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Publicado en Jun 03, 2020
Me encuentro en Makenkal, un corregimiento de Turbo – Antioquia, queda muy cerca de mi pueblo natal San Pedro de Urabá, aproximadamente a 15 minutos de allí, siempre vengo aquí a visitar a mi familia paterna, y quiero decir que me encanta venir, pues siempre que lo hago me olvido del mundo exterior, no tengo ninguna distracción, puesto que no hay internet ni nada de esas cosas.
Estaba durmiendo en una hamaca, y mis sueños fueron interrumpidos por un goteo insistente, estaba lloviendo. Me levante para apreciar la lluvia, con un poco de miedo, ya que eran las 03:00 de la madrugada y me encontraba sola. Fue algo inevitable ver como la lluvia era casi imperceptible, pero constante, parecía como si fuera solo una brisa. Ver la brisa del agua, sentir ese frio leve que recorría cada poro de mi piel, fue la mejor sensación que pude experimentar. Dicen que los momentos de reflexión más importantes en nuestras vidas suelen ocurrir cuando estamos solos y en silencio, y así estaba yo, solo yo, conmigo misma, conversando con el cerebro, el corazón y la realidad. Creo que necesitaba estar así. Encontrarme así me hizo recordar que hace unos meses atrás un perfecto desconocido me dijo algunas palabras que ahora retumban dentro de mí. Desde que lo conocí, pienso y me cuestiono: ¿Quién soy realmente?, ¿soy lo que realmente quiero ser o soy lo que la gente quiere que sea? Encontrarme en este lugar y recordar las palabras que ese perfecto desconocido me había dicho, me hizo rememorar mis días en la primaria; para los niños de mi clase era una niña fea porque tenía el cabello rizado, era muy delegada, mi nariz no era bonita y mis labios eran muy grandes, pero eso no me acomplejaba, me importaba más que me reconocieran por lo inteligente y aplicada que era. En ese entonces, yo me consideraba una niña fuerte, tímida, empática, y me encantaba estar metida en todo: club de lectura, escuela de astronomía, proyectos de investigación. Los profesores me tenían en cuenta para todo, para ser la monitora, la representante estudiantil; en cada evento de la escuela era reconocida por ser buena estudiante y todos los años recibía menciones de honor, dejé todo eso cuando tenía 14 años, empecé a alisarme el cabello porque al niño que me gustaba no le gustaba el cabello rizado, me volví rebelde, empecé a descuidar el colegio, empecé a salir a fiestas, siempre estaba al límite, cualquier mierda me hacía llorar, toda la mierda que me decían por más insignificante que fuera me afectaba profundamente, ya no era aquella niña fuerte, era una mujercita frágil y débil, yo no me quería. Recuerdo que estaba fascinada por los proyectos de investigación, y por los temas de astronomía y esas cosas, pero a mi grupo de amigos les parecía algo aburrido y estúpido, así que decidí dejar eso. No quería ser la nerd y mucho menos la sabelotodo, decidí ser la persona que ellos querían que yo fuera. El perfecto desconocido se convirtió en mi brújula ¡Increíble!, ¿no?, cómo un perfecto desconocido me había direccionado a mí misma. Todos estos años fui lo que los demás querían que yo fuera y ahora lo entiendo, y saben qué, no me gusta, no me gusta ese yo, es tan mediocre, conformista, programado, y tan vacío. ¿Por qué dejé de ser yo? Me gustaba ser así, ser una consciencia infinita, capaz de ser y crear lo que deseaba. Ahora que entiendo todo esto, que para ser quien realmente soy, primero tengo que olvidarme de lo que otros dijeron que era. Todo pasa. Ahora trabajaré más en mí misma, me empezaré a empapar con conocimiento, con buena música, de bonitas palabras. Sé que pronto mi corazón estará tranquilo, sin dolor, sin angustia, pronto ya no habrá ningún rastro de lo que creía que yo era, todo acabará y volveré a ser YO.
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Kendall Caldern Mndez
Magnolia Stella Correa Martinez
Impecable para ser tu primer escrito.
Saludos Kellen, ánimo amiga.