A cuarenta años de la muerte de Jean-Paul Sartre
Publicado en Apr 15, 2020
Por Roberto Gutiérrez Alcalá
Hacia las once de la noche del martes 15 de abril de 1980, la noticia llegó a las agencias y estaciones de radio y televisión francesas, y éstas, a su vez, comenzaron a divulgarla ampliamente: Jean-Paul Sartre, el filósofo, novelista, ensayista, crítico literario y activista francés que se dio el lujo de rechazar el premio Nobel de Literatura en 1964 porque no quería dejarse coptar por el sistema, acababa de fallecer en el hospital Broussais, de París, como consecuencia de una crisis cardiaca desatada por el edema pulmonar que padecía. Nacido en esa misma ciudad el 21 de junio de 1905, Sartre había permanecido hospitalizado en el mencionado nosocomio desde hacía casi un mes, y aunque se informaba de cuando en cuando que su estado de salud mejoraba, finalmente murió a los setenta y cuatro años, rodeado por sus familiares y amigos. Seguidor del existencialismo, corriente filosófica que postula que la existencia precede a la esencia y que la realidad es anterior al pensamiento y la voluntad a la inteligencia, sostenía que el individuo es absolutamente libre, pero también tiene una responsabilidad absoluta con él mismo y con el mundo. Si bien nunca se afilió al Partido Comunista Francés, sus ideas de izquierda lo impulsaron a estar del lado del pueblo argelino en su lucha por independizarse de Francia (tiempo después, en 1964, incluso adoptó como su hija a la argelina Arlette Elkaïm, quien a la postre sería su heredera). Igualmente se opuso a la guerra de Vietnam y, junto con el filósofo, matemático, lógico y escritor británico Bertrand Russell y otros prominentes intelectuales, escritores, científicos, artistas y políticos, integró el llamado Tribunal Russell, cuyo propósito era denunciar los crímenes de guerra perpetrados por Estados Unidos en dicho país asiático. Sartre participó, asimismo, en la revuelta estudiantil de mayo de 1968 en Francia. Autor de, entre otros títulos, El ser y la nada (tratado filosófico), La náusea (novela), El muro (libro de relatos) y A puerta cerrada (obra de teatro en la que uno de los personaje, Garcin, pronuncia una de las más famosas frases sartreanas: “El infierno son los otros”), también ingresó en el mundo del periodismo como director de los periódicos La Cause du Peuple y Tout! A pesar de su enorme fama mundial llevaba una vida sencilla, casi monacal, con unas cuantas posesiones materiales; es más, en el momento en que fue trasladado al hospital Broussais, vivía solo. Cinco días después de su fallecimiento, el domingo 20 de abril, en compañía de una multitud conformada por más de veinte mil personas y en medio de un lúgubre, solemne y emotivo silencio, Sartre fue enterrado en el cementerio parisino de Montparnasse. Poco más de cuatro décadas antes había escrito en La náusea: “Algo comienza para terminar: la aventura no admite añadidos; sólo cobra sentido con su muerte. Hacia esta muerte, que acaso sea también la mía, me veo arrastrado irremisiblemente.”
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