Y se congregaron todos en la iglesia de ese barrio del sector alto (es que como viven todos juntos); había coludidos, financiados, formalizados, de gobierno, de oposición, reos remitidos, empresarios (inescrupulosos y de los otros… más inescrupulosos que de los otros), ex candidatos, políticos (honrados y de los otros… en realidad, parece que había casi puros de los otros, porque honrados… no me consta, ¿qué no ven que uno no es na’ adivino?), abogados, jueces, ex presidentes, dueños de medios de comunicación, de todo… con decirles que hasta más de algún comunista debe haber habido… y entraban a la iglesia y se saludaban… y Dios los miraba sin que se dieran cuenta… y mentían a coro “así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (hace algunos años, los perdonados eran los deudores, pero a petición del “gremio” de los banqueros, se cambiaron los sujetos de perdón por razones obvias)… y Dios los miraba… y “Aleluya” cantaban las monjas... y “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo” imploraban los pecadores… hasta que el cura les dice: “Démonos fraternalmente la paz” y comenzaron las fraternidades y los apretones de manos y a darse abrazos en un enredo que nadie en su sano juicio entendía… en un enredo que a cualquier hijo de vecino que sigue las noticias le habría hecho creer que se estaba imaginando cosas, hasta que Dios no aguantó más y comenzó a retarlos por cínicos… que se lo pasaban odiándose toditito el año… que lo tenían aburrido… que hasta cuándo… y los echó a todos cagando de la iglesia.
Y quedaron el puro cura y las monjas con así unos ojales de abiertos.
 
 
P.S. Esta es una versión en chileno de un genial post publicado por mi amigo escritor arequipeño del facebook Mauricio Rozas Valz; no es de mi autoría.