AL PARECER
Publicado en Nov 12, 2019
AL PARECERAl parecer, los movimientos colosales del universo afectan con pequeñas descargas de gran capacidad tormentosa a veces positiva, a veces negativa, mi miserable y diminuta existencia.
Tuve una serie de eventos desafortunados que precedieron a mi vida luego de haber conocido a una mujer, en la época dorada de mi juventud. Encontrándome entre portales que cambiaron las posibilidades de mi destino de una manera inmanejable, como un torbellino agresivo que no se detiene y en el cual terminé envuelto desgraciadamente. Muchos, al verme, decían que era el resultado de mis malas decisiones, otros que era una maldición adquirida por algún error cometido en algún momento de mi vida, hubo también quien veía una oportunidad optimista futura creyendo que aquel mal momento llegaría a un buen término más adelante con algún tipo de recompensa material o de carácter. No puedo decir exactamente cuánto tiempo ha pasado desde aquella tarde cuando mis ojos comenzaron a despertar en mañanas incomodas y delirantes disfrazadas de días comunes. Confundido mi cerebro anhelaba encontrar la habitación donde desperté la última vez que parecía marchar bien todo a mi alrededor. Tenía una monótona vida, tan normal como la de cualquier otra persona, pero del otro lado del espejo llevaba una verdadera batalla diaria que me acompañaría por el resto de mis días. En el otro lado del plano, cada objeto parecía deformarse y algunas veces perdía su color tornándose en grises y masas semireconocibles de objetos cotidianos como una mesa, un montón de ropa o algo por el estilo. Lo curioso de todo este asunto es que muchos vamos en este camino lleno de huracanes eternos y por gracia divina desarrollamos un automatismo físico de tal forma que disimulamos bien esa doble vida. Podía reír sinceramente mientras sentía desde el otro lado que mi cuerpo se despedazaba, podía leer tranquilamente un libro mientras del otro lado sacaba arena y escombros de mis ojos mientras giraba a gran velocidad. Pero hubo algo que lo transformó todo y es que decidí rebelarme a este sistema de cosas, despiadado e irracional, y tratar de cambiar aquel turbulento mundo al que me enfrentaba en mi intangible vida subyacente. Elegí darme otra oportunidad con el amor, un concepto tan complejo y tan misterioso como la muerte misma. Comencé a creer que debía ser feliz. Esta extraña decisión atrajo algunos beneficios como que aquellos vientos contrarios parecían mermar y las incomodidades eran más soportables. Se advirtió sobre un riesgo enorme de que aquella tormenta que me acompañaba podía agravarse considerablemente o que en definitiva terminará o se convirtiera en alguna briza llevadera. Fueron alrededor de setecientos días en los que elevé oraciones, arma principal para sobrellevar la vida material más allá de lo comprensible. Siempre recordando que las secuelas de un primer mal amor serían eternas. Pero confiaba inocentemente que la única manera de terminar aquel bucle de incertidumbre y malestar era enfrentando al monstruo una vez más. Así, cansado, confundido, sólo, pero con ganas enormes de ver renacer aquel jardín que contemplé alguna vez y del que muchos hablan con tanta pasión y admiración, me dispuse intentarlo. Entonces vino una vaga imagen entre la niebla de un lunes, casi no podía descifrar su rostro, pero escuchaba claramente su voz, me saludaba ocasionalmente y de vez en cuando podía distinguir levemente que se movían sus manos haciendo gestos. Comenzamos a tener conversaciones divertidas que para el momento era justamente lo que necesitaba. Sus palabras me llegaban como abrazos cálidos al punto que ya no me importaba si se trataba de algún delirio y comencé a enamorarme de su voz. Mientras tanto mi vida del plano material continuaba pacíficamente soportando los desaires de las repercusiones que había dejado aquel mal amor y que de alguna forma afectaba enormemente, y de a pocos, mi estabilidad material, cosa que no me llegaba a preocupar demasiado porque creía que sería un tiempo solar el que duraría dicho desazón o lo que diríamos con palabras más entendibles para la razón humana, duraría toda mi vida, y al igual que aquel extraño hombre que conocí hace algunos buenos años, acusado y condenado por asesinar a un árabe, yo debía acostumbrarme a dicha situación, aceptándola como parte de este viaje, como algo que inexplicablemente debía suceder en mi vida, debía aceptarlo como algo que era inamovible y contra lo que no podía luchar o defenderme. Pasaban lunas y este accidente de los designios divino-universales a veces se calmaba y mi vida en la tierra permanecía tranquila y soportable, pero de repente volvía a alborotarse la nube de gases y descargas eléctricas alterando todo el espectro del mundo sin importar donde me encontrara en dicho momento, sea un café, lavando la ropa, trabajando en la oficina o preparando un desayuno, simplemente todo se alteraba. Entonces comencé a vivir mentalmente preparado para estos eventos desagradables; al comienzo respondía en defensa propia, luego trataba de argumentar y darle un sentido lógico a la situación, así que tuve muchos inconvenientes con las personas que me rodeaban justo cuando sucedía el hecho. Aún recuerdo una cita para un café, era una semana un poco pesada y para desahogarme un poco del estrés laboral, acepté tomar café con una buena amiga de esas que son inteligentes para hablar, educadas y estudiadas, independientes y de imagen cuidada. A simple vista, las tormentas galácticas o las afecciones espacio-temporales de los agujeros negros no habían llegado a su plano de vida, por lo que ante mis ojos podía ver, ella gozaba de una vida realmente armónica y equilibrada. Llevábamos si acaso una hora conversando de cosas triviales y fútiles sobre nuestras vidas, riendo un poco y atravesando levemente el momento de consejería espiritual para alivianar los males; de repente todo se altera y la amable conversación termina convirtiéndose en una especie de juicio moral, en comparaciones y todos los eslabones forjados en los anteriores minutos, donde se fortalecía una amistad indestructible se desdibujaban delicadamente, como cuando el viento sopla y desordena el polvo acumulado por el olvido. El plano interestelar se hace evidente por milésimas de segundo, truenos y centellas, interferencias de ondas erradas distorsionan el momento y en un parpadeo todo vuelve a la normalidad, bueno, todo vuelve a su sitio pero la situación ha cambiado completamente, nunca hubo conversación amable solo una discusión sin inicio que terminaba en una herida emocional leve y un cúmulo de preguntas sin respuesta. Así fue como poco a poco me fui alejando de las personas y ellas de mí. Así olvidé la idea de amar, de esperar, de tener una compañía decente o de encontrar a alguien que pueda interconectarse con mi nada particular situación y ser aceptado. Al punto que aprovechaba al máximo cada vez que alguien me daba la oportunidad de pasar un momento agradable aunque durara poco y me despedía en silencio cuando terminaba. Por eso me parecía increíblemente bello el tener ahora una nueva voz en mi alterna vida y sobre todo, lo que era realmente importante, es que esta voz se encontraba justo del plano inverso al mundo material. Me alegré, a este momento ya había perdido toda esperanza de volver a tener momentos amorosos con otra existencia y aquella voz todo lo transformaba. Cada momento fuera de mi realidad tangible lo dedicaba minuciosamente a seguir amistando con aquella voz, sesión tras sesión comenzó a tomar forma, a acercarse más, casi podía recostar mi cabeza en aquella voz que crecía rápidamente absorbiendo mi pensamiento, mi lenguaje y mis señales estelares. El mundo material perdía su esencia primaria hasta el punto en que comenzó a hacerse etéreo, ya no podía distinguir en que mundo me encontraba. Mi trabajo, mi camino al trabajo, mi desayuno, el tiempo del baño y el despertar parecían sueños o pensamientos furtivos casi sin sentido en los que se refugiaba mi mente cuando mi amada voz debía ausentarse. Las tormentas solares seguían afectando nuestros encuentros y lentamente la niebla comenzó a disiparse. Nunca pude tener una visión clara del mundo incorpóreo ya que este plano es cambiante y los cuerpos se desintegran para hacer parte de la colisión galáctica que envía despiadadamente toda clase de fragmentos y elementos químicos a otras regiones del universo, de todo ese caos surgen nuevas estrellas y también algún que otro pulsar que anda vagando por ahí viendo a quien fastidiar. Pero como decía, la niebla circundante comenzó a desaparecer y entonces vi el origen de aquella voz, obvio era una mujer, parecía de otra raza, con potentes ojos de miel encendida y unos dientes casi azulados de blancos que eran. Llegué a sentirme sucio en mi corroído cuerpo que guardaba los agujeros de todo el azote de meteoritos impactados con cada giro, con cada explosión o cada implosión, como todo es tan incierto, uno nunca sabe que fue lo que pasó realmente. Pero ahí estaba delante de mí, como un ángel, al fin de cuentas si es cierto que los ángeles pueden materializarse y tener una forma muy parecida a la humana, aun en esta orilla de la existencia. Llegué a pensar que me había vuelto loco o inclusive que había muerto, esto no podía ajustarse razonablemente a todo lo conocido ni a lo desconocido. Estas formas definibles y corpóreas estaban asignadas al plano limitado que solo puede percibirse a través de los cinco sentidos y la razón humana, de ahí mi confusión. Dudas comenzaron a emerger de lo profundo de mi, por así decirlo, corazón. Aquella aparición sensorial, que ahora me hablaba mirándome a lo que podrían ser mis ojos comenzó a tomarme de las manos, como si no hubiera memoria del tiempo anterior a esta experiencia, hablábamos sincrónicamente en lenguas antes no conocidas, de algún modo nos entendíamos perfectamente y llenos de confianza plena. Yo iba a donde aquel espectro me llevaba y todos aquellos viajes siderales siempre me mostraron algo nuevo, definitivamente el universo no se repite como hemos creído, con cada giro del fractal, aunque idéntico en su constante evolución siempre traía creaciones más perfectas y definidas. Por vez primera, luego del incidente tormentoso que desvió mi vida a senderos irracionales y antimatéricos, me sentí feliz, de verdad feliz, lo que fuera que estuviera sucediendo era perfecto, por eso no intenté indagar su origen y que tan real era, dejé de pensar si se trataba de un plano u otro. Paulatinamente fui dejando todo lo demás y el afán destructivo de ese cariño malsano que aún me perseguía, comenzó a quedar relegado en la indiferencia, aunque seguía pagando las consecuencias. En una ocasión mire a la plenitud de la creación que parecía atender a mi presencia imperceptible y volvió también su curiosidad hacía mi para escuchar cuando murmuré lo que yo suponía era una victoria sobre mi desventurado designio accidental, era mi recompensa, como dijo alguien, quizá aquella profecía era la adecuada, quizás el universo en su equilibrio inentendible por nosotros, estaba ajustando los daños causados equivocadamente sobre mí. Todo era perfecto, si estaba muerto, pues qué bueno que así fuera. Si ya no debía volver a casa, pues ya no volvería. Pero ya puede verse en otros aspectos bajo los dos cielos primarios, que no todo es tan amable como debería ser. No sé cuántos parsecs recorrimos juntos, disolviéndonos anímicamente entre las galaxias y el polvo estelar para encontrarnos, como si fuera un mal sueño o una broma desagradable, con una lógica absurda que comenzó a interponerse a tal maravillosa y de apariencia indisoluble pareja de sistemas solares que éramos los dos. Como si nos hubieran perseguido con la ecuación de Dirac nos sentimos acorralados en el espacio vacío sin saber a dónde correr. Obvio no había nadie más, era el no-lugar más inhabitado de todo lo inimaginable. Sabíamos que alguien estaba haciendo colapsar nuestra alineación cuántica tan agradable y rítmica. Yo no podía ver a nadie. Pero ella hizo pedazos aquel delicado cristal en el que escribíamos nuestras memorias con una pregunta: “¿existimos?” Sin dudar yo dije que era más que existencia, que no importaba siquiera, que todo era relativo, que nada podía ser al azar y así apelé a otras contradicciones hasta que vimos un aceleramiento de partículas que nos envolvieron hasta dejarnos ciegos. Ahí estábamos, en medio de una congestionada autopista. Nada podía entender y no quería entender nada, pero tampoco me resignaría. Imaginaba con desesperación un desenlace triste, a lo que me opuse rotundamente. Ahora éramos dos pequeños niños, contemplando el caos vehicular en alguna calle de Moscú, puse mis manos cubiertas por las mangas de un largo suéter de lana sobre mis ojos y cayendo de rodillas, lloré. Rodeado de una sinfonía nauseabunda de cornetas, motores, gritos de auxilio, perros ladrando, vidrios rotos, cartas de despedida, oraciones de condenados, ruegos de desesperados, puertas cerrándose y toda clase de eventos cataclísmicos que conjuraron la ruptura de la pangea tan delicada y tibia en la que habitamos los últimos días, pedí que no me dejara, le pedí que se quedara conmigo, como si tuviera algo que ofrecerle, algo que lo valiera. Todo era mentira. Yo había creado, iluso, a aquel ser y benévolamente todas mis desgracias unidas, como si pudieran sentir, me habían permitido vivir ese sueño. Cuanta crueldad. No quería volver en mí mismo y anhelaba seguir llorando eternamente, como si las lágrimas y los mocos fueran a limpiar algo. No hice juicios, no hice preguntas, no dije nada y pude escuchar aquellas palabras condenatorias: “eres libre” a lo que sobrevino la llegada de aquellos que acudían a arrestarme. Mario Delgado www.mariodelgadoarte.com
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Mario
Ok, te digo.
AL PARECER es una búsqueda precisamente no lineal, sino por el contrario, se trata de confrontar diferentes espacios y tiempos. El personaje está envuelto en otra realidad, diría que cruza a otros planos. Si es confuso, la intención es esa confusión que vive el personaje. Este tenía que ser confuso.
Gracias por tus comentarios, ahora voy a leerte. María José L de Guevara
Maria Jose L de Guevara
Solo puedo alegar en mi favor que, lamentablemente, no pude quedar satisfecha y por ello mi franqueza.
No obstante, vuelvo a reiterar mis disculpas.
Maria Jose L de Guevara
Aquí has intentado narrar una simple historia de interés amoroso, desembocando finalmente en un tobogán de preámbulos desincronizados y confusos que perfectamente hubieran podido expresarse con una semántica más simple.
¿Por qué esa diferencia entre uno y otro escrito, Mario?
Discúlpame la franqueza; nada personal.
María José Ladrón de Guevara.