Amo besarte en los esteros y en las sombras
en los fresnos y en los automóviles.
Sobre superficies líquidas o leñosas
añoro solamente resbalar por tus labios
que tienen todas las formas de la gloria humana.
Besarte mientras comes fresas o chocolates
y borrarnos de todo sin que pidas auxilio.
Mojarte de amor como se moja sin súplica
y trasladarte de las congojas al placer.
Me gusta tallar tu talle a media noche
y que nos hagamos acordes y recuentos:
Que fluya de ti el agua fría
hacia mis dientes anegados de parajes
y, en esa agua, quedar sin movimiento.
Amo colocarnos el uno junto al otro
como dos coetáneas chimeneas
y, desde allí, arder juntos desde las iniciales
e inciensarnos a medias o plenamente
en medio de las cosas acopladas
bajo los ululares de las ventiscas húmedas.
Amo corroborarme en ti y en tus respuestas
y recordar que somos y existimos porque amamos.
Amo hacer tratos apegado a tus labios
y entretejer almas y corazónes.
Me has consumido totalmente con tu aliento
y con mi densa lumbre es que te he creado.