Carta de un personaje
Publicado en Aug 24, 2020
Por parte del “garabato de los ojos redondos”
Desde “no tan encima de la realidad, ni muy profundo bajo la imaginación” Con “aquella coronilla de ideas monstruosas” 19 de febrero de 2018. Para ”el hombre quemado” Hacia el “frente de la plaza de los guardados” Con “una hoja enamorada” 21 de febrero de 2018. Con el respeto que deberíamos merecernos, hablo hacia ti, como un posible semejante. No sé si pueda extender esta lengua hacia el filo con el que lo reventaría todo en frases terminadas por tres puntos, pero igual que tú, soy un personaje. En desprecios, bajo estos, y de ausencias, de algún soñador inútil, yo también nací para acariciar una hoja de papel; goteaba al ritmo de una mano torpe, muy rápida, ya que las hileras de frases ligeras habrían sido incapaces de despertar a alguna otra idea más importante. Así fue como nací: rodeado de aplausos muertos, bajo una luz apagada por la cual en vista ninguna me recosté, con ese único testigo, quién debe ser la persona que más desprecia mi existencia. No lo busques. Deja descansar a la curiosidad, la locura de sus oleajes será más precisa en alguna otra situación; mi nombre jamás se perdió, sencillamente, nunca existió. Me auto considero el “garabato de los ojos redondos” ya que al parecer es de demasiado prestigio, otorgarle un nombre a un personaje, y perdóname si te ofendo al llamarte el “hombre quemado”, pero he de suponer que así nos entenderemos mejor. Verás, entre estas preguntas todo mi mundo respira, a fin de que esa respuesta, la que me ha sido tan distante; borroso como un punto que esconde destalles exquisitos, del que nunca habría creído que llegase algún día a estar tan cerca; esa respuesta que encierre, bajo ángulos sellados, todas las dudas que han ensanchado esta cabeza confusa, sin entenderme aún como individuo. No sé cuánto tiempo estuve en su cabeza. Aquí, sin embargo, estoy ahora disfrutando de consciencia; rodaba, aun cuando corpóreo no estaba mi cuerpo; flotaba, de pronto escuchándole entre aburrimientos y deseos. Una línea gruesa de séquitos delgaduchos, cortantes estos, igualmente lo eran, así me seguían, haciéndose cicatriz en el papel ¿Cómo podría describirte mi apariencia? Los rayones hicieron de mi rostro un ovalo liso, para que de él, los picos de cumbre emergieran, siendo un par de círculos repitiéndose constantemente, cuyo raído marco va oscureciéndose con cada trazo. Toda mi descripción ha sido tan poca, pues mi primer retrato fue una cara blanca; sobre esta estampa se posarán sombras si es que mi artífice está con ánimos; a veces cuerpo, en donde la carne ata mis costillas o anuda lonjas de gordura. Por eso he preferido, hasta el andar de lo que fue mi primera existencia, a la cola, capturándole miles de cambios de los que he sido víctima, hablarte de mis únicos y verdaderos rasgos característicos. No creo que mi descripción pueda ir más allá, de esos dos simples factores. Te veo a ti, y no eres de pocas pinceladas: una barba sujetada a una quemadura, por tu labia, la seriedad y la compostura de un cuerdo; aficiones tras la pantalla y la oscuridad; de seguidillas atentas, a la belleza y máximo reconocedor de tus aflicciones y dilemas. Leyéndote, descubrí que algo me gusta de tu historia, al verte repetir los mismos párrafos y la misma conclusión, habiendo sobrevolado más rápido, cada vez sobre tu lectura; “tu autor” tuvo un objetivo para ti. Mi progenitor es un adulto que a su sombra reposa el joven que me dibujó; sin propósito, sin sentencias. He sido dibujado en cientas de libretas, he personificado decenas de cuentos: Éste, ésa, aquello, eso, aquél o ésta, son mis nombres sustitutos. Para el hombre que entre sus dedos absorbió, abrigándome en el calor de su palma, la quietud de un esfero del que se presentó mi forma reteñida, agradablemente con el calor que me está persiguiendo, me acompaña la misma fuerza desde que existí. De este autor lánguido puedo decirte que nunca ha sido gran admirador de la pluma que te sostuvo, y seguramente no le interese que esta carta vaya dirigida a un personaje de “tu autor”. Él es más bien un dormilón que despierta muy de vez en cuando, quizá por ello, es más amante de “Grass”, “Saramago”, y tal vez, incluso, del mismísimo “Quevedo”. Es extraño porque disfruta más la prosa que la idea. Es un dormilón que no gusta despertarse por afanes del terror, por la termodinámica del amor o los quiebres de alegría. Broto yo, como la saliva despreciable, del mal trago por sabores inconsumibles; entonces soy la razón de lo que soy, pues seré el producto de alguien que no valora el tiempo consumido por fantasías. Pero descuida, yo sí te admiro. En donde la tinta habla con esmero, por que llegará a deshacerse en adjetivos, para el alma serle de completa integridad a un individuo, es allí en donde siempre procuraré estar, para admirar, esperando que algún día posen un título en mis pies y rapen mi cabeza con un punto final.
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Magnolia Stella Correa Martinez
Saludos Jonathan.
Jonathan Prez
Un gran saludo de mi parte.