EL JARDN
Publicado en Jun 15, 2020
La anciana vivía en una casona a las afuera de aquel pueblo. Durante años su vida fue solitaria, lo más necesario para subsistir le era enviado desde el almacén del poblado previo pago puntual. La casa de la vieja tenía en el frente un amplio espacio donde alguna vez floreció un hermoso jardín. Ahora estaba abandonado, solo hierba y abrojos había en él, a pesar de que algunos habitantes del pueblo le ofrecieron a la dueña de la casa sus servicios para mantenerlo en buen estado. Un día de un mes de abril quienes pasaron por aquel lugar vieron a un anciano hacer limpieza en el espacio donde estuvo el jardín de aquella casa. De inmediato las lenguas viperinas iniciaron las habladurías. Esas lenguas de doble filo que no matan pero hieren de verdad elucubraron varias versiones para explicar la presencia de aquel personaje vetusto quien con ropas limpias pero demasiado holgadas para su cuerpo se afanaba en poner en buenas condiciones aquella parcela. Algunos dijeron se trataba del hijo de la anciana muerto hace muchos años, a decir de ella misma, en una guerra donde su retoño encontró la muerte siendo un apátrida luchando por una nación extranjera. Los lenguaraz contradecían la versión de la anciana con una supuesta condena del hijo ausente quien no había muerto como la vieja había dicho, sino que estuvo encarcelado por muchos años a causa de haber cometido un acto de cobardía al abandonar su puesto de combate por donde ingresó el enemigo para masacrar gran parte de su regimiento. Otros se atrevieron a inventar una historia de amores añejos, se referían del viejo de ropa holgada como si se tratara de un amante de la juventud de la anciana, quien volvió no para ver florecer aquella pasión juvenil ni para revivir las rosas del jardín. Aseguraban que el viejo aquel había convencido a la anciana con arrumacos trasnochados venciendo su terquedad senil para luego quitar el monte y escarbar donde estuvo el jardín, como un ambicioso plan de encontrar y desenterrar las ollas repletas de monedas de oro supuestamente enterradas por la vieja en un acto de tacañería. Sea por lo que fuere el jardín floreció esplendido, mostraba una gran diversidad de flores y rosas de todos los colores. En los amaneceres el ambiente cercano a la casa de la anciana era embriagador por la combinación de fragancias emanadas de sus flores. Un buen día, también de un mes de abril, el viejo jardinero se presentó en el almacén del pueblo donde contrató a una mujer para amortajar el cuerpo de la anciana y varios hombres para cavar su tumba. Aquella tarde la anciana fue enterrada en medio de su jardín y nunca más se volvió a saber del anciano quien lo hizo florecer. Las habladurías nunca se acallaron en aquel pueblo, ahora se dice que en las noches de luna llena de cada mes de abril, quienes se atreven a pasar cerca de aquella casona abandonada creen escuchar la música de una pianola interpretando un viejo vals y hasta hay quienes afirman haber visto a través de los ventanales desvencijados a una pareja fantasmagórica de ancianos bailando estrechamente abrazados. Ella luciendo rosas rojas en su pelo cano y él vistiendo ropa extremadamente holgada.
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Raquel
Magnolia Stella Correa Martinez
Como siempre, me encanta leerte Kalutavon.
Un abrazo desde mi bella Colombia.
kalutavon
Mara Vallejo D.-
La historia compartìa, extrae de mi imaginaciòn, el buen amor y, èste haciendo milagros hermosos màs alla de la vida. . .
Estas letras tuyas bien expuestas , me atrapan. Es lo que siento, es mi verdad.
Abrazos y a seguir cuidàndose.
Marìa
kalutavon
Mara Vallejo D.-
raymundo
kalutavon
Enrique Gonzlez Matas
Enhorabuena por el relato, ya que envuelve y atrapa.
Un fuerte abrazo y suerte en esta mala hora.
kalutavon