Hace doscientos diez aos naci Robert Schumann
Publicado en Jun 08, 2020
Por Roberto Gutiérrez Alcalá
En una carta dirigida a quien más tarde se convertiría en su esposa, Clara, Robert Schumann escribió: “Anoche tuve el más espantoso pensamiento que puede tener un ser humano, el más horrible con el que nos puede castigar la Providencia: que había perdido la razón. Era tan fuerte que no había consuelo que pudiera mitigarlo. La angustia me llevó de aquí para allá, hasta dejarme sin aliento. Casi desfallecí de sólo pensar que ya no pudiera razonar […].” Con el paso de los años, estas palabras, por desgracia, resultarían proféticas. Schumann, quien nació en Zwickau, Alemania, el 8 de junio de 1810, ya experimentaba drásticos cambios de humor a los dieciocho años. Y había razón para ello: por la época en que él vino al mundo, su padre, uno de los primeros traductores de Lord Byron al alemán, padeció un colapso nervioso del que nunca se recuperó del todo y su madre sufría recurrentemente crisis depresivas. Luego de una breve estancia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Leipzig, decidió entregarse a la música y, como primer paso, comenzó a tomar clases de piano con Friedrich Wieck, su futuro suegro. Gracias a su talento innato y a su entrega, sin duda se hubiera convertido en un afamado concertista, pero ocurrió un hecho que daría al traste con sus planes: buscando perfeccionar su técnica pianística, inventó un aparato para conseguir más control y movilidad en los dedos medio y anular de la mano derecha, lo usó durante algún tiempo y, cuando se lo quitó, ambos dedos estaban totalmente incapacitados. Fue así como se vio obligado a dedicarse a la composición. Mientras tanto, su enfermedad bipolar (maniaco-depresiva) avanzaba. En sus fases maniacas hacía gala de una increíble destreza y rapidez para crear; por ejemplo, en tan sólo seis días compuso la Kreisleriana, opus 16, una de las cumbres del romanticismo musical. En sus fases depresivas, por lo contrario, lo dominaba la abulia. Como director y crítico de la Neue Leipziger Zeitschrift für Musik introdujo en sus artículos a dos personajes que representaban los polos opuestos de su personalidad: Florestan (impulsivo, apasionado, extrovertido, alegre e iconoclasta) y Eusebius (amable, melancólico, piadoso, introspectivo y ensimismado). En 1840, año en que se casó con Clara, compuso más de ciento treinta lieder, género en el que descolló, pero cuatro años después, al regresar de un viaje a Rusia, cayó en una severa depresión. Entonces, él, Clara y sus hijos se trasladaron a Dresde, donde poco a poco recobró su salud y donde en diciembre de 1845 compuso su Segunda sinfonía en do mayor, opus 61. Alguna vez, Schumann comentó sobre esta sinfonía: “La compaginé durante un periodo de sufrimiento físico. Hasta se podría decir que se trataba de la resistencia del espíritu, el cual ejerció visible influencia en ella, y por medio de cuyas fuerzas intenté luchar contra mi estado corporal. El primer movimiento, lleno de esta brega, es muy caprichoso y refractario.” En su libro Aventuras con la música sinfónica, Edwar Downes apuntó: “Y es la verdad que el afiebrado primer movimiento parece el reflejo de las perturbadas fantasías que terminaron por desequilibrar por completo la mente de Schumann.” La enfermedad mental de Schumann se agudizó a tal grado que el 27 de febrero de 1854 salió llorando de su casa e intentó suicidarse, tirándose al río Rhin, de donde fue rescatado. El mismo Schumann le pidió a Clara que lo internara, por lo que ingresó en el manicomio de Endenich, cerca de Bonn. No obstante, debido a las rígidas reglas que imperaban en ese sitio, permaneció aislado, sin poder ver a su amada esposa ni a nadie más, hasta que el 29 de julio de 1856, a los cuarenta y seis años, murió de inanición. Robert y Clara –pianista excepcional y también compositora– tuvieron ocho hijos, uno de los cuales, Ludwig, enloqueció hacia los veinte años y estuvo encerrado en el manicomio de Colditz, Sajonia, más de tres décadas. De Schumann nos queda un gran catálogo de música insuperable: sus obras para piano solo –entre las que destacan Papillons, el Carnaval, los Estudios sinfónicos, la ya mencionada Kreisleriana, las Escenas infantiles y las sonatas–, sus lieder, sus cuatro sinfonías, sus conciertos para piano, violonchelo y violín, su música de cámara, sus oberturas Manfredo y Hermann y Dorothea, su Requiem para Mignon, su ópera Genoveva…
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