Ella soaba...
Publicado en May 03, 2020
Ella anhelaba pincelar su paisaje gris!. Sabía que necesitaría algunos colores, pero no iba a ser tan fácil conseguirlos. Sí, no estoy refiriéndome a esos colores que estás pensando, esos que sirven para elegir, ropa, pinturas, zapatos, etc. No, no son ellos...
Ella estaba rota, antes no lo estaba. Jugó mal y fue terriblemente lastimada. Necesitaba reencontrarse, tardo mucho tiempo!. Mientras transcurría el mismo, el otoño le fue otorgando el color de la primavera, ese que huele a pasto húmedo, a esperanza, a cambio. Ella seguía rota, menos que antes, pero aún lo estaba... La luna la llevó a un camino diferente, lleno de paz, de una luz tan radiante que le dio armonía a sus sentidos. Sí, halló un nuevo color, el de la fe, el que te enseña a reconstruirte y armar todas tus piezas rotas, el color de Dios. Ella ya no estaba rota, ya no era la misma, tardó su tiempo, pero entendió que primero debía amarse ella, para estar lista, pero guardaba aún eso, eso que la esencia humana necesita para pincelar un arco iris o tan solo para cobijar el alma. No fue fácil, abrir su corazón, mostrar su camino recorrido, era admirable, tanto como contemplar una montaña y entre la nada apreciar la magia. Ella albergaba aún ese anhelo, todos los cirios que hallaba en su sendero estaban opacos, no había encanto. Hasta que de repente, a lo lejos un cirio diferente llamó su atención, se revestía de una coraza fuerte, pero había en él un brillo cautivante... Ella se acercó y lo miró fijamente, aquella coraza empezó a ablandarse, habìa dentro de ella un corazón hermoso, que latía también a su misma frecuencia, pero no era su tiempo de salir al mundo exterior, ella lo notó... Preferío alejarse, de lejos lo seguía apreciando, le envíaba palpitos de ternura, pero al final, sabía que primero estaba ella, había entendido al fin la enseñanza, disfrutó de su propio destello.
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Maria Jose L de Guevara
Es lo que tu poesía traza en una aromada estela y nos arranca desde el alma un dulce suspiro.
Un abrazo, Silvana.
María José.
kalutavon
Silvana Ledesma Trivio