Malbatahan y los Camellos.
Publicado en May 12, 2020
Este es un hermoso cuento de Malbatahan; se trata de un famoso árabe llamado Beremiz que calculaba y los camellos.
Ocurre que nuestro protagonista realizaba un viaje por el desierto, montado a la grupa de un camello de un amigo que viajaba con él. A poco andar se encuentran con tres hermanos y una manada de treinta y cinco camellos, que se quejaban (los hermanos, no los camellos) haciendo grandes aspavientos como suelen hacerlo los árabes. Picado en su curiosidad, Beremiz le pide a su amigo detenerse para averiguar las razones del alboroto. El mayor de los hermanos le cuenta que su padre acaba de fallecer (que Alá lo tenga en su santo Reino) y que les ha dejado una herencia de treinta y cinco camellos, los cuales deben ser repartidos de la siguiente manera: la mitad de los camellos será para el hermano mayor, la tercera parte para el hermano del medio y la novena parte para el menor; pero con la condición de que cada uno de ellos se deberá quedar con camellos enteros y exactamente con la fracción asignada ya que si ello no ocurría así, los camellos serían entregados al Sultán (que sospecho que era el mismo Sultán de las mil y una noches y la princesa Sheherezade). Un rápido cálculo de don Bere bastó para darse cuenta que no se podía cumplir con lo estipulado por el finado (que Alá lo tenga en su santo Reino) ya que al mayor le tendrían que corresponder diecisiete camellos y medio que es la mitad de treinta y cinco camellos, al segundo le tendrían que corresponder once coma sesenta y siete camellos que es la tercera parte de treinta y cinco y al menor le corresponderían tres coma ochenta y nueve camellos que es la novena parte de treinta y cinco lo cual obviamente no cumplía con la segunda condición. Caviló un rato el muchachín y viendo las desgarradoras quejas de los heredandos, pidió a su acompañante que le regalara su camello; éste, luego de dudas iniciales y ante la insistencia del calculista, le pasó el camello y éste lo integró a la manada diciéndoles que era una contribución para solucionar el impasse. De esta manera, los camellos a repartir fueron treinta y seis, por lo tanto, al mayor le tocaron dieciocho camellos, al del medio le tocaron doce y al menor le tocaron cuatro, porque dieciocho es la mitad de…blá, blá, blá. Nótese que los tres hermanos quedaron con más herencia que la inicial lo cual los puso muy felices y agradecidos y de inmediato le preguntaron a Beremiz que cómo podrían pagarle el favor. No hace falta, respondió él, porque ocurre que ustedes se han quedado con treinta y cuatro camellos ya que dieciocho más doce más cuatro da treinta y cuatro y como los camellos eran treinta y seis, entonces yo tomo uno y el otro es para devolvérselo a mi gentil amigo. Y continuaron su viaje, esta vez cada uno montado en su propio camello. ¡Qué pasó? Lo que ocurrió, mis queridos curiosillos, es que el finado era malazo para las aritméticas y no se dio cuenta que en su testamento no había repartido el total de la herencia, porque un medio más un tercio más un noveno no dan un entero, sino que suman diecisiete dieciochoavos (17/18) lo cual es menor que uno (que la unidad, no que uno como persona) porque es una fracción impropia… ¿se acuerdan de las fracciones?... me tinca que no, porque se están deteniendo demasiado tiempo en la explicación. En todo caso, si se os ocurriera u ocurriese testar para vuestros deudos, no vayáis a expresar los repartos en función de números, porque ya me habéis demostrado que hay grandes probabilidades de que comentan el mismo error… y no todas las veces se encuentran viajeros a camello dispuestos a solucionar problemas de herencia. Fin del hermoso cuento de Malbatahan y el hombre bueno para los cálculos que sabía de fracciones.
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