Nacimiento
Publicado en Jan 27, 2020
Era la primera vez que la veía, Dios, era como un ángel, incluso el ser más hermoso sobre la tierra debía sentir envidia ante aquél ser angelical que yo sostenía en mis brazos, respiraba lento, tranquilo, casi como si estuviera en el espacio y no contará con un tanque de oxígeno, aquellos bellos instantes quedaron impregnados en mi mente y recuerdo claramente haber jurado por todo lo que fue, es y será sagrado que la protegería con mi vida, sus pequeños deditos se movían como en una danza improvisada intentando sostener algún objeto invisible su agarre firme contrastaba con la delgadez y pulcritud de aquellas manitas, su primer llanto sonaba como si miles de campanas resonaran al unísono llamando a la misa, a la misa y la reflexión de sus culpas, ella aún no lo sabía pero desde aquel momento en que la cargué supe con toda certeza que Dios, el cielo y el infierno son reales porque solo alguien tan lleno de amor cómo lo es Dios sería capaz de regalarme la dicha de poder sostenerla, cuidarla y de acompañarla desde hoy hasta el día en que exhalara mi último suspiro, supe también que el infierno era real, pues solo eso quedaría sí ya no la pudiera ver.Aquel ser angelical era mi hija, un cúmulo de millones de años de evolución constante, un milagro matemático, algo casi tan improbable de ocurrir que el solo verla hacia que un escalofrío me recorra los huesos pensando en como el destino, la vida y la suerte son capaces de juntarse para brindar la dicha de ver a nuestra progenie expandirse, nacer, crecer, amar.
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