Palabra, Historia
Publicado en Feb 09, 2020
Al invocar esta palabra en mi mente, llega dolor, sangre, fama, revoluciones, guerras. La asocio en parte con la muerte. Atroces hechos de toda índole que ya sucedieron y siguen sucediendo, como el paramilitarismo, feminicidios, atentados, accidentes, desplazamientos, violaciones, mártires, migrantes, masacres y demás sucesos que traen consigo una etiqueta temporal, su fecha.
Tratar de desconocer que haya ocurrido algo semejante en nuestro país Colombia, es no aceptar los cambios necesarios para que dejen de suceder estas violentas actuaciones. Aun así, aceptándolos, que es lo lógico y mínimo, no da garantía de que se intervenga eficientemente para que dejen de seguir ocurriendo. Al margen de esto, gran parte de la información es de conocimiento público, porque sucede casi a diario, y los medios de comunicación lo intentan invisibilizar. Donde al parecer no hay sensibilidad alguna en nuestro país. Quedando el sensacionalismo en primera plana. Tenemos que luchar día a día contra los diferentes sistemas y formas que reproducen el capitalismo, como el machismo, el elitismo, la aporofobia, trastornos físicos, mentales y por si fuera poco contra nuestra propia humanidad contaminada. Así que duros golpes recibimos, hacia la historia, cultura, ética, virtud, política, y sociedad en general. Mi mensaje entonces, es que debemos de revestirnos de gallardía, para afrontar el diario vivir, desde todas las formas de lucha y desde nuestro que hacer, tejiendo revolucionariamente un digno vivir para todas y todos.
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