Camino bajo el sol uniforme
en las bellas petulancias del domingo.
Voy entre columnas de auroras
mirando al mundo desde mi camiseta.
Hoy las vecinas dejan de planchar
y las chicas se meten en sus jeans.
Los jardines amanecen bien dispuestos
y en los pájaros se centran las maniguas.
Hoy hay tarde de ballet en mi agenda
y cigarros y chocolate en el camino.
Los profesionales van a las regatas
y los gatos se olfatean con gran éxito.
El aire es sumamente alargado y lírico
y en sus lomos zigzaguea la cigarra.
Los saltamontes arden en su orificio
y las arañas difieren ordenanzas.
La ciudad se ha convertido en un remanso:
Sus largas avenidas ya son ríos picarescos
adonde llegan hombres barbados sin ciudadanía
y juegan a las cartas, lejos de los barbechos.
Las figuras a si mismas se encarnan y se ríen
y por hoy se olvidan los múltiples fracasos.
Sólo trabaja el tempestuoso grafitero
y el prójimo se viste de buen samaritano.
Los minutos retrasan su antihomenaje:
Hoy nada es muy breve ni envejece.
Las aves se alargan rojas en el aire
y en las mesas se sirve jalea y picadillo.
Es un día de flexibilidad y bajas galas
cuando los rostros descansan de su lujuria.
Las mujeres siguen siendo excitadoras
imbuídas en apretadas minifaldas.
Mi intelecto se pacifica del todo los domingos
y a las gentes les regalo mis afectos.
Es oportunidad para leer relatos o mirar películas.
Para comer cotufas o bromear con los payasos.
Hoy están presas y encerradas las culpas
y las torres de marfíl se han derribado.
Voy en mis alegres fantasías
detallando lo metódico y lo melódico.