pero todo el mundo cae en el infierno, si es que lo tienes al lado. Ese Viernes Tomás no fue al trabajo, pero a última hora de la tarde llegó algo sobresaltado, y estuvo muy atento conmigo, tanto que creí que ya había sucumbido a mis encantos. Dejó caer, que se le había hecho tarde para una cita, pero que iba a esperar a ver si sobre las diez y media le daba tiempo a llegar, porque tenía que hablar con Guillermo, nuestro jefe, de algunos nuevos contratos. Cuando una persona está enamorada, no ve los errores, solo ve lo que le interesa, para creer que tiene razón, que hay amor por los dos lados, y esa tarde pensé que se había rendido, que se había por fin relajado. Pensé que todo sería mucho más fácil, solo había que quitar al gusano de la hermosa manzana, y lo haría en un rato. Tenía todos los datos por mi detective, y si él iba a llegar más tarde, a mí me daría tiempo terminar con aquello, rápido. Cuando a un delincuente le sale bien un delito, siempre piensa que le puede salir bien el siguiente, además quien iba a sospechar de una buena trabajadora, eficaz y obediente, que relación habría con dos prostitutas, que no llegaban ni a la punta de los dedos. Así que fui valiente, cogí mi disfraz, sabía cómo entrar para que no me viesen, y engañar a las cámaras, en los espacios donde no había ocasión para borrar el rastro, si es que lo viesen, porque además el que se cree muy inteligente, piensa que los que tiene alrededor lo son menos, por lo que él saldrá victorioso, como siempre. Todo estaba perfecto, utilicé la misma ropa, tenía el mismo cuchillo, Valentina no era muy fuerte, y cuando abriese la puerta le daría el golpe en la frente. Pero cuando fui a llamar, alguien gritó mi nombre “ Mamen”, alguien que mi corazón recordó en su subconsciente, y me derrumbé porque supe que todo había terminado, sin empezar, pero justificándome de que lo había hecho por bien, por amor, para que nada se interpusiese… RONDA Había pasado mucho tiempo desde que se descubrió todo sobre el asesinato de Pamela. Valentina había hecho su vida en Madrid, pudo entrar como profesora en el Conservatorio, la lesión en el pie la apartó de los escenarios, ni siquiera pudo ensayar en el Ballet de Axel, ella decía que fue el Karma, que todo lo sabe. Como no lo había conseguido de una forma honesta, la vida la apartó de su sueño, y tuvo que inventarse otro menos importante, pero no por ello menos bueno. No fue fácil, e incluso entró en el mundo de Pamela, para salir adelante, con miedo y con cautela, pero a veces era la única opción que servía, cuando tienes una hija y hay que tirar, para no estar en la calle. En el momento que consiguió ser profesora de baile, lo dejó, estaba dañada, pero su nueva vida le había dado gratificaciones, y cuando miraba a su pequeña, incluso se perdonaba, por no haber tenido una vida intacta de maldades. Se acordó de Pamela, cada día, cada noche, hasta que pudo decir adiós al mundo del sexo fácil. Siguió intimando con Axel, porque iba al Café a menudo, con quien tuvo a su hija Odile. Optó por el nombre del cisne malo, en vez del bueno del Lago de los Cisnes, porque decía que en la vida las personas con un poco de maldad, solo con un poco, conseguían sufrir menos. Ella, por eso de ser un PAS, había pasado demasiado, y quería que su hija fuera fuerte, que las injusticias de este mundo no la destruyesen. Por eso eligió un nombre bonito, pero a la vez con suficiente ímpetu, para que nada le parase para conseguir lo que quisiese, donde la moral sería importante, no somos todos delincuentes, pero tampoco la frenase para llegar a lo que le pertenecía, simplemente porque era su sueño, y se lo merecía, como le pasaba a los restantes hombres y mujeres. Un fin de semana de Mayo, fue a ver al Padre Pío, en Ronda, lo visitaba a menudo, le hacía recordar buenas cosas, la juventud es lo que tiene. No le pedía nada en especial, solo que la ayudase a no volver a caer, donde no conviniese. Desde lo de su amiga, se había convertido en una persona mucho más fuerte, pero también con muchas más dudas sobre las personas, y le dolía no poder confiar en nadie, aunque quisiese. Una tarde cuando estaba echando migas de pan a las palomas en la Plaza del Socorro, vio a Tomás. No sabía porque, pero le dio vergüenza, se puso nerviosa, se giró para que no la reconociese. Hasta que le dieron en el hombro - Hola Valentina, ¿ te acuerdas de mí? - Claro, solo han pasado ocho años - Me alegro de que lleves la cuenta, yo también. ¿ Tu hija? - Sí, Odile. - Bonito nombre - Gracias, ¿ cómo estás? - Bien, he vuelto de Londres, este fin de semana vine a ver a mis padres, pero el Lunes regresaré a Madrid, para instalarme. ¿ Sigues por allí? - Si - ¿ Vives sola con tu hija? - Sí, su padre y yo tenemos una relación abierta, buena, con mucha comunicación - ¿ Y te hace feliz? ( hubo un silencio) - Estoy bien ( le miró sonriendo) - Sigues guapa - Muy cambiada después del parto, pero intento cuidarme - Dicen que la belleza está en los ojos que miran, y para mí sigues siéndolo, sigues causando la misma sensación en mi corazón. Volveré a insistir, ¿ quieres tomarte ese café conmigo? Hay una cafetería nueva en la calle La Bola, luego podemos dar un paseo por la Avenida, por el Parador, por la Plaza de Toros, hasta el Tajo, y contarme como te ha ido en estos años. Tampoco fue fácil para mí, piénsalo. Valentina agachó la cabeza pensando, y de repente recordó una frase del cuento que cada noche leía a su hija. Entonces, con una voz casi sin fuerzas, le susurró al oído ” quizás debería haberme tomado ese café hace años, antes de que desaparecieras de mi vida…”. Él se sorprendió, porque siempre creyó que le rechazaría por su insistencia en no dar oportunidad a la felicidad, por los errores en la vida. Ella continuó con palabras bonitas: “ Iré porque me he dado cuenta, que después de todo lo vivido, tú eres la única persona que haces que me sonría el corazón”, y desde ese momento Valentina conoció “ El País de las Maravillas”, ese donde la imaginación alivia el dolor, que algunos tienen en sus vidas… MARISA MONTE
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