Encuentros Reproductivos del Tercer Tipo.
Publicado en Oct 21, 2019
Julieta y Romeo se conocían desde hacía muchos años, desde esos años de juventud en que participaban de un grupo juvenil en el que convivieron por mucho tiempo en festivales de la canción, en paseos, fiestas y todo tipo de actividades grupales que les mantenían a todos unidos y felices. Luego cada uno siguió su propia senda y no se vieron más hasta hace un par de años en que se reencontraron en unos asados de convivencia con todos aquellos amigos de juventud.
¡Que rico encontrarte de nuevo! le suspiraba ella; ¡Estás igualita! le mentía él; ¡Uy que hacen linda pareja! les cahuineaban sus amigos. Y se miraban y conversaban y se contaban cosas de sus vidas afectivas truncadas, entre humos de fogata, ensaladas, costillares, cervezas heladitas y piscos sour, alternando con los demás pero dándose especial mutua auto cobertura, sin que se notara, lo más casual posible. Cuando se despidieron, entre todos se intercambiaron números de teléfonos y besos y ¡que rico haberte visto! y todos quedaron de llamarse para volver a juntarse, cosa que nunca hicieron, pero obviamente que ambos dos se anotaron su correspondiente número con intenciones que trascendían a la plebe, que los diferenciaba, que iban más allá porque ya Cupido (¿o el diablo) estaba haciendo su tarea. Algunas semanas después, una llamada como que no quiere la cosa…y conversas…y ven a verme…y que bueno…y quedó concertada la cita que pasaremos a describir a continuación. Aquel día en que quedaron de juntarse en la casa de ella, él se afeitó bien afeitadito, excepto sus bigotes que lo caracterizaban (a pesar de que ya exhibían algunas canas imprudentes) y bien bañadito, olorosito, hasta con camisa nueva; llegó a su casa para que le abriera la puerta la doncella que había dedicado casi todo el día a depilarse, a peinarse y a pintarse para quedar linda. Y él llegó con bombones y con una botella de vino caro, sin reparar que a ella le iban a hacer bien poca gracia los bombones, porque estaba en esa edad en que ellas se hacen enemigas de los bombones a causa de unos rollos rebeldes en la zona en que a esa edad se manifiestan los indeseables rollos rebeldes y que no tienen nada que ver con los bombones sino con los evidentes vestigios de la edad y los recurrentes asados pretéritos; en todo caso, el gesto recibió los correspondientes románticos agradecimientos que era lo que él esperaba: provocar sentimientos románticos dirigidos. Hermosa cena, velas encendidas, grata conversación y recuerdos, música incidental que invitaba al relajo, pero mucho nerviosismo. ¿Por qué? porque había pasado mucho tiempo desde la última vez que…y a ambos se les hacía como que entraban a terrenos desconocidos que de desconocidos no tenían nada, todo lo contrario, lo que pasaba es que eran terrenos casi olvidados por la falta de práctica y por el abandono. Y al living…y bailecitos apretaditos…y besitos suavecitos, pegaditos los dos (ellos dos, no los bailecitos y los besitos); increíble lo que puede hacer un ambiente adecuado ¿no les parece?…y lo que todo el planeta ya suponía que tenía que pasar, comenzó a pasar, porque resulta que estos niños no eran na´ de palo y porque tenían un atraso de ternuras y afectos que casi los tenía con la garganta seca…y con los apretoncitos y los besitos y los mordisquitos…entonces en decidirse se demoraron menos de lo que dura un peo en un canasto. Pero resulta que aquí comenzó el drama, la parte complicada de la mini bacanal porque ocurre que se dieron cuenta, ella de que tenía el amor lleno de telarañas y él, que el amor se le había apolillado y presentaba evidentes signos de fofez crónica, signos que antes no habían notado porque la ocasión nunca lo había ameritado, pero que ahora que sí lo ameritaba, se mostraban en toda su cruda crueldad. Ninguno atinaba en su interior a encontrar la causa de tales disfunciones, tal vez la notoria presencia de los rebeldes rollos mal disimulados con ceñidos bodies y camuflados en esos momentos entre sábanas y penumbras, tal vez las cervezas previas a la cena o el mosto degustado, el hecho es que a la cita no acudieron ni lubricantes ni flujos sanguíneos por lo que la luna y las estrellas que entraban por la ventana y que habían tomado palco para presenciar el hermoso acto reproductivo que se iba a desarrollar y además para hacerle brillar sus ojitos a ella en esos instantes sublimes, tuvieron que conformarse con verlos jugar unas partidas de canastas en la cama, acompañadas de algunos toqueteos y besos esporádicos ya inofensivos a estas alturas, que a lo sumo lograban desarticular levemente a unas anémicas hormonas con alzheimer…¡lógico!...en esos momentos todos sus esfuerzos estaban focalizados en defender el montón o en prevenir un traicionero terremoto; hasta que al final, lo avanzado de la hora y las muchas canastas los vencieron, la luna y las estrellas se apagaron de puro aburrimiento y se quedaron dormidos como verdaderos angelitos hasta el siguiente sol que no llegó nunca, porque el día amaneció nublado.
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