09 de Diciembre de 2019  
 
Ternura infinita aquella tarde
en mi vida se instalaba, cuando
de su cálida sonrisa yo feliz me
embriagaba, mientras cientos
de estrellas en mis ojos titilaban.
Parecía ser que una brillante luz
esparcía su magia en ese instante
que se adueñaba de mi alma. 
Parecía ser que el mundo...
¡que el mundo se había alejado
dejándonos solos, él en su
espacio y yo en el mío!.
Parecía ser que ese inmenso mar,
con tremenda hidalguía, ante
mis pies se había rendido.
Parecía ser yo dueña absoluta
de ese encantamiento que desde 
su sonrisa extaciada me dejaba.
Parecía ser que el viento a mi
alrededor giraba y que las olas
su frescura, con sutilesa me
salpicaban.
La tarde ya agonizaba.
Desde el rojizo espejo del agua,
su perfecta y erguida figura
emergía y hasta mí avanzaba.
Y, con los dorados rayos de ese
sol de verano que sobre su cuerpo
llevaba, caminando  sobre la arena,
¡caminando sobre esa arena mojada
él muy de la mano con ella se
marchaba!.
Parecía ser que el mundo de gente
ya se había poblado y que risas...
risas y más risas  alrededor mío
giraban.
Parecía ser que aquellas  olas
ya ni de su frescura me salpicaban.
PARECÍA haber sido tan solo
un espejismo donde yo su sonrisa
idolatraba aquella tarde sobre
la arena mojada de aquel dorado
verano. 
                    Raquel C.Zurita