Escribo hoy con comezón y urticaria.
Trato de darle significado a la hoja.
La jaqueca se nutre y se añeja en mí
al recordar tus ojos tan llenos de vacío.
Pienso que quizá soy algo sadomasoquista
al tenerte siempre presente en mis recuerdos.
Nunca estás conmigo: Siempre en lejanías
y aquí estoy siempre añorando tu presencia.
Sólo me concentro en tu silueta de media luna
y en tu talle firmemente aromático.
De repente me encaras y te desvaneces:
Eres como una visión primera y también última.
Quizás seas la demencia que viene a visitarme.
Quizás seas la senilidad con sus destellos ciegos.
Me duele dejarte y me duele tenerte
y tanto dolor trae desilusión.
Pero en las redomas de mis sienes confundidas
sé que quiero abrirme francamente a la paz.
Eres recital sin salida, pero también condena y ofuscación:
Te amé, te amo y te amaré
son muchos tiempos y tiempo para conjugar el mismo verbo.
Desde este escritorio corredizo y remoto,
desde los vitrales de catedrales increadas,
desde las llamas que encrespan a los cirios
me es necesario lanzarte esta advertencia:
Dedícame más tiempo o me iré:
No estoy atado yo a las estrellas polares
ni dispuesto a andar mas en raras dilaciones.
No puedo consumirme solitario en las horas
mientras tú sigues riente tu camino.
Estoy cansado de aportar y apoyar
mientras tú eres sostén para los otros
y te desvives en brazos de tu hermana.
Tómalo como ultimatum o como quieras:
Las gladiolas se pudren en mi mano
y el desamor me dejó el hígado roto.
Así que reconoce ya mis quejas y razones
o comenzaré a sufrir desde ya mi desencanto.
Amores hay de sobra en esta vida
y si no te apegas a mí te sacaré con forceps.
Y no es alegría o dicha este decir:
Es palabra final e incontenible.