Pez
Publicado en Jun 16, 2020
Es como si hubiera nacido con la capacidad de ver el mal en el otro. Veo sus rostros, su forma de caminar, el movimientos de sus cejas, como se achinan sus ojos, el tono de voz, el movimiento de sus manos y escucho los que sale de sus bocas. Pero dentro mío alguien me dice maldades que son imposibles de verificar. De todo lo que sería capaz esa persona por el solo hecho de superar a otra. Quizás juzgo porque yo era así. Ya no, no me lo permitiría. Llegue al punto que me cuesta aceptar que para ser “mejor” que la otra persona hay que pisarla y pasarle por arriba. No quiero eso. No quiero escalar, quiero fluir. El pez nada por instinto, no sabe que para determina acción quizás nade años, solo fluye. Nada por todo, y hace tanto pero en realidad solo nada. Yo no sé fluir, me afecta el mundo en el que vivo y soy tan inocente que creo no pertenecer a él. Es una gran mentira. Vivimos, sentimos lo que nosotros mismos obtuvimos por las acciones que nos trajeron a estos sentimientos. No merecemos lo que tenemos. Como ese regalo que miraste y el primer pensamiento que te vino a la cabeza fue: Verdaderamente me lo merezco? Que hice para ganármelo?
Nos regalaron un mundo de fantasía pero no nos alcanzó. Un mundo sin límites físicos, ni espirituales, ni emocionales. Pero nos otorgaron una forma de pensar muy anticuada que nos detiene en nosotros mismo mucho tiempo. Cada uno es propio de su felicidad, acepto. Pero no comparto que no podamos ayudar al otro cuando aún no se dio cuenta que puede lograrlo. Somos capaces de denigrar a una persona porque no entiende lo que nosotros sí. Podría estar abriendo un gran debate en la frase que voy a decir, pero, nacemos pensando de esta manera? Si esto es cierto estamos complicados. Viviremos eternamente obsesionados por la belleza abstracta de nuestros cuerpos imperfectos, creeremos que nosotros tenemos poderes místicos cuando solo somos simples viajeros, mataremos a millones de seres vivos intentado quitarles lo que ellos dicen tener pero nadie tiene, disfrutaremos de las derrotas ajenas como propios triunfos, seremos incapaces de amar por creer que en realidad lo hacemos, nos llenaremos la boca con defectos de otras personas para no sentirnos mal momentáneamente, nada es más egoísta, nos estancaremos en el mismo lugar de siempre y no creceremos porque estamos completamente seguro que no nos equivocamos, que la verdad es mía y lo demás no existe, la verdad no existe es tan absurda que no se la puede definir más que con su propia palabra. Mi solución es la nada fluyendo, como el pez que ve a su amigo y juntos se dejan llevar por la marea haciendo nada. O todo.
Página 1 / 1
|
Maria Jose L de Guevara
Para utilizarle como un recurso en las sesiones con mi pacientes es un buen punto.
Un abrazo
María José Ladrón de Guevara.