Diario I
Publicado en Feb 27, 2020
Hubo un tiempo en que las cosas eran buenas ¿Saben? Aunque suene cliché, y terrible de aceptar, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde; y por supuesto, en esta ocasión no me refiero, en lo absoluto, a los amores mediocres de escuela, ni a los dramas de salón a los que estaba acostumbrada; por el contrario, he de confesar que, en sí, es vivir lo que extraño, vivir en su totalidad.
Esto de sinergizar con el mundo y tener una visión compartida con el entorno, últimamente no me va, estoy harta del “Ganar – Ganar” y de todas esas estrategias que nos enseñaron en algún momento para sobrellevar esta asquerosa etapa en la que no eres un puberto, pero tampoco un adulto a cabalidad. Es justo ahora cuando me pregunto si de algo sirvieron los diez o veinte libros de autoayuda adolescente que leí hace unos años, ¿No se suponía que debían de prepararme para esto? ¿Realmente valieron las noches en las que reemplacé un buen anime por dedicar mis horas nocturnas a la trilogía de “¿Quién se ha llevado mi queso?” y todas las ediciones de “7 hábitos de la gente altamente efectiva”? Hace unos meses se me ha dado bien el divagar en estas ideas revolucionarias de coger lo poco que tengo y largarme a sentir un poco más y esclavizarme un poco menos; de cuestionar, desde que amanece hasta que anochece, el por qué tenemos que vivir para trabajar y no trabajar para vivir, Y por si fuera poco, tengo el pensamiento odioso y rumiativo de lo triste que es sacrificar tiempo por dinero, familia por compañeros de paso y una buena conversación por la pantalla del computador. ¿Qué tan alentador es pasar los días congelándose con el aire acondicionado a más no poder, sonreír en conversaciones forzadas que al término de cuarenta y cinco minutos se desvanecen? Nunca pensé aceptarlo, pero el sistema me ha ganado, o, mejor dicho, me he dejado ganar. Dejé de buscar una razón válida a todo, dejé de justificar mis necesidades económicas y las deudas de mierda, dejé de culpar a la presión social y a la maldita idea de que es importante “Ser alguien en la vida” ¿Qué hay si quiero ser nadie? ¿Qué hay de mal en ser invisible? Renuncié a mi protesta interna de no mostrar un Instagram repleto de buenos restaurantes, buenos bares, viajes exóticos por alinearme al resto. ¿Es esto a lo que se llama resignación? ¿Así se siente la derrota? Siendo las 17:55 y cargándome una migraña que los mil demonios puedo decir que sí, me dejé ir, me resigné.
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Luis Alejandro
Fepraa