Mi Bella Genio.
Publicado en Dec 26, 2019
Esta experiencia es algo que tengo la obligación de compartir con mis colegas varones con el objeto de que puedan ellos prevenir casos como éste en el futuro en caso de que visiten alguna playa solitaria… uno nunca sabe.
Todo comenzó en una tranquila tarde de caminata por una solitaria playa de la cuarta región. Caminaba yo, solo y cavilando sobre mi vida, cuando tropiezo con una linda botella de cristal de tipo artesanal, con sus finas paredes talladas a mano, casi enterrada por completo en la arena, con una tapa de vidrio muy bien afirmada y con un contenido difuso en su interior. ¡Vaya!... dije yo, esto puede ser peligroso para alguien que camine a pie pelado por esta playa… y la recogí notando que en el interior tenía algo así como humo que se agitaba... como si la hubieran estado calentando pero no, estaba fría y llamaba la atención en extremo su ebullición interna. Casi de manera refleja la destapé y ante mi asombro, el contenido interior comenzó a salir y a expandirse ante mi vista hasta llegar a una nube de dos metros de altura que comenzó a tomar cuerpo de a poco hasta que se transformó en la más hermosa de las mujeres que yo haya visto jamás: pelo rubio cayendo sobre sus hombros desnudos, piel suave y blanca como de marfil pulido, unos enormes ojos azules de mirada intensa y profunda, sus manos y pies muy finos y delicados, vestida con tules sutilmente transparentes que permitían adivinar sinuosidades de diosa, pero que no dejaban precisar detalles que la moral y el recato condenarían. Se quedó mirándome con un poco de pudor y, antes de que yo saliera de mi entusiasmado asombro, me contó que su nombre era Jenny, que ella era una Genio que había sido encerrada por un mago hacía muchos años atrás siendo una niña y que yo la había liberado, por lo cual ella debía rendirme la más absoluta pleitesía y que haría cumplir todos los deseos que yo quisiera, siempre que no dañaran a terceros. Todavía sin salir de mi impresión, le pregunté si habría algún tercero de ella que pudiera sentirse dañado por alguno de mis deseos porque, le expliqué que yo era un hombre de gustos y costumbres normales y que a veces los hombres… bueeno… ella comprendió de inmediato y negó que hubieran personas ligadas a ella como marido, pololo, hermanos, padre, etc. y que no me hiciera ningún problema, a lo cual yo debo haber puesto una cara de satisfacción tan grande que me dijo que le había llegado a dar susto. La tranquilicé diciéndole que no se preocupara, que yo no iba a obligarla a cumplir ningún deseo con el que ella no estuviera de acuerdo (pero yo entendía que, por definición de genio, ella no tendría potestad para oponerse a ningún deseo mío… claro que esto no se lo dije, solo lo pensé), lo que la puso muy contenta; y caminamos todo el resto de la tarde y casi toda la noche, tomados de la mano, haciendo planes secretos yo y reiterándome que cumpliría cualquier deseo mío ella. Y me comenzó a llamar Amo, que Amo para arriba, que Amo para abajo, que ¿qué se le ofrece, Amo? me preguntaba… y yo me hacía el tonto, pidiendo cosas banales, pidiendo que apareciera una estrella fugaz o que tal o cual cosa… puras leseras sin sustancia ¿me entienden ustedes, amigos? Hasta que fuimos entrando en confianza… y nos fuimos a mi departamento… y cenamos… y… no les puedo seguir contando detalles porque nunca me ha gustado comprometer a una dama, eso no es de caballeros. ¿Cuántas horas o días pasamos, yo en un maravilloso trance y ella con mucho trabajo de genio? No lo sé… solo puedo decirles que a poco (o a mucho, ¿quién sabe?) de iniciar esta idílica relación (era tan idílica la relación que hasta hablaba poco mi bella genio), ella comenzó a fijarse en detalles que le llamaban la atención: ¿por qué toma tanta cerveza, mi Amo? me preguntaba y me pasaba un vaso con agua mineral o un tecito helado… ¿por qué come tanta grasa, mi Amo? y me ofrecía para almorzar unas ensaladas con poco aceite y desabridas para más remate… ¿por qué no hace ejercicio, mi Amo? y me sacaba de la cama a las seis de la mañana a trotar hasta que yo no daba más… ¿y esa camisa, mi Amo? y me botaba a la basura la más querida de mis camisas (que ya tenía hasta mi forma) para reemplazarla por unas camisas de colores modernos, con las que yo me sentía medio ridículo… y ¡no diga garabatos, mi Amo! y yo me veía obligado a buscar léxicos menos soeces en mi vocabulario… y ¡aprenda a respirar, mi Amo! y métale ejercicios de relajación cuando en la tele estaban dando un partido de fútbol… ¿Saben qué hice? Un día, sin que se diera cuenta, la metí en la misma botella, la tapé bien tapada y la fui a dejar a la misma playa en que la había encontrado; ella gritaba y pateaba dentro de la botella pero yo ya estaba determinado a no permitir que una Genio, por muy Genio que fuera, me hiciera dejar la cervecita o los asados o que me impidiera ver el fútbol… en fin, la dejé y me alejé con un poco de cargo de conciencia tengo que admitirlo, pero con la alegría de recuperar mi insana vida anterior. ¡Que se vaya a la mieerda!
Página 1 / 1
|
gabriel falconi