Hermenegildo Colmenares.
Publicado en Sep 04, 2019
Me voy a tomar la libertad (otra vez), de contarles una historia figurada que podría perfectamente ser la historia de cualquier trabajador de este país.
Primera etapa: Tranquilidad y Seguridad. Hermenegildo Colmenares es un trabajador adelantado de una empresa chilena como muchas empresas chilenas y como muchos trabajadores adelantados de empresas chilenas. Puntual, responsable, proactivo, nunca ha faltado a sus deberes, nunca una licencia médica que se le haya podido ni siquiera criticar, tiene que estar muriéndose don Herme para que pueda alguna vez faltar a su trabajo y si lo llega a hacer, anda como tres días con la cara roja de vergüenza y sintiéndose tan culpable que llega a dar lástima. Todos los jefes que ha tenido lo han apreciado por sus talentos ya que es una gran ayuda en casi todo tipo de problemas y, además, tiene una voluntad de oro con el valiosísimo agregado de que es el más honrado entre los honrados por lo cual en reiteradas oportunidades se le ha elegido el trabajador del año y tiene su casa llena de galvanos que así lo acreditan. A fuerza de empuje y trabajo honrado, Hermenegildo Colmenares ha logrado educar a sus tres hijos hombres de los cuales el primero y el segundo ya entraron a la universidad mientras que el menor está a punto de hacerlo. No fueron fáciles los primeros años de universidad de los dos mayores ya que el sueldo del progenitor no es de los más abundantes pero con frugalidad y paciencia se ha podido vivir aun cuando aquellos veranos en la playa con la familia, en casa arrendada, por dos semanas cada año, ya han desaparecido en beneficio de los aranceles universitarios. Pero como él es una persona frugal y ha tenido la suerte de casarse con una mujer de vivir parecido, aquellos cambios obligados no han mermado la tranquilidad y la seguridad de esta familia. Hasta ahora, en que acontecimientos propios del modernismo han cambiado sus parámetros y le han obligado a una nueva perspectiva para afrontar el futuro. Segunda etapa: Sorpresa e Inseguridad. Ocurre que, de un tiempo a esta parte, en su empresa han soplado vientos de cambio y se ha comenzado a reducir gastos y a eficientar recursos de manera obligada a causa de la competencia de los productos chinos que invaden todo a precios imposibles de igualar. Y dichos cambios, empujados por esos vientos que con el pasar de los meses se transforman en ventarrones, han llevado al despido de don Herme, con mucha pena según se lo confiesa su jefe directo que en años de edad no llega ni a la mitad de los suyos y que acaba de llegar a la empresa a reemplazar al jefe anterior por un sueldo mucho más bajo; pero es una decisión obligada por la reestructuración de la oficina en la cual, desgraciadamente no tiene cabida. Y don Herme que se entregó en cuerpo y alma a su trabajo, que defendió a su empresa en todo orden de cosas, en las buenas y en las malas, que aportó con ideas que significaron enormes ahorros y que simplificaron tareas y problemas, se queda sin trabajo de manera repentina y a una edad en que encontrar otro similar le será muy pero muy difícil. Y saca cuentas, y calcula que con los veinticinco años de trabajo que ha enterado le corresponderán veinticinco sueldos más un mes por concepto de desahucio y que con eso y apretándose algo más en cinturón en la casa y que con lo que le resulte como renta luego de jubilar anticipadamente tal vez pueda salir adelante, total, al mayor ya le quedan dos años solamente. Y ¿qué vamos a hacer, viejo? le gime su mujer, y él le tranquiliza con los cálculos que ha hecho, entre que le avisaron del despido y su llegada a la casa. Y se duerme tranquilo pensando que tal vez sea para mejor, pero sin poder evitar el desagradable despertar a media noche y recordarse del problema que trata de tapar con su razonamiento aritmético de la víspera. Le organizan una despedida sus compañeros y entre vinos y pisco sours afloran palabras y sentimientos que no se ven todos los días en el tráfago del trabajo y le abrazan y le dicen que cuente con ellos para cualquier cosa, le desean que le vaya muy pero muy bien y se termina la despedida y cada uno para su casa y ellos se olvidan de inmediato del sentimiento alimentado por Baco pero él se siente querido, apoyado, comprendido y se va a su casa a tratar de traspasar el sentimiento a su familia, tratando de autodemostrarse que los tiempos no serán tan malos porque en la despedida… Tercera Etapa: Indignación. En realidad, los tiempos sí vienen malos porque cuando acude a firmar el finiquito descubre que los veinticinco ya no son veinticinco porque hace algunos años se dictó una ley sobre indemnizaciones que permite pagar solamente hasta un máximo de once años a los empleados que tengan más de esa antigüedad, ley que, obviamente no ha sido conocida ni divulgada con lo cual los cálculos a Hermenegildo se le vienen abajo y quiere hablar con el gerente para que se le tenga algo más de consideración y se le dice que no hay posibilidades ya que la empresa se atiene a lo que dicta la ley y que el gerente que lo podría recibir no lo puede recibir porque se encuentra en el extranjero y que puede dejar la firma pendiente hasta que llegue pero resulta que llegará después de fin de mes y nuestro héroe necesita tener dinero a fin de mes para pagar todo lo que se paga con el sueldo que uno recibe todos los meses por lo cual, muy a su pesar, acepta las condiciones y firma el finiquito el cual, más que finiquito, es un verdadero ajusticiamiento, cuidadosamente estudiado por el jefe de personal que fue una de las personas que más lo abrazó en la cena de despedida. Para colmo de males, cuando acude a la AFP para los trámites de jubilación anticipada descubre que su pensión no alcanzará a llegar ni al cincuenta por ciento de lo que recibía en el trabajo porque debido a su edad y a sus expectativas de vida se le protege para que tenga un buen pasar cuando tenga más edad a expensas de un mal pasar ahora que tiene menos edad, todo de acuerdo a la ley, lógicamente. Y comienza esta segunda etapa de su vida, entre buscar trabajo sin encontrarlo y hacer durar la pensión hasta fin de mes pero eso le significa que sus hijos ya tienen que recurrir a créditos para terminar de estudiar encalillándose hasta los huesos y su pasar se deteriora considerablemente haciéndole perder su seguridad y pachorra tan características en él al extremo que ahora anda retraído, poco participativo y de mal humor. Al cabo de un tiempo, en su Isapre le comunican que su plan de salud subirá de precio porque las prestaciones y el Ges y las coberturas etc. demandan un aumento en su plan pero que si no está de acuerdo puede renunciar y como no le conviene renunciar tiene que aceptar el aumento muy a su pesar y sus egresos aumentan en el equivalente a la diferencia de precios de su plan mientras que por parte de la AFP le comunican que con motivo de nuevas instrucciones de la Subsecretaría de Salud, se ha recalculado su pensión la cual a partir de esta fecha se verá reducida en un monto que se le comunicará oportunamente pero que finalmente se lo comunican solamente cuando acude a cobrar la siguiente pensión, momento en el que descubre que se la bajaron en un quince por ciento y se desespera y envía un reclamo a la subsecretaría aludida desde donde le responden que es perfectamente legal ya que es normal que su pensión baje con los años debido a las mayores expectativas de vida, etc., etc. Cuarta etapa: El despertar. Y vive (perdón, sobrevive) Hermenegildo con sus pesares a cuestas y ya no le queda otra cosa que resignarse y pasar el tiempo mandando curriculums y mirando la tele en la que se noticia de aconteceres muy recurrentes de nuestra sociedad: se noticia que las cadenas de farmacias se han coludido para subir los precios de los medicamentos; se noticia que las universidades privadas consiguen acreditaciones por medios poco cristalinos para carreras de dudosa utilidad; se noticia que las cadenas de supermercados exprimen a sus proveedores; se noticia que los bancos e instituciones financieras hacen con los clientes lo que quieren (ellas, no los clientes) cobrándoles intereses excesivos; se noticia que las compañías de televisión por cable, de comunicaciones y de retail alteran las cifras de las boletas para cobrar en exceso a sus clientes; se noticia que en la mayoría de las actividades de nuestra sociedad la corrupción y la falta de probidad pululan y son el pan de cada día; se noticia que mientras los más pobres les roban a los más ricos con métodos penalizados por la ley, los ricos les roban a los más pobres con métodos que están dentro de la ley pero que no por eso dejan de ser robo…y despierta Hermenegildo, se da cuenta de que él viene a ser el único gil que no le ha robado un peso a nadie en su vida porque a él le enseñaron que no había que robar (¿qué no ven que está en los diez mandamientos y que él es muy católico?), a él le metieron en la cabeza eso de “pobre pero honrado”, a él le enseñaron que en la otra vida iba a tener su recompensa, etc, etc. Quinta etapa: La decisión y el cambio. Hoy, Hermenegildo tiene un pasar frugal pero tranquilo, ya sus hijos terminaron sus carreras y vive para su vieja y él; y fíjense que la tranquilidad de Hermenegildo se basa en que, luego de haber entendido lo de la cuarta etapa, ha decidido hacerse descuentos en supermercados, tiendas de Homecenter y similares por la vía de robarse todo aquel producto que sea susceptible de entrar en sus bolsillos y pasar desapercibido por las cajas. Nadie se explicaba cuál era la razón por la que Hermenegildo había comenzado a usar pantalones anchos, bolsiflay, de grandes bolsillos; todos pensaban que era una cuestión de pretensiones y que le habían dado aires de lolo pero no, era simplemente porque con ese tipo de pantalones se notan menos los auto descuentos que se hace, en sus bolsillos y de esta manera, nuestro querido protagonista tiene en su cocina siempre exquisiteces como jamoncitos serranos, quesitos roquefort y cositas pequeñas que, si bien no le solucionan para nada el problema de que le están robado las Isapres y las AFP y los bancos y todo eso, sí le dejan con una clara tranquilidad de saber que ya no lo están robando gratis, sino que él cobra por cada sinvergüezura recibida. Y eso, mis queridos lectores, es lo que todos buscamos: tranquilidad, ¿o no? ¿Qué si tiene problemas de conciencia? Obvio que los tiene, como todo buen católico, pero ya dijimos que era muy creyente y se confiesa mucho más seguido que antes y queda listo para el próximo descuento. ¡Bendita sea la religión católica y el sacramento de la confesión! P.S. HermenegildosColmenareshabemosmillonesynonosdamoscuenta
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