No me complace en absoluto escribir esta reflexión, pero, no porque no me complace significa que debo guardar silencio ante los hechos, a como diría nuestro amado Apóstol Pablo: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” porque es entristecedor ver a los que se hacen llamar hombres y mujeres de Dios atemorizados con las alarmas del mundo; ¿Debería un hombre soldado del Señor andar en el temor del mundo? ¿Podemos nosotros los que amamos, anhelamos, y esperamos las promesas de nuestro Dios andar en el temor del mundo? Nosotros tenemos un solo temor, o al menos digo, deberíamos tener un solo temor, un temor que nos hace sabios, y es el Temor de nuestro Dios; No debería haber más temores que ese en nuestro corazón; Pero, la palabra es clara, y dice: “Por sus frutos los conoceréis”, por lo tanto veo entre sus frutos el temor del mundo, por lo cual, con certeza digo: Ellos no son de Dios; El hombre de Dios sabe que hoy por hoy atraviesa el valle de sombra de muerte, este mundo es el valle de sombra de muerte, entonces, ¿Porqué se alarma el hombre de Dios ante las catástrofes, los terremotos, o las pestes que por el mundo circulan? Nada de eso nos debería extrañar, a como diría nuestro amado hermano y Apóstol Pedro “CEFAS”: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” escucho, veo, percibo, que las Iglesias que se suponen siguen, aman, adoran, confían, y conocen de Dios, andan alarmados igual que los gentiles del mundo, y van y hacen lo mismo que las personas del mundo a fin de evitar un “contagio” del llamado Nuevo coronavirus; y yo me pregunto ¿Qué pasará cuando el Señor derrame su ira sobre la Tierra? ¿Qué pasará cuando ocurran aquellos acontecimientos preparados para el fin? ¿Irán andar estos que se dicen amparados en la fe, alarmados y corriendo de un lado a otro como andarán las gentes del mundo?
El verdadero Cristiano no tiene porqué alarmarse, ni tiene que andar huyendo de la muerte, a la muerte se le enfrenta, además, ha de saber el verdadero Cristiano que si se es soldado del Señor de señores, se muere en la batalla de la fe, y no en otra batalla que no tiene ningún logro; El que cree a la palabra y promesa del Señor ha de saber que él nos dice: “El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente” y digo yo, si moras bajo la sombra del omnipotente, ¿Necesitas cubre bocas para que un virus no penetre a tu cuerpo y lo mate? ¿Dónde realmente está puesta vuestra fe? ¿En los médicos del mundo, en las autoridades sanitarias del mundo, en las políticas del mundo, en los  protocolos del mundo o en la sombra del Altísimo? Su palabra nos dice: “Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad. No temerás el terror nocturno, Ni saeta que vuele de día,  Ni pestilencia que ande en oscuridad, Ni mortandad que en medio del día destruya. Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra; Mas a ti no llegará” Entonces, vuelvo con mi necia pregunta ¿Tenemos algo qué temer del mundo? Oigo los rumores de que, debido al brote de equis enfermedad, para evitar su contagio es necesario no hacer las reuniones y cultos en las Iglesias; ¿Cuál es el mensaje que envían a nuestro Dios? Con sus actos sencillamente están diciendo al Señor: “Tu protección es insuficiente y desconfiable, no tenemos fe en ti, preferimos acatar las órdenes de nuestras autoridades terrenales” Mas olvidan el mandamiento que dice “amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”; Olvidan que nuestro amado hermano Pablo inspirado por el Espíritu nos manifestó “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?  Como está escrito:  Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;  Somos contados como ovejas de matadero” ¿Entonces como hay una peste rondando por el mundo he de posponer mi alabanza al Señor? ¿No he de predicar el evangelio porque los hermanos pueden contagiarse? Lo que es Santo es sano, y donde está lo sano ¿Podrá circular la enfermedad del mundo? Nosotros, has de saber, que nosotros los que hemos buscado a nuestro Dios, ya hemos muerto, somos por tanto muertos, ¿Para qué hemos de huirle a la muerte? Afrontémosla, encarémosla,  con valentía contando con la confianza del Señor, porque cuando David enfrentó a Goliat no temió a la muerte, sino que se burló de ella, la desafió, ese gigante representaba a la muerte, que era temida por todo el pueblo, pero David, incluso se rehusó a usar la armadura del Rey, y prefirió enfrentar al gigante sin más armadura que la fe que le había sido dada por nuestro Señor; David, desechó la armadura del mundo, porque sabía que contaba con una armadura más poderosa; Ahora, digo yo, ¿No debería saber un Cristiano que cuenta con la misma armadura que le fue dada a David? Y David peleó contra el Gigante contando con una simple piedra y una honda; Nosotros, aunque por la falta de fe en muchos no lo crean, contamos con esa piedra también, y esa piedra es la palabra, la roca, el verbo, la fe que tenemos en el Señor, por lo tanto, no hay nada qué temer, no nos portemos como que cosa extraña está ocurriendo en el mundo, que lo que está ocurriendo es, digámoslo de este modo, como un ensayo de lo que verdaderamente vendrá en los tiempos de dolores de parto, el tiempo del fin.
Veo los frutos de muchos, pero entre sus frutos no veo ni fe, ni temor a nuestro Dios, ni confianza en la palabra de Dios; Entre sus frutos veo simplemente el temor del mundo, ellos andan en los mismos temores del mundo, por lo tanto, si temen las mismas cosas que el mundo teme, entonces, desatienden las mismas cosas que el mundo desatiende, desechan las mismas cosas que el mundo  desecha, y el mundo ha desechado la fe como cosa inservible; Tengan cuidado hermanos con lo que hacen y con lo que temen, porque a lo que verdaderamente deberían temer, a eso no están temiendo.