Reflexiones 9.
Publicado en Oct 12, 2019
¿Sabes esos días en los que te imaginas cómo sería tu vida si hubieses echo otras elecciones? ¿Y si hubieses sido menos tímida? ¿Y si hubieses tenido más amigas? ¿Y si hubieses estudiado otra cosa? ¿Y si no te hubieses enamorado de la persona equivocada? ¿Y si hubieses encontrado mucho antes a la persona con la que estás ahora? ¿Son muchas preguntas las que te rondan en la cabeza? Todo el mundo llega a hacérselas en un momento de su vida. ¿Pero qué pasa si esas preguntas te las haces todos los días? Entonces vives sin vivir la vida, pero no puedes evitar tener esos pensamientos si crees que aún te falta algo en tu vida. ¿Cómo haces entonces para cambiar esa actitud? Y entonces aparecen esos días buenos, que son tan escasos. Te cuesta igualmente levantarte, pero cuando lo haces te empiezas a sentir llena de energía. Y claro, aprovechas para hacer todo aquello que normalmente te cuesta o no puedes hacer. Aún así, te pones a pensar en cuánto tiempo durarán estos días buenos. Y eso es lo peor que puedes hacer. Porque al final, esos pensamientos harán que vuelvas a tener esos días tan malos que duran una eternidad. Intentas apartar esos pensamientos para aprovechar el momento, pero al final vuelven. Tienes ya en tu mente esa actitud negativa tan arraigada, que no puedes evitar que se te pasen por la mente esos pensamientos tan negativos. Estás acostumbrada a tenerlos y es difícil alejarlos. Y sólo esperas que uno de tus propósitos te salgan bien para poder alejar la negativa de tu mente de una vez por todas. O eso crees, porque no sabes si, aún habiendo conseguido lo que te falta, la negatividad se irá de tu mente. Porque no es algo que ha aparecido de repente, sino que siempre está ahí, y eso posible que siempre lo esté, escondida en un rincón de tuente esperando a salir en cualquier momento.
Página 1 / 1
|
Romina
FLORIMAR DAVILA