Y todo se volvi oscuridad
Publicado en Feb 27, 2020
Cada tic-tac del reloj la devolvía a la realidad, se encontraba sentada en el borde de su cama, que nunca se había sentido tan ridículamente gigante, abrazada a sus piernas, como si de alguna manera estas le mantuvieran anclada a la normalidad. Las ideas pasaban por su mente y se esfumaban con rapidez, todas excepto una que se instaló hasta convertirse en el recuerdo que guardaba. Antes de poder evitarlo se encontró pensando en el día en que descubrió que estaba enamorada de él.
Un día corriente, dijo para sí, pero la realidad, tan distante de esa idea, le explotó deprisa en su mente. No, no tenia nada de corriente. Rebuscó en su memoria y sin poder evitarlo sonrió en sus adentros, lo miró allí, sentado en la silla frente a su computadora de tapa roja, trabajando en algo que ella jamás comprendería, y eso le parecía mágico, todo lo que él hacía parecía mágico. Lo miró allí, concentrado entre las teclas, y mirándola cada tanto para dedicarle una pequeña sonrisa. Allí lo supo. Cuando de entre todos lo lugares de la tierra escogería sin pensarlo dos veces ese momento, aun hoy, con la risa que ocultaba el dolor, lo volvería a elegir. Ella era una pequeña niña que nunca creció, que soñaba con más de lo que lograba realizar, que escogía mil opciones a la vez porque nunca podía decidirse por una. Una niña que aprendió a reír hacia afuera, aunque se mantuviera quebrada por dentro, una niña que amaba las letras porque era lo único en lo que podría tener el completo control, que ama el teatro y las luces porque le daba pinceladas de las vidas que podía tener. Una niña asustada y valiente, cuya idea de amar se desbordaba de castillos en las nubes. Él era un pequeño niño también, uno que cargaba con mas peso del que debía, un niño asustado que se escondía de sus propias emociones para evitar sentir el miedo. Un niño que asumió papeles que no le correspondían, que buscó ser el héroe de aquellos que estaban destinado a serlo para él. Un niño tan increíble, y con un corazón enorme, tan enorme que no lograba comprenderlo. Se encontraron justo en el momento en que no se buscaban. Quizás, en secreto, ella siempre lo había estado esperando, y quizá, con libertad, él siempre había estado huyendo, pero se encontraron y nada pudo evitar que sus miradas se distinguieran entre la multitud. No fue una historia de amor, como esas que ella anhelaba y en las que él no creía, pero si fue una historia, con ratos de cordura, con pizcas de locura, con cantidades enormes de risas y con una pequeña pero pesada porción de dolor. Se lastimaron el uno al otro. Pero se mantuvieron allí, durante toda la oscuridad sus manos nunca se dejaron soltar. La soledad que habían creado era de ambos, cada matiz, cada sonido, cada intento por alejar la tormenta, lo que algunas veces resultaba por atraer más nubes grises, era tan suyo como cantar desafinados en el auto o comer cajetas de coco en el camino de regreso a casa. Mientras se dejaba caer en su cama, sin soltar sus rodillas, pensó en la distancia que había logrado colarse entre ambos, lloró porque en ese preciso momento, donde la imagen del hombre que había amado y que seguía amando, de una forma distinta pero quizá mas intensa o real, se adueñaba de su mente, y comprendió lo injusta que puede ser la vida para aquellos que aman y deciden regalar su confianza a los lobos disfrazados de ovejas, o quizá a las ovejas jugando a ser lobos. Nunca habían sido perfectos, pero siempre se tuvieron el uno al otro. Las risas y los llantos eran compartidos y al estar juntos la luz emanaba con demasiada naturalidad, su amor nunca fue forzado, cualquiera que lo viera, al menos en esos momentos donde entraban a escena esos pequeños niños, reconocería las miradas de complicidad que ocultaban un cariño y una amistad, porque sabían que antes del sexo, antes de los besos, antes de las promesas y las etiquetas habían sido eso, amigos. Y era justamente esa frágil, pero poderosa palabra, lo que resultaba tan difícil de soltar. Ella no tenia problemas en dejar ir al hombre que la enamoró tan fácilmente, pero soltar a su compañero y cómplice le resultaba impensable, ¿cómo se deja ir aquello que se volvió parte de tus días?, y al mismo tiempo, ¿cómo buscar consuelo en el regazo que sirvió de lugar de tortura? Quizá el mirar esos ojos dulces que reflejaban un dolor tan puro, uno que dejaba ver un alma que acaba de arrancarse una parte de sí, porque cuanto lastimas lo que ama te lastimas a ti mismo con igual o más fuerza, le devolvía aquello que dio por perdido esa mañana de noviembre. El amor que sentía por él le permitía ver más allá de su enojo, de su ego hecho trizas, de sus miedos traídos a la realidad, le daba una visión mas amplia de lo que ocurre cuando un corazón se siente sin esperanza y mira una luz que lo guía hacia la fría oscuridad, para luego darse cuenta del abismo hacia al cual estaba pronto a saltar. Su amor le regalaba esperanza en medio de las ideas radicales que luchaban por el foco de luz, le brindaba abrigo en medio de la desolación. Le daba paz, pensaba mientras aparta las lágrimas que dejaban un sabor demasiado salado en sus labios. Ella sabía lo que haría de no ser él, tenia claros los pasos a seguir, lo que cualquiera haría. Eso le enojaba, le hacia sentir tanta desesperación y frustración, no era una mujer cegada por un amor, que miraba los errores como algo normal e insignificante, no era una mujer que estuviera dispuesta a creer las primeras palabras que salieran de su boca y que se fuera a conformar con un amor mediocre. Estaba cuerda, y por primera vez en su vida sus emociones no le dominaban, pensaba con claridad sin poder decidir si quería correr el riesgo o no. Teniendo todas las cartas en la mesa no podía escoger la que quería levantar. Maldito sentido del humor. De todos lo que existieron, ¿tenía que ser él? Que ingrata la suerte que algunas veces golpea sin piedad y sin escuchar ni la más mínima plegaria. Tenia que ser, claro que sí. De no serlo todo sería muy fácil de resolver. Se levantaría y marcharía sin caminar por las espinas. Seria fuerte y egoísta y con la misma agilidad de un ave, emprendería una nueva aventura, absorta en sus sueños y en su confortable soledad. Pero no, había mucho mas para ella que simplemente continuar dejando atrás la mierda que amenaza con caer en cualquier segundo. Había algo mas allí, algo que la impulsaba a crecer, a dejar su zona segura y adentrarse en una batalla que nunca había deseado librar pero que desesperadamente necesitaba. Solo así daría paso a una libertad que existía en sus sueños. Quizá solo así obtendría todo aquello por lo que pidió. Así que allí, en esa habitación que había servido de hacedora de recuerdos, sentía cada parte de su cuerpo y de su mente, como se dividían en dos, como jalaban en direcciones totalmente opuestas, cada una con un futuro distinto e incierto. Respiró profundamente y deseó saltar esa parte de su vida, sabiendo que no podría, que por mas deseo, por mas anhelo, nada la libraría de beber ese cáliz hasta el fondo. Y eso la asustaba y a la vez le daba esperanza. ¿Qué hacer cuando la vida te sorprende con una encrucijada y te abandona, y no queda más que esperar a que el azar, esta vez, sea favorable? Lloró por amarlo, y por no saber si existía en ella la fuerza del perdón. Lloró por los días que extrañaba y por lo que anhelada. Por las imágenes de esas manos cubiertas de arrugas que no se daban por vencidas, por esas pequeñas voces que le incitaban a continuar y mas tarde le invitaban a rendirse. Lloró por ella, lloró por él, lloró por esos niños que se buscaban cada día, con cada risa, con cada lagrima, con cada llamada y finalmente soltó sus piernas, se dejó caer en el sueño donde el mañana dejaba de importar y donde la ausencia de los pensamientos se volvía lo único real, lo único fuerte, lo único valioso, lo único bello. ¿Mañana?, pensó. Y todo se volvió oscuridad.
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Maria Jose L de Guevara
Pero tampoco es imposible hacerlo; existe un determinado instante, muy especial y muy preciso que nos indica qué hacer y ese momento está supeditado a la clase de destino al que se pretenda ir con esa compañía... ( ??? ) En cualquiera de ambos casos la decisión es por amor; en uno es por amor a él/ ella; en el otro es por una/o misma/o.
Como es costumbre, tus letras me conmueven, Lucía.
Besos.
María José.
Lucia Alfaro