Soy el metrosexual, soy algo amanerado.
Dicen que estoy a milímetros de ser femenino.
Me molestan los atroces barrillos
y no dejo el scrub ni el agua de colonia.
Me hago tatuajes de colores
con agujas que sé están desinfectadas.
Rondo ya mis cuarenta años
pero me baño con jabón líquido y de esencias.
Froto suavemente mis espaldas
y gasto horas delante del espejo.
Me vivo a mi madre ya un poco alienada
y colecciono muñecos gigantes y CD`s.
Duermo es una cama espaciosa
aunque mi progenitora pernocte en el suelo.
Me rasuro siete veces al día
y entre mis bártulos no faltan bálsamos ni champú.
Es bien sabido por todos que me cuido
y me visto con fascinante esmero.
Mi rutina es siempre elaborarme.
Mi labor es mantenerme pulcrísimo.
Me da pena cargar las bolsitas del mercado
y me aterra manchar mis camisas europeas.
La gente me entrega desencanto
mirándome muy mal en el tranvía.
Más no me angustian sus ojos de bramido
y vivo peinando mis mechones.
Dicen que estoy cerca de ser homosexual,
pero lo dicen y yo me carcajeo.
No me gusta hablar con latiguillos
pero mi lengua puede ser soez y muy grosera.
Y, aunque a veces trabajo de taquígrafo,
siempre estoy limpiando mis cronómetros
y pendiente de todo mi ornamento.
Tengo quien me planche y almidone a fondo
y me gustan las prendas consonas con la moda.
Me desesperan los estruendos del clavel
y desde chico amé el rock pesado.
Amo los zapatos de charol y a los amorales
y los domingos frecuento mi secta.
Me aferro a las barras de los bares
a tomar cerveza fría con los otros muchachos.
Siempre vivo apasionado de mis hábitos
y el pelo me cae ensortijado y liso.
A veces los machos me persiguen con macanas
si me ven olfateando los aromas de los yuyos.
Me fascina tener libre sábados y domingos
y ver toda la pornografía en la computadora.
Sé que nadie entiende mis modales y orígenes
y no puedo dormir sin relavarme.