Amanda sube al metro esa mañana, en una estación cualquiera, hacia cualquier lado… y se instala, parada frente a una de las puertas, mirando pasar gentes y túneles, vagando con su mente y recordando tiempos pretéritos. Amanda es una mujer de edad mediana, bien parecida y bien proporcionada, no obstante camina sola desde hace mucho tiempo por los senderos del afecto.
En otra estación cualquiera se sube al mismo vagón, Armando, también de mediana edad que se dedica a dar tocaciones en este medio de transporte, cosa mal mirada por la sociedad, pero que a él le gusta y lo entretiene. Se instala al lado de Amanda y suavemente comienza con su recurrente actividad, primero mirando hacia otro lado y luego mirándola a ella que a la primera tocación ha sentido que su corazón va a estallar de emoción y entorna sus ojos para dejar que el aventurero prosiga con su ceremonia que la transporta; ¿por qué todos los hombres no tocarán como éste? se pregunta, mientras él ya se ha dado cuenta del efecto afectuoso que ha causado en la dama y ambos ya se sienten solos, únicos en el vagón que desfila por los interiores de la ciudad con su carga emotiva dual.
Y mientras ella desea que nunca termine el placentero rito al que se ha entregado tan plenamente, éste termina porque uno de los pasajeros, aprovechando una detención en una estación cualquiera, le pide a un guardia que saque al conquistador, provocando la interrupción del acto para el que ya habían tomado palco ángeles y querubines.
Ella queda desolada mientras él abandona el convoy y, aunque sabe que es muy poco probable que se vuelvan a encontrar, su agradecido corazón reboza de alegría porque presiente que no volverá a ser la misma desde esos instantes supremos.
Y no es para menos, porque él le tocó Te Recuerdo Amanda… le tocó La Flor de la Canela … le tocó Fallaste Corazón y otros temas que le llegaron al fondo de su alma.
¿Quién no se emociona?
 
donbaldomero.