Narrando una pena.
Publicado en Jun 29, 2020
Busqué ver la hora del reloj sobre el velador: Ocho cuarenta de la mañana. Era temprano para comenzar el día con tragedias.
Franjas luminosas se filtraban por la ventana. Enrabiada pasé el dorso de la mano para secarme las mejillas, por donde se deslizaban unas estúpidas lágrimas. Bajé mis pies descalzos desde la cama y crucé, inconsciente, por el tramo del frío parquet que me separaba de la ventana y, al llegar, con un gesto de aflicción, blandí mi brazo en el aire para descorrer el cortinaje, dejando que la luz del sol atravesara los cristales. Ésta, festiva y socarrona, invadió con gran fulgor la sala, mostrando su indolencia, pudiendo ver yo que mi dolor nada le importaba. Mis ojos volvieron a llenarse de llanto, quedando ahora más convencida que antes, que las evidencias podían envolverme con la cruel sentencia de haber sido traicionada. Y nuevamente, al borde de la cama, con las piernas desnudas, la bata mal amarrada, intentando porfiadamente limpiar mi cara llena de lloriqueos y los desagradables fluidos que me corrían desde mis fosas nasales, paseé abatida la mirada por el entorno y -- era de esperar-- me lo hallé a él: Alguna vez el indiscutible príncipe de mis sueños y el innegable padre de mi hijo; sin embargo, ahora, el traidor detestable. Ahí estaba, derrumbado en una silla, con sus largos brazos por entremedio de las piernas, sumido en un dramático gesto de arrepentimiento, mientras la sombra deformada de su cuerpo se proyectaba patéticamente en una de las paredes del dormitorio. Miré hacia el piso de la entrada y noté con desagrado los estragos recién causados: La tacita de café, de fina porcelana, clisada; a su lado, el platillo hecho trizas y el contenido volcado sobre las pulcras piezas de madera, esparcido bajo las patas del arrimo. Recordé con amargura el anterior instante cuando él, atrapado y con sus párpados apretados, admitió inevitablemente su inequívoca culpa y yo, enloquecida, le arrojé la taza de café por sobre su cabeza. Luego de ello, y por un momento, se instaló impertérrito un gran silencio, intentando intervenir como mediador para que no se añadiera más daño. Fue uno de esos silencios eternos, de aquellos que aprietan y sofocan, con los cuales se lucha tenazmente para hacer surgir una palabra. --¿Por qué? – le pregunté con la voz ahogada por la rabia y por la pena. No contestó nada; solo atinó a esconder el rostro y meterlo muy dentro de su cuello. --¿Porque es más joven que yo..? ¿Porque es más linda..? ¿Porque es morena y te da cosas que yo no he sabido darte..? En la cama, acaso… ¿Ha sido mejor..? No me daba respuestas; solo mordía moviendo su mandíbula baja de lado a lado. --¡Contéstame, cobarde! En ese instante noté cómo el alma se me agrietaba: Me sentí socavada, envejecida, menospreciada y empobrecida… Vi que las páginas de nuestra historia una a una eran arrancadas y tiradas rápidamente por el desagüe. Fue una sensación de pena que me embargó el alma. Hice un esfuerzo y saqué la voz nuevamente: --¿Sabes..? Creo que el daño ya está hecho. Es mejor que te vayas… ¡Vete..! ¡Vete pronto de mi lado!—le grité duramente--. No quiero que continúes humillándome con tu presencia… Según lo estúpida que he sido, quizás termine aferrándome a tus rodillas rogando que no te vayas. Me incorporé violentamente desde la cama y crucé hasta el armario; saqué desde lo alto el más grande de los bolsos y se lo arrojé sobre los pies, diciéndole entre sollozos: -Llévate todo cuanto quieras, especialmente tu egoísmo, tu impresionante virilidad y todo cuanto a mí me quede grande… De aquella manera triste finalizó una parte de mi historia. ¿Continuará?
Página 1 / 1
|
raymundo
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
En este ensayo encuentro a un embrión de novela. Los protagonistas ahora son descriptos de otra forma, con una mirada más integradora, con un escenario mejor diseñado, con símbolos que muestran acciones previas a la descripción. Muy interesante evolución y se ha dado en forma natural. La narradora, ha tomado intervención y en primera persona lo cual es difícil de mantener en la novela, pero en este ensayo ha demostrado que puede. Con respecto al tema en sí mismo. En mi calidad de hombre y ante esta situación de una traición, tengo una postura más de reflexión que de condena. Esto equivale no a justificar pero sí a no condenar, porque no sé lo anterior de esta pareja que interviene. Tampoco puedo ni debo inmiscuirme pero lo interesante es que de este tema tan frecuente y doloroso está el núcleo a desarrollar, agregando más conocimiento de sus integrantes. Como lector no condeno y no perdono, solo me corresponde leer y tal vez con mayores datos a futuro, estar más cerca de una interpretación más equilibrada
Felicitaciones Marijó Un gran salto, una promesa como dice Tuñon: “Yo…trabajo con toda la realidad”
María José Ladrón de Guevara
En realidad, Gustavo, eres un baúl de conocimientos que, supongo, ha sido lo que te ha dado ese dulce don que traspasa fronteras.
Gracias por el rico apunte de tu comentario, especialmente porque lo has hecho de manera pública.
Cariños
Marijó.
Enrique Gonzlez Matas
Felicidades con mi abrazo.
María José Ladrón de Guevara
También quiero agregar que me tienta el deseo de hacer una novela con mis cuitas; sin embargo, reflexionando, me acobardo.
Tus palabras siempre han sido para mi un bálsamo.
Te aprecio más de lo que puedas imaginar.
María José.
Raquel
"CUANDO LAS LUCES SE APAGAN, SE ENCIENDEN LOS SUEÑOS..""
Raquel
María José Ladrón de Guevara
Es probable que se me halla hecho fácil transcribir estos sentimientos porque fueron experimentados realmente. No quiero decir con esto que quienes no hubieran vivido hechos, no pueden describir historias en fantasías, tan solo explico el por qué puedo dar vida a mis pormenores.
De cierta manera tú también trasmites mucho sentimiento.
Un abrazo enorme.
Marijó.
(Linda frase aquella última)
Raquel
"LA VIDA ES UN RETO : VÍVELA..SIENTE..AMA.. RÍE.. LLORA.. JUEGA,..GANA ..PIERDE..TROPIEZA.. PERO SIEMPRE
LEVÁNTATE Y SIGUE HACIA ADELANTE"
Descansa---hasta mañana..!!
Gonzalo
Saludos!
María José Ladrón de Guevara
Gracias y saludos, amigo.
María José.